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Capítulo 18

Jeongin sentía que el día estaba realmente triste.

Algo que algunos podrían decir que era ridículo, porque... ¿cómo un día podía estar triste? Ni que fuese una persona para que tuviera sentimientos y experimentara emociones.

Sin embargo, para Jeongin, el día sí estaba triste, lo podía notar cuando veía que las nubes oscurecían al cielo, el viento soplaba tan fuerte que causaba que sintiese frío, además, parecía que iba a llover en cualquier momento. Ese día estaba perfecto para quedarse en su cama, debajo de su reconfortante colcha, leyendo un libro, viendo películas o simplemente durmiendo.

Pero tenía que ir a clases, así que, con toda la tristeza, Jeongin tuvo que levantarse para empezar a alistarse.

Terminó de cocinar y colocarse el uniforme con tiempo suficiente para llegar al colegio, cuando llegó el cielo seguía oscuro, por suerte llevó su paraguas, nunca se sabía con certeza si llovería, y más aún en un día tan nublado como ese.

Se aproximó hasta su casillero y sacó los libros que necesitaría en las clases de ese día, luego lo cerró con seguro. Y, antes de marcharse a su salón, se quedó unos segundos observando la entrada, esperando tener la oportunidad de ver a Chan en esa mañana.

Pero al final sonó la campana, causando que tuviera que dirigirse a su aula y que no pudiera ver a Chan antes de iniciar clases, lo más seguro era que ese día Chan había llegado más temprano que él.

Jeongin se dio la vuelta y se encaminó hacia su salón, tenía una expresión desanimada, porque no había podido ver a Chan y menos recargar sus energías para resistir en ese melancólico día.

Sin embargo, Jeongin no se percató de que, segundos después de haberse girado en una esquina, Chan llegaba detrás de él, apresurado porque se había levantado tarde por haber estado soñado con cierto muchacho de cabellera castaña.

Y si el día ya estaba algo difícil, las clases lo empeoraron más.

A Jeongin ya le dolía la cabeza, solo quería que llegara el descanso para librarse. ¿Por qué debía tocarle química después de inglés? Él no odiaba inglés, pero la maestra era un completo estrés, no la soportaba. Con respecto a química, Dios, no le cabe en la cabeza todos esos elementos y fórmulas, a duras penas podía recordar que H2O significa agua, y eso porque veía las sirenas cuando era niño.

Por suerte luego de esas dos torturantes materias llegó el descanso, al fin podría librarse un poco de tantas fórmulas y conjugaciones de verbos en inglés.

Después de haber dejado la bolsa con la comida y nota para Chan, pudo ir a la enfermería a pedirle al doctor una pastilla para el dolor, el cual aún persistía, sin embargo, esperaba que en unos minutos la pastilla hiciera su efecto y se sintiera mejor.

Lamentablemente, el descanso acabó más pronto de lo deseado y tocó entrar de nuevo a clases, esta vez correspondía dos horas de biología y la última era de computación. Al menos Jeongin ya se sentía un poco mejor para las horas de biología y ya no las percibió tan eternas como le pasó con inglés y química.

Para última clase, el profesor no se presentó por un contratiempo en la dirección, pero les dejó la hora libre para que continuaran con sus tareas, estudiaran o simplemente descansara de ese agotador día.

Todos amaban al profesor de computación, era el mejor profesor que podía existir.

Lo único que pidió fue que dejaran los trabajos investigativos en la oficina de profesores para revisarlos más tarde. Por lo tanto, Jeongin los recogió todos y se encargó de dejar las carpetas en el escritorio de profesor Nam.

Jeongin no era el presidente del curso, lo habían postulado para que lo fuera, más él se negó al decir que ya tenía muchas responsabilidades, con las prácticas de natación y el club de matemáticas, al que recientemente lo habían inscrito, se encontraba muy ocupado. Así que, prefirió rechazar tal puesto, debido a que sabía que con tanto ajetreo no podía cumplir bien su rol como presidente del curso.

No obstante, algunos profesores seguían pidiéndole favores, pues al estar en el listado de los mejores estudiantes sabían lo eficiente y responsable que era.

Cuando regresó a su salón, Jeongin notó que todos estaban asomados en las ventanas, murmurando entre ellos.

Jeongin frunció su ceño ante ese extraño suceso, se acercó hasta Félix, quien estaba en primera fila.

—Lix —lo llamó en voz baja. El mencionado se giró, abriendo sus ojos al verlo ahí, como si estuviera asustado.

—Innie...

—¿Qué sucede?

—Oh, bueno... —musitó sin poder responder, entonces Félix fijó su mirada hacia afuera, y Jeongin lo imitó, centrando su atención en ese mismo lugar.

Pero fue una mala idea haberlo hecho.

En la parte de abajo, cerca del jardín, se encontraba Chan de pie, frente a él se encontraba una chica, cuyo nombre era Bae Sumin.

Sumin estaba diciéndole algo a Chan, lo cual era evidente que no se podía escuchar desde el lugar en donde se encontraba Jeongin, sin embargo, Jeongin podía darse una idea, puesto que ya había pasado por lo mismo.

Era fácil saber que Chan estaba recibiendo de nuevo una confesión.

Sumin estiró sus manos, en ellas había una carta, la cual no había sido aceptada por algunos minutos, hasta que Chan la tomó. Posteriormente, Sumin se tomó el atrevimiento de abrazar a Chan, entonces todos empezaron a murmurar.

Y es que era un extraño acontecimiento, puesto que era la primera vez que Chan aceptaba una carta de confesión.

Aunque en realidad era la segunda carta que Chan aceptaba, pero eso muy pocos lo sabían.

—Qué envidia le tengo —comentó una chica que se encontraba al lado de Félix—. Ojalá Chan hubiese aceptado mi carta.

—Pero era obvio que le aceptaría —dijo otra chica—. Sumin es muy bonita y popular, ¿a quién no le gustaría?

—Al menos la afortunada se lo merece, estaría muy enojada si hubiese sido alguien que no estuviese a su altura como una nerd o friki.

—Y lo mejor es que se trata de alguien de nuestro salón.

—Sí, harán una linda pareja.

Esos eran algunos de los comentarios, tanto de celos como de sorpresa y de envidia, y muy pocos de felicidad.

—Innie... —susurró Félix, al ver que su amigo se había quedado estático.

Jeongin sentía como si le hicieran un hueco a su corazón.

—Uhm... yo no...

No esperó más y se dio la vuelta, tomó su mochila y salió a pasos rápidos del salón.

Félix quería seguirlo, más no lo hizo. Sabía que Jeongin querría estar solo, y también porque algo más llamó su atención ahí abajo.

Jeongin corrió hasta el baño, en donde se encerró en uno de los cubículos y se permitió sentirse triste.

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