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26. Viaje astral

Intentó con desesperación despertar, pero entonces, despertaba en otro sueño, luego en otro, dentro de ese mismo sueño, y así, se realizaba una cadena de sueños interminable y dolorosa, que la agotaba y desesperaba con suma magnitud.

Se encontraba perdida. No sabía cómo regresar a su cuerpo. Cerró los ojos, mentalizando que quería volver. Tenía que volver.

Por ella.

Había dejado de pensar en cuánto tiempo llevaba intentando volver. Sus esperanzas se disipaban y perdían en un abismo imaginario. Se sentía agotada y que nada ni nadie podía ayudarla, y en su frustración, comenzó a llorar.

Otra escena vino a su cabeza y se proyectó en su realidad como un viaje astral. Samantha estaba en una habitación. Lucía cansada también, sin brillo en sus ojos.

Y entonces, percibió su dolor. El dolor de alguien que intentaba superar muchas cosas al mismo tiempo, sin tener la fuerza necesaria para hacerlo. El dolor de alguien que había perdido mucho en vida, y que por eso se aferraba a lo que se quedaba. Aún que no le hiciera bien.

Comenzó a pintar en un lienzo blanco y limpio. Moon sentía muy fuerte el ruído consecuente del movimiento de las delgadas hebras del pincel. El sonido retumbaba en su cabeza, casi tan fuerte como sus pensamientos.

¿Dónde estás?

Era una habitación que no había visto nunca. No era de la casa de Carter Anderson, tampoco era la casa de Samantha Wood.

Moon intentó ordenar sus pensamientos y controlarlos. No iba a servir de nada la desesperación. Si quería ayudarla, tenía que ayudarse a sí misma primero.

Al pensar en ello, una corriente imaginaria y fuerte la llevó al hospital de manera rápida y extraña.

¿Qué era eso?

Parecía viento. Como si existiera una conexión entre su cuerpo astral y su cuerpo terrenal que la ayudaba a volver cuando lograba tener paz en su corazón y en su mente.

Otra corriente. Se estaba acercando. Estaba cerca de su cuerpo. Cerró los ojos. Verse a sí misma en una sala blanquecina de hospital, con su piel casi tan pálida como la nieve, y su rostro sin expresión y vida, le hacía sentir de todo menos paz.

Intentó volver a concentrarse, y recordó la dirección que le había dado Sam en el sueño compartido. Tal vez significaba algo, tal vez era... El lugar en donde ella se encontraba.

Sintió más claridad. Como si la niebla mental que la atormentaba, comenzara a ser cada vez menos densa y más accesible el camino.

Habían pasado tres meses. Era un tiempo considerable para estar en coma. Pudieron haber pasado muchas cosas en su ausencia.

¿Qué ha pasado?

La imagen de Carter Anderson en el suelo del baño público de Everest se coló por su cabeza. Moon apretó los párpados para cerrar los ojos con más fuerza y negó con la cabeza. La idea de que Carter era una mala persona y que tenía el deseo de dañar a quién le había provocado eso repercutieron en su mente, quebrando la calma que estaba logrando.

Tengo que volver.

Tengo que volver.

Moon intentó relajarse, pero muchas emociones comenzaron a aparecer.

Tengo que despertar.











El sonido intermitente de un equipo, probablemente del que se encargaba de la monitorización de sus signos vitales, comenzó a sonar más fuerte que cualquier otro sonido presente en la habitación.

El pecho de Moon subía y bajaba con velocidad, y sus respiraciones eran superficiales. La pelinegra, al sentirse ahogada, por inercia quitó un aparato que cubría su nariz y boca. Lamentablemente, Moon no sabía que era la mascarilla que le aportaba oxígeno húmedo, dosificado y continuo. La máquina comenzó a sonar más fuerte, y el enfermero de sala no demoró en llegar. Miró la escena expectante, y con rapidez y eficiencia, conectó la mascarilla de nuevo, y ayudó a tranquilizar a Moon.

Le dio una orden a otro enfermero y este rápidamente trajo una bandeja con suero fisiológico al 0,9%, unos sobres plásticos que parecían tener medicamentación, entre otras cosas que Moon no alcanzó a divisar. El hombre permeabilizó su vía intravenosa y luego administró un medicamento. Todo esto mientras Moon se dio cuenta de que el otro enfermero le estaba diciendo algo desde hace rato y ella no podía comprenderlo.

Se sentía en estado de shock todavía, pero estaba poco a poco recobrando el sentido. Miró hacia todos los lados de la sala, y vio que en la puerta yacían tres enfermeras observando la escena. La miraban a ella, y estaban sorprendidas, comentaban cosas entre ellas.

Y una de las que estaban allí, se acercó a ella. Era una mujer delgada y de estatura pequeña. Le ofreció una sonrisa agradable y sincera.

—Creo que no te estaba escuchando, Jhon. —Le dijo a su colega.

Volvió a mirarla a ella.

»Señorita Bell, no quiero que se alarme por lo que va a escuchar. Primero quiero decirle que llamamos a su mamá, para que venga a visitarla. Estará muy feliz de verla, se lo aseguro. Y lo otro es... Que usted ha despertado de un periodo de coma que ha durado tres meses, doce días y dos horas.

Moon continuó mirándola, sin expresión.

—Pensé que eran solo tres meses.

La enfermera, con todo el respeto posible, miró a su colega, luego a Moon, luego a su otro colega a la izquierda. No podía entender lo que la chica le había dicho.

—Bien... ¿Quiere permanecer acompañada o prefiere que nos vayamos, mientras llega su madre?

—Yo... Tengo mucha hambre. ¿Podría buscarme algo de comer?

Los enfermeros rieron amistosamente, algo impresionados.

—Es usted un milagro, señorita. Discúlpenos si actuamos impresionados.

Pacientes como Moon Bell no habían tenido jamás. Vino la doctora a examinarla en unos minutos más y ella tampoco podía creer el perfecto estado en el que se encontraba. Dio una orden de exámenes para verificarlo. Nunca en su vida había visto ese tipo de recuperación tan rápida y sofisticada.

—Es como si... Si solo hubiese estado soñando, por un periodo muy largo. —Sonrió inocentemente, sin saber que ese comentario iba a tocar tanto a Moon.

—Solo un sueño...

—Uno muy largo —bromeó el enfermero de su lado izquierdo.

—Es que estaba cansada. —Siguió ella, provocando la risa de todos los presentes.

Y entonces, las risas cesaron con la presencia de alguien. La señora Bell. La madre de Moon. Ambas se miraron. Su madre estaba distinta. Había perdido la alegría en sus ojos que tanto la caracterizaba. Tenía los párpados hinchados  y enrojecidos. No llevaba maquillaje. Su rostro parecía ser menos jovial que la última vez y mucho más cansado.

—Señora Bell, como puede ver, su hija ha despertado del coma —anunció la doctora presente—. De forma visible no se percibe cambios conductuales ni fallas en la corteza cerebral. De todas formas realizaremos algunos exámenes para corroborar que todo esté bien. Por favor, adelante.

El personal de salud había dejado la habitación para dar privacidad a la familia que se iban a reencontrar luego de tres meses, doce días y dos horas aproximadamente.

Moon se percató de Sally, quién tomaba del brazo a su madre. Tenía lágrimas en sus ojos, y Moon nunca en su vida la había visto tan desarreglada.

—Mamá, Sally...

Moon no pudo más y rompió en llanto.

Las nombradas se acercaron y la madre le dio un abrazo que se sintió indescriptiblemente reconfortante. Moon podía sentir que estaba viva, y estaba junto a su madre. Se sintió dichosa y feliz. Intentaba tranquilizarse porque no sabía si eso podría afectar en gran medida sus signos vitales. Su madre, con lágrimas en los ojos, la miraba como si la hubiese visto por primera vez. Como si la que estaba recostada en la camilla del hospitañ fuera ella, y le entregaran a su bebé recién nacida a la que juró que amaría incondicionalmente para toda la vida.

Luego Sally se unió a la mañana emotiva. En unos momentos había llegado Jack con un paquete de astromelias blancas.

Luego le habían tomado los últimos exámenes, la llevaron a otro cuarto de scanner cerebral, para finalmente, darla de alta, asegurándose de la continuidad de la atención para los resultados.

Había llegado al departamento que tenía junto a Sally. Jack y la misma se habían retirado antes del hospital para adornarlo con globos y más instrumentos de bienvenida. Luego la castaña la había ido a buscar. Estaban muy felices de tenerla nuevamente, con su conciencia intacta, y una recuperación increíblemente rápida.

Moon estaba de vuelta.

Después de ese sueño tan largo.

Entonces, ella se atrevió a hacer la pregunta que no quería hacer. Esa pregunta que comenzó a atormentar su corazón de forma tan repentina como una llovizna en primavera.

—¿Y dónde está ella?

Silencio.

Hubieron algunas miradas incómodas.

—¿Dónde está quién? —Rio Sally, intentando ocultar sus nervios.

—Sam —dijo Moon, de forma obvia.

Otro silencio.

—¿Sam? —Respondió la madre—. ¿Samantha Wood?

Moon entonces se tranquilizó por un momento, pensando que la conmoción los había hecho reaccionar así ante ese nombre pero nada más.

—Sí, ella. ¿Dónde está? ¿Le informaron que... desperté?

Moon rio.

Los tres se miraron como si fueran cómplices. A Moon no le gustó esa sensación extraña que comenzó a experimentar en ese momento.

—Querida... —suspiró pesadamente la madre—. Solo conociste a Samantha cuando eran niñas, ella no está aquí con nosotros.

Moon percibió decepción en la mirada de su madre, como si hubiese estado feliz de que haya sanado, sin ninguna secuela psicológica, pero que ahora, volvían poco a poco, como si siempre hubiesen estado ahí, pero dormidas.

La pelinegra, sin poderlo creer, buscó a Sally con la mirada, para ver si ella también estaba asombrada, pero esta tenía la cabeza gacha, también decepcionada.

—No... No es verdad, yo... La conozco. Sally, por favor, tú también la conociste. Ayúdame, por favor.

Sally cerró los ojos con fuerza, reprimiendo lágrimas, pero su llanto era audible. Negó con la cabeza, frustrada.

Luego se atrevió a mirarla.

—Claro que sé de ella, Moon. Siempre me hablaste de ella, pero tu madre tiene razón. Solo fue una amiga de la infancia, por favor, es bonito soñar, pero tienes que vivir en la realidad ahora, Moon.

Su amiga comenzó a llorar. Su voz había sonado dura pero al último momento se había quebrado. Abrazó a la madre de Moon, y sintió que todas sus esperanzas de mejora se habían venido abajo.

—Jack —Moon vio su última oportunidad—. Dime que ellas se equivocan. Dime que no es cierto.

Él no lloraba, solo la miraba. Luego pasó su mirada a la señora Bell.

—Llamaré a la doctora.

Esas cuatro palabras, que nisiquiera se habían dirigido a ella, le atravesaron el corazón y lo rompieron en pedazos.

No...

Esto no es real.

No es real, no es real, no es real.

Aún estoy soñando.

Es un sueño. Esta no es mi realidad.

—Mamá, por favor... ¡Es Sam! Nos volvimos a encontrar después de tanto tiempo, ella está en mi misma universidad, estuvo conmigo hasta el último momento en el que perdí la memoria. ¡Siempre ha estado conmigo! —Moon retrocedió, intentando no perder la cordura.

—Moon, basta.

Su madre lloraba.

Sally se había sentado en el sillón, tapándose el rostro.

Moon negaba con la cabeza.

—¡No! ¡No les creo! ¡Sigo soñando y esto no es real! ¡No es real!

Despierta, despierta, despierta.

»La vi por primera vez en mucho tiempo en la fiesta de bienvenida a la Universidad, pero ella no me vio a mí si no hasta que Sally, me llevaste al festival de música de Everest donde ella estaba cantando en el escenario. Pasaron muchos momentos juntas también, ella te caía bien. Y mamá, te conté que estaba enamorada de ella, después de todo el tiempo que me costó aceptarlo, aceptarme y que me aceptes. Sé que es real. Iba a la universidad conmigo.

—Solo fuiste un mes a Everest, Moon. Hasta que un profesor comenzó a acosarte y decidimos en conjunto con tu psicóloga sacarte de allí. No estabas lista, Moon. Pensamos que sí, pero siempre nos volvías a hablar de ella. Y dormías demasiado, estás confundiendo tu realidad porque vivías en los sueños. —Continuó su madre, acercándose a ella.

—¡No!

Moon se alejó, pero fue detenida por Jack.

—¡Sus redes sociales! ¡Voy a buscarla, ¿dónde está mi maldito telégono?!

Jack le pasó el suyo.

—Tu teléfono se estropeó en el impacto. Usa el mío.

Moon lo miró con desconfianza, y cuando este lo desbloqueó, rápidamente ella lo tomó y comenzó a buscar las redes sociales de Sam.

No había ninguna.

Ella negó con la cabeza.

—¡¿Qué mierda está pasando?!

Comenzó a sentir un fuerte dolor de cabeza. Sally la ayudó a sostenerse y la llevó a su habitación junto a Jack, a medida que ignoraban los gritos de Moon, que exigía que la soltaran.

—Samantha es real, díganme dónde está, tengo que ir a buscarla. Ella... Me lo dijo en un sueño que compartimos. Me dio una dirección, yo... Tengo que ir a buscarla.

Moon se percató de lo extraña que había sonado.

Estaba frustrada.

Se negaba rotundamente a creer en todo lo que estaba pasando.

Estás negando la realidad.

Una voz en su mente hizo eco.

—Basta, Moon. Por favor, hija, entiéndelo. —Su madre, comprensiva de las secuelas psicológicas, la abrazó, mientras la depositaban en su cama.

—Mamá, quiero creerte... en serio. Pero no puedo. Samantha es muy real para mí, te lo juro por ti. —Al pronunciar estas palabras, comenzó a experimentar algo distinto, como si ya no estaba realmente segura de eso.

Su mente tenía dos bandos.

Moon solo quería dejar de sentir. Dejar de existir.

No podía vivir así.

Su mente traicionándola en cada momento. Pensando en que el sueño era real y la realidad solo un sueño, era peligroso. Podía afectar la cordura de todos. Y así, había afectado la suya.

—Hija, lo siento tanto, y te entiendo. Por favor, deja de pensar en este momento, vivamos la felicidad de que has podido despertar de ese coma.

—Ese coma... —Moon ordenó sus ideas—. ¡Ese coma que fue provocado por el golpe que Carter Anderson me dio en la cabeza! En donde Samantha acudió a mí, casi lo mató en el baño, y huímos. Huímos de ahí, tomadas de la mano, dirigiéndonos al parque y ahí es donde me desmayé y no recuerdo nada. Eso es real.

—¡Samantha Wood murió!

Su madre había reaccionado asombrada de su propio descontrol. Había levantado tanto la voz, que el silencio que la siguió después fue sepulcral.

—¿Qué?

Moon sollozó con mucho dolor guardado en su corazón.

Sally decidió salir de la habitación, para que tengan al fin, esa conversación.

—La psicóloga me dijo que algún día tendríamos que hablar de esto. Moon... No quería hacerte daño. Vivías tan feliz en tu fantasía —argumentó la madre. Su voz sonó más calmada—. El día del accidente fue difícil para todos.

Ella intentaba decir las palabras correctas.

—No...

—El accidente de los Wood nos tomó por sorpresa, nadie creía que algo así pasaría.

—¡No!

—Sammy era tan joven...

—Mamá, no es verdad. Por favor, detente.

—Fuimos al funeral, Moon. Tú estabas allí, a pesar de que eras muy pequeña. Y yo... cometí el grave error de decirte que Sammy había viajado a las estrellas, y era un lugar tan bonito que nadie vuelve después de ese viaje. No quería que sufrieras, Moon. Con el tiempo, te convenciste de que Sam se había ido de tu vida y que no volvería. Pensé que todo estaba marchando bien porque dejaste de hablar de ella. Pero entonces entraste a esa universidad, y conociste a ese profesor...

Moon la miró extrañada.

—¿Qué profesor?

—Carter Anderson.

La pelinegra estaba impactada. Toda la información revelada estaba cayendo a ella como un huracán que harrazaba con todo lo que ella creía sólido y real.

—No lo entiendo.

—Él te hacía mucho daño y... la forma de liberarte de ese dolor era imaginar que Samantha era una especie de... extraterrestre que venía del cielo a salvarte. Todo este tiempo la imaginaste, hija. Y ya no podía soportarlo, estaba perdiéndote. Al principio solo hablabas de ella como una proyección... un... un cuerpo astral que no podías alcanzar. Pero después era como si aún viviera. Te llevamos al psicólogo y actualmente estás siendo tratada con terapia farmacológica y un psiquiatra. Por favor, hija, tienes que diferenciar la realidad con el sueño, o te alejarán de mí y te encerrarán...

Su voz se cortó.

Moon comenzó a cobrar sentido de la horrible realidad que la atormentaba. Intentó respirar calmadamente, como si estuviera bloqueando todas sus emociones.

Samantha no era real.

Ella murió, pero vivió solo en sus sueños.

Y era momento de aceptar. Era momento de sanar.







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