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|12| Desconfía ✔️

Mis dedos golpeteaban la superficie, a un ritmo estable, casi como un compás. Delante de mí, sobre la antigua y redonda mesa de madera se encontraban los resultados de los estudios que me había hecho el doctor Muller. Según la nota adjunta con estos, no había nada de qué preocuparse y mis condiciones avanzaban conforme lo había planeado. Liv, a mi lado preparaba el desayuno. Como se había vuelto costumbre estos últimos días, desayunaba en el invernadero. Está vez, mi tasa contenía un café intenso, debido que volver durante la madrugada a mi habitación y no haber logrado conciliar el sueño, había acrecentado en mi tal cansancio que no creía lograr mantenerme despierta por mucho tiempo más.

Cruzando el largo pasillo arbolado, repleto de exóticas y atractivas plantas, se hallaba Jenna, encargándose de los arreglos del jardín. La había visto al entrar, también había recibido su saludo, no obstante, me costó darle una sonrisa sincera. Corrí la mirada en dirección al sendero de la noche caótica. Muchas dudas surgían ahora que comenzaba a creer que ellos me mintieron. Puesto que, mi encargo había sido revisar adecuadamente ese camino en busca de algún rastro de lo que había sucedido y ellos lo único que encontraron fue el anillo de McNaugh, pero confirmaron que no había sangre alguna.

Sin embargo, al revisarlo por mi cuenta tuve que acallar la sorpresa de encontrar allí lo que tanto habían negado. Y no es como si estuviese tan oculta que fuera complicado hallarla, no, la sangre se hallaba a penas tapada por nieve, que de seguro correspondía a la que estuvo cayendo estos días. Más, esa no era el único interrogante que me había planteado.

―Gracias, Liv. ―dije cuando ella puso el último plato sobre la mesa.

Liv tan silenciosa como siempre, sonrió con amabilidad e hizo una pequeña reverencia para luego posicionarse a un lado del carrito nuevamente.

Le agregué tres cucharaditas y media de azúcar al café y revolví, intentando dispersar mis pensamientos. Luego de los cuatro sorbos, elevé mi muñeca izquierda y observé la hora en el reloj, aún faltaban treinta minutos. Había quedado con Jackson en encontrarnos para charlar sobre todo lo que venía sucediendo desde que había llegado a Forst. Debía hablar sobre Claude McNaugh, sobre mis sospechas, sobre los empleados y todo aquello que en estos momentos me inquietaba de manera desvelante.

―Señorita, ¿por qué no come algo? ―me preguntó Rose, quien apareció prácticamente de la nada.

―Rose―llamé sorprendida ―, buen día.

―Buen día señorita, pero no ignores mis palabras, deberías comer algo. Mira cuan delgada estás. ―reprochó con ambas manos apuntándome.

Aparté la vista de mi vieja empleada y miré mi café, desganada. Rose acercó un plato con galletas a mi taza. Sonreí negando y tomé una comiéndola en silencio.

―Así es, niña pequeña, debes seguir comiendo y seguir creciendo bien como lo has venido haciendo. ―me felicitó Rose, abrazándome y depositando un beso en mi coronilla.

Rose siempre había sido cariñosa y atenta conmigo, luego de Oreblonde, la consideraba como la mejor nana. Aún no sabía porque ellas no se llevaban muy bien, siempre que se encontraban prevalecía un ambiente tenso.

―Señorita, por favor cuide bien de su hermano, haga que coma algo también―habló Rose a mis espaldas con sus manos apoyadas sobre mis hombros ―. Él ha estado comiendo muy poco últimamente y se niega a tomar vitaminas, su salud se está deteriorando. ¡Pero no diga que yo se lo dije! Se supone que nosotras no conocemos de ese tema...

―No sabía que la salud de mi hermano estaba complicándose... ―respondí atónita ―, Jack no me mencionó nada.

«¿Por qué mi hermano me ocultaría algo como eso?», pensé.

―No se preocupe señorita, seguro fue por qué no quiere preocuparla, sería imposible que el joven amo no confiara en usted.

«¿No confiar en mí?», por qué me resonaba eso.

―Asegúrese de que tome las vitaminas que le recomendó el doctor Muller, sería bueno que pudiera verlo revitalizado de nuevo.

―Lo haré, Rose. Jackson es el heredero de nuestra familia, no sería bueno para nadie que su salud se deteriorase.

―Gracias por tanto señorita, no hay nadie más amable que usted. Su corazón es tan grande como las montañas de Mountbright.

Me sonrojé con las palabras de mi avejentada nana.

―Rose, por favor no sigas que me haces sentir incómoda, exageras mucho.

Rose se rio mientras se posicionaba a un lado y tomaba mi mano.

―Tus padres deben de estar orgullosos de tener una niña tan maravillosa.

El calor subió a mis mejillas. No obstante, pronto la atmosfera maternal se vio interrumpida por la repentina entrada de la sirvienta principal de mi hermano, de quien aún no conocía el nombre y a la cual parecía no caerle muy bien.

―Señorita Pearce, el joven amo la está esperando. ―avisó, con un tono sin emoción y con su mirada puesta en Rose.

Los ojos de la empleada de Jackson se desviaron a mi mano tomada por la de Rose y chistó, para luego voltear y decir con tono firme y amenazante.

―Señorita Pearce.

Solté la mano de mi nana y me puse de pie. De este tema también debería hablar con Jackson, no era correcto que un subordinado tuviera esta clase de trato conmigo. Además, no encontraba razones por las cuales ella me tratara así, cuando no había cometido ninguna injuria contra ella o cualquier persona que estuviera bajo nuestro mandato. Por otro lado, retirarme de mi desayuno incompleto me tría cierta satisfacción pues era demasiado consciente que no estaba disfrutando de la exquisita comida que había preparado el chef Retier. En otra ocasión hubiera sido algo placentero, más en mi condición actual no alcanzaba a serlo.

Tras recorrer de una punta a la otra de la mansión, llegué frente a la tan reconocida puerta de mi hermano. La iluminación como de costumbre era escasa, por alguna razón que aún no conocía, a Jackson parecía gustarle existir en un ambiente tétrico y sombrío. De no ser así, entonces no comprendía porque no había ordenado cambiar las luces de esta área. La mujer a mi lado repitió el mismo accionar que la última vez que me había acompañado, hace como ya casi una semana. Y mi hermano, contrario a nuestro último encuentro, me recibió al instante.

―Winter, te estaba esperando. ―Me regaló una pequeña sonrisa, mientras se hacía a un lado, cediéndome el paso.

―Buen día, Jack. ―saludé, mientras me adentraba a la habitación.

―¿Cómo has estado? ¿Tu pie ha mejorado? ―Su ráfaga de preguntas estalló cual cascada ni bien cerró detrás de mí la puerta―. Ven, siéntate, debes de estar cansada por el largo viaje hasta aquí. Lidia me comentó que estos últimos días has desayunando en el invernadero, ¿no te es agotador caminar hasta allí todas las mañanas?

A la vez que sus labios no paraban de pronunciar cuestionamientos, aproveché para tomar asiento, tal y como él lo había ofrecido.

―¿Por dónde debería comenzar? Has preguntado tanto, que me cuesta decidir. ―sonreí, mi hermano me miró algo sorprendido.

Seguido, se desplomó sobre el sillón, tirando su cabeza hacia atrás en el respaldar por un par de segundos hasta que se inclinó hacia mí, desordenando su alineado peinado.

―Disculpa, estoy tratando de cubrir con todos los temas posibles que hayan podido sugerir esta reunión. ―Sopló acomodándose los mechones largos de cabello que caían sobre su frente.

―Entiendo―comenté ―. Sobre tus preguntas, estoy relativamente bien. Mi pie ha mejorado, justo esta mañana recibí una nota de Muller confirmando que no he sufrido un gran daño y que con el requerido cuidado ya estaría sano para Navidad.

―Me alegro que sea así. ―respondió, inclinándose nuevamente hacia el respaldo del sillón.

Sin embargo, pronto cambió de posición, y se inclinó sobre la pequeña mesa a un lado de su asiento y dirigió sus manos hacia el vaso de agua allí presente.

―Con respecto a cuál es el motivo de esta reunión, pues es ahí donde se me complica en realidad por donde comenzar―expliqué, acomodándome en mi lugar, buscando una posición que me otorgara confianza al hablar.

―Siéntete cómoda, sabes que puedes hablar conmigo sobre cualquier tema. ―me impulso a continuar mientras llevaba el vaso a sus labios.

―¿Cómo va la investigación? ―interrogué de repente.

―La investigación... ―repitió, alejando el cristal de sí― Me gustaría decir que ha avanzado algo en esta semana, pero cada vez que indagó o creo descubrir una pista, nuevamente todo se torna borroso y pierdo el camino.

Entreabrí mis labios incrédula, no podía ser cierto que se estuviese complicando de tal modo la investigación. Mis manos extendidas sobre mi tapado, se cerraron en puños mientras intentaba contener las emociones inconcretas que surgían.

―No comprendo... ―respondí.

―Es sencillo Winter, cuando comenzamos, a los pocos días encontramos varios posibles sospechosos. No obstante, cada uno de ellos tenía una coartada y había testigos, no podemos castigar a personas inocentes por el simple hecho de querer encontrar y mostrar un culpable ―Jackson jugó con el agua del vaso en sus manos, balanceándola ―. Por más que queramos transmitir paz y estabilidad, no es la forma.

―¿Quiénes fueron los sospechosos? ―pregunté.

―Sabes que ya no tiene sentido saberlo, ya los descartamos... ―mi hermano tomó un sorbo del agua al mismo tiempo en que se cruzaba de piernas y reclinaba la cabeza contra el respaldo.

―Jack... ―supliqué.

―Pero si aun así quieres la lista, entonces puedes tomarla, esta sobre el escritorio. La he estado releyendo así que debería ser fácil hallarla. ―soltó, la mano que sostenía el cristal bajó a un lado de su cuerpo quedando tendida sobre el asiento.
―El tío Joseph llamó, comentó que nos extraña y que no has estado respondiendo sus llamadas últimamente―comentó mi hermano―. Deberías llamarlo, después de todo eres su preferida.

No demoré en ponerme de pie e ir en busca de la lista, a pesar de escuchar las sugerencias de mi hermano a mis espaldas.

―No es como si no quisiera, es que no puedo mentirle y tampoco le hemos comentado sobre lo sucedido al resto, pero debo resolverlo.―objeté al llegar frente al escritorio, mientras miraba avergonzada mis manos.
―Solo digo... ―concluyó para luego mantenerse en silencio.
Fue como mencionó mi hermano, el papel impreso se hallaba en medio del escritorio frente a su asiento. Realmente se estaba esforzando demasiado en el caso. Alcé el papel, acercándolo a mis ojos, el cuarto estaba en penumbras y lo iluminaba principalmente la lámpara en el escritorio. Las cortinas estaban cerradas, probablemente mi hermano me había llamado en su descanso. Apenas pude leer algunos nombres antes de que otra duda destellara en mi cabeza, más no encontré ningún conocido. Apreté los labios desalentada, quizás en realidad esto sería mucho más difícil.

―Jack ―Lo llamé y él giró el rostro hacia mí―, ¿has pensado en la posibilidad de que alguno esté mintiendo?

―¿Sugieres que debería desconfiar de mi propia gente? ―refutó, dejándome sin palabras, pero él prosiguió―. No obstante, lo he hecho.

No supe cómo continuar, no esperaba que él desconfiara de las personas que él mismo había elegido. Desde que tengo memoria, mi hermano siempre se vio como una persona digna y sin fallas. Por lo que me costaba aceptar que él dudara de sí mismo.

―Winter, ¿qué dicen siempre nuestros padres? ―su tono cansado era notable, tanto como las acentuadas líneas en su cara y la delgadez creciente de sus muñecas descubiertas por las mangas arremangadas de su clásica camisa blanca.

―Del hombre, primero desconfía. ―cité.

―Aprende. No solo se aplica a extraños, también debes de desconfiar lo que tus ojos ven y tus oídos escuchan―la voz de Jack se tornaba cada vez más ronca y pausada, como si se estuviera durmiendo ―. Confiar es arriesgarse a ganar, pero sobre todo a perder.

―Eso suena, quizás, demasiado desalentador lo sabes ¿no? ―hablé acercándomele mientras doblaba el papel y lo guardaba en un bolsillo.

―Lo sé. Quizás, como tú dices, no sería tan complicado si no tuviéramos tanto que preservar y perder.

Los ojos de mi hermano se cerraron. Rose tenía razón, Jack cargaba consigo una apariencia dejada. Lucía cansado y mal alimentado, lo cual no era algo usual en él. Me acerqué más y pasé mi mano frente a sus ojos, más no reaccionó. Se había quedado dormido. Con delicadeza saqué el vaso de su mano y lo deposité sobre la mesa con las botellas de alcohol a medio vaciar. Me dirigí al armario en una esquina y de allí tomé un manta, ya que, a pesar de estar encendida la chimenea, el estudio de Jackson seguía siendo un lugar frío. Lo cubrí con la manta y salí de la habitación cuidando de no emitir ruidos fuertes. Una vez fuera, llamé a una sirvienta y le encargué que preparará un emparedado junto con un café y le sirviera a mi hermano dentro de veinte minutos. Conocía el hecho de que Jackson tenía un buen autocontrol sobre sus siestas. Razón por la cual no agregué ningún pedido más.

Seguido, subí a mi habitación y me encerré en esta, dispersando a toda aquella mucama o guardia que intentó detenerme con charlas vanas. Me dirigí a donde escondía mi libreta de secretos, usando mi sello, abrí el cajón y saqué de allí el cuaderno. Abriéndolo guardé entre las hojas la lista de sospechosos. No sin antes, ojear una última vez el nombre que encasillaba el registro de los cuatro posibles responsables.

1. René Martínez.

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