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12. Su luna

La mente de Moon estaba demostrándole cuán cruel podía ser. Sus pensamientos nublaban sus ideas. Sólo quería descansar, pero aún estando en su cama, con su pijama suave y cómodo, una noche maravillosamente estrellada, no podía conciliar el sueño.

Y eso era un problema, porque el insomnio no era característico de ella. Al contrario, lograr el sueño profundo, controlar sus sueños y demás, eso era Moon.

Pero todo lo cambió ella.

Por segunda vez. La primera fue cuando eran niñas, ahora todo era distinto. Esa amistad pasó a ser algo más.

Tomó su teléfono y se dirigió al chat de Samantha.

Recordó que probablemente ella estaba con su novio en un bonito restaurante lujoso con música suave y diseño extravagante. Vio su foto y luego apagó la pantalla.

Suspiró. Esa iba a ser una noche larga.




El día comenzó. Moon estaba en alerta siempre, en caso de que otra vez se le acercaran con malas intenciones. Odiaba vivir así. Odiaba estar metida en ese lío.

Se juntó con Jack después de la última clase. Él la llevó a su casa para que pudieran conversar tranquilos. Estaba muy apenado por todo lo sucedido aún, pero dijo que eso lo había ayudado a dar el paso. Hasta se había atrevido a contárselo a sus padres. Algunos de sus familiares aún decían cosas hirientes hacia su persona, pero él estaba orgulloso de ser quién era, y eso, absolutamente nadie, puede arruinarlo.

Moon se mostró molesta. Ambos estaban en ese lío pero ella tocó la peor parte, a pesar de haber estado de acuerdo en ese plan.

Le terminó contando todo lo sucedido a Jack, quién la miró apenado.

—Esas chicas... ¿Qué se creen? ¿En serio que estás bien? Voy a intentar no dejarte sola nunca en esos pasillos del diablo —comentó sin intentar ocultar su rabia—. Y Sam... Qué valiente. Yo si las shippeo a ustedes dos.

—Jack... Creo que no debemos ocultar lo que somos. —Concluyó Moon, finalmente.

—Entonces, querida... Deberías permitirte soñar.

—Le dices eso a una soñadora profesional. —Rio Moon.

Aquel le preguntó a que se refería y esa pregunta hizo que la conversación se tornara más profunda. Moon le comentó sobre los sueños que tenía, como había conseguido la habilidad de tener sueños lúcidos, el control en ellos, imaginar situaciones, escenarios, o simplemente dejarse llevar.

Pasaron gran parte de la tarde hablando de los sueños. Era el tema favorito de Moon y no lo sabía.

Pero si sabía que amaba soñar. En sus sueños podía ser ella misma, sin ocultar nada. Nadando en la inconsciencia siendo consciente. O a veces siendo inconsciente nadando en la conciencia.

Acompañó a Jack a la casa de un amigo, donde habían organizado una reunión. Una persona enrrolló marihuana en un papel y Moon lo vio con fascinación. La habilidad en sus manos era increíble, definitivamente notoria y exquisitamente veloz. Lo compartió junto a ella y unas dos personas más que estaban en ese lugar.

La mujer que le hablaba a Moon era hermosa, con unos labios extravagantes que se perdía en ellos mientras le hablaba. Su cabello despeinado y rizado era salvaje y apasionado. Moon mantenía una plática con ella, porque le encantaba su vibra.

—Jack me habló de ti. —Comentó ella, con su voz melodiosa—. Hizo que quisiera conocerte.

—¿De veras? ¿Tanto te mintió?

Ambas rieron.

—Me contó que controlas tus sueños —dijo, pasándole el humo restante que había fumado por su rostro—. Eres muy interesante.

Moon la observó. Era una mujer realmente hermosa. Todo el ambiente le parecía hermoso. Jack no paraba de reír con un chico que estaba al lado, y Moon comenzó a hacer lo mismo, a lo que la chica bonita también quiso hacerlo y finalmente todos estaban riendo como locos. Y Moon pensó que se necesitaba locura para ser feliz.

La locura todo lo cura. Había leído por ahí, y esa frase le había hecho sentido.

—Eres tan hermosa que quiero besarte —murmuró Moon, mirándola.

Ella no le respondió. Solo se acercó y unió sus labios junto con los de ella. Le acarició su mentón mientras lo hacía, y la atraía a su cuerpo para que pudiera posar sus manos donde ella quisiera. Moon sentía que estaba en un sueño. Por primera vez besaba a una mujer. Tocaba a una mujer. La acariciaba. Y era mutuo.

Pero no era Sam.

Se alejó un poco de ella, odiando sus pensamientos que la habían hecho detenerse. Le sonrió tímidamente. Aquella la miraba como diciendo: “¿Por qué te detienes?”

Moon se había levantado de su sitio, excusándose que tenía que irse. Se despidió de todos y se fue.

Llegó a su departamento. Todavía no se le iba el efecto depresor del sistema nervioso por lo que aprovechó de dormir. Se acostó desnuda en su cama. Comenzó a imaginar los labios de aquella chica y cerró los ojos. Pasó su dedo por sus labios y sintió la suavidad y textura.

Luego dejó de pensar en ella. Solo pensó en esa exquisita sensación de estar desnuda en la suavidad se las sabanas. Se removió con gusto, aún con los ojos cerrados, y prontamente se quedó dormida.






Despertó sin saber qué hora, día o año era. Vio su ventana. Estaba atardeciendo maravillosamente. Se quedó contemplando ese hermoso cielo de colores otoñales un momento, hasta que el hambre interrumpió y la obligó a moverse de la cama.

Se puso su bata negra y se dirigió al baño para lavarse el rostro y así despertar completamente. Se encargó de sus necesidades básicas y una vez lista, se dirigió a la cocina para prepararse algo.

—Hola, dormilona. —Saludó Sally, quién estaba en la sala de estar tomando té con una a compañante.

—¡¿Sam?! —Moon abrió un poco más los ojos—. ¿Qué haces aquí?

Se rio nerviosamente. Y luego intentó actuar natural, pero era una tarea bastante laboriosa, debido a que estaba desnuda, sólo tapada con una bata.

Sam la saludó débilmente, ofreciéndole una sonrisa.

—¿Y a mí no me saludas? ¿Qué, ya no me quieres? —Sally se hizo la ofendida.

—A ti te amo —aseguró Moon, riendo—. Prepararé algo para comer, ¿quieren algo en específico?

—No hagas nada. Pedí pizza.

—Gracias, Sally. Realmente te amo.

Ambas rieron.

—Bueno, yo las dejo solas. Adiós. —Comentó Sally.

—¿Qué? Pero, ¿y la pizza? —Moon buscó ayuda en su amiga. No quería estar a solas con Samantha.

—No me gusta. Pedí porque sé que ibas a tener hambre después de pasar la tarde con los amigos drogadictos de Jack. En fin, Sam te estaba buscando pero no quiso que te despertara. Ella dijo que amas soñar. Así que la invité a pasar de todos modos mientras te esperábamos. Ahora me voy a dormir yo, solo... No hagan tanto ruido.

Sally murmuró lo último, con un tono de picardía.

—Sally, cállate.

—Buenas noches, Sally —dijo Sam—. Duerme bien.

¿Y por qué tan de amigas? Pensó Moon.

—Buenas noches, novia de mi novia.

Dios, por favor. Haz que se calle.

La pizza había llegado, lo que hizo muy feliz al estómago de Moon.

—Iré yo, tú estás desnuda —comentó Sam, mirándola directamente a los ojos, logrando hacer que sus mejillas se tornaran aún más rojas de lo que ya estaban.

Recibió la pizza ya pagada por Sally, y cerró la puerta. Moon aprovechó de ir a su cuarto y ponerse ropa interior, más un pijama.

—No era necesario que te pongas ropa. —Dijo Sam, con la pizza en sus manos, mirándola burlonamente, como sabiendo lo que provocaba en su amiga.

Mientras habían preparado todo para comer, Moon aún no sabía porqué Samantha estaba aquí, luego recordó que habían quedado en juntarse. Pero no sabía con exactitud qué era lo que quería hablar Sam.

—Tengo unas cervezas. ¿Te apetece un poco?

—Claro.

Moon sintió que algo no estaba bien. Intentaba lucir alegre, pero con mucha dificultad y por lo tanto, era en vano. Reflejaba su verdadero estado de ánimo.

—Está muy rica —comentó Sam, al probar el primer bocado.

—Sam, ¿qué sucede?

Aquella comió un pedazo más grande que el anterior al haber escuchado esa pregunta, provocando un silencio necesario para que pudiera pensar en qué contestar.

Tomó un sorbo de cerveza.

—Carter me pidió matrimonio.

Moon no contestó.

Quiso pensar que era una mentira. Un chiste de mal gusto. Pero era la realidad. Esa realidad que nunca experimentaba en sus apreciados sueños en donde ella tenía el control.

Pero la realidad es diferente. Dolorosa. Nos hace pensar que queremos perdernos en los sueños, porque de esa manera, somos personas libres y felices.

—Eso es... Fabuloso. Felicidades.

—Lo rechacé, Moon. Le dije que no quería casarme con él.

Comenzaron a desprender lágrimas de sus ojos. Moon quiso consolarla pero realmente no sabía que hacer. Solo vio cómo lloraba, acercándose a ella y abrazándola.

—¿No te sientes lista para casarte? Eso es completamente válido y si él tiene madurez lo va a comprender. Tranquila. Todo estará bien.

—No, Moon. No lo rechacé por eso. —Ella la miró a los ojos.

Moon no comprendía nada.

—¿Entonces es porque ya no lo amas?

—¡No! Claro que lo amo. Él es la persona que estuvo a mi lado siempre. Cuando mis padres murieron en ese maldito accidente creí que me iba a morir yo también. No podía aguantar ese dolor, Moon. No podía. Pero entonces él me sostuvo y estuvo ahí para mí, aún que yo era una mierda con él, Moon. Me volví insoportable con todos porque odiaba a todos y a todo. No entendía porqué el universo me había arrebatado lo más preciado para mí. Me aislé de la gente en todo sentido y... Él me ayudó a salir de eso, y yo ahora lo lastimé, Moon. Lo lastimé como nunca debes lastimar a nadie.

Moon solo la escuchaba, comprendiendo que ella no quería un consejo. Lo único que quería era que alguien estuviera ahí para ella.

La tenía en sus brazos, mientras ella ya había dejado de hablar. Ahora sólo estaban las dos y el silencio. Sam se aferró a Moon como si fuera su Luna, que le daba una solemne paz interior, y le daba brillo a su desamparada y triste noche.

—Tienes todo mi apoyo siempre, Sam. Siempre estaré ahí para ti.

Sam la miró un momento. Su mirada era tan intensa que la obligó a mirarla. Ambas quedaron así un momento, contemplándose la una a la otra.

Y entonces, en un sigiloso y ágil movimiento, Sam la besó.

Esto tomó por sorpresa a Moon. Pero sólo cerró sus ojos, siguiéndole el beso, dejándose llevar por su lengua. Se apegó a ella, y le llevó un mechón de su cabello por detrás de la oreja. Comenzó a sentir que su respiración se agitaba cada vez más.

De pronto, Sam fue más salvaje, intensa. La besó con más fuerza y rapidez. Moon dejó escapar un gemido por su contacto. Samantha le acariciaba el cabello, mientras disfrutaba de sus labios. Pero entonces, se detuvo.

Se separó al instante.

—Sam...

—No, Moon. Yo... Perdóname. Ya me voy.

—Sam, espera.

Aquella se levantó rápidamente. No miró hacia atrás. Moon seguía llamándola, pero aquella solo se disculpaba y hasta que finalmente se fue, dejándola aturdida, dolida y confundida. Moon terminó de comerse la pizza, y bebió las dos cervezas, mientras intentaba no llorar.

Comprendió que Samantha se encontraba en un estado vulnerable. Y sintió asco al pensar que probablemente se había aprovechado de eso. Entonces comenzó a llorar, negando. No podía entender cómo había pasado todo eso, y porqué tuvo que pasar.

Sabía que Samantha estaba avergonzada. Y además, había rechazado la propuesta de matrimonio de su novio. Ahora tenía dos problemas en qué pensar.

Culpa.

Culpa era lo que más sentía en ese agrio momento de desespero. Lavó todo lo que ocupó para comer y luego se fue a su cuarto. Necesitaba pensar. No. Necesitaba dejar de pensar.

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