3. Reina Estelar
Los días pasaron sin prisa. Las vacaciones de Moon habían comenzado con un hermoso sol que alumbraba la mañana. Recordó que el sol le propinaba hermosos destellos dorados al rubio cabello de Sam.
Suspiró. Le habló a Sam por chat para desearle un buen viaje.
Así pasaron las vacaciones. Visitó a su abuela en su hermosa cabaña en el mar. Pensó en la profundidad de las olas y le encantaba perderse en ellas. Así pasaban las tardes sin Sam, tan frías y desoladas, pero con una dulce sensación de que la volvería a ver.
Comenzó su año escolar. Comenzó a esforzarse en hacer nuevos amigos ya que era una nueva institución. Para gracia de Moon, lo logró. No necesitó muchos intentos para hacerse amiga de unas dos chicas que eran hermanas. Lilly y Sally. Eran buenas niñas, que pronto las llevó a su casa y compartían juntas.
Los primeros días desde que se fue Sam conversaban con mucha frecuencia por teléfono, y hacían llamadas en las noches para hablar de sueños, y de todo lo que habían hecho durante el día. Pero a medida que pasaba el tiempo, estas conversaciones comenzaron a ser cada vez menos frecuentes. Sam parecía ocupada la mayor parte del tiempo, y a veces no respondía en días. Días que se convirtieron en semanas, y semanas, que se convirtieron en meses.
En uno de esos días, Sam había eliminado sus cuentas en redes sociales. Moon tenía un dolor indescriptible en el corazón. No dejaba de pensar en la nueva vida de Sam.
¿La extrañaba mucho como lo había dicho? No lo parecía.
¿Por qué le había dejado de hablar? No lo sabía.
¿Por que no se despidió siquiera? No lo entendía.
Y así comprendió que su vida debía seguir sin Samantha Wood.
Era verano nuevamente, y Lilly había conseguido novio. Por lo que ya no la veía casi nunca, y cuando lo hacía, Lilly no paraba de hablar de lo atento, caballeroso y sofisticado que era su chico.
En algunas conversaciones, Lilly se ponía pícara, y comentaba que se sentía muy excitada cuando él la besaba. Pero si ella le pedía "sexo", palabra que Moon ya conocía pero que había aprendido aún más con las conversaciones de Lilly, él le respondía que aún no podían. Que debían esperar a una edad más madura. Él tenía dos años más que Lilly, por lo que sus horarios eran distintos, y por esa razón, ella ya no se veía con las chicas el siguiente año, para pasar tiempo con él.
Moon se sentía un poco asqueada con la idea de entregarse plenamente a un hombre. Desnuda, y sintiendo el roce de su cuerpo con fuerza y brusquedad. Pero nunca se lo había dicho a Lilly, quién lo contaba con tanto entusiasmo.
Ahora su única amiga era Sally. Pero se habían vuelto más amigas que nunca. Salían a todas partes, y estudiaban para los exámenes finales juntas.
Sally era una chica de cabello castaño corto y ondulado. Con ojos azules y pálida igual que Moon. Era más pequeña, pero " mejor desarrollada" físicamente. Sally comenzó a usar maquillaje, y eso le agradó a Moon. Una vez, llegó a su casa con labial en sus labios, rubor y sus pestañas con rímel. Su madre la vio y sonrió.
—Me recuerdas a mí cuando conseguí mi primer novio. —Explicó su madre entre risas, lo que hizo sonrojar a su hija.
—¡Yo no quiero novio nunca! Los chicos sólo buscan una cosa.
Su madre demostró su sorpresa en su rostro.
—¿Pero y a ti quién te ha dicho eso?
—Ay, mamá. Ya sabes, las clases de biología —Moon cubrió a Lilly, a pesar de que ya no hablaba con ella. Pero quería que su madre no cambiara la percepción de ella.
—Bueno, hija. Puede ser... Pero no siempre. Sólo hay que encontrar al indicado.
¿Y por qué no a la indicada?
Quiso decir, y se arrepintió enseguida, pensando en porqué había llegado a esa conclusión. Pero fue un pensamiento que decidió olvidar, y se fue a su cuarto.
Así pasaban los días. Sally conoció a un chico y pronto comenzaron a salir. Algunos habían intentado llegar a algo amoroso con Moon, pero aquella rápidamente los rechazaba.
Cuando tomaba un refresco en la piscina junto a Sally, aquella le dijo cosas que no encontró muy sensatas.
—Nunca te he visto besarte con los chicos. ¿Es que no te gusta ninguno?
Moon pensó en los besos. Los había visto en las películas. Las personas cerraban los ojos y se dejaban llevar por esa sensación que los hacía sentir extasiados. Se acercaban, abrazaban o acariciaban como si estuviesen teniendo una conexión perfecta recorriendo por sus cuerpos.
Luego recordó que quiso besar a Samantha el último día que la vio. Y eso la hizo sonrojar.
Era ridículo. Los besos en las películas sólo eran entre una mujer y un hombre, y así debía ser.
¿No?
—¡Alo! Tierra llamando a Moon.
—¡Ah, me pillaste desprevenida! Em... Es que no, no me gusta ninguno aún.
—¿Y qué piensas de Jimmy? Es lindo, y me ha hablado mucho de ti —le hizo guiño.
Moon quiso intentar no perder su amabilidad. No odiaba a Jimmy, pero detestaba sus actitudes. Por más "No" que le daba, parecía acercarse más. No se rendía. Pero Moon pensaba que el amor es instantáneo, y no debe forzarse. En una película había escuchado la frase de una mujer enamorada que decía “Él me hace sentir como la única chica en el mundo.” Y Jimmy no la hacía sentir como la única chica en el mundo.
Y además, vaya frase. No tenía sentido.
—Jimmy es... Muy no.
—Dale una oportunidad, chica. No seas cruel. ¡Se muere por ti!
—¿Y después romperle el corazón al percatarse de que no siento lo mismo por él? Eso es más cruel, Sall.
Ella se rindió. Y no volvió a hablar más de temas románticos junto a su amiga Moon, quién era una persona completamente solitaria y alejada de esto del amor.
Ya eran los últimos días del último año. El siguiente tendría que pensar en ir a la Universidad. No había dado ni siquiera su primer beso, y se sentía alguien muy extraña. Deseaba con mucha fuerza que llegue un príncipe a salvarla, enamorarse profundamente de él, y experimentar el deseo en la carroza, con las ventanas cerradas y las cortinas juntas.
Su amiga Sally ya había tenido muchos novios y muchas decepciones amorosas que lo seguían. Ella le confesó que ya había tenido sexo y no era la gran cosa.
Pasaba las tardes con Sally charlando en su casa para hablar de qué carrera escogerían, o si su destino no era ese, y querían trabajar o hacer otra cosa.
En uno de esos días su madre dijo:
—¡Así que Sall es la nueva Sam!
Moon se había sorprendido. Hacía mucho tiempo que su madre no nombraba a Samantha Wood, su ex amiga.
“No, mamá. Nadie reemplaza ni reemplazará a Sam. Ella es única, y me hace sentir cosas únicas. Ni siquiera se asemejarán.” Quiso decir, pero no lo dijo. Lo único que respondió fue:
—¿Sam? ¡Oh, Sam! Ya casi no la recordaba —y se fue a su cuarto.
Esa noche, después de tanto tiempo, había soñado con Samantha Wood, ya toda una señorita. Estaba manejando una nave espacial en su universo. Tenía unas gafas increíbles, y se veía muy guapa. Moon le hizo señas para que la mirara, pero Sam no lo hizo. Sólo siguió su camino, formando un rastro de luz que se disipaba en el horizonte.
La culminación del curso había llegado. La ceremonia fue rápida y emocionante. Luego, la fiesta fue mucho mejor. Moon había decidido que probaría el alcohol, pero sería en una medida que su cuerpo pudiera resistirlo sin cometer actos de borracha.
Esa noche probó el alcohol, los cigarros, y los besos con un chico. No era de su gusto, ni siquiera lo encontraba lindo. Pero era gentil, y muy respetuoso. La invitó a bailar y todo salió muy bien. Aún que no para el pobre Jimmy, que miraba todo desde lejos con una cerveza en la mano.
Sally estaba vuelta un caos. Se veía hermosa con su vestido azul brillante, que hacían juego con sus ojos. Había bebido en exceso y bailaba enérgica. Esa noche estaba soltera así que había besado a muchos chicos.
Fue una noche genial. Moon también se había divertido mucho. Bailó junto a Sally, y cantaba sus canciones favoritas cuando las escuchaba. Por esa noche, la Universidad no existía, los temores, nervios y recuerdos de Sam, tampoco.
Esas vacaciones se dio el tiempo de conocer a aquel chico que la había sacado a bailar en la fiesta. Sally también había conocido a alguien, por lo que salían los cuatro de vez en cuando a tomar unas cervezas, o pasar el rato.
Pero entonces, él dijo que ya no podían seguir viéndose. Se iría muy lejos a hacer el servicio militar. Para Moon, esto fue toda una sorpresa. Pero en vez de sentirse triste, se sintió hasta aliviada. Luego sintió culpa por sentirse así.
Le dio un beso de buena suerte y se despidió de John.
Le contó de esto a su madre, quién la abrazó y le dijo que todo iba a estar bien. Moon actuó como si estuviese muy triste, pero nuevamente, no sentía esa tristeza que supuestamente debían sentir las personas cuando el amor de su vida se aleja.
Curiosamente, si sintió esa tristeza cuando Samantha se había ido.
Había logrado entrar en la Universidad Everest. No muy prestigiada, no muy común. Un punto medio que le resultó bastante agradable a Moon, pero no muy agradable para su madre, quién debía despedirse de su "bebé” porque tendría que vivir en otra ciudad.
Sally también entraría a esa Universidad, aún que no sabía que estudiar, y había optado por Filosofía sólo para complacer a su abuelo, quién le regalaba muchos libros de Filosofía. Moon entró a Psicología, y estaba emocionada. Sólo muy triste por tener que dejar a su madre, quién quedaría sola. Antes de irse, le regaló un perrito que necesitaba un hogar y el calor del abrazo apretado de una madre. Y también le prometió que la visitaría todos los fines de semana que no estuviera con tanta carga de tareas y responsabilidades.
Y con esto último, se marchó una fría mañana. Dejando un beso en la mejilla de su madre, y uno en la frente de Rufus, el nuevo hijo canino.
El primer día de inducción parecía esperanzador. Conocer la Universidad fue maravilloso. Un lugar lleno de un cuidado césped, y hermosos árboles crecidos. Se realizaron actividades para que las personas ingresadas se conocieran. Pero en realidad, todos se conocían mejor en las fiestas.
Moon y Sally se alistaron para ir. Vivían en el mismo departamento y se sentían libres de hacer lo que quisieran. Conversaron con muchas personas, todas muy educadas y alegres.
La fiesta tenía música exquisita. Los tragos eran de colores, al igual que las luces. Moon comenzó a bailar entre las personas, y entonces, se sintió en el éxtasis de sus sueños. Sólo que esta vez no habían planetas ni estrellas, habían personas, luces de fiesta y bebidas alcohólicas.
Se dejó llevar por la música y la sensación de ebriedad con muchos químicos felices liberándose en su cerebro. Y entonces... La vio.
Samantha Wood. Su reina estelar. Ahora mucho más alta de lo que era. Su inconfundible cabello rubio, liso y muy largo. Llevaba puesto un vestido rojo vino, y caminaba como si estuviera perdida. Se veía frustrada. No miraba a nadie, a pesar de ser vista por muchos.
Se dirigía a la salida, y Moon simplemente la siguió. Como en aquel sueño cuando Samantha había dormido en sus brazos. La seguía, y la seguía, pero no podía alcanzarla.
Muchas personas fumaban afuera. El humo y el estado de ebriedad la hacían reaccionar de manera tórpida. Y así como en el sueño, también la había perdido.
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