Capítulo 5
—No se la comió —dijo Jeongin con desánimo y sus hombros decaídos.
Hace unos minutos atrás había ido a la terraza a dejarle el almuerzo a Chan y vio que la bolsa del día de ayer seguía intacta, Chan no había probado su comida y eso le desanimaba.
—Pero no te rindas, Jeongin, apenas fue el primer día. Verás que en unos cuantos días más Chan no se resistirá y terminará aceptando lo que preparas, e incluso le encantará que empezará a buscarte.
Félix intentó animarlo, mientras que Jeongin soltó un profundo respiro.
—No lo sé, Félix, siento que esto no funcionará —se sentó en su banca—. Y la verdad no quiero seguir intentando y al mismo tiempo desperdiciar la comida.
—No debes rendirte, Jeongin, debes ser paciente y perseverante. Puede que ahora Chan no lo acepte, pero debes seguir insistiendo hasta conseguirlo, no te rindas fácilmente.
Jeongin se quedó callado, pensando en lo recientemente escuchado.
Félix tenía razón, apenas fue la primera vez que lo intentó, no debía rendirse por eso. A veces había que hacer sacrificios para conseguir los objetivos deseados, si tenía que desperdiciar un poco de comida por unos días, lo tendría que hacer, aunque le doliera en el fondo hacerlo.
—Está bien, no me rendiré.
—Ese es mi chico —dijo Félix, besando fugazmente la mejilla de Jeongin, lo hizo rápido pues sabía que Jeongin lo alejaría segundos después.
—No tengo la menor idea de...
Chan se calló cuando miró a su amigo y notó que estaba muy distraído.
—¿Me estás escuchando? —cuestionó Chan, pero seguía sin obtener respuesta—. Changbin —lo llamó, sacudiendo ligeramente su cuerpo.
—¿Ah? ¿Qué sucede? —preguntó con una expresión desorientada.
—¿Qué te sucede a ti? Andas muy distraído últimamente —le habló, pero Changbin parecía perdido en las nubes—. ¿Qué mirabas? —dijo, fijando su atención con curiosidad hacia lo que veía su amigo y encontrándose con dos chicos en el jardín comiendo patatas fritas mientras reían.
El pecho de Chan se apretó al reconocer a uno de los chicos, ver aquella sonrisa desde lejos hizo que su interior se sacudiera.
Era el chico que se le confesó días atrás.
—Él es tan lindo, tan pequeño y bonito...
Chan volteó a la dirección de Changbin, observando la cara de tonto que tenía su amigo.
—¿Te gusta el de...?
—Sí —respondió sin dejar que Chan terminara de preguntar.
—Oh... eso está bien —musitó, desviando su mirada—. Iré a la terraza, nos vemos en clases —avisó, aunque Changbin parecía que no le estaba prestando atención.
Chan se dio la vuelta y salió del patio de comida del colegio, yendo hacia la terraza, su lugar favorito. Cuando llegó volvió a ver esa bolsa de comida, ya era la octava vez que se la encontraba. Soltó un suspiro y tomó la nota.
Tu sonrisa es como el sol de medianoche, tan inigualable y fugaz. Aunque no sonrías todo el tiempo, amo cuando te olvidas de lo demás y te permites mostrar esa hermosa expresión facial.
Hola, Chan.
Aquí estoy yo de nuevo, en esta ocasión te preparé una ensaladera campera con unos trozos de nuggets de pollo, yo amo las ensaladas. Sé que es muy seguro que no comas lo que te preparé como las veces anteriores, pero seguiré intentado, a pesar de que me desagrade la idea de continuar desperdiciando comida. Lo hago porque me gustas y no me rendiré contigo, y ojalá esta vez sí la pruebes y te guste esto que preparé con cariño para ti.
Atentamente, I.N.
Leyó la nota y no podía mentir que sintió un pequeño aleteo en su corazón. Tomó la comida y pensó que ya debía dejar de desperdiciarla, abrió la tarrina y el exquisito olor a pollo llegó a sus fosas nasales, su estómago se removió, anunciando el hambre que sentía.
Y por primera vez, Chan se atrevió a degustar de esa comida sin ponerse a cuestionar si hacía bien o no.
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