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Cap.5

10 AÑOS DESPUÉS...

-¡Courtney!

-Ya vi los mensajes, dices que estoy loca, tienes razón...

-¡Courtney!

-Es la última vez que tú me vas a ver...

La puerta de mi cuarto se abre de un portazo, haciendo que de un salto y me quite de un golpe los cascos.

-¡Mamá, te dije que llames!- le reprocho a mi madre.

-Llevo llamándote cinco minutos como poco, ¿tienes ropa para lavar? Voy a poner una lavadora.

-¿A las diez de la noche?

-Si, es más barato y como es sábado y tu siempre te estás acostando tarde, tú la tenderás.

-Pero...

-No, nada de peros, nunca haces tareas de casa, hasta tu hermano hace más cosas que tú.

-Owen no estudia, yo sí.

-Owen aprueba sin estudiar.

-Yo en sexto de primaria también aprobaba todo sin estudiar, ahora voy a cuarto y lo necesito.

-Pues ahora no estabas estudiando.

Mierda.

-Descansaba.

-Ajam, ¿qué escuchabas?

Aparté la mirada de la de mi madre, hacía diez años que murió mi abuela y la culpa todavía me carcomía, si no me hubiera ido ella seguramente se hubiera sometido a tratamientos y seguiría aquí, con nosotros, conmigo.

-Courtney- llama mi madre.

-Angel22- dije egragando lo siguienge- sí y ahora quiero estar sola.

-¿No has vuelto a leer...?

-No, mamá.

-Se lo prometiste y ¿la carta?

-¿La carta?- la miré confundida, no sabía que mi abuela hubiera dejado una carta.

-Nos dejó una carta a todos.

-¿Se suici...?

-Lo hizo para no sufrir más, peque- dijo aún con el cesto de la ropa en las manos.

-Mamá, no me gusta que me digas eso.

-Has cambiado mucho desde que se fue.

-No he sido la única, todos hemos cambiado, la vida ha cambiado.

-No todo es de color negro.

-Bueno, quizá yo vivo en el color gris, mamá, que más os da, desde la charla en el instituto sobre el suicidio estáis todo el rato espiando cada cosa que hago.

-Porque estás rara.

-Soy rara y eso, que yo sepa, no es ningún problema.

-Nunca sales, no tienes amigos, no...

-No necesito amigos, además, todos en el instituto tienen una careta llena de falsedad e hipocresía.

-Bueno... yo solo digo que no me gusta que estés encerrada todo el día...

-Cuando cumpla dieciocho saldré y ahora, ¿dónde está esa carta?

Un suspiro salió por la boca de mi madre, salió por la puerta, la cual cerró tras de ella, volviendo a dejarme sola en mi habitación, supongo que ha ido a por la carta.

Al cabo de cinco minutos mi puerta se volvió a abrir.

-Toma, esta es la carta.

-Mamá- le dije después de coger la carta.

-Dime.

-Intentaré salir más, pero sólo con vosotros, no me obligues a hacer amigos que no necesito.

-Me sirve.

-Y...

-Yo también te quiero, Courtney- se acerca a mi cama y me da un pequeño abrazo, uno rápido, sabe que no soy de mostrar afecto, al menos no de esta forma.

-Hasta mañana- le digo.

-En cuanto termine la lavadora la tiendes y derecha a tu cama, mañana saldremos a comer los cuatro y...

-Nada de ir de negro- me sonríe, sé que le gusta eso de que nos terminemos las frases.

-Hasta mañana.

La primera lágrimas sale en cuanto la puerta se cierra y vuelvo a estar en soledad.

Ya no me apetece escuchar música, al menos no esa.

Me acerco a mi escritorio y enciendo la pequeña lámpara que tengo sobre este, me quedo observando el sobre que me ha dado mi madre. Diez años desde que mi abuela lo escribió y ahora me entero de su existencia.

La echo tanto de menos...

Aún recuerdo la tradición de ir cada verano a la casa de los abuelos, la gran cantidad de comida que siempre había en la mesa a la hora de comer y que también servía para la hora de cenar, las tardes en la piscina mientras que ella rellenaba sudokus y mi abuelo jugaba con nosotros en el agua, los vestidos que me hizo que me servirán toda la vida porque los hizo pensando en mí futuro, mis primeras gafas de buceo.

No estoy preparada, aún no, para leer esta carta, sé que me va a doler, porque tampoco he cumplido mi promesa, la última que le hice antes de irme a esa estúpida cafetería.

Leer su diario.

Cuando se fue y yo aún era pequeña, mamá me dijo que estaba diseñando algo para mí, pero a medida que pasaban los años y no volvíamos a la casa de los abuelos, me di cuenta de la mentira que me contaron. Me di cuenta dos años después.

Y desde ahí, me convertí en la Courtney que soy ahora.

Mis amigas de entonces ya no lo son ahora, porque soy callada y no me gustan los cotilleos.

Los chicos no se fijan en mí, cosa que tampoco la veo de mucha importancia.

Owen y yo nos distanciamos.

Mamá, papá y yo nos distanciamos.

Todos hemos cambiado y quizás a mi se me nota más sólo porque no actúo como si nada hubiera cambiado.

Mi abuela me enseñó tanto...

Me enseñó a escribir, a coser, a saber de buena música.

Aún recuerdo cuando poníamos Angel22 en la televisión y hacíamos karaoke con el mando.

Pero todo se quedó en eso, en un recuerdo, un recuerdo amargo de la persona más dulce.

~

Son las tres de la madrugada, sigo sin poder dormir y mañana tengo clase. La carta de mi abuela sigue en el mismo sitio que la dejé el sábado, encima de mi escritorio esperando ser abierta.

Tengo mil pensamientos en la mente que ni siquiera puedo distinguir alguno, hace una hora quise escuchar música, no pude, después me dispuse a leer un poco, tampoco pude y ahora, mirando el techo, se me ha ocurrido la idea de abrir Instagram.

La verdad es que yo no soy como esa personas que solo ven Instagram, porque no la uso, pero me la descargué mucho tiempo atrás por un motivo que se ha ido de mi cabeza más rápido que el recuerdo de que comí ayer.

Cuando me meto, lo primero que veo son miles de notificaciones de famosos que seguía, también de alguna chica de mi instituto pidiendo que la siga para que su número de seguidores suba, entre otras más.

Después de ver toda la oleada de mensajes que mencioné anteriormente, le doy a las recomendaciones que te hace directamente la aplicación y en la segunda historia me paro más de lo que me paro con otras.

"El olvido es la única venganza y el único perdón"- Jorge Luis Borges.

Cuando leo esa frase, me fijo inmediatamente en el perfil que a subido esto y me doy cuenta de que está lleno de más frases, la que más me gusta es la sexta que veo:

"Y luego entendí que le daba igual tenerme o no"- la he hecho yo.

Tenía mucha razón esa frase y la marqué como favorita.

Los ojos se me empiezan a cerrar y abrir en intermitente, el sueño se está haciendo presente, pero las ganas de dormir aún no aparecen en mi mente.

Me voy a la última publicación y me doy cuenta de que no es una frase, es un muchacho de espaldas, el pelo cortado de forma degradada y tiene un aro en una de sus orejas. La foto está tomada enfrente de una puerta de garaje, seguramente de su casa. En la descripción tan solo pone "Chico nuevo en un lugar muerto". Siento que la descripción hace que se mueva algo en mi alma e instintivamente le doy a me gusta.

Vamos a dormir ya, tenemos clase mañana.

Las putas clases...

Cálmate.

Si al menos tuviera a alguien con quien sentarme o algo.

Nunca socializas.

¿Le escribo?

¿Al de las frases?

Un hola y ya está, no creo que responda, pero si lo hace quizás me entienda.

Por intentar las cosas no se muere nadie sino las esperanzas si sale mal.

Justo tumbada en la cama y con el móvil encima de mi cara, con el brillo pegándome de lleno entre la oscuridad de mi habitación, le doy a enviar el mensaje al chico misterioso de las frases.

Yo: hola, me gustaron tus frases...


Y me voy a dormir con las esperanzas muertas antes de que pase un minuto.

~

Courtney, la alarma está sonando...

~

La alarma...

~

Apago la alarma después de atrasarla durante media hora. Son casi las seis de la mañana.

Me dirijo al baño y empiezo a encender el agua de la bañera para lavarme antes de irme al instituto. Mientras el agua se calienta y la bañera se llena, enciendo unas velas aromáticas que me regaló hace unos días mi madre y pongo Hechizame de Lit Killah. Elijo el conjunto que usaré durante el día. Unos jogger largos grises, un top blanco y encima de este una sudadera del mismo color, con unas deportivas color grisáceo y blanco. Voy demasiado iluminada el día de hoy, pero ya no me importan los comentarios de los demás, aprendí a silenciarlos, al igual que me acostumbré a vivir con el dolor día tras día.

Después de bañarme, hago la rutina de skincare y me visto, la canción sigue en bucle.

En las mañanas solo toco el teléfono para poner música, pero hoy, las ganas de entrar a Instagram y ver si el chico de las frases me ha dicho algo me pueden y lo hago.

Las esperanzas se pudren cada vez más cuando mis ojos ven sin respuesta mi mensaje de hace unas horas, pero hago lo de siempre, soportar el dolor.

Bajo las escaleras lentamente y me hago un capuchino, no tengo ganas de nada más, se me fue el hambre.

Es impresionante el dolor que me ha causado una persona que ni conozco, pero pensé que como no lo conocería en persona pues me podía hacer su amiga fácilmente.

Cuando vuelvo a mi cuarto y veo el reloj que se encuentra al lado de la carta de mi abuela, veo que quedan escasos minutos para que mi madre nos lleve a clase, porque todavía no puedo ir sola.

Hace un par de meses hice los exámenes práctico y teórico de moto, pero mis padres estuvieron en contra de comprarme una. Estaba ahorrando para poder comprarla yo misma, hasta tenía lo necesario para ir protegida.

Cojo mi mochila con los libros de clase y mi móvil. Mi madre, mi padre y Owen me esperan en la puerta.

-Buenos días a todos- digo dirigiéndome a la cocina para coger una manzana. Nunca me han gustado y posiblemente luego la tiro, pero al menos parecerá que comeré algo en el instituto.

-Courtney, mira, mira, sal al garaje- me dice mi hermano cogiéndome de uno de mis brazos y tirando.

-Owen, llegaremos tarde, ya sabes que mamá nunca le pisa, así que, lo que sea que quieras enseñarme puede esperar.

-¿Hasta si es una moto?- me mira, esta vez levantando las cejas y con una mirada llena de emoción.

Miro a mis padres, mi madre sonríe igual de emocionada que Owen y mi padre asiente haciendo que corra hacia el garaje.

Es hermosa, de color negro y brilla con las caricias del sol de la mañana.

Ahora entiendo porque me han avisado tan pronto.

-N-no tengo palabras- miró a mis padres de nuevo, pero con lágrimas en los ojos que no permito que salgan, así que solo se quedan ahí haciendo brillar mis iris.

-Te lo mereces por tus grandiosas notas-empieza mi padre- pero ten cuidado, por favor.

Ambos me dan un abrazo. Hacía mucho tiempo que no me daban un "regalo" fuera de fechas importantes.

-Ahora ve a tu cuarto a cámbiate anda- me dice mi madre y yo subo corriendo, de nuevo, para cambiarme.

Me pongo rápidamente unos vaqueros negros ajustados, unas botas del mismo color, un crop top rojo y encima de este una chaqueta de cuero negra.

Ahora sí vamos como nos gusta.

Nunca mejor dicho.

Cojo el casco, el móvil y la mochila, ahora siento como el gran vacío que tengo dentro se ha llenado un poco, pero sólo un poco

-¡Owen, tú con nosotros!, ¡Vamos!- dice mi padre, quien se despide de mí con un abrazo y me vuelve a pedir que tenga cuidado.

-Courtney- dice mi madre, quien aparece por detrás entregándome mis llaves de casa- toma, hoy tenemos cita en la tarde con tu hermano en el médico, al final no podremos ir a comer.

-Sigue con las revisiones, ¿no?

-Sí, pero está bien, ya lo está, ¿vale?

Owen tuvo hace un par de años una enfermedad rara, era como un cáncer, pero más leve. Gracias a Dios, ese diablillo salió de esa, es un luchador.

-Este regalo es un voto de confianza, espero que no lo desperdicies, sé que has estado últimamente un poco...

-Mamá, ya, gracias, te quiero y ahora, me tengo que ir- la abrazo y la doy un gran beso en la mejilla y me voy mientras me pongo el casco, dejando a la vista el pelo que no tapa el casco.

Cuando mis manos tocan los aceleradores, mi corazón se acelera también. Me siento y el sentimiento de poder tener algo mío se siente increíble.

Salgo de mi casa, ellos ya se han ido, lo que me permite acelerar todo lo que quiera sin quejas ni advertencias. Siento el viento por mi cuerpo y los guantes que llevo dejan ver la parte de arriba de mis dedos.

Cuando llego al instituto y aparco la moto noto que la felicidad que tenía hace apenas cinco minutos se desvanece.

Mis compañeros y demás adolescentes me rodean y algunos chocan conmigo mientras me enfrento a la realidad y observo el edificio que me mantiene encarcelada cinco días a la semana y ocho horas al día.

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