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Cap.7

¿Qué tal? Ya final de semana y vuestro regalo de siempre y que siempre os deja con cara de WTF jajajajaja

Este creo que os va a encantar, pero bueno, ya me vais contando, necesito que me digáis vuestras conspiraciones jeje.


Ahora sí, a leer mis criaturas ☆☆

Besos, abrazos y rosas de fuego;)


Después de comer, empezamos con las asignaturas que más le costaba entender porque el temario ya estaba avanzado.

Koen quería ser piloto, yo por otra parte estaba más interesada por lo audiovisual, la fotografía y todo ese mundo.

Koen y yo somos dos mundos opuestos, que por algún motivo, se han chocado y se ayudan para sobrevivir. Por eso creo que seremos mejores amigos.

Porque él es nuevo y no conoce a nadie.

Porque a mi no me interesa conocer a nadie, por lo menos no me interesaba hasta que conocí al chico de las frases y a Koen.

Koen es inteligente, aunque noto que se intenta hacer el tonto, quizás en su antiguo instituto ser inteligente era sinónimo de ser un empollón y al que le hacían pasar malos ratos. Para mi, ser inteligente es sinónimo de éxito futuro, así que espero que él logre ser piloto y un día estrelle el avión al enterarse de que alguien de su antiguo instituto está montado en el.

A veces soy tan bruta.

Es demasiado tímido, también demasiado respetuoso y lento. Koen es demasiado, no hay otra manera de definirlo.

Es demasiado lento al hacer las cosas, pero demasiado rápido para entenderlas.

Es demasiado guapo, pero demasiado tímido.

Es demasiado inteligente, pero demasiado tonto por no darse cuenta de que eso es bueno y no un defecto.

Koen es demasiado, desde el punto de vista positivo.

Yo soy demasiado, desde el punto de vista negativo.

Por eso somos diferentes, somos demasiado, pero cada uno en un extremo de la misma palabra.

~

Koen se fue hace mucho rato, es la una de la madrugada y todos en mi casa están dormidos.

Lo que voy a hacer no es nada nuevo, pero esta vez será más rápido el camino.

Voy a ir al cementerio. Con la carta, una linterna, la manta de antes y mi móvil.

Voy a ir a la nueva casa de mis abuelos.

Pero antes de nada tengo que decir como mi abuelo, quien estaba perfectamente cuando murió su mujer, murió a los dos días del funeral.

Mi abuelo amaba a mi abuela, fue un amor desde el principio correspondido o eso me han dicho siempre de pequeña y que me gustaría encontrar algún día. Ella murió porque estaba mal y él murió para estar con ella. Se suicidó.

El último recuerdo que me queda de mi abuela es el de una promesa que no he cumplido, al menos no todavía.

El último recuerdo que me queda de mi abuelo es de cuando me dio sus gafas de buceo y me dijo que las cuidara, que fueron las que le ayudaron a ganar las olimpiadas y las que le dieron el valor de pedirle matrimonio al amor de su vida.

Supongo que las personas normales pensarían en las cosas bonitas que vivieron con sus seres queridos cuando estos no están, pero yo solo pienso en si de verdad fueron felices, en cuando estaban mal y no lo demostraban porque Owen y yo éramos pequeños y de esas veces en aquel verano que fuimos al hospital para comprobar si todavía podían pisar la tierra aunque fuera un segundo más.

Ahora están debajo de lo que pisaron una vez, ahora estarán observando como no avanzó y me quedo estancada en hace diez años, estarán intentando ayudarme, como siempre, pero no puedo.

Mi abuelo tomó las pastillas de papá, las que usa para poder dormir porque sufre de insomnio. Así se fue, solo pido que se fuera en paz y sin dolor.

Salgo lentamente de mi habitación, intentando hacer el mínimo ruido. Cojo las llaves de la moto y las de casa, no sé a qué hora llegaré, a estas alturas no me importa, ya no me importa nada.

Saco la moto sin encenderla, que se note que el sonido viene de la calle y no del garaje. Me monto, siento la poca independencia que tengo y pienso en la que tendré cuando cumpla dieciocho. Pienso que me quiero ir, pero a la vez no, no puedo dejar aquí a mis abuelos, no sin saberlo todo, no sin cumplir mi promesa.

Tengo el casco en el maletero de la moto, pero no lo saco, quiero sentir el viento chocando contra mi cara. Y lo siento. Cuando aprieto el acelerador con sólo un movimiento de muñeca, siento todas las palabras, las mentiras, las verdades y es como música para mis oídos, es como un golpe contra mi cara, es igual de salado todo como mis lágrimas. El tacto de las luces de la calle que van pasando intermitentemente hacen que me replantee muchas cosas. Como la luz de cada uno que se puede llenar de oscuridad por culpa de otra persona o cosa que te pase. Como la oscuridad se puede llenar de luz. Como el yin y el yang.

¿Quién soy yo? ¿Quién es mi otra mitad? ¿Porque siempre que estoy sola pienso tanto? No lo sé, mi abuela era la que tenía respuestas para este tipo de cosas.

Cuando llego al cementerio le veo.

-¿Otra vez tú, Courtney?

-Necesito verla, Marlon.

-Bueno, sabes que te dejaré pasar, conocí a tu madre en el instituto y tu abuela siempre me trató bien.

-Lo sé, por favor...

-No se lo contaré a tus padres.

-Gracias.

-Ven anda- me acerco y le abrazo, algo que he necesitado y no he conseguido hasta ahora.

Marlon es guardia civil, pero últimamente han habido bastantes casos de violencia en el cementerio y tiene que estar aquí los turnos de noche, para vigilar. Es amigo de mi madre desde el instituto y cuando conoció a mi padre también se hicieron íntimos. Recuerdo las cenas de Navidad con los abuelos, como contaban anécdotas de mi madre y Marlon y como mi abuela le había ayudado en bastantes ocasiones. Así era ella, así de buena.

Cuando me hice más mayor y mi abuela ya no estaba, el único en quien podía confiar era en Marlon, aunque tuviera casi treinta años más que yo. Sabía que cualquier cosa que le contara no lo sabrían mis padres. Y desde que vigila el cementerio no tengo que hacer el esfuerzo de colarme y saltar la gran verja, tan solo esperar a que abra.

-¿Estás bien?- me dice.

-Mucho mejor.

-Venga, entra antes de que alguien de mi equipo te vea.

-Hasta luego- le digo y corro entre las tumbas hasta llegar a la de mis abuelos.

Cuando llego, extiendo la manta y dejo la linterna en el suelo, señalando la tumba de mi abuela.

Una de las últimas palabras escritas en el testamento de mi abuela fue que quería ser enterrada justo al lado de su mejor amiga.

Sophia Acosta, según las historias que me contaban de pequeña, fue una guerrera que luchó y luchó, no por ella, lo hizo por los demás. El nombre de mi madre es en honor a ella, ya que nunca pudo tener hijos, esto último me lo contó mamá entre lágrimas al ver la tumba de su tía, porque sí, entre mejores amigas, Emma y Sophia eran las tías de mi madre. Aunque mi abuela siempre mencionaba a una tercera, una tal Ivy con la que perdió contacto por circunstancias de la vida, pero que siempre recordaba como la mujer más sabia en sus tiempos de universidad, además de otro chico.

Mi abuela solía decirme que yo tenía la misma hiperactividad y curiosidad que Sophia, siempre la recordaba con una gran sonrisa.

-Hola, abuela- dije con un susurro- hola, abuelo- la garganta empezaba a picar- hola, Sophia.

Espero unos segundos, como si esperara que me respondan, aunque sé de sobra que nunca va a pasar, pero siempre pienso que me mandan una señal. Eso tampoco ocurre nunca.

-Esta vez no he podido traeros flores, pero prometo que cuando tenga tiempo, vendré de día y os dejaré un ramo a cada uno- digo en voz alta, las lágrimas caen por mis mejillas lentamente y queman tanto como el fuego, pero mi voz es firme en cada palabra que sale por mi boca- bueno, he hecho un amigo, el único por el momento, se llama Koen y es bastante majo conmigo, espero no estropearlo.

Hago una pausa, sé que tengo que decir lo que voy a decir, pero me duele admitirlo y mucho más delante de donde mi abuela reposa ya eternamente.

-Abuela- mi voz se rompe y no veo por culpa de las lágrimas- no he abierto tu carta- me agarro a la hierba que hay fuera del espacio que ocupa mi manta- tampoco he leído vuestro diario- agarro con más fuerza- lo siento, lo siento mucho, pero no puedo, no puedo seguir así, os echo demasiado de menos, ¿qué puedo hacer para que pare el dolor? ¿Qué puedo hacer después de diez años así? Abuela, te dejé ahí, en esa camilla, me fui- arranco la hierba que tenía sujeta en mis puños y la lanzo a los lados- abuela, por mi culpa mi abuelo tampoco está, por mi culpa mamá y papá están preocupados, por mi culpa Owen se puso enfermo...

Siento que no puedo hablar más porque la garganta está llena de pinchos, pinchos que hacen daño.

Noto una mano en mi hombro, no me asusto, ¿es la señal que llevo tanto tiempo esperando de mis abuelos? Me limito a llorar frente a sus tumbas y no hago caso del repentino peso en mi hombro derecho y el frío que transmite a través de la chaqueta vaquera, si no es mi abuela o mi abuelo, es Marlon.

-¿Estás bien?- cuando oigo esa pregunta tiemblo y dejo de llorar, dejo de respirar.

Me giro lentamente y me encuentro con unos ojos tan oscuros como la oscuridad, están protegidos por unas gafas de montura negra y redondeadas. Su pelo castaño está descolocado por el viento y noto tristeza en cada ángulo de su cara, está tan quieto que temo que al girarme se haya convertido en estatua, como si yo fuera medusa. Viste de negro y parece el príncipe del infierno.

-¿Quién eres y cómo has podido entrar?- Le digo, mi voz sigue temblorosa y aparto su mano tan fuerte como mi fuerza me permite.

-Te podría preguntar lo mismo- se sienta a mi lado, usando lo que quedaba de espacio en mi manta naranja.

-No te he dicho que te puedas sentar.

-Lo he dado por hecho cuando has parado de llorar y no parabas de mirarme- me dice y me quedo un poco en shock, ¿qué coño se cree?- me llamo Jack, por cierto, Jack Kaiser, pero llámame solo Jack.

-Hablas demasiado en el momento donde quiero que todo esté en silencio.

-Vale, pues estaremos callados.

-También quiero estar sola.

-Ya, pero esto es un sitio público y puedo estar donde me dé la gana.

-Es público de día, no de noche.

-Entonces, ¿qué haces aquí? Si no es público ahora, es ilegal estar aquí, ¿es que la niña es una rebelde con chaqueta de cuero negra?

-Eres idiota- digo enfadada, limpiando bruscamente las lágrimas que han quedado en mi cara. Cuando le voy a responder, oigo otra voz, esta vez la reconozco, es Marlon.

-¿Quién anda ahí?- dice el policía apuntando con la linterna a todos lados.

-Joder, me tengo que ir desconocida, un placer conocerte- cuando se levanta, hace una reverencia y corre todo lo rápido que sus piernas le permiten.

¿Qué coño acaba de pasar?

-Courtney, ¿había alguien contigo?- me pregunta Marlon cuando me encuentra sentada en el suelo.

-No- miento, aunque tampoco tengo la necesidad de hacerlo, no conozco a ese chico de nada.

-Será mejor que te vayas, lo siento, de verdad, pero creo que no es seguro que esta noche estés aquí dentro tú sola- me dice y cojo mis cosas.

Mientras salimos, dejamos atrás a mis abuelos y a Sophia.

-Os quiero- susurro y una nueva lágrima cae.

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