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11. Constelación

Moon llegó a su departamento temporal muy cansada, pero permitiéndose sentir un poco de felicidad debido a que su madre no la rechazó, al contrario, la apoyó con respecto a su orientación.

Hablaron solo un poco. Moon le dijo que no se sentía cómoda aún.

Apenas entró, Sally llegó a su lado.

—Cuéntame todo acerca de tu fin de semana con Sam.

—Fue una mierda. Ya no somos amigas. No quiero hablar de eso.

Sally la miró un rato, en silencio y comprensión. Le habló de otras cosas para distraerla, cosa que su amiga agradeció.

Habían comenzado las primeras clases. Rose se sentó al lado de Moon y comenzó a hablarle acerca de la fiesta. La pelinegra estaba exhausta mentalmente, sólo asentía a algunos de sus comentarios, y en otros reía débilmente.

Las acompañó a la cafetería. Jack estaba con ellas. Todos conversaban sobre cosas superficiales. Moon sentía que le dolía la cabeza. Apareció Sally con un chico y también se sentó junto a ellos. Era un grupo grande y muy popular. Las personas los miraban, y entre aquellas, también habían malas miradas.

Y así comenzaron a ser sus días en Everest. Tan predecibles y aburridos. Había obtenido una reputación de que era una mala persona, pero la verdad, es que no estaba acostumbrada a esto, y se agotaba de la presión social.

Por fin era viernes y por supuesto, tuvo que rechazar muchas invitaciones. Estaba en su casa disfrutando por fin de la soledad, silencio y tranquilidad, mientras estaba revisando sus redes sociales.

Samantha se había creado una cuenta.

Sintió que no debía, pero comenzó a revisar su perfil. La extrañaba demasiado, pero odiaba extrañarla. Quería poder despegarse de esos sentimientos, que lo único que hacían era hacer daño a ambas.

De todas formas comenzó a revisarlo. Debió crearse la cuenta hace unas horas, porque ya tenía muchos seguidores y ni siquiera había subido ninguna fotografía. En el perfil aparecía ella y su indistinguible cabello rubio.

Comenzó a revisar el perfil de personas que Samantha seguía. Todos aparentaban una vida de lujos y mucho dinero.

Samantha había subido una historia.

Moon cerró sesión e ingresó a la cuenta que ocupó para ver las historias del novio de Sam. De esta manera, su identidad estaría a salvo. Solo así, entró a ver la historia de Sam. Era una hermosa selfie en el gimnasio. Su piel estaba algo sudada y sus pómulos enrojecidos. Su cabello tan hermoso y despeinado dejándolo caer en una coleta. Llevaba buzo y un peto plomo, que le dejaba ver su abdomen trabajado.

Moon salió de la historia y de la cuenta que había creado para stalkear.

Decidió arreglarse y salir con Sally y Jack a cualquier parte, con tal de despejarse.

Aquel las llevó a un bar. Se divirtieron, bebieron mucho. Y luego fueron a la fiesta de alguien, invitadas por Jack. Moon se sentía muy mareada.

Bailaron un poco, mientras la noche caía divertida. El tiempo parecía pasar lento. Moon estaba decidida a divertirse y olvidarse de todo lo sucedido hace unos días. Había ido a pedir unos tragos y luego bailó junto a las personas que estaban en el pasillo oscuro de la casa.

Luego vio a su novio besando a un desconocido.

Huyó de ahí. Se dirigió al patio para hacer como si nada hubiese pasado. El lugar estaba oscuro, nadie podría verlo. Su reputación estaba en juego. Le envió un mensaje a Jack para que sea más precavido. Luego siguió con la fiesta.

Le dolía la cabeza. Estuvo un tiempo más y luego se fue con Sally.

Los otros días fueron horribles. Le habían sacado una foto a Jack besando a un hombre y la publicaron. En cuestión de minutos esa foto se había vuelto viral entre las personas de Everest.

Habían algunos comentarios horribles hacia Jack, la mayoría no eran homófobos, si no, personas comentando lo asquerosa que era la infidelidad. Prácticamente, esas personas no se equivocaban. Jack estaba con Moon, aún que sea mentira, los demás no lo sabían, y estaban muy decepcionados de él.

Algunas personas le hablaban a Moon para demostrarle su apoyo, y que merecía algo mejor.

Moon no sabía qué decir ni qué hacer. Se sentía mal por su amigo, quién tuvo que poner su cuenta privada y bloquear la acción de realizar comentarios. Ella le había dicho que sea precavido, pero aún así, la mala suerte ganó.

Algunos chicos se le acercaban con intenciones ocultas, sabiendo que ahora estaba soltera.

Estaba exhausta.

Habían pasado dos semanas más, repleta de exámenes. Las cosas iban mejor con Jack. Se mostraba tal cual era, asistía a bares gays y poco a poco habían dejado de hablar de eso.

Todo parecía marchar bien, a excepción del tema con Rose, quién al principio le había mostrado todo su apoyo, comentando que Jack era un idiota, y luego, dejó de invitarla a fiestas y sacarse selfies con la "reemplazada" por un hombre.

Uno de esos días, Moon caminaba sola por el campus, para llegar al estacionamiento, donde la esperaba su amiga Sally y así irse juntas. Iba pensando en algunas materias, distraída del mundo exterior. Pero ese mundo exterior hizo notar su presencia de la forma menos amena posible. Unas chicas que la habían saludado simulando amabilidad comenzaron a decirle cosas hirientes.

“Jack nunca te quiso. Solo te utilizó para salvar su reputación. ”

Cuidar su orientación, más bien. Y yo estaba consciente de ello, porque también cuidaba la mía. Pensó Moon, pero no lo dijo.

“Eres una maldita puta, lo sabías todo, te excitaba acostarte con dos hombres a la vez y por eso fingían un trato romántico.”

“¡Asquerosa!”

“¡Sucia!”

“Respétate.”

Moon se sentía inútil por no defenderse. Solo quería irse luego de ahí para no ser vista. Apresuró el paso intentando demostrar que no le importaban esas actitudes tan poco humanas hacia su persona, pero una de ellas le impidió el paso, agarrando su cabello negro con fuerza, y arrastrándola hacia ella, riendo.

Una de las chicas sacó su teléfono.

Perfecto, lo grabarán todo y habrá otra noticia de qué hablar en internet.

Moon intentó ocultar sus lágrimas, con un pésimo resultado apesar de haberse esforzado. Vio a Rose a lo lejos, sus miradas se toparon. Pero ella solo bajó la suya, y continuó su camino, junto a las demás.

Escuchó un golpe de algo rompiéndose. Vio al suelo y era el teléfono de la chica que había perdido el video que estaba filmando y todo lo demás.

—¡Estúpida zorra! ¡¿Qué carajos?! ¡Esto no es contigo!

—Pues ahora es conmigo, y ya saben todas de lo que soy capaz. —Murmuró Samantha, muy cerca de la chica. Era un susurro que las hizo callar a todas. Luego se dirigió frenéticamente hacia la chica que jalaba del cabello a Moon—. Suéltala.

—Suéltala ya y vámonos —comentó una de sus amigas, con voz quebradiza, logrando resaltar su nerviosismo.

—Ya veo que entre zorras se defienden, ¿he? —exclamó, agitada.

La chica se escondió detrás de Moon, sin dejar de jalarle el cabello con brusquedad. Moon amortiguaba el dolor sujetando la muñeca de su contrincante.

—No voy a repetir la orden. —Samantha tenía una mirada diferente, oscura. Moon no podía reconocerla. Es como si fuera otra persona, o ente, usando su cuerpo. La ira que irradiaba en esos ojos verdes, que ahora lucían opacos, era absoluta. Pero la controlaba sin esforzarse demasiado.

La chica no quiso ceder, apesar de que sudaba y temblaba. Sus amigas se habían ido hacia atrás, pero seguían ahí, incentivándola a que se apartara.

Samantha fue rápida. Torsió la mano que tomaba el cabello de Moon, haciendo que la chica chillara y soltara a la pelinegra. Con un golpe limpio en el rostro dejó caer a la abusiva. Y cuando la vio en el suelo, miró a Moon.

—Ven conmigo. —La tomó de la mano y salieron huyendo de ahí.

—¡Maldita zorra idiota! ¡Me las vas a pagar! ¡No eres nada sin tu mafia de imbéciles! —Gritaba la chica en el suelo.

Pero Samantha caminaba muy rápido, todo lo que sus piernas largas le permitían. Moon en cambio luchaba contra no tropezarse. Y los gritos cesaron. Ya estaban muy lejos. Moon miraba perdidamente a Samantha, quién la llevaba tomada de la mano, de forma rápida, hacia algún lugar, que no sea este.

A veces miraba ligeramente hacia atrás, para toparse con la mirada de Moon, y cerciorarse de que estaba bien.

Le ayudó a entrar en su auto, y cuando ya ambas estaban dentro, encendió el motor, con la misma frenesí. Solo se escuchaba el ruído de sus respiraciones, mientras Samantha la llevaba a algún lugar en su auto. Moon no preguntó, no protestó, simplemente no decía nada. No lograba procesar lo que pasó, lo que estaba pasando y lo que iba a pasar.

Solo podía procesar que estaba con ella. Su mirada concentrada al frente. Moon entonces se percató de que llevaba mucho tiempo mirándola, y que probablemente ella lo sabía también, porque rompió el silencio, diciendo:

—Quería sacarte de ahí lo más rápido posible. ¿Donde quieres ir? Solo quiero que estés cómoda.

Moon lo pensó un momento. Solo quería estar en un lugar donde poder llorar tranquila. No podía ser en su departamento porque no quería preocupar a Sally, quién tenía suficiente preocupación con dos materias que estaba reprobando. Tampoco quería ir con Jack porque no quería hacerlo sentir aún más mal de lo que ya estaba con su salida forzada de clóset. Y mucho menos con Rose y las demás, quiénes la habían dejado sola en esa situación.

La única que había estado allí fue Samantha. La mujer que tanto quería alejar.

—Llévame a tu casa, por favor. No le digas a Sally lo ocurrido.

—Está bien, Moon. No pasa nada, tranquila. Todo está bien.

Moon le avisó por mensaje a Sally que se quedaría un rato a estudiar. Que la disculpara por no decirle antes y hacerla esperar.

El trayecto a casa de Sam fue silencioso. En cuanto llegaron, Sam la guió hacia dentro. Era una casa muy bonita, blanca y con un jardín espacioso. Pero no se fijó mucho en los detalles, tenía mucho que pensar, que sus pensamientos nublaban su realidad.

En cuanto estuvieron dentro, Sam le preguntó si estaba bien, aún que sabía la respuesta.

Moon asintió. Samantha la envolvió en sus brazos, apretándola contra su cuerpo. Moon lloró, acercándose aún más a ella, lamentándose. Samantha la calmaba, acariciando sus cabellos con suavidad y ternura.

Subieron las escaleras que daban al segundo piso, y Sam acomodó su cama para la pelinegra.

—Descansa, Moon. Al menos a mí, eso siempre me hace sentir mejor.

Moon no dijo nada, solo obedecía. Se quitó los zapatos y se adentró a la cama. Sam la tapó y se alejó lentamente para dejarla dormir. Se dirigió a su ventana para cerrar las cortinas, logrando oscuridad.

—Sam...

—¿Sí, linda?

—Por favor, quédate a mi lado.

—Por supuesto, Moon. —Se desprendió de sus zapatos, recostándose al lado de su amiga, abrazándola y apegándose a su cuerpo.

Moon sintió su calor, y comprendió que lo que menos quería era alejarse de ella. No le importaba si eso era lo correcto. Quería que estuvieran juntas. Y con esa idea en mente, se durmió con facilidad.

Muchas luces volaban de un lado a otro, realizando una constelación maravillosa. Samantha había aparecido en su nave espacial. Llevaba un traje blanco largo y brillante, igual que su cabello. Ese traje de una sola pieza se le pegaba al cuerpo y parecía una armadura moderna. Le extendió la mano, y Moon no dudó en tomarla. En cuánto lo hizo, ambas irradiaron luz, en una profunda conexión que las hizo ser parte de la constelación.

Despertó.

En su desorientación pudo observar que estaba durmiendo frente a frente con Samantha. Se alejó un poco, por inercia. Su corazón latía fuerte, en cambio Samantha, dormía plácidamente y su ritmo cardíaco parecía ser normal al igual que su respiración relajada.

Vio su rostro, hermoso como las constelaciones. Lucía tranquila y amaba verla así. Amaba ser parte de esa tranquilidad. Tocó con su dedo índice cerca de sus labios, haciendo una línea oblicua y quiso besarla. Luego se avergonzó de eso. Samantha se movió por reflejo, llevó sus dedos hacia el lugar donde había tocado Moon. Aquella pensó que iba a despertar, por lo que se hizo la dormida al instante.

Al contrario de despertarse completamente, Samantha estiró su cuerpo, emitiendo un gemido suave, dándose la vuelta y volviendo a dormir plácidamente.

Moon se acercó con timidez, y la abrazó. Pero instantáneamente se separó de ella, debido a que pensó que podría despertarse.

—¿Qué hora es, mi amor? —Preguntó Sam, tapándose la boca mientras bostezaba con los ojos cerrados aún.

Moon se sonrojó por cómo la había llamado.

Samantha se estiró, se acercó a ella, buscó su rostro y la besó, aún con los ojos cerrados. Fue un besó corto, sin ocupar su lengua. Pero aún así, Moon lo sintió como algo especial, único. Pensó en la idea de que aún seguía soñando, esto no podía pasar más que en sus sueños.

—¡Oh, Moon! Discúlpame. —Rio, avergonzada, tapándose los ojos—. Pensé que eras mi novio.

Y entonces lo supo con certeza, no estaba soñando. Esta era la realidad.

Moon se estiró, y con un sentimiento que le pesaba, se sentó en la cama.

—No pasa nada. Debo irme.

—Oye, no, en serio. Disculpa. No debí besarte. Disculpa si te incomodé. De verdad no estaba plenamente consciente aún. No te vayas así, Moon.

—Se nota que nunca antes habías besado a tus amigas. —Rio Moon, que tampoco había besado a una mujer nunca en su vida, pero queriendo aligerar el ambiente.

Samantha rio también, un poco nerviosa—. ¿Tienes hambre?

—No. Pero gracias por preocuparte. Debo irme, Sally debe estar preocupada.

—¿Sally es con quién te besas?

Moon intentó disimular su sorpresa. No esperaba que Samantha indagara aún más en ese tema.

—Ya olvídalo. —Rio nerviosamente.

—¿O es Rose la afortunada?

—¿Cuánto dormimos? —Dijo Moon, cambiando de tema.

Sam vio la hora en su teléfono—. Como cinco horas.

Moon vio las llamadas perdidas de Sally. Eran tres y muchos mensajes. La llamó enseguida, explicándole que se había quedado dormida en la biblioteca y que ya se dirigía hacia allá. La puerta principal se abrió, y se escucharon pasos que subían las escaleras.

—¿Carter, eres tú? —Preguntó Sam.

—Sí, mi amor. Ya llegué.

Abrió la puerta desabotonándose la camisa con una mirada coqueta, pero en cuánto vio a una mujer de pelo negro al lado de su rubia volvió rápidamente a abotonarse, con los pómulos enrojecidos.

Moon se volteó y quiso pedirle a Sally que la viniera a buscar pero no iba a ser posible porque supuestamente estaba en la biblioteca y no en la casa de Sam. Por lo que solo se despidió y colgó la llamada.

—Amor, ella es mi amiga Moon. Y Moon, él es...

—El amor de su vida —la interrumpió él, sonriendo—. Es un placer, Moon.

Samantha solo se rió nerviosamente y Moon intentó ocultar una mueca de disgusto.

Recordó que cuando niña siempre respondía eso con: “El placer es todo mío.” Porque lo había visto así en las películas, pero esta vez lo omitió con ganas. Y en cambio solo dijo seriamente que debía irse.

—Oh, si quieres te vamos a dejar —dijo él—, y Sam, después podríamos pasar a comer en algún restaurante. Tengo una noticia importante que decirte.

Él lucía muy alegre, y nervioso. Samantha lo miró, luego a Moon. Ambas se miraron sin saber qué expresión poner. Luego volvió a mirarlo a él.

—Claro. —Respondieron ambas.

Moon estuvo callada durante todo el trayecto. Odiaba a ese tipo y sus conversaciones superficiales sobre cómo le iba muy bien en la empresa de su padre y además, siendo docente en Everest. Pero luego pensó que quizá no lo odiaba a él, odiaba lo que era él de Sam. Odiaba que sea él quien la arrope y abrace por las noches, cuando está asustada. Odiaba que sea él quien reciba sus besos, caricias y demás. Odiaba que sea él quien la viera dormir y que sea él quien podía decirle “mi amor.”

—Es aquí, ¿verdad?

—Sí —dijo Moon—. Gracias a ambos. Adiós.

—Espera... —Sam salió del auto para dirigirse a ella. Moon la miró, un poco seria—. ¿Podemos vernos mañana? Aún no hemos hablado lo suficiente.

—Sam...

—Por favor. —Samantha parecía saber lo que Moon sentía. O por lo menos, eso creía Moon, que se sentía descubierta, y muy enojada. No con Sam, ni con Carter. Si no con ella misma, por permitir que esto pasara otra vez.

Pero se lo debía. Ella la había salvado. Y no merecía su desprecio.

—Está bien. Juntémonos mañana. Gracias por lo de hoy, recuerda que nadie debe saberlo.

—No te preocupes por eso. Adiós, Moon. Descansa.

Aquella se acercó para darle un beso de despedida en la mejilla, pero Moon ya se había volteado, alejándose de ella. La vio marcharse, y se preguntó por qué sentía ese vacío cuando sus conductas eran frías.









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