Chan subió cada escalón con su corazón latiendo lleno de emoción, abrió la puerta y una vez más lo encontró, pero esta vez, y como algunas veces atrás, sonrió sinceramente, tomando inmediatamente la nota que le dejó I.N ese día soleado.

El camino para conquistar tu corazón será largo, incluso podría ser tan duro que sentiré que debo rendirme, que tú jamás corresponderás a mis sentimientos, pero en esos momentos de bajoneo pienso en que, si doy todo de mí, siento que valdrá la pena todo mi esfuerzo porque llegaré a ti.

Y en caso de que no fuera así, no importa, igual habrá valido la pena porque tú lo vales para mí.

Hola, Chan, ¿cómo estás hoy? Yo estoy muy feliz, un poco agotado y con sueño, pero feliz, espero que tú lo estés también y si no lo estás, no te preocupes, vendrán días mejores.

Hoy te preparé algo especial; alitas de pollo en salsa barbecue y una ensalada clásica. Me levanté muy temprano para tener el tiempo suficiente para cocinar, como ya lo sabes lo preparé con mucho cariño, ojalá te guste.

Recuerda que te quiero mucho.

Con cariño, I.N.

La sonrisa en el rostro de Chan se agrandó de la alegría que sintió al leer aquellas palabras tan lindas que le había escrito I.N. La verdad que ya no sabía en qué momento I.N logró adentrarse a su frío corazón hasta llenarlo de la calidez que le faltaba hacía algunos años atrás, pero lo consiguió y lo hacía muy feliz.

Chan se sentó en el suelo, y con cuidado sacó las tarrinas, olfateando el exquisito olor de las alitas en salsa barbecue que le preparó I.N, comió cada una de ellas con gusto, pues estaban deliciosas y él amaba mucho la salsa de barbecue.

Por un instante se preguntó cómo I.N supo lo de la salsa de barbecue, porque no recordaba haberla escrito en la pequeña lista que realizó semanas atrás, aunque al final se convenció de que sí lo había escrito.

De verdad que las alistas estaban deliciosas, I.N cocinaba muy rico. Ahora más que nunca deseaba tanto conocer a la persona detrás del seudónimo I.N.

Chan caminaba por el pasillo que lo llevaba a su salón, aún estaba en receso y quedaban varios minutos, pero él quiso regresar al salón para leer o solo pensar.

—¡Chan!

Estaba por entrar a su salón cuando escuchó una voz gritar su nombre detrás de él, por lo que, ocasionó que se volteara, encontrándose a Changbin corriendo hacia él.

—Hey, Bin —saludó—. ¿Qué pasa? ¿Por qué corres?

—Te estaba buscando, fui a la terraza y no te encontré... —respondió, algo agitado—. ¿En dónde te habías metido?

—Fui al baño —contestó con simpleza.

—Oh... bueno, a lo que venía —dijo, sacando su celular—. Me había olvidado de decirte que...

—Cómo que últimamente te andas olvidando de muchas cosas, ¿no?

—Jeje... —soltó nervioso—. Es que ando un poco en las nubes.

—¿Un poco? —inquirió, elevando una de sus cejas—. Yo pienso que Félix te tiene muy perdido en Narnia.

—Quizás sí... Pero bueno, ahora sí, a lo que venía —se tomó una pausa para desbloquear su celular—. Tengo una foto de la letra de Jeongin —dijo, agitando su celular, cuya pantalla reflejaba la foto mencionada.

Chan abrió levemente sus ojos, lleno de sorpresa porque Changbin lo obtuvo y en tan poco tiempo, en serio creyó que eso tardaría más tiempo en conseguirse.

—¿Cómo le hiciste para obtenerla?

—Pues ya ves que tengo mis mañitas —dijo con gracia y guiñando un ojo, recibiendo una mueca de Chan—. Bromeo, idiota. Ayer fui a la casa de Félix y él tenía un cuaderno de Jeongin, aproveché cuando se fue por un rato y le tomé una foto.

—Wow... Y yo que creí que te acercabas a Félix porque te gustaba y no por interés oculto.

—¡No es así! ¡Él me gusta en verdad! —expresó Changbin, elevando su tono de voz—. Solo vi la oportunidad y la aproveché para ayudarte, pero si no me vas a agradecer mejor no te muestro nada y te quedas con la duda.

—Okey, okey. Disculpa, ¿sí? —dijo antes de que Changbin se diera vuelta y se marchara—. Y también gracias, Bin, y hablo muy en serio.

—Así está mejor —habló más conforme—. Entonces entremos al salón.

Chan asintió, se dio vuelta y entró al salón que se encontraba vacío, Changbin entró detrás de él, luego se sentaron en sus pupitres.

—¿Y bien? —inquirió Chan—. ¿Son la misma letra?

—Todavía no lo sé, no me dio tiempo de verificarlo, pero veamos ahorita —dijo Changbin, mostrando la foto.

Entonces Chan sacó la más reciente nota de I.N y ambos observaron con detenimiento ambas letras, lo analizaron con precaución para llegar a una misma conclusión...

No eran la misma letra. La letra de I.N era cursiva, mientras que la de Jeongin era imprenta, por lo tanto, Jeongin no era I.N.

—Estoy sin palabras... —susurró Changbin, completamente desconcertado porque en verdad creyó que Jeongin era I.N—. ¿Qué haremos ahora?

—No lo sé... —musitó Chan, igual de confundido que Changbin—. Seguir buscando, supongo —expresó, encogiéndose de hombros.

—Pero ya no tenemos ningún otro sospechoso, todos los que cocinan están descartados porque sus letras no coinciden.

—Encontraremos alguna solución y descubriremos quién es I.N, pero por ahora vamos a recibir clases que ya se acabó el descanso —dijo cuando vio que en su reloj marcaba que ya era hora de retomar las clases, y justo después de decir eso, la campana sonó.

Changbin suspiró sonoramente, mientras se acomodó en su pupitre y apoyó su mejilla en una de sus manos, metiéndose en sus pensamientos como lo estaba últimamente, pero en esta ocasión no estaban repletos de Félix y sus preciosas pecas ni de lo brillante que es su sonrisa, sino que estaban llenos de I.N y de la persona detrás de ese seudónimo.

¿Quién demonios era I.N y por qué estaba resultando tan difícil encontrarlo?