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17. Del cielo a la tierra

—Moon...

—Es tarde, creo que deberías irte. —Dijo la nombrada, que ya estaba sintiéndose muy nerviosa por lo que había ocurrido.

Samantha sonrió.

—Moon, ¿te he dicho lo linda que te ves sonrojada?

—No te atrevas a burlarte, Samantha.

—No me estoy burlando. —Rio la rubia—. Definitivamente eres muy hermosa.

Samantha se aproximó a ella para besarla otra vez. Moon siguió el beso, sintiendo cómo el calor en sus mejillas viajaba a otras partes de su cuerpo también. Acarició su cabello rubio mientras la besaba. Su pecho subía y bajaba con respiración brusca y dificultosa.

Se detuvo. La miró con curiosidad, contemplando su fino rostro reflejando la luz de la luna. Sus ojos oscuros mirándola con amor, miedo, vergüenza.

—Yo... No sé qué decir...

—Yo tampoco —respondió Sam—. Pero estoy feliz de que esto haya sucedido.

—Pero Sam... Tú te ibas a casar.

—Y eras tú la razón por la que no me casé, Moon.

Silencio.

Moon tenía sus latidos a mil, golpeándole con fuerza el pecho. Sentía que estaba soñando, y que en cualquier momento iba a despertar, en ese mundo donde solo eran amigas, y en donde ella, estaba tomada de la mano del profesor Carter, mirándolo con esos ojitos que la miraban ahora.

—No te entiendo, Sam. ¿Es qué acaso tú...

—Desde que te volví a ver... No dejo de pensar en ti. El tiempo que comparto contigo me hace muy feliz, y yo...

—¡Aquí estabas!

Ambas observaron el sitio desde donde provenía esa voz. Era Carter. Lucía molesto y preocupado, con su semblante serio y pasos apresurados.

—¿Me estabas siguiendo?

—Sí, gracias al rastreador en tu teléfono. ¿Qué estás haciendo aquí, amor?

—Vine a dejar a una amiga.

Samantha estaba visiblemente incómoda, Moon estaba un poco preocupada.

—Sabes que tienes que avisarme a donde vas y donde estés.

Su voz delataba lo enojado que estaba. Entonces miró a Moon y ella también lo estaba mirando. Parecía nervioso, sudaba en exceso.

—Hola. ¿Está todo bien? —Preguntó la pelinegra.

—Eso no te incumbe. Vámonos, mi amor. Me tenías muy preocupado.

La tomó fuertemente del brazo, por lo que la rubia emitió un gemido de dolor.

—Hey... —Moon le tomó el antebrazo a Carter, para que la mirara—. Estás borracho y estás lastimándola. Te recomiendo que te calmes un poco.

—¡A mí no me vas a decir qué hacer, maldita puta!

—Carter, ya basta. Vámonos. —Samantha lo tomó del brazo, y luego miró hacia atrás—. Todo estará bien, Moon. Lo siento. No te preocupes.

—Sam, espera...

—¡Cállate ya! —Carter se tambaleaba.

—Sam, es peligroso. Por favor, no vayas con él.

—¡Yo jamás le haría daño, estúpida zorra!

—Moon, en serio, no te metas. —Habló Sam, muy rotundamente—. Vendré a buscar su auto en la mañana. Disculpa las molestias.

—Oh, Samantha, sabes que te amo, ¿verdad? Te amo más que a nada en el mundo. Eres lo único que tengo. Me encanta cómo me haces el amor. —Exclamó el borracho que casi no podía caminar si no fuera porque Samantha lo ayudaba.

—Por favor, Sam... No dudes en llamar si necesitas ayuda.

—No necesito tu ayuda. No necesito ayuda de nadie. Él está un poco cansado, eso es todo. —Dijo Sam, de una manera cortante y fría—. Y por cierto... Esto fue un error. No lo volveré a cometer. ¿Lo comprendes, verdad?

—Pero dijiste que...

—Estaba ebria. Adiós.

Samantha hizo una maniobra rápida para dejar a su novio en el asiento del copiloto. Este no dejaba de decir obscenidades que Moon prefería no escuchar. La rubia entró al auto y se fue, sin mirar atrás.

Moon había caído del cielo a la tierra. Y el golpe fue demasiado fuerte.

Le había mandado mensajes a Sam mientras estaba en su casa sin poder dormir. Aquella solo los ignoraba.

«Por favor, dime que estás bien.»

No había respuesta.

Seguía mandando mensajes. Tenía miedo y estaba desesperada. Sabía que Samantha era fuerte. Había visto su fuerza ya unas cuántas veces. Pero no estaba segura si ella se atreviera a defenderse de él, ya que lo trataba con tanta delicadeza y amor, cómo si...

... Como si realmente lo amara.

Esperó unos momentos con el corazón bombeando con fuerza, y sus ojos llorosos.

Sintió el sonido de mensajes. Revisó el chat de Samantha enseguida, en el cuál le decía que estaba bien, que estaba mejor que nunca. Y que ya no era bueno que siguieran siendo amigas.

Cuando estaba por responderle, se percató de que su amiga la había bloqueado.

Ya no podría enviarle mensajes.

Ya no podría ni siquiera ser su amiga.

¿Por qué ese hombre es tan importante para ti, Samantha?

¿Lo amas de verdad, o solo estás con él por conveniencia?

Moon lloró durante esa noche. Solo esperaba que Sally no llegara tan pronto para que no le hiciera preguntas que no quería responder.

Se sentía vacía. Olvidada. Destrozada. Y comprendió que esta iba a ser su realidad después de lo ocurrido. Ya no podría estar más con Samantha, ahora la veía lejana. Su estrella se había ido a otra galaxia.

Pero no lo comprendía del todo. Ella estaba segura que el beso había sido muy real. Los abrazos, las caricias... La hacían creer que Samantha sí sentía lo mismo. Que era correspondida.

Pero todo eso había sido un error que le costó muy caro.

¿Por qué me mentiste?

¿Por qué me abandonaste?

Esa noche iba a ser larga. Esa noche iba a pasar más tiempo en la horrible realidad, que en los hermosos sueños, porque tenía un dolor en el corazón que se empeñaba en mantenerla despierta.

Pasó el fin de semana con su madre. Aquella, en su ignorancia con respecto a todo lo que había ocurrido, no dejaba de hablar de Sam. Preguntaba cómo iban las cosas, a lo cual, Moon solo respondía que estaban bien. Estudió un poco, aún que le costaba concentrarse. Sacó a pasear a Rufus. Practicó la jardinería en su patio. Salió de compras y luego vio películas con su madre.

Todo parecía ir bien, a excepción de que una idea comenzaba a formarse en la mente de Moon. Una idea que la dejaba con muchas dudas, inquieta y esclava de la curiosidad. Iba a conocer a Carter. ¿Era un tipo peligroso? ¿Tenía antecedentes de maltrato? Si fuera así, lo conversaría con Samantha, la haría entrar en razón.

Y ese lunes por la mañana, inició su búsqueda.

Apareció en el área de las Artes. Había visto a Samantha bajarse del auto del profesor Carter. Tenía una sonrisa muy grande en su rostro, y le había llevado un café que se lo había dado con mucha ternura y carisma.

Él la apretó contra su cuerpo, mientras le recibía el café. Y luego la besó.

Moon sentía muchas emociones negativas en ese momento.

Caminó con pesadez muy rápido. Ansiaba llegar a la sala de oficinas. Cada una tenía el nombre del docente en la parte del centro. Carter Anderson, se situaba al fondo y a la derecha. Estaba con llave.

Mierda.

Justo cuando iba a entrar, con los nervios a mil, vio hacia atrás y el tipo estaba entrando a una habitación para posiblemente buscar algo.

Moon no sabía que hacer. Decidió esconderse en la sala de espera que estaba al lado. Era inmensa, con muchos estantes de libros. Decidió empezar a buscar un libro mientras él aún no llegaba a su oficina.

Cuando entró, y cerró la puerta tras de sí, se percató de que tenía que pensar en un plan.

Llamó a Jack.

Él estaba preparándose para entrar a clase, pero apenas Moon dijo que necesitaba su ayuda, no dudó en ir a donde estaba. Ella aún no le explicaba nada, ni por qué estaba allí, pero le dijo que le explicaría todo después.

Le habló sobre el plan que tenía, y le dijo que se demorara por lo menos unos diez minutos junto a Carter.

Aquel aceptó, tocó la puerta cuatro veces, escuchando un: Adelante.

—¡Hola, señor Carter! Yo me llamo Jack, soy de...

—Eres el campeón de la natación, sí. Un gusto conocerte. Adelante, ¿en qué puedo ayudarte?

—Oh, es que... Me preguntaba si usted pudiera ayudarme con algo. Quiero mostrarle la expresión del arte a los demás nadadores, ellos solo viven estresados sin poder expresar sus sentimientos. Se me ocurrió la idea de ayudarlos poniendo un muro de expresión artística para que todos puedan participar. Pero me dijeron que hable con usted primero, ya que usted es el único que puede ayudarme. Y yo estaría muy encantado...

Qué bien miente ese idiota.

—Oh, eso es espléndido, Jack. Está bien. Pero ahora estoy ocupado y...

—Por favor, señor Carter. Solo necesito que vea un muro que sea bueno para usar en la actividad. Y después se me complicará porque debo estudiar mucho.

—Está bien. Vamos.

Ambos salieron de la oficina mientras hablaban emocionados de la idea falsa de Jack.

Moon se percató de que habían cámaras. Se cubrió un poco con su ropa y entró a la oficina, dejando la puerta entre cerrada, tal cual cómo la había encontrado.

Calculó que la caminata de aquí al gimnasio de natación eran unos cuatro minutos aproximadamente. Entre ida y vuelta se harían ocho minutos y si Jack se demoraba en explicar entonces tiene diez minutos para actuar. Era bastante tiempo que tenía que aprovechar.

Su computadora estaba abierta. Perfecto. Revisó algunos archivos. Sus manos sudaban y un poco de sudor quedó en el mouse. Lo limpiar después.

Encontró algunas carpetas que no tenían un nombre de trabajo. Las abrió. Eran fotos y videos de Samantha. Eran muchas fotos, arrojaba a 112 fotos y 43 vídeos. Era demasiado. Este tipo estaba obsesionado con ella. Sacó fotos con su teléfono para tener evidencia.

Moon había observado que estaba la aplicación de mensajes abierta en el computador. Esto parecía irreal. Vio sus contactos. Samantha estaba archivada como principal, y registrada con el nombre de: “Mi amor ”  y un emoji de corazón.

Se metió a un chat que le pareció extraño. Y comenzó a sacar fotos de las conversaciones. No podía creer que sus sospechas eran ciertas. Este tipo se contactaba con personas peligrosas. Tenía “trabajos” peligrosos.

¿Samantha sabría esto?

Luego cayó en cuenta de algo que no quería creer que fuera verdad: ¿Samantha también era parte de esto?

¿Por qué tenía una mala reputación?

¿Por qué las personas le temían?

¿De dónde sacaba el dinero? ¿No era todo heredado?

¿La muerte de sus padres realmente fue un accidente?

Sacó impresiones de forma rápida, de información confidencial que encontró en algunos links. La analizaría más tarde, en la seguridad de su habitación. Sacó más fotos a algunas carpetas. A algunos contactos. Limpió su sudor del mouse con papel higiénico que había sacado de la misma oficina, y luego se marchó.

El corazón le volvió a latir de manera normal. No podía creer lo que había hecho, lo que había encontrado.

Caminó intentando parecer normal, sin rostro de preocupación y como una universitaria estresada y hambrienta en un día muy común.

Volvió a mirar hacia atrás para comprobar que Carter no la estaba siguiendo con un arma para asesinarla.

Al no verlo, intentó relajarse. Respiró hondo, y...

—¡Ten más cuidado!

Chocó contra alguien.

—Oh, lo siento, yo...

—Moon.

—Sam.

Ambas hablaron al unísono.

—¿Qué estás haciendo en el sector de las artes? —Ella parecía molesta. Recogió algunas cosas que se le habían caído.

—Yo... —Tenía que pensar rápido en algo convincente—. Te estaba buscando. Quería decirte que...

Entonces comenzó a sentir miedo de Samantha. Su mirada era más oscura y siniestra desde ahora. En su mente aparecían escenas en donde ella y Carter eran asesinos perversos. Comprendía que se estaba volviendo loca.

—¿Tú de nuevo?

Esa voz.

Moon dio un salto. Se posicionó al lado de Sam. Luego se alejó de ahí inmediatamente.

—¿Qué haces aquí? —Preguntó Carter, con notoria curiosidad.

—Ella me estaba buscando, amor. Pero tranquilo, ya le dije que se fuera. —Samantha le dio un beso corto en los labios. Con esos tacones se veía más alta que él y Moon se alejó un poco, sin dejar de mirarlos. Ambos parecían una pareja de asesinos peligrosos en ese momento.

Aquel se río, y luego rodeó la cintura de Sam con su brazo.

—Ya la escuchaste, bonita. Vete de aquí.

—Sí, ya me iba.

Moon se dio la vuelta para alejarse de allí lo más rápido posible. Cuando ya estaba a una distancia considerable pudo respirar de forma pausada y llenando todos sus tejidos de oxígeno. Agradeció que esos dos no le hayan preguntado por lo que llevaba en su mano: Los documentos que había imprimido del link que le había mandado ese contacto a Carter.

Ni siquiera quería revisarlos.

No quería pensar en nada.

Entró al baño más cercano y comenzó a llorar. Tal vez Samantha no era una buena persona.

Todo estaba confuso en su cabeza.

Al terminar las clases le dijo a Sally que se iría caminando. Necesitaba pensar las cosas. Todo lo que estaba pasando era muy difícil de asimilar.

Recordó la primera vez que interactuó con Samantha después de tanto tiempo. Ella llevaba una navaja. Ella era peligrosa. La había defendido, sí, pero ella pertenecía a esas personas peligrosas. ¿Si no porqué asistiría a esa fiesta?

Un auto frenó cerca de ella. Al mirar, su corazón le comenzó a palpitar muy fuerte.

—Moon, sube.

Samantha la miraba con la misma mirada de siempre. De una chica gentil, aún que preocupada.

Pero el problema era que ya no creía en ella.

No sabía de lo que ella era capaz de hacer.

Siguió caminando, esta vez acelerando el paso.

—Moon, por favor, sube. Tengo que decirte algo importante.

—Ya no somos amigas. Por favor, no me busques más. —Temblaba. Tenía el sentimiento de que aún la amaba, y no quería pensar nada malo de ella, como también el sentimiento de que ella era capaz de hacerle daño.

Caer del cielo a la tierra, era realmente doloroso.

—Moon, te quiero. Y quiero protegerte. Por favor, sube y te explicaré todo.

—¡No necesito tu protección! Si de algo tengo que protegerme, ¡es de ti! Aléjate  de mí. Y tenías razón, pero no sólo el beso entre nosotras fue un error. También volver a encontrarnos.

Moon intentaba no llorar frente a ella pero era imposible. Corrió alejándose de ella, y agradeció que aquella no la siguiera más.

¿En qué momento su vida se basaría en miedo e ignorancia del peligro?

¿Estaría segura a partir de ahora?

Se lamentó por haberse atrevido a entrar a esa oficina al fondo a la derecha.

Se lamentó por volver a ver a Sam.

Ahora todo era un constante peligro.

¿Cómo no me di cuenta antes? O tal vez sí lo hice, pero no lo quería creer.

Llegó al edificio, entró a su departamento y se quedó ahí. Las hojas impresas estaban ocultas en su escritorio, para que Sally no pueda verlas.

Había llegado el momento de observar que había allí. No quería hacerlo, no se sentía capaz. Todo su mundo de colores se había tornado gris y oscuro.

Las sacó de su escondite. Y las tomó entre sus manos.

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