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Capítulo 11: Asalto y Espanto

ADVERTENCIA: 

ESTE CAPÍTULO CONTIENE MENCIONES DE VIOLENCIA FÍSICA, AGRESIÓN SEXUAL, MALTRATO ANIMAL Y SUICIDIO. NO OBSTANTE, NO VIOLENTA LAS PAUTAS DE CONTENIDO DE WATTPAD NI SE FOMENTAN DICHAS CONDUCTAS. SE RECOMIENDA DISCRESIÓN. 

Incluso antes de nacer, su destino ya estaba trazado, ni siquiera estando en el vientre de su madre implicaba seguridad. Eiji Okumura sería el heredero de las exitosas empresas de su familia, no importando cuál sería su segundo sexo, era el primogénito.

Desde niño fue forjado para cosas grandes, sin que pudiera pensar en otro futuro distinto.

—Son buenas las calificaciones — dijo Keisuke Okumura, su padre, con un tono indiferente. —, pero podrían ser mejores. No te has esforzado lo suficiente.

Se percibía un aura pesado proveniente del padre, quien era un alfa, dentro de la lujosa oficina en el apartamento.

Un Eiji de siete años de edad, cabizbajo y compungido, frunció sus labios. Estudió todas las noches hasta tarde durante dos semanas para esos exámenes, la mayoría eran A+ pero solo uno obtuvo un A–

—Sí, padre.

—Para ser el próximo CEO de las compañías debes ser perfecto. Esto no lo es, ¿entiendes, Eiji?

El chico sintió que le quemaron sus ojos en lágrimas pero se las aguantó. Si lloraba el castigo sería peor.

—S-Sí...

—No tartamudees, no eres un enfermo mental.

—Sí, padre — suprimió un suspiró. —. Lo lamento.

Keisuke tiró las notas en el escritorio y se sentó en la silla, haciendo un ademán.

—Creo que te he dejado muchas libertades. Tienes prohibido salir al parque o ver la televisión, también te quitaré el celular... Si necesitas hacer una llamada, usa el teléfono público — ignoró el rostro estupefacto de su hijo. —. Retírate.

El pobre niño sintió un escalofrío en su espina dorsal. Las únicas veces que podía relajarse era cuando jugaba con su hermana pequeña o ver sus programas (porque él no tenía permitido usar el control remoto) solamente unas dos horas a la semana. Además, ni siquiera su teléfono tenía redes como para jugar en línea y poseía control parental. Era un mecanismo inservible que daba igual si usaba un teléfono público o no.

Eiji le tenía pavor hacia su padre. Las únicas veces que ha mostrado emociones hacia él eran de decepción cuando no cumplía con las expectativas y, cuando las superaba, no recibía ninguna ovación. Ese era su deber, ser el niño, el hijo y el heredero ideal.

Los años pasaron y la relación con su padre fue siempre gélida. Nada de eso cambió ni siquiera al descubrir que era un omega sorprendentemente.

Tampoco pudo disfrutar de lujos a su antojo como muchos piensan por ser integrante de una familia acomodada. Solo su madre y su hermana, exentas de responsabilidades, se llenaban con experiencias, joyas y diversión que el dinero podría comprar. Ellas siempre quisieron incluirlo en sus viajes mas su padre siempre las retenía. Las únicas ocasiones que Keisuke dejaba a Eiji salir eran las vacaciones familiares. Ahí se contemplaba una faceta distinta de su padre: más relajado, entrañable y levemente cariñoso.

Más de alguna vez Eiji deseaba que él fuera así siempre. La vida era más sencilla.

Al graduarse de secundaria, estudiaría en una prestigiosa Universidad en Tokio. La carrera que estudiaría ya estaba definida desde hace mucho: finanzas y negocios. Sin embargo, la vida de adulto supo un poco más dulce al tener más libertad de cuando era niño y adolescente.

Su padre se hallaba más ocupado que antes ante el crecimiento de las acciones en la bolsa, lo que significaba que no hostigaba a Eiji en los estudios.

Su madre lo animó a buscar un hobby y unirse a un club. Eso lo aterró puesto que no sabía socializar bien, además no sabía que le gustaba.

Un día, al caminar en el campus, vio una exposición de fotografía y quedó fascinado.

—Woa...

Los brillantes colores en la imagen, el color el alba del sol ocultándose sobre las montañas captan la belleza de la naturaleza de una manera magistral.

Asimismo, había fotografías de varias facultades, sus edificios, maestros y alumnos. Lo que le pareció curioso a Eiji es que también le había prestado atención a los clubes. Pudo apreciar a varios de ellos: ajedrez, canto, atletismo y, aquel que le robó el aliento, salto con pértiga.

—¡Hola!

Eiji sobresaltó y jadeó con nerviosismo. Giró su rostro lentamente para encontrarse con una risueña desconocida.

—¿Eh? ¿Sí? — Su falta de socialización se reflejó.

—¡Soy Minata Yuko! ¡Pertenezco al club de fotografía! — amplió su sonrisa. —. Veo que te gusta la sesión de Gentu-kun, ¿te interesaría unirte al club? Podrás aprender cómo tomar fotografías así.

Eiji se sonrojó. No estaba acostumbrado que lo trataran como un niño idiota.

—No, no me interesa...

Escapó como pudo de ese lugar. ¿Fotografías? Para eso necesitaría dinero y una cámara profesional no le alcanzaba con el mísero dinero que su padre le dejaba en la tarjeta de crédito. Apenas lo utilizaba para comer de vez en cuando.

Toda su vida estuvo controlada hasta que una vez su madre y su hermana Junko abogaron por él ante su padre en una cena familiar.

—Deberíamos dejar que Eiji tome clases extracurriculares, cariño...

Keisuke refunfuñó y el omega quedó con la mente en blanco puesto que hace dos días les comentó sobre dicho tema a ellas. Jamás imaginó que saldría a colación, por poco y colapsa de la vergüenza.

—Sí, padre... mi hermano se esfuerza muy duro... —observó con complicidad a su madre. —. Incluso entre tus empleados reciben méritos por hacer un buen trabajo.

—Es un incentivo para que laboren más — vio de reojo al pelo azabache. —, es la obligación de Eiji por ser el heredero.

El aludido frunció su ceño y el apetito se fue de repente.

Sin embargo, las mujeres no se iban a rendir tan fácil.

—Padre, ¿cree que mi hermano no es capaz de manejar con sus deberes? — sonrió de oreja a oreja. —. Piénselo, mientras más quehaceres tendrá, más verá sus dotes de futuro CEO al tener todo controlado...

Keisuke estudió las facciones de su hijo y advirtió incomodidad.

—¿Es cierto, Eiji?

El omega respiró profundamente para controlar sus emociones. Si su padre contempla su quiebre emocional, entonces no será blando con él. Esa lección la aprendió por las malas cuando era niño. Cada vez que estaba frente a su padre, debía esbozar una faceta estoica.

—He estado interesado, padre como parte de crecimiento personal — Eiji quiso hacer una mueca. Se escuchó arrogante sus palabras, así que las enmendó. —. Al conocer en primera persona diversas actividades se amplía el panorama sobre la potencialidad de las mismas.

Tenía toda la atención de su padre en ese momento.

—¿Qué tienes en mente?

Por poco y soltaba el área fotográfica. Previamente su padre había comentado lo que opinaba de ella: un oficio con fecha de caducidad puesto que gracias a la tecnología y en los modernos celulares, cualquiera podía ser fotógrafo.

Entonces, sus labios se volvieron pesados y casi murmura sus palabras.

—Salto con pértiga —exhaló. —; el auge que ha tenido en los últimos años aprovecharemos para lanzar una línea de uniformes con los materiales adecuados. Si lo practico, sabré mejor que nadie que es lo mejor para ese deporte...

—Ahorraríamos un poco en los estudios de calidad... — musitó. —. Muy bien, Eiji. Estarás a cargo de este proyecto.

Keisuke continuó comiendo, ignorando las miradas estupefactas de su familia.

Eiji, por su parte, vio como su Junko levantó su pulgar y su madre le hizo un gesto esperanzador.

Con la ayuda de ambas, el omega pudo saborear lo que era la libertad en cierta medida. No le interesaba ningún factor económico, solo quería un tiempo para él aún si debía practicar un deporte que jamás pensó hacer.

No obstante, de un problema conllevó a otro. Fue fácil ingresar al club de salto con pértiga pero sus habilidades de socializar eran nulas.

Se mantenía solo en las prácticas y eso no le molestaba. Eiji simplemente se inscribió para por fin estar solo con sus pensamientos, si no fuera por Kazuhito Mizuno quien andaba detrás de él cada vez que podía.

—¡Okumura-kun! — caminó hacia él con una sonrisa. —. Muy bien el entrenamiento de hoy.

Eiji limpió el sudor de su frente luego de dejar la pértiga en su lugar. Giró su rostro y no pudo ocultar su ligera molestia.

—Gracias... — Intentaba mil y un formas de escapar de él, ¿por qué sigue insistiendo tanto?

En eso, Mizuno se aproximó peligrosamente al rostro y Eiji se echó un poco para atrás por lo inesperado que fue.

—Oye, hoy iremos a beber con los del club — sonrió de oreja a oreja. —. ¿Quieres unirte? ¡Será divertido!

Una parte del omega quería decir que no inmediatamente. Sin embargo, no podía negar que la curiosidad de experimentar una velada como las que ha visto en las películas le llamaba mucho la atención.

Estuvo a punto de asentir hasta que la imagen de su padre apareció en su mente.

—No puedo.

Sin más, Eiji partió de ahí, dejando a Mizuno con su apelación en su boca.

Cuando llegó a casa ese día se sintió fatal al no saber si estuvo correcto declinar tan rápido. Pudo haber hecho una excusa pero la pena se lo impidió.

Desde ese día, Mizuno no insistió más, y cada vez Eiji se enclaustra en su propia soledad en las prácticas. Las veces que hablaba en la Universidad era para responder alguna pregunta de un profesor.

Al mismo tiempo, cuando creyó que su desgracia no podría ser peor, en su seno familiar comenzó a sentirse un ambiente tenso, turbio y sofocante. A su padre le sucedía algo, su silencio era inquebrantable pero su estrés lo remataba con todos, en especial con el omega.

—¡Eiji! Niño, idiota. ¡¿Acaso no has aprendido nada en la Universidad?

Un día le gritó eso en su oficina enfrente de todos los trabajadores mientras le tiraba los papeles a su rostro. No se inmutó, no le iba a dar ese privilegio a nadie en resaltar más su vergüenza.

—Padre, las ventas están cayendo estrepitosamente —suspiró para calmar su corazón errático. —. Si realizamos la estrategia que te dije podría funcionar...

De repente, una oleada fuerte de feromonas de alfa chocó contra su rostro e hizo temblar incluso a los trabajadores. Un espeso y penetrante aroma quemaba las fosas nasales de todos. El rostro del remitente de tal escalofriante olor denotaba impetuosidad.

—¡Esa osadía no la toleraré! ¡¡No tienes voz ni voto en esta empresa y ya la quieres poner en mi contra!! —explotó Keisuke sin importarle la expresión dolida de Eiji. —¡Fuera!

—P-Pero padre...

—¡Largo!

El omega frunció sus labios y caminó hacia la salida mientras se aguantaba las lágrimas de enojo. No sabía por qué su progenitor lo despreció de forma tan vil, solamente le aconsejó en un tema delicado. Le hizo sentir muy idiota e inseguro en todo lo que hacía.

Después de ese día, Eiji no le dirigió la palabra a su padre, aún si debía de aguantar su presencia a la hora de la cena. Su madre y su hermana intentaban reconciliarlos infructíferamente.

El omega comenzó a ser más aislado, retraído y sus calificaciones decayeron notablemente.

Ese cambio se percibía incluso durante las prácticas del club. Fue en ese período que Mizuno quiso intentar a hablarle nuevamente a Eiji.

—H-Hola, Okumura-kun... — dijo vacilante.

No hubo respuesta inmediata. Eiji estaba cabizbajo en una de las bancas de la parada de autobús.

En eso, Mizuno suspiró sonoramente. Cuando Eiji creyó que se había ido, decidió alzar la mirada y, efectivamente, ya no estaba frente a él sino sentado a su lado.

El omega se rascó la nuca por lo inconforme que se sentía, moviendo su collar en el proceso.

—¿Por qué insistes tanto?

La primera reacción de Mizuno fue sobresaltarse por la inesperada pregunta y luego relajó sus músculos.

—¿Eh? — parpadeó. —. ¿Qué?

—En hablarme... — bajó la mirada. —. Es muy molesto.

—Lo lamento — respondió rápidamente, con un pequeño rubor en sus mejillas. —. No volverá a pasar.

—No has contestado la pregunta...

Mizuno inspiró hondo y exclamó con los ojos cerrados.

—¡Quisiera ser tu amigo!

—¿Qué...? — giró su rostro confundido.

—Es que... pareces ser... una persona solitaria... — suavizó su mirada. —. No la has tenido fácil, ¿verdad?

Los ojos de Eiji brillaron de suma ternura ante la genuina declaración. Mizuno no hablaba con lástima sino por empatía.

Él nunca había tenido un amigo. Quizá era hora de darle una oportunidad a alguien en abrirle su corazón.

—N-No sé qué decir... —sonrió dulcemente.

—Solo... dime si aceptas la salida que te invité la última vez... — desvió la mirada. —. Puede ser solo nosotros dos... sí quieres...

Eiji amplió su sonrisa. — Claro...

De lo que se esperaba estar juntos por una hora se convirtió en cuatro en aquel café de Izumo. El celular del omega no paraba de entrar llamadas y mensajes pero poco le importó. Mizuno era una persona extraordinaria, aún si habían veces que no le despegaba su mirada en él por largos periodos de tiempo. Al final, Eiji concluyó que Mizuno era un alfa y él un omega, había cierta atracción de por medio, pero no quería nada hasta ese momento.

Esa noche, su padre explotó en ira por su llegada tarde de la Universidad al apartamento. A pesar que lo castigó y le prohibió practicar nuevamente al club de salto con pértiga, Eiji hizo de oídos sordos.

Eso no lo iba a detener en seguirse viendo con Mizuno.

Su hermana y su madre se alegraron al percatarse de su buen estado de ánimo.

—Oye, hermano, ¿tienes pareja o algo? — preguntó Junko una vez entró en su habitación mientras Eiji hacía sus deberes.

—¿Q-Qué? ¿D-De qué hablas?

—Últimamente tu aroma es agradable como las flores... — sonrió maliciosamente. —. ¿Te gusta alguien?

—E-Eso no te incumbe...

Entonces, entró su madre de imprevisto.

—Yo lo sé, las criadas ya me dieron el chisme — recostó su cuerpo en el umbral. —. El nombre del alfa es Mizuno, ¿no es así?

Eiji se puso rojo como un tomate y Junko jadeó encantada.

—¡M-Mamá! — hizo un puchero.

—¡¡Lo sabía!! ¡Sabía que tenías un novio!

—N-No somos nada...

—Aún sí no lo son, ya tengo sus antecedentes en mi poder... — la mujer cruzó sus brazos.

—¡¡Mamá!! ¡¿Investigaste a Mizuno-san?!

—Por supuesto, tu padre y yo no quisiéramos que anduvieras con un cualquiera — mofó. —. Él viene de una buena familia, al parecer tienen propiedades en Suiza, Holanda y Alemania. Las acciones de la compañía familiar son sostenibles. Es un buen partido, Eiji.

El omega quedó perplejo. No sabía nada acerca de eso, es más, jamás pensó que Mizuno fuera millonario. Su enfoque ha estado centrado en la persona que es.

—¡Pido ser la dama de honor de Eiji en su boda!

—¡¡Junko!! — el aludido gruñó.

—¡Y la madrina de mis sobrinos también!

—¡¡Cómo jodes!!

Ellas aprobaban fervientemente su relación con el alfa; su padre Keisuke nunca hizo mención al respecto y a Eiji no quería saberla tampoco. Siguen incomunicados y continuaría así hasta que Keisuke se disculpara.

Todo iba de maravilla en la vida de Eiji. Mejoró en la Universidad y sonreía más, en especial con las citas que tenía con Mizuno. Bueno, en realidad el omega no sabía si llamar a esas salidas de esa manera, pero pensaba que habían sentimientos floreciendo entre ellos dos.

En una de esas idas al parque después de clases, Mizuno le hizo la siguiente pregunta:

—Oye, Okumura-kun, ¿quisieras ir a mi apartamento?

—¿Eh...? —Eiji detuvo sus pasos. —. ¿Para qué?

—Supongo que tenemos la suficiente confianza... y quisiera forjarla un poco más...

Eiji frunció su ceño. Sería la primera vez que visita los aposentos de alguien más.

—No lo sé...

—¡Oh, vamos! ¡Será divertido! — Mizuno lo jaló inesperadamente por los hombros. —. ¡Podemos pedir pizza y ver algún show! Solo seremos nosotros, te lo prometo.

El omega no estaba muy convencido todavía. ¿Entre alfas y omegas se tenían esa clase de familiaridad? Mucha gente creían que era pareja y Eiji no se molestaría si Mizuno se lo pidiera, pero hasta el momento no había nada confirmado.

Posiblemente ese era el día.

—Me gustaría, ¿por qué no?

Mizuno amplió su sonrisa y casi arrastrado se lo llevó a comprar cervezas y unos bocadillos.

Cuando menos sintió, se hallaban solos en el opulento apartamento de Mizuno, propiedad de su persona porque su familia vivía por aparte. Eiji no se impresionó debido a que también estaba acostumbrado a esa clase de lujos.

Entonces, Mizuno lo ubicó en la sala y se sentaron en pequeñas banquillas y pusieron toda la comida en una mesita.

Platicaron de cosas banales pero Eiji estaba un poco nervioso sobre que esperar ese momento. Por lo mismo, cuando le dio el primero sorbo a la cerveza, tosió suavemente; frunció el ceño y notó que de esa marca no la había probado antes, era fuerte para su gusto.

—¿Estás bien? —Mizuno se mostró preocupado mientras le daba unas palmadas en su espalda.

—Sí, no te preocupes... — dio un gran trago, sintiendo su garganta quemarse.

En eso, hubo un pequeño silencio.

—Okumura-kun... — suspiró. —, escuché que las compañías de tu padre no están yendo del todo bien...

De inmediato, Eiji se frustró.

—No me importa. Es su problema ahora.

—Okumura-kun. —exclamó sorprendido. —, eso también te concierne...

—Ya lo sé... — cerró sus ojos y juntó sus piernas para que su rostro descansara entre sus rodillas. —. Mi padre no quiere entrar en razón cuando quiero ayudar... creo que me odia...

Nuevamente reinó el breve mutismo.

— Tu padre es terco, se merece un poco de tu desprecio — tragó saliva. —. Te puedo ayudar con lo que sea...

Eiji observó su rostro sereno.

—Gracias... créeme que tu presencia es más que suficiente...

—Puedo ayudarte aún más para que te sientas mejor.

El omega sintió una punzada en su interior por apreciar la mirada intensa de Mizuno, incluso su aroma cambió a una dominante.

—S-Sí... — musitó sin pensar.

Luego de esa conversación todo el ambiente se tornó extraño. Sin darse cuenta, Eiji bebió tres cervezas más y los mareos tomaron el control. Sentía que flotaba y oleadas de calor invadían su cuerpo entero, en algunas ocasiones percibía una presión en su parte baja o en su rostro.

Cuando recobró la consciencia, notó que estaba acostado en el sofá de Mizuno y cubierto con una sábana.

—¡Oh! ¡Te despertaste!

Eiji vio con ojos agrandados a un sonriente Mizuno desde la cocina preparando un platillo que se comía para desayunar.

—¿Q-Qué? ¿Qué me pasó...?

En eso, el alfa se acercó, apenado.

—¿No lo recuerdas?

—No...

—Te embriagaste y te quedaste dormido toda la noche aquí. ¡Te estoy preparando algo para la resaca!

El omega se levantó de golpe.

—¡¿Ya amaneció?!

—¡Sí! — sonrió Mizuno. —. No te angusties, llamé a tu madre que estabas aquí. Ella... sonaba feliz...

Eiji bajó la mirada. Realmente no recordaba nada.

—Ah... necesito ir al baño...

—Sí, claro —lo señaló. —, es hacia allá. Luego vienes a comer y nos iremos a la Universidad.

Aún confundido, el omega se tambaleó hasta llegar a su destino. Cerró la puerta con llave, inmediatamente se limpió el rostro y se percató de lo mal que se veía. Pareciera que no durmió nada.

—Qué vergüenza... — murmuró Eiji con un nudo en la garganta.

Estuvo parado por un rato mientras el agua del grifo seguía corriendo. Nunca en la vida le había ocurrido algo parecido, y a Mizuno no le afectó en absoluto el alcohol, aunque no recuerda cuántas latas bebieron cada uno.

Quizá porque los alfas eran más resistentes que los omegas.

Eiji no quería darle tantas vueltas al asunto. Después pensaría una forma de disculparse con Mizuno por las molestias que causó.

Cuando Eiji se dispuso a orinar, se percató que su cremallera estaba abierta. y sus calzoncillos desajustados. Tuvo un pequeño mini infarto al principio pero lo dejó pasar. De plano durmió como loco la noche anterior.

Sin embargo, ese alborozo fue efímero en la vida de Eiji. A partir de ese día dio comienzo una nueva serie de problemas que destrozaron de a poco.

En una cena, Keisuke perdió los estribos al saber que Eiji tenía una amistad con el alfa.

—¡¿Qué?! — somató la mesa, ocasionando que la copa de su vino se cayera al suelo. —. ¡¿Mizuno Kazuhito?! ¿Estás juntándote con un Mizuno?

Eiji casi se le salió el alma. Era la primera vez en meses que su padre le dirigía la palabra.

—Cariño — intentó mediar su madre. —, él es un buen chico, ya averigüe de antemano todo...

De repente, Keisuke golpeó la mesa con su puño.

Toda su familia quedó estática.

—¡¡Silencio!! — bramó con enojo. Sus feromonas estaban descontroladas. —. ¡¡Esa familia es la competencia!! ¡Nos quieren destruir! ¡Quieren crear su propio monopolio!

—P-Padre... — Junko espetó nerviosa. —, eso fue en tiempos del abuelo, ahora ya existen más empresas... Mizuno-san es diferente... él es atleta... no se interesa en los negocios de su familia...

—¡Niña tonta! — Keisuke se levantó de su asiento. —. Ustedes no saben con quien se meten... yo soy el único que ha lidiado con ellos — se aproximó a su hijo y lo observó amenazante. —. Eiji, te prohíbo que lo vuelvas a ver. Es por tu bien.

El omega quedó estupefacto y no pudo apelar.

—Cariño...

—¡Es una orden! ¡No quiero que te envuelvas con esa gente!

Con una desconocida valentía del momento, Eiji se enfrentó a Keisuke.

—¡No conoces a Mizuno-san, padre! — lo defendió con voz agitada. —. Él me ha apoyado más que usted. ¡Tus diferencias con su familia no son mi asunto!

Sin más, el omega escapó de su hogar . El impulso de desaparecer del lugar agarró de desprevenido a todos los presentes.

Entonces, su padre corrió detrás de él pero no lo pudo alcanzar por falta de aire.

—¡Eiji, vuelve acá! ¡¡Eiji!!

Mas el omega no le hizo caso. Dejando atrás su celular, ropa o dinero, su escondite se reducía al apartamento de Mizuno.

Ya era casi diez de la noche cuando llegó jadeante. Se identificó en el lobby y esperaba que el alfa no se enfadara por lo tarde que era.

Solamente estuvo en la recepción por unos minutos, Mizuno apareció perplejo ante sus ojos. Tenía el pijama puesta pero no se mostraba adormilado.

—¡¡Okumura-kun!! — se aproximó a su lado y lo agarró por sus hombros, inspeccionando su silueta. —. ¡¿Estás bien?! ¿Qué ocurrió?

Eiji bajó la mirada, aún sintiendo desazón por las palabras de Keisuke.

—Tuve una pelea con mi padre...

—¿T-Te enfrentaste con él...? —tragó saliva. —. ¿Te echó de la casa...?

Eiji no se atrevió a alzar la mirada por las peligrosas lágrimas que se avecinaban.

—Solo huí...

El alfa se alteró. —¡Ok, ok! Tranquilo, es mejor que entremos.

Esa noche a Eiji le ofrecieron posada en el apartamento. Mizuno se comportó bien con él, le ofreció el cuarto de invitados, una mudanza de ropa y comida para sus nervios.

Al momento de que el alfa preparaba su taza de té, Eiji estaba sentado de forma encogida en el sofá, viendo la televisión para distraerse. Entonces Mizuno aprovechó a mezclar una pastilla en su bebida que rápidamente se disolvió por el calor.

Con un suspiro, el alfa le entregó lo preparado y observó fijamente a que Eiji terminara todo.

—No sé... cómo pagarte tu amabilidad, Mizuno-san... — sonrió melancólico y sintiéndose dichoso en tener a alguien con quien confiar.

—Solo descansa... — le devolvió el gesto con una mirada dulce. —, mañana te sentirás mejor. Lo prometo.

El omega asintió y poco después cayó rendido en los brazos de Morfeo. No supo exactamente cuándo es que perdió la consciencia pero al despertar se hallaba en la cama que Mizuno le ofreció.

Tal y como le había dicho, dormir le ayudó a sentirse mucho mejor aunque no entendía porque todo su cuerpo dolía, en especial su parte baja.

Le restó importancia al escuchar la voz de Mizuno y salió de la habitación para admirar desde la lejanía. El alfa estaba levantando pesas con ropa deportiva y ajustada. El omega sintió sus mejillas calentarse brevemente.

—Hola...

—¡Okumura-kun, buenos días! —sonrió. —. Dormiste como una roca.

—Sí, realmente no sentí la noche.

—Me alegro — su sonrisa se amplió. —. Bueno, debo alistarme para partir a mi cita.

El omega percibió un fuerte golpe directo al corazón.

—¿Eh, cita...?

—Saldré con Kumiko, ya la conoces, la omega de la facultad de economía — se paró rápidamente y fue hacia el baño. —. Rayos, pensé que todavía tenía condones...

Eiji quería gritar de frustración. ¿Eso significaba que se hizo ilusiones con Mizuno? De verdad creyó que le gustaba.

—¿Es tu novia? — forzó a que su voz sonara casual.

Entonces, el alfa salió del baño y soltó unas cuantas feromonas varoniles.

—Naaa, solo será un encuentro esporádico, nada formal — agarró de los hombros de Eiji con sumo cuidado. —. Lamento por no decirte antes. Ya tenía planes con ella y tu estadía aquí fue inesperada...

—Descuida... — seguía en shock.

—Mientras se resuelve todo con tu familia puedes quedarte aquí. Sabes que siempre serás bienvenido — exhaló, arreglándose el cabello.

Dio una pequeña reverencia.

—Muchas gracias, Mizuno-san...

Después de esa cita, Eiji supo que el alfa no compartía sus mismos sentimientos. Creyó que le afectaría emocionalmente pero en realidad ese gusto se transformó en cariño y amistad, en especial porque Mizuno se encargó de acompañarlo a su hogar para recoger sus cosas en el horario donde su padre no estaba.

En esas visitas, conoció a su madre y su hermana. Ambas quedaron fascinadas con él y apoyaron la idea que se quedara un tiempo con Mizuno porque Keisuke no cedía en cambiar de opinión.

Eiji tenía miedo en preguntar si su padre ha mostrado preocupación hacia él, no quería quedar destrozado al saber que no le ha echado de menos.

Estuvo viviendo con Mizuno por casi dos meses y medio. Durante el mismo, la admiración por él fue creciente; era el epítome de un buen amigo fiel, nunca le exigió ningún pago por su estadía o los gastos realizados.

No obstante, desde que vivía con Mizuno, dormía profundamente pero ha notado que todas las mañanas al despertar sentía un dolor punzante en sus extremidades bajas o en sus glúteos. No quería decirle por no ofender al suponer que su cama era la causante. Ir a la Universidad y pretender que nada dolía era difícil.

El último día en que se quedó en el apartamento de Mizuno fue viernes. El alfa estaba entrenando y Eiji había terminado con sus clases. Ya no tenía ropa y decidió ir a su apartamento para sacar más, no sentía pena porque a esa hora su padre continuaba en el trabajo.

Al abrir la puerta, el silencio fue quien lo recibió.

Experimentó nostalgia al caminar sobre el pasillo al sentirse como un ladrón en su propio hogar.

—¿Eiji?

El aludido paró en seco. Con los nervios de punta, giró su rostro hacia donde provenía la voz y jadeó al ver a su padre, estupefacto, dentro de la oficina del apartamento.

Eiji se puso triste al percatarse el rostro de su padre demacrado, ojeroso y pálido.

—¿Padre...?

Keisuke asintió con una sonrisa.

—Eiji, sí, Eiji, ven, ven aquí, hijo...

El omega de inmediato estuvo a su lado. Su padre temblaba y parecía estar nervioso.

—Padre...

—Eiji, que bueno que viniste, mira — agarró varias hojas y solo por el hecho de sostenerlas no dejaba de temblar. —. Lee esto, necesito que me ayudes ahora.

El chico quedó boquiabierto.

—¿Quieres mi ayuda...?

—¡Sí! — jadeó alegremente. —. Creo que tenías razón en usar esa estrategia... necesito que me apoyes, Eiji...

Los ojos del omega brillaron. Jamás en su vida había escuchado esas palabras de la voz de su padre, es más, nunca la había visto tan frágil emocionalmente. Era obvio que Keisuke lo ha pasado muy mal desde que se fue. Aún si se sentía halagado y casi acepta en un santiamén el pedido de su padre.

Mizuno le ha enseñado que debe de tener orgullo y no debía de sobreponer fácilmente los intereses ajenos de los propios. Su padre le ha hecho tanto daño en su vida que se merece probar de su propia medicina.

—Estoy ocupado, padre. En otra ocasión me dices.

La sonrisa fue borrada de la cara de Keisuke.

—¡Eiji! ¿Qué dices...?

—Solo estaba de paso — el omega sintió su corazón salirse. —. Nos vemos.

De la nada, su padre lo sujetó de sus ropas.

—¡Eiji, te lo ruego! ¡Vuelve!

El omega jadeó quebradizo ante la patética imagen, pero debía mantenerse firme.

—Ahora no puedo.

Sin ver cuál sería su expresión por sus duras palabras, Eiji salió. No tuvo que forcejear puesto que las fuerzas de su padre se desvanecieron.

Ni siquiera pudo buscar su ropa. La adrenalina seguía corriendo dentro de su cuerpo y su respiración fue agitada durante todo el camino hacia el apartamento de Mizuno.

Al llegar, se encontró con el alfa lo que sucedió y fue felicitado por su valentía. Eiji se sintió dichoso porque creyó que hizo lo correcto.

Hasta que recibió una llamada de su madre al día siguiente.

Mizuno se mostró angustiado por escuchar desde lejos los sollozos de la mujer en la llamada y Eiji sintió frío en sus entrañas.

—¿Madre? ¿Qué pasa? — exigió el omega al escucharla llorar por cinco minutos. Pudo identificar los gritos de dolor de Junko también. —. ¡Habla!

Entre sofocantes lagrimeos, su madre musitó:

—Eiji... tu padre está muerto.

Por la impresión, dejó caer su celular al suelo.

Cuando llegó al apartamento junto con Mizuno, era un total caos. Había cintas amarillas que impedían la entrada y había varios forenses e investigadores entrando y saliendo del lugar, específicamente en la cama del matrimonio en donde fue hallado acostado Keisuke.

El cadáver de su padre se lo habían llevado para cremarlo. Eiji sintió como su corazón se desgarró al saberlo y que la última vez que vio a su padre fue con ese rostro compungido.

El informe médico legal determinó la causa de la muerte por sobredosis de doxepina.

Eiji lo leyó al estar en la estación de policía junto con su madre y hermana después de irse del apartamento para un interrogatorio policial. Mizuno, por su parte, se había ido para darles espacio y porque la prensa comenzó a rodear el área por tan inesperado fallecimiento del magnate de negocios.

—¿Papá... estaba medicado?

Las feromonas del omega se alteraron mucho, ni siquiera con relajantes podía controlarse.

—Yo tampoco lo sabía —Junko se le destemplan sus dientes. —. ¿Mamá?

La señora no se atrevió a verlos.

—Incluso antes de conocernos, Keisuke presentó signos de depresión... fue controlado — suspiró para no ahogarse en sollozos nuevamente. —, pero a lo largo de los años empeoró, necesitaba dosis más fuertes...

Eiji entendió en ese momento porque su familia estaba con la policía no era un simple protocolo de seguridad, sino querían determinar si su padre murió por suicidio o por negligencia médica.

Aunque la investigación preliminar apuntaba por lo segundo puesto que nunca encontraron una carta de suicidio.

—N-No puede ser... — Junko se cubrió sus labios. —. ¡Hermano! ¿Acaso padre nunca pudo hablarte?

Eiji se asustó.

—¿Qué...?

—¡Junko! — su madre alzó la voz para que dejara de hablar.

Sin embargo, la chica prosiguió entre lágrimas.

—¡P-Padre era terco... siempre le dijimos que te hablara y nunca nos hizo caso! ¡É-Él...!

—Junko, suficiente. —sentenció su madre.

—No, déjala —Eiji se acercó y la tomó de sus manos. —. Dilo, Junko, ¿qué hizo?

La chica gimoteó por largos minutos hasta por fin balbucear con la boca seca su confesión:

—P-Padre había comprado unos boletos para irse de vacaciones solo contigo — Junko le faltó el aire. —. ¡Lo sé porque espero la reservación del hotel con tu nombre también! ¡¿En serio nuestro padre no pudo decírtelo?!

Eiji sintió como sus extremidades le fallaron y casi cae al suelo si no fuese sido sostenido por su madre. El pobre omega recordó las palabras cargadas de tristeza de su padre y cayó en cuenta que él fue la última persona en verlo con vida.

Por todo lo sucedido, solo dio rienda suelta a los acreedores para exigir las prestaciones de Keisuke. El omega no sabía de la magnitud de las deudas de la compañía, pero ni siquiera él como heredero podía hacerles frente, así que cedió la enajenación de todos los bienes tanto de las empresas como las propias de la familia. No quería ser testigo de cómo el legado familiar se hacía añicos en las subastas, por lo que un guardador judicial fue el encargado de efectuar las diligencias legales.

Mientras tanto, su madre, hermana y él tuvieron que rentar un pequeño apartamento que, básicamente, era un cuarto de quince metros cuadrados. En un parpadeo, la familia Okumura por poco casi entraban a la situación de calle.

Así inició la tortuosa depresión de Eiji.

Su madre y Junko consiguieron empleos, tres cada una, no se mantenía en el apartamento, solo Eiji no quería salir, no le importaba nada, ni siquiera de tomar sus supresores cuando entraba en celo. Su cabello comenzó a crecer, no se bañaba en ocasiones, sus dientes a llenarse de caries y tuvo que utilizar anteojos por ver mucho la pantalla de su celular. Su aspecto era irreconocible.

Ellas estaban desesperadas por la situación del omega. Las charlas con él no eran de ayuda, tampoco cuando Mizuno lo buscaba, había veces que el alfa le hablaba detrás de la puerta pero no obtenía respuesta. Lo más que podía hacer era dejarles víveres para que se sostuvieran por un tiempo.

Eiji estuvo así aproximadamente un año.

Un día, se hartó de que Mizuno no lo dejara en paz. Prácticamente llegaba todos los días a hablarle cosas sin sentido o para crear vínculos con su madre y hermana, llenandolas de esperanza de su destino.

—¡¿Qué quieres?! — le gritó jadeante Eiji un día tras abrir la puerta de golpe.

Mizuno parpadeó sorprendido por dos razones: que al fin el omega se dignó en hablarle y por su sucio aspecto: su largo cabello grasoso cubriendo su rostro, sus desgastadas sandalias, sus lentes, camisa y shorts cubiertas con manchas de grasa y sudor.

—O-Okumura-kun... — musitó, un poco decepcionado por la indecorosa imagen del omega frente a sus ojos. —. Cuanto tiempo...

—¡Déjate de rodeos, Mizuno-san! —cerró sus ojos frustrado. —. No quiero verte, no quiero ver a nadie...

El alfa suspiró.

—Eres patético...

Los músculos de Eiji se pusieron rígidos ante las gélidas palabras.

—¿Qué...? —tragó saliva. —.¿Solo viniste a decirme eso?

Hubo un silencio.

Mizuno se limitó a concentrar su mirada en Eiji, quien de inmediato se sintió cohibido. Entonces, se percibió en el aire una extraña liberación de feromonas de alfa. El omega no sabía que estaba pasando, pero de repente se sintió un poco más relajado pero tenía mucho miedo por el rostro lascivo que de a poco estaba esbozando Mizuno.

—Estás solo. — dijo en confirmación el alfa, sonriendo.

—¿Mizuno-san? — el chico cada vez se ocultaba detrás de la puerta, listo para cerrarla abruptamente. —. Mizuno-san, ¿estás en tu rut...?

—No.

—¿P-Por...? ¿Ah?

—Solo vine por ti, Okumura-kun. Siempre fue por ti.

Eiji comenzó a ver borroso al momento de ser empujado dentro del apartamento y el ruido de la puerta cerrarse. Ya en el suelo, pudo ver que Mizuno se inclinó hacia él y relamió sus labios.

Correr era inútil. Solo había una salida y el alfa la estaba bloqueando.

—¡¡Mizuno-!! ¡Hmph!

Fue callado con un beso. Eiji se resistía pero el alfa lo tomó de la nuca e introdujo su lengua, ganándose unos gemidos compungidos.

El omega quedó paralizado. Todo el cuerpo de Mizuno estaba contra el suyo, aunque eso no fue lo peor; estaba realmente atemorizado al sentir la erección del alfa frotar contra su miembro mientras que su lengua no le daba tregua en respirar apropiadamente.

De un momento a otro Eiji gritó fuertemente al ser despojado de sus shorts y bóxer de un solo jalón. Su propio cuerpo dejaba de temblar ante la sensación de los toques lujuriosos de las manos de Mizuno en su entrepierna.

—Oh, cómo extrañaba esto. Tan blanquecino... tan suave. Aún sigues siendo perfecto. — le dio un beso en la mejilla mojada en lágrimas del omega mientras una de manos se encargaban de estimular el flácido miembro.

—¡AH! — jadeó incómodo al rápido vaivén en su pene. —. ¿Ex-Extrañar...? — Eiji se asombró al hallar su voz.

En un santiamén, el chico pudo atar los cabos sueltos. Las veces que estuvo en el apartamento de Mizuno, el repentino cansancio y los dolores en su parte baja todas las mañanas. No... imposible, Mizuno jamás lo tocaría... él es una buena persona.

Como si el karma le estuviera pasando factura en ese preciso instante, escuchó la voz de su padre:

"Eiji, te prohíbo que lo vuelvas a ver. Es por tu bien."

El omega abrió sus ojos de par en par al sentir los dedos de Mizuno invadiendo su entrada con fuerza. Gritó roncamente y enterró sus uñas en su espalda.

—Verte así me hace sentir mal... parece que no lo disfrutas.

Eiji forcejeó como pudo entre un llanto débil.

—¡Detente, por favor!

—Pero tu cuerpo me dice lo contrario... — sacó sus dedos con una capa viscosa entre ellos. —. Mira que mojado estás — con esa misma mano, apretó el miembro erecto de Eiji. —. ¿Ves? No te puedes resistir al placer.

—N-No... no es así. ¡Agh!

El omega desvió su mirada y cerró sus ojos cuando le era despojado de su camisa. Ya no pudo apelar, era obvio que abusarían de él y su mejor opción ahora es mantener su mente en blanco.

No obstante, Mizuno poseía otros planes.

Sin previo aviso, el alfa se quitó los pantalones, enseñando su enorme pene listo para embestir. Entonces, sacó de su bolsillo un afrodisíaco que acelera el celo en los omegas. Era algo momentáneo pero suficiente para observar a Eiji retorcerse en placer sin sentirse culpable.

Porque, como se lo prometió, él lo ayudaría siempre.

Batalló un poco en dársela a Eiji. Cuando pudo, entró el celo y el sexo fue llevado con locura mientras sus gritos, nublado por el extasis, pedía más del semen del alfa.

Ya había anochecido al recobrar la consciencia. Eiji abrió lentamente sus ojos y notó que estaba en su futon.

No solo eso, el apartamento estaba limpio, había comida en la cocina y él estaba aseado, peinado y con ropa limpia.

Cuando giró su rostro, sintió todo su cuerpo adolorido. Sus fuerzas estaban desgastadas y sentía su entrada bastante sensible.

Entonces, se percató que a su lado había un fardo de billetes y comenzó a llorar.

Mizuno le estaba tratando como si fuera una puta.

Eiji sollozó hasta quedarse sin lágrimas. Fue ahí que, desconsolado, fue hacia el ropero donde su madre guardaba papeles importantes y lo buscó.

Recordó que durante el pago con los acreedores hubo una propiedad que no se pudo vender por no ser tan atractiva en plusvalía al estar ubicada en un área "peligrosa" en Nueva York.

No importaba cuánto dinero su madre tenía que pagar por los gastos, ella se sentiría feliz al darle la excusa que quiere trabajar en el extranjero para ganar en dólares.

Tenía que alejarse de Mizuno lo más pronto posible. Costara lo que costara.

Contra todo pronóstico, Eiji pisó tierras estadounidenses un mes después.

*

El omega volvió al presente cuando escuchó los ladridos de Buddy retumbando en sus oídos. Mizuno lo seguía besando y sus manos peligrosamente se acercaban debajo de su camisa.

No quería revivir nuevamente los traumas de lo sucedido en Japón, así que Eiji mordió la lengua invasiva dentro de su boca y empujó a Mizuno con todas sus fuerzas.

El ruido sonoro al chocar contra la puerta hizo jadear al alfa, observó anonadado al omega mientras se limpiaba los rastros de sangre en su cavidad.

—¿Okumura-kun? — sonrió ofendido. —. ¿No me recuerdas? Soy yo, Mizuno...

Buddy dejó de ladrar por el extraño ambiente. Incluso se puso al lado de Eiji y lo observó preocupado.

Por su parte, Eiji respiró de manera irregular.

—¡Aléjate!

—Y-Yo solo vine a disculparme... — tartamudeó desconsolado. —. Te extraño.

El omega abrió de forma desmesurada. Ese alfa era un lunático.

—No quiero saber nada de ti.

—Por favor, Okumura-kun, podemos intentarlo...sé que no ha sido fácil.

Involuntariamente Eiji tembló al ver que Mizuno se aproximaba.

—¡¡No me gustas!!

—No digas mentiras, sé que te gusto y lamento por todo lo que pasaste. Por eso vine hasta aquí, porque me importas.

—¡Solo te importa mi cuerpo! ¡Estás loco!

—No seas así, por favor, Okumura-kun. Recuerda el tiempo que pasamos juntos.

De repente, el omega fue sujetado de la cintura para sellar nuevamente sus labios con Mizuno. El miedo se apoderó de él, haciendo que forcejeaba y lo empujara otra vez. Había más espacio a su espalda, así que le permitió dar unos pasos hacia atrás.

Buddy defendió a su amo como pudo. Aún con una pata enyesada, mordió la pierna del hombre alto con sus dientes de cachorro.

Sin piedad, el alfa pateó al animalito, provocando que chillara.

—¡¡Buddy!!

Sin embargo, a Mizuno no se la dejó fácil. Molesto por la reacción del chico y del perro, agarró la camiseta de éste. Lo que no contaba el alfa era la casi nula resistencia de la tela para halar a Eiji en sus brazos y rasgándose durante el proceso.

El omega exhaló asustado y cubrió rápidamente su torso semi desnudo pero ya era demasiado tarde.

Mizuno vio su ya evidente embarazo y sus pechos hinchados. Y entonces, su rostro se oscureció.

—¿Qué? — El dulce tono en su voz desapareció. —. ¿Qué significa esto? — frunció el ceño. —. ¿Estás encinta?

Buddy se incorporó y corrió al lado de Eiji, gruñendo y siendo ignorado por completo.

—Mizuno-san...

—¿De quién es?

El omega sintió su corazón salirse. Ahora mismo no sabría qué reacción tendrá el alfa cualquiera que sea la respuesta.

—T-Tuyo... — susurró y sus labios se agitaron por la dura mirada del otro.

—¿Mío? — mofó. —. ¿Qué?

Respiró profundo. —No usaste condón esa vez... — se quebró ligeramente. —. Indujiste mi celo...

Para sorpresa de Eiji, Mizuno se relajó.

Buddy estaba en alerta por cualquier movimiento falso del alfa.

—Ya... — masajeó sus sienes con sus dedos. —, hay una posibilidad que te hayas acostado con alguien en Estados Unidos. Te fuiste hace casi tres meses, Okumura-kun.

Eiji trató de no ofenderse y sintió vergüenza consigo mismo.

—N-No... no hubo nadie más.

Mizuno meditó, lo cual eso a Eiji le dio escalofríos, en especial estar expuesto ante su mirada penetrante.

—Ok, abórtalo.

—¿A-Ah?

—Aborta. Es la mejor opción.

—Pero...

—Oye, Okumura-kun. Mi carrera de salto con pértiga está en ascenso, ¿quieres arruinarlo por un bastardo?

—¿Qué...? — el omega se percató de la actitud narcisista del alfa. —. ¿Crees que esto solo se trata de ti?

—Por supuesto que no — encogió sus hombros. —. Además, ¿cómo podrás mantenerlo? Aún si pruebas que es mío será tu reputación la que será más perjudica. El hijo del ex excelso hombre de negocios cayó tan bajo en querer amarrarse y mantenerse con un alfa... con mi familia. ¿Será mejor para ti si no lo tienes, cierto? Tu madre y tu hermana estarán decepcionadas.

Eiji cerró sus ojos. Sabía que esa conclusión era la más certera pero cuando Mizuno lo dijo lo hizo sentir miserable, como si su situación fuese su culpa.

—Ya tengo una cita...

—¿Cita? ¿No simplemente te dan una pastilla y ya?

Eiji se abrazó a sí mismo.

—Es tarde para eso...

—¿Tendrás cirugía? — vio a Eiji asentir. —. ¡¿Por qué esperaste tanto para abortar?! — notó que el chico bajó su rostro. —. De acuerdo... ¿Cuándo es?

—L-Lunes por la tarde...

Mizuno visiblemente se frustró.

—No estaré aquí para entonces — frunció el entrecejo. —. Iremos a buscar otra clínica mañana.

Los músculos de Eiji se tensaron.

—¿Qué? ¡No! ¡Ya tengo una cita en ese lugar!

—Pero quiero ver que lo hagan bien — cruzó sus brazos y emanó un fuerte olor amargo que sofocó a Eiji. —. Mañana a las 7 de la mañana paso por ti. Aún si debemos tocar cada clínica en Nueva York.

El omega gimió angustiado, no podía respirar bien por las feromonas de Mizuno. Incluso Buddy se quejó.

—Mi-Mi...

—Y no trates de huir. Es por tu propio bien, Eiji — chasqueó su lengua. —. Es una lástima que eres tan fértil pero verdaderamente disfruté estar contigo.

Al momento de sentir el aire en sus fosas nasales, el omega se percató que Mizuno ya no estaba mas su olor seguía presente.

Abrumado, Eiji se sentó en el suelo, temblando mientras apreciaba su camisa rota.

De inmediato, el cachorro estaba a su lado para lamerle el brazo.

—Buddy... — expresó el japonés sintiendo todo el peso del mundo en sus hombros. —. Buddy...

Eiji lo abrazó, comenzando a sollozar.

*

Sing portaba una sonrisa en el rostro al estar cerca del apartamento del japonés. Tenía la bolsa de concentrado en la mano, pensando qué expresión tendría el omega al ver la sorpresa.

Al subir el último nivel y caminar en el pasillo para llegar a su destino, se topó con un hombre fornido, risueño, alto y asiático.

El adolescente notó que venía de los apartamentos del fondo, lo cual le pareció extraño puesto que esos eran los de la familia Lobo y la de Eiji. En ese momento, ninguno miembro de la familia de Ash estaba y supuestamente Eiji no conocía a nadie más que ellos.

—Buenas tardes. — dijo el desconocido.

Sing levantó una ceja. Ese sujeto poseía un fuerte hedor a alfa para su sensible nariz.

—Hey. — se limitó a decir y disminuyó la velocidad de sus pasos.

Se concentró en el rastro que emanaba el extraño asiático con la ayuda de su agudo olfato. No por nada era conocido como el líder de la manada por los perros.

Al darse cuenta que todo el olor se centraba en el apartamento de Eiji, Sing casi deja caer el pienso al suelo.

Definitivamente algo andaba mal.

Entonces se apresuró a tocarle la puerta al japonés y escuchó un jadeó fuerte.

—¡¿Eiji, estás ahí?! — tragó saliva al percibir en demencia las feromonas de ese alfa. —. ¡Soy yo, Sing!

—¿S-Sing?

El aludido pudo escuchar fuertes ruidos en el interior del apartamento. Estaba a punto de llamarlo nuevamente hasta que la puerta se abrió de golpe, sorprendiéndolo.

El aspecto de Eiji no era el mejor, pudo notar las líneas de lágrimas en sus mejillas, sus ojos rojizos y la camisa que llevaba estaba puesta al revés.

—¿Eiji? — al pequeño alfa se le estrujó su corazón. El olor de aquel hombre era muy fuerte adentro pero procuró hacerse el desentendido.

—Hola, Sing... ¿qué pasa? No llamaste...

El omega estaba aturdido, concluyó el chino. No fue hasta que escuchó a Buddy ladrar y emanar un aroma particular: terror.

Sing sintió que se le fue la presión.

—¡Lo siento! ¡Es que solo estoy de paso! — sonrió de oreja a oreja. —. ¡Blanca te envía esto, es para Buddy!

De inmediato le entregó la bolsa de alimento. Eiji la recibió, anonadado.

Si se apuraba, posiblemente podría seguir a ese maldito alfa que entró en el apartamento de Eiji.

—G-Gracias...

—¡Me alegra! — dio un manoteo. —. ¡Me voy! ¡Ando urgido! ¡Adiós Buddy!

—S-Sing...

Sin más, el chico salió corriendo del apartamento, haciendo caso omiso de los llamados del omega.

En unos segundos, ya estaba en la calle y pudo ubicar desde la lejanía a aquel alfa a varios metros de donde estaba. Se mezclaba entre la gente pero Sing no le importó, su nariz sería su guía en esos momentos.

Entonces, Sing se adelantó entre la multitud y se recostó en un punto clave en donde pasaría el alfa. Con las manos temblorosas por la adrenalina sacó su celular y abrió su cámara.

Esperó pacientemente hasta que lo vio.

Soy el puto amo en haberme comprado un Huawei P40. —expresó victorioso en mandarín al hacer zoom al rostro de ese alfa y capturarlo en excelente calidad.

Luego de haberle tomado varias fotografías, Sing lo siguió hasta llegar a un restaurante en donde a aquel alfa lo esperaban otras personas asiáticas en una mesa.

Sing se sentó a una mesa lejana y pretendió ver su móvil cuando en realidad seguía tomando fotografías y videos. Pudo escuchar que entre ellos se comunicaban en japonés.

Realmente ahí hay gato encerrado.

*

Eiji se quedó quieto por un tiempo cuando Sing desapareció. Reaccionó por los ladridos del cachorro.

—Buddy —parpadeó. —. Vamos adentro...

Ahora él estaba en un dilema. La visita de Mizuno pareció irreal y enfermiza. Todavía le calaban sus palabras, destruyendo de a poco su cordura.

Una cuestión era segura: no lo quería volver a ver nunca en su vida.

Fue así que Eiji tomó medidas desesperadas.

En su móvil buscó clínicas en donde pudiera abortar esa misma tarde. No importaba su costo, lugar o rating.

Quería deshacerse del estorbo de una vez por todas.

Buddy, por su parte, lo veía preocupado. Permaneció al lado de su dueño, intentando consolarlo lo mejor que pudo pero él no le tomaba en cuenta al estar sumergido en la web.

Por fin, pudo hallar uno en una zona peligrosa en Queens. Eiji tragó saliva al agendar su cita dentro de una hora.

—Perdóname... — susurró el omega, palpando su vientre.

*

Después de una tediosa clase, Ash bostezó mientras salía del aula junto con Bones, Alex y Kong.

—Se me hizo eterna la explicación del profesor. — confesó Alex.

—Yo no le entendí. —Kong se sonrojó.

Bones sonrió apenado. —Le dejé de escuchar a mitad de la clase.

—Tienen suerte en tenerme. — bufó el rubio.

Todos se perdieron en la conversación banal al caminar hacia la cafetería. Apenas eran las cuatro y media de la tarde. La salida que tendría Ash con Eiji era a las seis, y posiblemente fue un poco exagerado haber hecho una reservación en el Chang Dai, el restaurante de Nadia, hermana de Shorter, pero quería hacer ver al omega que se preocupó y comerán como reyes.

Así también Nadia podría conocer lo maravilloso que es Eiji.

Ash estaba tan sumergido en sus pensamientos que no sintió las vibraciones de su celular.

—Hey, te llaman. — Alex le hizo saber.

—Ah, sí. —Al ver un número desconocido llamándolo, Ash frunció su ceño. —. ¿Quién habla?

"¡Ash! ¡¿Ya viste mi mensaje?!"

Gruñó. — ¿Quién es?

—"¡Soy Sing, idiota! ¿No tienes registrado mi número?"

—¿Cómo es que tienes mi número?

"¡Se lo pedí a Shorter! ¡Argh! ¡Eso no es lo importante! ¡Es Eiji!"

Ash sintió su alma salir de su cuerpo. Paró en seco e inconscientemente sujetó con fuerza su celular

—¡¿Qué pasó con él?!

Alex, Bones, Kong y las otras personas presentes voltearon a ver a Ash.

"¡Mira la fotografía que te envié! ¡¿Lo conoces?! "

De inmediato, el rubio seleccionó la notificación entrante y observó la imagen adjunta. Endureció más su expresión al apreciarla.

—No sé quién es.

"Tuve que dejarle un encargo por parte de la veterinaria... ese hombre estaba por el pasillo y su olor inundaba todo el lugar... en especial dentro del apartamento..."

—Qué... — musitó Ash, estudiando nuevamente el rostro del desconocido.

"Buddy estaba muy asustado... Eiji no se veía bien; había llorado..."

Ash sintió su sangre como lava. No conocía el nombre, origen o segundo sexo de esa persona en la fotografía y ya lo aborrece.

—Sing, ¿dónde estás?

"Vigilando a ese alfa. Se encuentra en un restaurante con otras personas. Todos están hablando en japonés."

Con eso fue suficiente para Ash en actuar.

—Sing, quédate ahí. Yo iré con Eiji ahora mismo. Gracias por avisarme.

Y colgó sin esperar respuesta alguna.

Por otro lado, sus amigos lo veían extrañado.

—¿Jefe? — Kong se atrevió a romper el silencio.

El susodicho guardó su móvil.

—Lo siento, tengo que irme.

Sus piernas se movieron solas y salió disparado hacia el complejo de apartamentos.

—¡¡Ash!! — Alex lo llamó sin éxito.

El rubio empujaba a la gente para abrirse camino, aceleró sus pasos y sintió una presión en el pecho. Aunque su cuerpo se quejaba del dolor, su mente estaba plagada de Eiji. ¿Qué sucedió? ¿Qué daño le hizo ese maldito para hacerlo llorar?

Su corazón le dictaba que tenía que estar a su lado ahora mismo. Aún si Eiji no le ha dicho que ha pasado, confiaba en él.

Al estar a pocos metros del complejo, Ash recibió un mensaje.

Pensó por un momento que la notificación era por parte de Sing, pero se sobresaltó al saber que era del omega.

"Ash, surgió algo importante con Ibe-san, no podré ir a cenar contigo. Lo lamento QAQ. Prometo arreglar la fotografía de tu hermano mañana. Cuando regrese, te llamaré."

El alfa suspiró acongojado. Estaba a punto de llamarlo cuando, por un golpe de suerte, observó entre la multitud de las calles de Nueva York, al omega caminando ansiosamente.

—Eiji...

Ash no pensó dos veces en seguirlo. 

N/A: yo mejor me escondo en un rincón para que no me linchen por el capítulo QwQ ¿qué pasará con Ash cuando sepa hacia donde va Eiji? Uhhhh, se pondrá intenso...

Hoy en mi país hubo feriado y aproveché a escribir lo más que pude y me sorprendí al ver que había terminado con esta parte xD ya para el siguiente mes ya estaré más despejada y espero que pueda actualizar más seguido. (crucen los dedos) 

¡¡Muchas gracias por el apoyo!! ♥♥♥♥ cuídense mucho. 

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