Cap.15
Me llega el tan esperado mensaje de Koen. Quedamos en su casa y teníamos que esperar a que sus padres se fueran porque entonces nos matarían a preguntas sobre qué vamos a hacer o que estamos leyendo tan atentamente. Cosas así, seguramente. Por eso, es mejor hacerlo así, a escondidas.
Bajo las escaleras y en la mesa puedo ver como Owen hace la tarea con mis padres. Desde su enfermedad están haciendo todo lo que pueden con él. Según el doctor, él está bien, pero la enfermedad puede volver, ya que no es de las que te dejan una vez que te curas. Antes él y yo hacíamos juntos la tarea en esa mesa. Nos reíamos y compartíamos comentarios sobre los profesores.
-Me podrías haber pedido a mí ayuda, N- le digo a mi hermano revolviendo mi pelo y le llamo por el apodo que le tenía cuando éramos críos.
-Mamá me dijo que quedabas asique les pedí ayuda a estos dos- dijo y ambos fingiendo hacerse los dolidos y nos reímos, hacía tiempo que no pasaba esto.
-Podría haber desplazado la quedada- le dije y me senté a su lado- ¿lo hago?- y lo digo muy enserio, porque por mi hermano lo dejaba todo y más sabiendo que es como una bomba, muy frágil y destructivo para los de alrededor si le pasara algo. Me agarra una de mis manos soltando el bolígrafo azul con poca tinta. Como siempre, él siempre lo usaba todo hasta que no quedara como usarlo ya de lo desgastado que estaba.
-Nini- me dice y con solo nombrar el antiguo mote que me decía para pedirme algo, sé que lo que me va a decir me va a doler- hace diez años se rompió algo, ¿te acuerdas?- una lágrima cae por su mejilla y la limpia rápidamente creyendo que no la he visto- desde ese momento te encerraste y solo estabas medio bien cuando me ayudabas a mi, a mamá o a papá, pero nunca a ti- mis padres se miran, sin creer que el más pequeño pueda hablar como un adulto más- siempre estabas sola cuando no nos podías ayudar, te encerrabas en los recuerdos y aún puedo ver como iba a tu cuarto porque sabía que habías tenido una pesadilla- estoy en shock antes sus palabras, me está abriendo la cicatriz que estaba con gasas temporales- ahora tienes un mejor amigo, aunque os conocéis de dos ratos, pero ya sabe más de ti que tu misma, tienes al tal Jack y a la cría esa- Adela, pienso- tienes la moto, que sé que la amas como si fuera una persona más- ya no llora, sonríe- no puedo decirte que dejes de estar medio bien para que vuelvas al recuerdo del pasado de cómo hacíamos la tarea y hablábamos de los abuelos.
No sé qué decir, sólo sé que algo me oprime el pecho y que llevaba una semana sin este sentimiento. Le doy un abrazo, pero al ver que se alarga me separa lentamente.
-No intentes llorar que por fin te ha quedado bien el maquillaje- le doy un pequeño empujón en el hombro.
-Te quiero, enano- le revuelvo el pelo. Sé que no le gusta.
-Yo también, pero me vuelves a decir eso y te prometo que te rapo al cero por la noche- me mira serio, pero sé que está de coña.
O no.
Me dispongo a ir, pero mi madre me frena.
-Courtney, cariño- me dice cuando estoy apunto de montar en la moto- espera- me quito el casco y la miro- esta mañana un chico me ha dado esto, me ha dicho que era para ti, pero que no quería que te llamara.
Miro lo que tiene entre las manos. Una rosa roja como la sangre y llena de espinas.
Puto príncipe del infierno.
-¿Quién era? ¿Tienes novio?- me dice subiendo y bajando las cejas.
-Tranquila- Le digo cogiendo la rosa- no tengo novio y el chico era Jack.
-Vale, pero era guapo- me dice sonriendo.
-Me voy- digo dejando las llaves en mi bolso.
-¿No ibas en la moto?- me pregunta extrañada.
-Mamá, en la moto pienso, ahora necesito escuchar música y...
-Pensar también, lo entiendo, venga ve.
Se da la vuelta y me deja sola con la moto a mi lado y la rosa en mis manos, si aprieto un poco más me haría sangrar, no lo voy a hacer, pero tampoco me importaría.
Conecto los cascos a mi móvil, como hice la mañana en que Jack me dio la primera rosa. Pero esta vez me sale una cantante que no esperaba. Me la recomendó hace tiempo una chica de mi clase que se mudó meses después, me dijo que era de mi tipo. Depresiva, solitaria y rota.
Babi. Flores...
Se me apareció la muerte
Tantas veces yendo de tu mano
Ahora entiendo que me daba suerte.
Que los cortes no fueron en vano.
Manché mi nombre para defenderte.
Pensando que lo nuestro era sano.
Tú cada día con una diferente, y
Yo en urgencias todo el verano.
Me recuerda la época en la que me rompí solita el corazón. Cuando mis abuelos se fueron y yo iba creciendo, me sentía muerta. Hace dos años, me estaba depilando, algo que hacemos todos y todas, no me lo niegues. Me corté sin pretenderlo en la muñeca. La sangre, por alguna razón me alivió, no sé cómo explicarlo. Entonces lo empecé a hacer, pero no tengo cortes en los brazos o en los lugares típicos. Los tengo en una de mis caderas, en la izquierda para ser específica. Me arrepiento, pero no pude evitarlo. Ahora mismo me quiero demasiado como para hacerme eso, me quiero con el corazón roto, sí, pero al menos me quiero y no me destrozo.
Sigo con la rosa entre mis dedos y no puedo parar de pensar, así que decido dar un pequeño desvío antes de ir a casa de Koen.
Courtney: Tengo que parar un momento, estoy allí en media hora.
Koen: Vale, tranquila, mis padres hasta mañana no vienen de la conferencia.
Courtney: Ok :D
El cementerio está tan solitario como siempre, pero esta vez no están Marlon y sus guardias, lo que me alivia un poco, ya que no suelo venir tan seguido aquí si no es porque me siento mal. La última vez que me pilló Marlon yendo una segunda vez al cementerio en la misma semana, se lo dijo a mis padres. Ahí fue como mi padre se enteró de mis cortes, mi madre no. Con cada uno de ellos tengo secretos y ambos lo saben y no se los intercambian. Supongo que prefieren que uno de los dos sepa de mí a que no sepa ninguno, lo cual es lógico. Mi padre no me castigó, por una parte me entendía, porque cuando sus padres fallecieron estuvo muy mal.
Sí, ya no me quedan abuelos, pero los padres de mi padre no eran tan cercanos a nosotros como los de mamá. Tampoco sé la razón por la que no teníamos tanto contacto, creo que era porque mamá nunca les cayó demasiado bien y si papá iba a ver a sus padres, mayoritariamente, iba solo.
Abro la verja que separa la calle con el interior del panteón y me voy al fondo de éste para ir a las tumbas de mis abuelos y Sophia. No hay nadie aquí a excepción de las millones de almas sin cuerpo y yo. No hay nadie hasta que veo una figura alta a escasos metros de donde estoy.
Es alguien alto o alta, no sé. Va vestido de traje, lo distingo al acercarme sigilosamente. Es hombre.
Entonces pasa.
El corazón late a una velocidad anormal, lo cual, hasta ahora, sólo me ha pasado con una persona. Se me eriza la piel. No me tenso, pero sí me he puesto nerviosa. No lo toco, no hablo, no me muevo. Casi puedo jurar que se me ha olvidado como respirar. Entonces, se da la vuelta, como si de la nada notara mi presencia.
Sus ojos están más oscuros que de costumbre y noto como me clava la mirada como la primera vez que le vi, en este cementerio, a un par de metros de distancia. Sólo que ahora no sonríe. Y veo que sus ojos están húmedos, como si hubiera llorado o lo vaya hacer ahora. Tiene unas profundas ojeras y podría jurar que ha adelgazado en los dos días que no nos vemos.
Su mirada baja a mi rosa. Bueno, su rosa. Nuestra rosa. Llena de espinas como la primera que me dio y que está entre las páginas de mi libro favorito, esperando que se seque y guardarla de por vida, porque, por alguna razón, ahora me gustan las rosas. Sus rosas.
Sonríe de medio lado, pero es una sonrisa triste. Me acerco y casi si me diera miedo hacerlo, lo abrazo lentamente. Le rodeo con los brazos y noto que se queda un poco paralizado. Pongo la cabeza en su pecho y él al fin me devuelve el abrazo. Ninguno de los dos dice nada, no son necesarias las palabras para entender cuando una persona necesita una muestra tan simple de cariño. Cuando inhalo siento ese aroma tan peculiar de él y que desde que lo conocí me gustó. Hay algo en él que me atrae, todavía no sé qué es, pero hay algo, de eso estoy segura.
No sé cómo lo conseguimos, pero acabamos abrazados de rodillas en la hierba y él tiene su cabeza en el hueco izquierdo de mi cuello, donde tengo mi único tatuaje. Y ahora sé a lo que huele. A cenizas. Algo roto y abrasador a la vez.
-Courtney- me susurra al oído y sé que está llorando. Le acaricio el pelo y le hago un sonido como para que de calle, pero no lo hace- no pude protegerla.
Miro hacia la tumba que está detrás de él.
Everlyn Tate.
Todos somos efímeros.
Un nombre.
Una inscripción.
¿Quién es?
-Él... él la mató y yo no pude hacer nada, Courtney- se separa y me coge de la cara. Nunca había visto a un hombre llorar, ni a mi padre. Tiene la cara inundada de lágrimas y el pecho se me encoge, quiero arrancar su dolor y quedármelo y no sé porque, hace una semana que le conozco, pero hay algo, algo que no sé distinguir- Courtney- su frente se junta a la mía y sus manos siguen en mi rostro, no lo aguanto. No puedo aguantar verlo así. Sigue llorando- no te puedo volver a ver, sino...- separar su cabeza de la mía y me mira a los ojos. Esos ojos que piden ser observados por horas y que yo, sin saber porqué, estoy dispuesta hacer- lo siento- su boca me pide perdón, sus ojos también y su alma grita también las mismas palabras. ¿Qué pasa? ¿Qué he hecho mal?- no nos deberíamos haber conocido- me besa la frente, es un beso suave, dulce. Pero algo en ese beso hace que me queme, no en el mal sentido, él cada vez que me toca, que me roza, me quema- ahora no te voy a olvidar, pero- suspira y se separa de mí. Sigo sin entender nada- tú me tienes que olvidar, te lo pido por favor- nos levantamos y cuando intento acercarme, él se separa de mí- eres más fuerte de lo que crees, Courtney.
-Jack- le freno. Le cojo de la muñeca, que ocupa toda mi mano y él se gira instantáneamente- ¿qué está pasando?
-No pasa nada- dice muy serio, pero las lágrimas medio secas siguen ahí.
Me acerco, esta vez no sé va y me deja quitarle con mis manos las lágrimas de su cara. Es la primera vez que le toco de esta forma.
-¿Qué está pasando?- le vuelvo a preguntar.
-No nos podemos volver a ver- me dice seco.
-Joder, que bien se te da, ¿no?- él parece confuso, pero que haya pasado de estar llorando en mis brazos a contestarme así de seco y no darme explicaciones sobre lo que pasa me cabrea- te vas, después de una semana súper rara, en la que he...- freno antes de decir la palabra sentir. No quiero parecer tan débil- eres un cobarde, Jack Kaiser.
-A veces toca ser el cobarde si quieres que la persona que más amas esté a salvo- me dice.
Sus ojos clavados en los míos, me hacen temblar y no quiero. No quiero que lo vuelva a hacer cuando hace diez segundos ni me quería tocar. Eleva una de sus manos a mi tatuaje y se arrima a mi, pero lo detengo antes de que empiece a rozarlo como hace dos días.
-Es imposible amar a una persona en una semana.
-Si te pudiera mostrar quien soy en realidad, verías que la mayoría de cosas conmigo no son imposibles.
-Pues venga, muéstramelo- me cruzó de brazos. Volvemos a estar más separados.
-Adiós, Courtney.
Se mete las manos en los bolsillos del pantalón del traje que lleva hoy. Se va cabizbajo y medio arrastrando los pies.
Puto príncipe del infierno.
Pero, ¿por qué siento que con cada paso que él da, más vacío tengo el alma? A lo mejor no es el alma y es...
No. Lo. Digas.
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