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|18| As de pica y as de Dios

La brisa de la tarde se había vuelto aún más helada que durante la siesta. El cielo se teñía de colores rosados y anaranjados, a la vez que el sol se escondía entre los árboles bordeando el lado izquierdo de la ruta. A mi lado se sacudía, por la acción del auto, la caja llena de periódicos de junio del 2006. Russell no había hecho ninguna pregunta desde que me vió entrar con la caja, o había demostrado preocupación alguna cuando me presenté con un rostro asustado, emitiendo movimientos torpes y apresurados. Lo que rondaba mi mente entre tantos pensamientos cruzados.

Sobre mi regazo yacía el sobre con un contenido que no lograba comprender del todo. Durante mi enseñanza secundaria, había estudiado la historia del arte, y siendo Salvador Dalí uno de los más renombrados en esta, no era de sorprender que supiera que había un significado implícito tras esa pintura. Dalí, él fue uno de los representantes más sobresalientes con lo que al surrealismo trata. Si mi memoria no me fallaba, el surrealismo era considerado un movimiento que intentaba exceder lo lógico y concreto, incitando lo irracional y . Y para lograrlo, utiliza la expresión automática del pensamiento o del . En otras palabras, a este artista le gustaba experimentar con el arte en el mundo de los sueños, de lo que desfigura y configura la realidad. Tan fantástico como eso sonase.

Guardé la carta en mi bolso. Para luego juntar los párpados, obstruyendo mi visión, buscando centrar mis pensamientos que parecían querer dispersarse, en el vago recuerdo que comenzaba a tomar forma en mi mente.

«A Salvador Dalí, le gustaba jugar con la imaginación y la simbología. Comparte mucho de lo que nosotros llamaremos non sequitur, un término que viene del latín y que en la lógica se usa para referirse a toda falacia o argumento inválido. No obstante, lo que me gusta destacar de este artista (como en la mayoría de artista que les he presentado), es el mensaje detrás de sus obras. Dalí pinta poemas, pinta historia.», la voz de mi profesor de arte se reprodujo en mi mente, como el recuerdo que era.

La comisura de mi labio se elevó hacia un lado, los bordes centrales de mis cejas se arrugaron, no me complacía admitir que no tenía ningún conocimiento útil como para interpretar el significado detrás del mensaje. Separé los párpados, abnegada, y corrí la vista de nuevo al paisaje de la carretera. Había tantas cosas por entender y descubrir. Mis párpados se sentían pesados, el paisaje comenzaba a distorsionarse y perder nitidez. Recosté la cabeza sobre el vidrio de la ventana, el cansancio por el escaso sueño parecía estar pasando boleta. Aún faltaba cerca de un cuarto de hora para llegar a la villa.

Me preguntaba cuál sería la pista que encontraron mi hermano y Cameron; Jackson no había dado ningún indicio de qué podría tratarse. Cubrí mis labios con mi mano cuando un bostezo se escapó, sucesivamente un escalofrío me recorrió desde el cuello hasta las puntas de mis dedos de las manos. No quería dormirme, puesto que sería probable que después de eso no logrará resistir en la reunión y cayera rendida. Eso sería una gran falta de respeto hacia mi hermano y el detective colaborador. Una punzada aguda perforó alguna parte de mi cerebro, chisté entre dientes, apretando la mandíbula contra el maxilar. Al principio, mantuve cerrado los ojos, con bastante presión; y cuando los abrí una vez más noté que me costaba enfocar lo que veía. Decidí parpadear repetidas veces, buscando nitidez en lo que observaba.

Al lograr concentrar la vista, noté algo fuera de lo común, los árboles parecían estar bailando, desplazándose de un lado al otro como sacudiendo sus troncos de manera zigzagueante. Mi mano izquierda se prendió de la puerta a mi lado. Incliné el torso sobre los plásticos en ésta, mientras que con la derecha tanteaba en busca de la tecla para bajar la ventanilla. Las ramas de los árboles se extendían hacía mí, como si estuvieran señalándome. El vidrio descendió y el aire helado me golpeó, pestañeé, contrayendo el rostro. Y la realidad me abofeteó aún más fuerte cuando volví a ver. Apreté mi agarre sobre el borde inferior de la ventana. Volteé hacia delante, buscando al observador que me había visto actuando extraño.

Encontré la mirada desconcertada de Russell puesta en mí, a través del espejo retrovisor. Me empequeñecí en el asiento, sintiéndome expuesta, similar a si estuviera desnuda frente a un público conocido. Percibí la piel de mi frente humedecerse y un cosquilleo tenebroso se extendió desde mi espalda baja hasta la zona cervical. Alcé la vista delante de mí, los ojos de Russell se movían de la carretera a mí, sus cejas fruncidas lo hacían parecer como si dudara de si actuar o no.

Carraspeé, aclarando mi garganta, al mismo tiempo en que con mi dedo índice apretaba la tecla para cerrar la ventana.

―¿Se encuentra bien, señorita?―Su pregunta se escuchó como opacada y distante―No sabía si preguntar antes, pero desde que salió de la biblioteca la he notado actuar de manera particular.

Mis sentidos estaban agravados y era como si estuviera sedada con algún medicamento. Era la primera vez que el cansancio actuaba tan enfática y revolucionariamente en contra de mi organismo.

―Debo estar alucinando por el cansancio...―musité.

Bajé la vista a mi antebrazo. Era un cliché, pero en aquel instante me pareció la idea más sensata, y no sería ni la primera ni la última vez que lo hacía. En la época en que las pesadillas comenzaron por vez primera, era mi método más efectivo para corroborar que me encontraba en la realidad y no, soñando.

La yema de mis dedos pulgar e índice se juntaron sobre la piel de mi antebrazo, apretando y pellizcando. La inervación sensitiva de mi brazo avisó al instante al sistema nervioso central del dolor causado.

―¿Desea qué la lleve a alguna clínica?―cuestionó con perceptible preocupación el conductor.

―No, no. Está bien, estoy bien, solo cansada. Sigue conduciendo en dirección a la mansión.―ordené.

La sensación primeriza no se disipó del todo. No recordaba que luego de las pesadillas surgieran inconvenientes como el reciente. Sucesos que me hacían dudar de si no seguía aún en medio de un sueño.



La puerta de mi lado se abrió gracias a uno de los empleados de la mansión al que podría asegurar le habían encomendado recibirme. Una mano del mismo hombre, se extendió hacia mí. Acomodé mi bolso y la tomé, ayudándome a salir del coche.

―Gracias. Quiero que la caja sea llevada a mi habitación. ―avisé.

El hombre a mi lado se inclinó, en una pequeña reverencia, tras soltar mi mano. Caminé hacia la entrada, apreciando la arquitectura del castillo. Contrario a lo que el pueblo de Forst era, tenía entendido que la arquitectura de este edificio se inspira en una mezcla entre el estilo señorial inglés y la pequeña Potsdam de Alemania. Dicha información venía del largo monólogo del mayordomo en el día de mi llegada a Forst, cuando me llevó a recorrer cada salón posible que había en este lugar. La puerta de entrada ya se hallaba abierta para mi llegada. Al entrar las sirvientes me ayudaron a despojarme de mi abrigo.

―¿Dónde se encuentran mi hermano y el señor Courtney?―pregunté, a la vez que tomaba de regreso mi bolso que había cedido para que lo sostuviera mientras quitaban mi tapado.

―El señor Jackson y el señor Courtney se encuentran en la biblioteca en este instante―respondió Liv, quién llegaba frente a mí con pasos sigilosos―. Es bueno verla de regreso, señorita―saludó mi mucama personal, haciendo una ligera reverencia.

―Bien. Liv, me acompañaras. Mary y Ann, encarguense de preparar un aperitivo para mi hermano, el señor Courtney y para mí. En esta ocasión algo salado será lo ideal. ―ordené, mientras comenzaba a caminar en dirección a la biblioteca.

Liv me seguía un poco por detrás, guardando silencio, esperando a que no hubieran ojos y oídos a nuestro alrededor. Una vez alcanzamos el pasillo, y lejos a nuestras espaldas quedaron los demás sirvientes. Se escuchó suave y baja la voz de mi sirvienta exclusiva.

―¿Desea que comience?―preguntó.

―Hazlo.―respondí.

―Su hermano lucía algo molesto por lo sucedido, más después de que se enterase que usted había salido de la mansión sin su permiso. Al parecer luego de encontrar la pista, el ambiente se ha tornado bastante frágil. La gran mayoría de los sirvientes guardan silencio sepulcral.

―No me esperaba esa reacción, creí que en momentos como este correría cada rumor sobre lo sucedido. ―sopesé en voz alta.

―Concuerdo con usted, señorita. Es extraño el comportamiento de los empleados. ―agregó Liv, con un tono inmutable.

―¿Por qué de repente se han vuelto tan sigilosos y cautos?―musité.

―¿Ha dicho algo?―inquirió mi sirvienta.

―No, no. ¿Qué hay del amigo de mi hermano?

―El señor Courtney...

La puerta a mi derecha se abrió de repente. Mi corazón se detuvo en mi pecho, y una figura masculina salió de entre el umbral y la puerta.

―¿Winter? Al fin llegaste, ven Cameron nos está esperando en la biblioteca.―habló mi hermano, sonando inusualmente tranquilo para la situación pero agitado por cumplir horario.

Jackson cerró la abertura, y comenzó a caminar en la misma dirección que yo. Si el accionar de los empleados era anormal, el andar frenético y robotizado de Jackson lo era aún más. Y sus movimientos se sentían aún más inapropiados, teniendo en cuenta que mi hermano era del tipo de persona que sabía mantener la calma en cualquier situación.

―Jack―llamé―, ¿qué sucede?

Él se detuvo de repente, logrando que yo también frenara. Su mirada encontró la mía y se dirigió a Liv, detrás de mí, y recorrió por completo la zona. Sus ojos a medio entrecerrar lucían como si estuvieran buscando algo fervientemente.

―Hablaremos cuando nos encontremos con Cameron.

Él volteó de pronto y regresó a su andar estático y apresurado. Miré a Liv sin comprender, quien me devolvió una de sus monótonas miradas con una mueca entre labios. Inspiré, buscando que con la oxigenación se calmaran mis nervios y que, así, no me dejara llevar por mi lado emotivo.

El recorrido hasta la entrada de la biblioteca, se sentía inquietante, no veía el momento de llegar y encontrarme con Courtney. Esto se debía al carisma peculiar que tenía el amigo de mi hermano, opuesto al carácter recto e invariable de Jackson; que con mucha suerte me quitaría algo de la tensión que me abrumaba. No obstante, presentía que el extraño proceder de mi hermano estaba íntimamente relacionado con la pista, lo acotado anteriormente por Liv lo afirmaba. ¿Qué tan malo puede ser el contenido en la pista? Lo peor que se me ocurría era una amenaza de muerte, lo cual era lo menos probable, primero encabeza la lista una amenaza social o monetaria.

Apreté los labios, frunciendo el ceño, el ritmo que llevaba esta investigación era zigzagueante y aún no teníamos más que indicios fallidos del o los posibles culpables. El resonar de mis tacones hacía eco sobre el sonido de las pisadas de mi hermano y la sirvienta. Aquel sonido cesó de manera irremediable cuando el primogénito se detuvo ante la entrada de madera tallada. Como todas las puertas en las mansiones que eran de los Pearce, se encontraba tallada minuciosamente. En esta ocasión, el tallado contaba la historia de la creación, un majestuoso manzano recorría casi por completo ambas puertas, en la esquina inferior una mujer desnuda extendiendo su mano hacia la manzana junto a la detallada víbora.

El pecado original, la desobediencia. La saliva en mi boca espesó, a tragar prevaleció una sensación pastosa. Jackson usó ambas manos y empujó las puertas para entrar, luciendo dominante y tomando el control como usualmente. Volteé hacia mi sirvienta y asentí, ella imitó mi accionar y se quedó fuera del enorme salón mientras que yo ingresaba.

Desde la última vez que había entrado a la biblioteca, esta no había cambiado en lo más mínimo. La iluminación opaca, seguía siendo escasa y amarillenta. Los estantes, que me sacarían un poco más de medio metro de altura, se disponían simétricos. El ventanal al final del pasillo dejaba entrar el claro de la luna. Cameron Courtney se hallaba de perfil en medio del ventanal, siendo cubierto por la tenue luz. Tenía un aspecto oscuro e inalcanzable, más cuando volteó a vernos sonrió a medias.

―Es bueno verte de nuevo Winter, Jekyll me dijo que no estabas en muy buen estado esta mañana, luces mejor.―comentó mientras se acercaba.

―Ah, si...―respondí ensimismada―, es cierto.

―Cameron, repitele a Winter lo que me dijiste. ―interrumpió mi hermano con voz seria y fría.

―Creo que sería mejor que tomáramos asiento primero. Las noticias pueden no ser tan agradables para escucharlas así.

Desvié la vista a mi hermano, quien con su rostro, ahora, inexpresivo asintió en silencio, obedeciendo la sugerencia de su amigo. No tuve otra opción que seguirlo y lo imité, apoyándome suavemente en el asiento. Por su parte, el joven Courtney se mantuvo de pie, mientras acomodaba sobre la mesa una biblia antigua y de gran tamaño, similar a la que también se hallaba en la biblioteca del palacio en Owlwood. Más lo que llamó mi atención fue que entre las finas hojas de dicho libro, se superponía un naipe que parecía ser de la baraja francesa, pero con terminado peculiar.

―¿Qué es esto?―incursioné a sabiendas del posible significado.

Un dedo delgado y largo, color canela alcanzó la carta y rebotó sobre esta, señalándola.

―Esto que ves, este naipe, esta biblia, estas son las pistas.―aclaró Cameron con seriedad.

En un principio, me pareció ridícula y sin sentido, busqué con la mirada a mi hermano, esperando que reaccionara de la misma forma en que lo había hecho yo. No obstante, el borde de su nariz se fruncía hacia arriba a la vez que sus labios se aplanaban en una línea recta.

―No, no comprendo―expresé―. ¿Por qué están seguros que es una pista? ¿De qué se trata esto?

Fruncí los labios, pronunciando un visible puchero; no comprendía del todo el porqué pero, me sentía decepcionada con la situación.

―Winter, no comprendes porque estás viéndolo mal. No se trata de los objetos en sí, sino de su contenido y significado. ―interfirió Cameron.

Elevé los ojos al perfil del amigo de mi hermano, mis labios a medio abrir y los párpados bien separados. Mi mano, que reaccionó más rápido que yo, alcanzó mi bolso, sujetándolo con precisión. Sin siquiera pensarlo demasiado, en una milésima de segundos, había relacionado La persistencia de la memoria con las pistas frente a mí. «¿Acaso se relacionaban?», me cuestioné incapaz de aceptarlo.

―Empecemos con esto―explicó Courtney, señalando un versículo exácto en la biblia―, por un lado, el naipe fue usado como marcador. Mira, cuando lo encontré, se hallaba en esta posición específica, dejando solo a la vista esta oración.

Me incliné sobre la mesa, acercando mi campo visual a la frase bíblica.

Viventes enim sciunt se esse morituros; mortui vero nihil noverunt amplius nec habent ultra mercedem, quia oblivioni tradita est memoria eorum―leí, en un tono medio―. Eclesiastés capítulo 9, versículo 5.

Porque los que viven saben que han de morir; pero los muertos nada saben, ni tienen más paga; porque su memoria es puesta en olvido―tradujo Cameron.

Tragué saliva, cuando comencé a sospechar cuál podría ser el mensaje oculto.

―Si bien la lectura del Viejo Testamento no nos dice nada a simple vista, eso lo explicaré después. Ahora, el naipe―dijo haciendo a un lado la biblia y poniendo en el centro de la mesa el as de pica.

―Por un lado, parece un simple naipe de baraja francesa, una carta de posición alta o baja, dependiendo de la jugada en la que la uses, pero no es el valor superior en la baraja―Se detuvo y golpeó con su índice dos veces sobre la carta―. Ahí tenemos nuestra primera pista respecto a la carta.

―¿Se relaciona con una persona, no es así?―cuestioné.

―Exactamente.―respondió el investigador.

Jackson guardó silencio, aún con la espalda sobre el respaldo de la ancha silla de madera oscura de la biblioteca. Sus brazos se cruzaban sobre su pecho y su expresión era nula, a pesar de sus ojos contraídos y atentos.

―Por otro lado, está carta tiene un simbolismo pagano. Desde el punto de vista del ocultismo y el tarotismo, al palo de pica se lo relaciona con lo trágico y, al As de pica en específico, con la muerte.

Mis manos se tensaron sobre la mesa, mi cuerpo aún seguía inclinado en dirección a Cameron, mis piernas que se encontraban en semiflexión desde que había decidido incorporarme a penas, para alcanzar una mejor visión de las pistas, temblaron.

«Muerte», pensé. Desde que había comenzado a tener pesadillas, hasta mi llegada a Forst y en la actualidad, la muerte aparecía en cada momento, tan sustancial era la sensación que provocaba esta en mi lengua que era imposible ignorarla.

―¿Es una amenaza de muerte?―pregunté, a pesar de que lo consideré obvio.

―Si, y no―respondió el morocho, volteando la carta―. Lo último que puedo decir con respecto al naipe, se relaciona con esto.

Bajé la vista a donde señalaba, en el dorso de la carta el estampado era peculiar, nunca antes había visto uno igual. Central y sobre un fondo de flores se encontraba un ave similar a un cuervo.

―Eso es...―musité incrédula.

En mi pesadilla había un cuervo que intentaba advertirme, que quiso alertarme de mi muerte. Sentí mi piel erizarse, las piernas me fallaron y caí sentada sobre la silla. Mis brazos no sirvieron de sostén alguno, perdí la pequeña fuerza que tenía en mis extremidades.

―¿Winter?―habló mi hermano, más su voz se percibía lejana.

El joven Courtney frente a mí, se puso de pie casi en un respingo. Me sobresalté, sin embargo, no pude reaccionar cuando noté que él se iba poniendo de lado, al igual que el resto de la habitación.

―¡Winter!―Escuché a alguien gritar mi nombre, más el dolor ya se había hecho presente en el hemisferio derecho de mi cuerpo.

Segundos después, vi a mi hermano a mi lado, mis manos temblaban, mi cuerpo tiritaba y sentía mis ojos humedecerse. Agarré a mi hermano por la camisa y lo traje hacia mí en un movimiento torpe.

―Winter―susurró preocupado.

―Jack, lo soñé―solté, las lágrimas se escaparon de mis ojos.

Mi hermano miró hacia su amigo con una expresión de sorpresa incontenible y volvió su mirada a mí con aceleración y temor brillando en sus ojos.

―Winter, respira, será mejor llevarte a tu habitación... Cameron va a llamar a los empleados.

―Lo soñé, Jack―me costaba hablar, mi voz se trancaba antes de poder pronunciar palabra alguna, como si me negara inconsciente a admitirlo.

―¡Cameron, ve ahora!―interrumpió, gritando mi hermano.

Mi agarre fluctuó en el pecho de Jackson y el llanto nubló por completo mi visión, me sentía impotente y atemorizada, débil y sin auxilio. Los brazos de mi hermano me sostenían, me percibí diminuta e incapaz como un bebe.

―Soñé el cuervo, soñé la pista, Jack―se me escaparon sollozos, que me dificultaron más el habla y mi mano fue a mi cuello por instinto―. Soñé la muerte... mi muerte.

Los ojos de mi hermano chispeaban con horror.

―Winter...



***

NA: ¡Hola! Así es señores, volví después de como dos meses sin actualizar. Pero para compensarlos les traje un capítulo bien suculento. Poco a poco va llegando lo interesante. Las pistas recién comienzan, el suspenso y las incógnitas no han alcanzado aún su apogeo. Es por esta y más razones que te invito a quedarte nuevamente. 

La facultad es complicada y la salida de más capítulos semanales se ve inalcanzable, pero intentaré volver a mi ritmo de actualización. 

Con un fanatismo ferviente hacia esta indescriptible historia y con amor hacia mis poquitos pero valiosos lectores, me despido hasta la próxima,

Dame Piglet. 

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