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|04| Visita fortuita ✔️

El suave golpeteó de un par de nudillos contra la madera de la puerta de entrada a mi pieza me distrajo de lo que estaba haciendo. Detuve el bolígrafo a medio terminar la oración.

―Señorita, soy Jenna. ―se escuchó a través de la puerta.

Concluí lo que tenía escrito y guardé de nuevo el cuaderno dentro del cajón, para así cerrarlo. Posteriormente, tomé mi anillo, usándolo una vez más como llave, trabé el cajón. Roté la silla giratoria en dirección a la puerta y hablé fuerte y claro.

―Adelante.

―Buen día, señorita. ―saludó, moviendo su cuerpo al igual que todos en esta casa.

Jenna vestía un atuendo de jardinera, con un delantal floreado sobre su grueso suéter caqui.

―Buen día, Jenna. ¿Te ha llegado mi pedido?

―Así es, señorita. ―afirmó con entusiasmo ― Más no hemos encontrado rastros de lo que, comentó, debería haber allí. Sin embargo...

― ¿No encontraron la sangre del conejo? ―refuté incrédula.

―No, no se ha hallado ni una gota de sangre. La nieve seguía tan blanca como en el resto de la propiedad. Pero...

― ¿Están seguros que recorrieron el camino que les indiqué? ―interrumpí, incapaz de aceptar esa respuesta.

―Así es, señorita. Pero si lo desea, volveremos a revisar la zona.

Apreté los labios. Volver a revisar la zona sería una grandiosa idea, pero... Desvié la vista hacia el ventanal, la nieve caía con espesor y fuerza. No sería correcto mandar a mi personal con un clima como ese fuera de sus estaciones. Además, el hombre de seguridad, Cleivan; me había confirmado que tenía un compañero con ese nombre.

―No, no, está bien. ―dije, mientras negaba con la cabeza ― No cambiará nada, solo será molesto para ustedes. Informa al resto del grupo que pueden descansar por el resto del día. A menos, que mi hermano les tenga algún otro trabajo. ―terminé de encomendar, apoyando la sien sobre la zona ventral de los dedos de mi mano derecha.

―Gracias. Como usted desee, señorita. ―respondió Jenna, sin olvidar la sutil reverencia.

Jenna era tan solo unos años mayor que yo, pero su espíritu me resultaba más joven y alegre. De cierta forma, anhelaba aquella energía refrescante que su presencia traía consigo.

―Jenna, de no tener planes, ¿gustarías tomar té conmigo? ―invité.

Sus ojos me miraron con sorpresa y duda, su silencio duró tan solo unos instantes.

―Lo siento, señorita. Me gustaría visitar a mi familia durante este tiempo libre, pero sí...

―Oh, está bien. No te preocupes, Jenna. Será en otra ocasión, mándale saludos a tus padres de mi parte. Oh, y puedes llevar un arreglo floral del invernadero. ―sugerí.

―Gracias, señorita. Le diré a mi madre que preparé el Lemon pie que tanto le gusta. ―comentó Jenna mostrándose enérgica.

―Me harías muy feliz si lo haces. ―sonreí con autenticidad y ella me devolvió la misma sonrisa.

―Entonces, hasta luego, señorita. ―ella se despidió y no tardó en dejar la habitación, permitiendo que predominara un silencio desalentador.

Cerré la puerta luego de que pasaron unos segundos de su partida, justo después de notar que Cleivan me miraba con cierta preocupación. Sonreí antes de ocultar mi rostro tras la madera. Una vez cerrada, apoyé mi sien sobre la puerta y con lentitud solté el picaporte. Odiaba tener que fingir que todo estaba bien, cuando con precisión conocía que no era así.

Necesitaba hablar con Jackson sobre lo sucedido, pues aún desconocía si se lo había mencionado a mis padres o si se había esparcido ya el rumor de lo sucedido esta madrugada por los medios de comunicación. Así también, quería hablar con Lola, que me contará como se encontraba; y de ser posible contarle sobre mi situación. Excluyendo, obvio claro, el hecho de que tuve pesadillas. Ya que, sin importar que fuera mi mejor amiga y mi más fiel confidente, no podía exponerla a tales riesgos.

Giré el rostro, aun apoyándolo sobre la puerta, y observé mi cama con duda. Pensé en cuan gratificante sería dormir por un momento, incluso en mi mente el resonar de la palabra "descansar" se oía tentador. No obstante...

― ¡Señorita, soy yo de vuelta, Jenna! ―escuché la voz de la jardinera, justo después de que me alejará perpleja de la puerta tras escuchar los golpes en esta.

― ¡Oye! ¡Baja la voz! Estás siendo maleducada, generarás inconvenientes a la señorita. ―la reprochó Cleivan.

―Necesito hablar con la señorita sobre algo urgente... ―el tono de Jenna sonaba desesperado.

―No es razón para que entres gritando a la habitación de la señorita, cálmate un poco. La señorita es generosa, pero no por eso debes sobrepasarte.

―Pero... ―refutó ella.

Fue entonces, que abrí la puerta, decidida a interrumpir su suave charla. Lo primero que me encontré fue la espalda de Cleivan, quien giró su rostro a mí con una chistosa expresión de espanto. Desvié la mirada a Jenna, quien tenía sus manos agarrando de la chaqueta del guardia y el ceño tan levantado, que incluso yo la imité al verla así.

―Jenna, será mejor que sueltes a Cleivan, puedes pasar y hablar una vez te tranquilices. De lo contrario me será muy difícil seguirte con lo que quieras explicarme.

Ella soltó de repente la ropa de él, y comenzó a acomodarse las prendas mientras de sus labios salían una serie de incontables disculpas para el guardia.

―Está bien, Jenna, acepto tus disculpas. Pero no es conmigo con quien debes disculparte. ―aclaró él, mientras sacudía su uniforme, para luego plancharlo con las manos.

―Señorita, lo siento. Cometí un grave error. Lo siento, prometo que no lo volveré a hacer. Aceptaré el castigo que desee. ―suplicó la pelirroja, luciendo como un pequeño cachorro mojado.

―Hablaremos de eso luego, primero entra, me interesa más la cosa importante de la que querías comentarme. ―respondí, intentando serenarla.

―Gracias, señorita. ―dijo, cruzando con la cabeza gacha frente a mí.

―Gracias, Cleivan. ―le susurré antes de cerrar la puerta.

Él se limitó a asentir con una diminuta sonrisa marcando las comisuras de sus labios. Jenna esperó de pie en el medio de mi pieza, hasta que me le acerqué.

―Entonces, ¿qué sucedió? ―pregunté mientras me sentaba en uno de los sofás, y con mi mano la invitaba a hacer lo mismo.

Jenna no se sentó, más se me acercó con preocupación en su rostro y arrodillándose frente a mí, extendió sus manos. Una sobre la otra, como si estuviera ofreciéndome algo de sumo valor. Un anillo de plata, brillaba en sus manos.

― ¿Qué significa esto? ―pregunté tomando con cuidado de la sortija.

―Señorita, lo siento. Cuando vine antes, olvidé devolverle su sello, lo encontramos en la zona que mencionó. Iba a dárselo ni bien terminara de explicarle la situación, pero al escuchar que tendríamos el día libre me emocioné de más y lo olvidé por completo... ―dejé de escucharla con atención cuando escuché que mencionó que se trataba de un sello.

Observé analíticamente el objeto entre mis dedos. Supe al instante, que no era mío. Pues yo no poseía ninguno de plata, solo el jefe de la casa (mi padre) y su próximo heredero (mi hermano), contaban con uno. Y el emblema tallado en aquel anillo, no correspondía con el de nuestra casa. El logo de mi familia era un lobo aullando, más en aquella sortija, había un venado. E incluso el lema escrito al contorno del animal, era diferente, no decía en ninguna parte "Imperium" y "Dignitate". En contraste, el que ahora yacía en la palma de mi mano, tenía grabado "Honoris" y "Bonitatem"-

―Jenna, esto... ―intenté comenzar a explicarle que era un error, pero antes de que siquiera pudiera empezar alguien golpeó la puerta.

―Señorita Winter, el joven amo pidió verla. ―se escuchó la voz de una mujer provenir del otro lado.

Volviendo la mirada a Jenna, concluí― Continuaremos con esta conversación más tarde, puedes retirarte por el momento Jenna.

Extendí mi mano hacia ella, la pelirroja con cierta duda, la tomó. La ayudé a incorporarse, tenía en sus ojos una expresión similar a la de un niño luego de haber sido regañado. Sin saberlo, me encontraba sonriendo.

―No te preocupes, no recibirás ningún castigo. No obstante, contente de hacer tal escandalo frente a nuestras habitaciones. Jackson... Mi hermano, no tiene tanta paciencia; y no puedo asegurarte que te deje ir tan fácil.

La joven jardinera, juntó sus manos sobre la mía y en su rostro brilló una gran sonrisa.

―Gracias, señorita. Recordaré siempre su amabilidad, prometo mejorar.

Apreté su mano con la mía. Luego, ella se alejó, dejando espacio suficiente entre nosotras como para que pudiera hacer una reverencia. Negué con la comisura de los labios marcadas hacia arriba. Ahora Jenna parecía una niña la cual acaba de recibir un caramelo. Tras su saludo, se incorporó y se dirigió a la salida. Antes de seguirla, visualicé el anillo en mi mano y con incertidumbre sobre lo que haría con este, lo guardé en el bolsillo de mi pantalón.

No tardé mucho más en dejar ir a Jenna. En el momento en que abrí la puerta, el rostro de una de las sirvientas me recibió. Su semblante lucía imperturbable, era una mujer que tranquilamente doblaba mi edad. Su atuendo lucía impecable y pulcro. Era sencillo distinguir quienes pertenecían al grupo de empleados bajo el mando de Jackson.

―Buenos días, señorita. ―saludó formalmente.

―Buenos días. ―devolví― ¿Qué desea mi hermano? ―pregunté mientras abandonaba mi habitación con pasos cuidadosos.

―El joven amo me solicitó que le informara, que desea tener una pequeña charla con usted.

―Bien. Guíeme, por favor. ―afirmé.

El dolor en mi tobillo se intensificó para cuando me detuve frente a la entrada del estudio de Jackson. Solté el brazo de Cleivan, quien se había ofrecido como soporte y ayuda para mi desplazamiento. Apreté los labios y me repetí mentalmente que una vez le informará a mi hermano de mi situación el no volvería a llamarme hasta que me recuperará. Que, por lo tanto, vendrían tiempos de paz.

―Gracias, Cleivan. ―dije mientras me alejaba de él.

Si bien no era claro, lograba oír una voz desconocida provenir de dentro de la sala. Era de un hombre; supuse se trataba de algún detective, policía o alguien perteneciente a la guardia. La mucama de mi hermano estaba por golpear la puerta, cuando de repente se escuchó una estrepitosa risa. Reaccioné en mi lugar; no pude evitar sorprenderme y una inspiración brusca se escuchó de mí. Por poco gritaba del susto, y hacía el ridículo. Carraspeé, cuando sentí la mirada sorprendida e inquisitiva de los empleados hincar la parte de atrás de mi cabeza.

Pensé en que sería bueno recomendarle a mi hermano que cuidara de su risa; no obstante, era poco usual escucharlo reír con tanta libertad. Sonreí, probablemente por la empatía.

―Joven amo, la señorita ha llegado. ―habló la mujer a mi lado, sucesivo a haber tocado la puerta.

La fragorosa conversación llegó a su fin con la voz de la mucama de Jack y sus golpes en la madera. Mis músculos se tensaron y mis ojos no se contuvieron de observarla, con asombro, de lado. Ella imponía cierto temor con solo verla, pero escucharla hablar como si fuera mi madre al borde de una reprenda, fue aún peor. El silencio reinó en el pasillo por unos inagotables segundos. Hasta que leve, casi inaudible, se escuchó el crujir de la cerradura al destrabarse la puerta. Como era normal, los pasillos en la casa estaban poco iluminado, en comparación con las habitaciones. Fue así, que cuando Jackson separó la puerta de su umbral, la luz se filtró al instante y permitió que viera con mayor claridad.

El aspecto de mi hermano, opuesto a lo habitual, era relajado. Los primeros botones de su camisa estaban desprendidos, y su corbata aflojada. Sus labios curvados hacia arriba y entreabiertos, volvieron a su posición usual cuando nos vio. Tosió por lo bajo y acomodó su cabello con su mano.

―Winter. ―me llamó mi hermano haciéndome espacio para que pasará―Telesma, gracias por tu buen servicio.

―Señorita, permítame ayudarle. ―se adelantó Cleivan, extendiéndome su brazo.

Jackson lució atónito y se hizo a un lado, ampliando el rango de espacio para permitirnos entrar con mayor facilidad.

―Winter ¿qué sucedió? ¿Estás bien? ―el tono preocupado de mi hermano llegó a mis oídos, por lo que alcé la vista como buscando un punto de inicio― ¡Telesma! ¿Por qué nadie me informó de la condición de mi hermana? ―Jackson volteó hacia la mujer, aún parada frente a la puerta.

―Disculpe, joven amo, desconocía sobre la condición de la señorita. ―se excusó.

― ¡Me dirás que no sabías, cuando fuiste tú quien la acompañó hasta aquí! ―la voz estrepitosa y algo agresiva de mi hermano, comenzaba a asustarme.

Su ceño se había contraído y un vaso sanguíneo se hacía visible en su frente. Su mal carácter se estaba haciendo presente.

― ¡Jackson! ¡Para ya! ― lo interrumpí― No es momento para hablar de esto. Me llamaste porque deseabas hablar sobre algo importante. ¿No es así?

Sus ojos me advirtieron que no dejaría pasar esto, su mandíbula se hallaba tensa; me preocupaban sus dientes. Con la presión que ejercía en este momento, podría romperlos o gastarlos con facilidad.

―Puedes retirarte, Telesma. Sin embargo, quiero que reúnas al personal para cuando terminé de hablar con mis invitados.

―Jack, estás exagerando...

―No intervengas en mis decisiones, Winter. No te corresponde desafiar mi autoridad.

Alguien se rio, fue una risa burlona y tapada por la presión ejercida por los labios. La habitación quedó en silencio, fue solo por un instante. Recién entonces, recordé que mi hermano no se hallaba solo en su estudio y que anteriormente había reconocido una voz distinta a las que ya existían en mi repertorio. Giré mi cuerpo sorprendida, hacia el lugar de donde vino la carcajada. Como lo había previsto, allí, de espaldas a nosotros, reposado en el sillón se hallaba un hombre. No pude verle el rostro, solo se veía su cabello oscuro y revoltoso, sujetaba un periódico delante de él. El resto de su cuerpo estaba cubierto por prendas.

Señor Hyde, creo que deberías hacerle algo de caso a tu hermana. ―la primera descripción que cruzó mi mente al escuchar su voz fue "llamativa" ―Además, ¿no hay algo que estás olvidando? ―entonces, cerró el diario y se puso de pie.

Desde hace tres años venía escuchando a mi hermano hablar sobre cierta persona que lo había apodado según el clásico libro de literatura de misterio. Recordándome siempre que, ese sujeto, había sido una de los pocos que se animaban a tratarlo tan descaradamente. Jackson era muy cerrado respecto a sus amistades, pues lo consideraba un tema personal, así también lo fue con Charlieze Withdones. Igualmente, conocida como Lieze, o como el mundo social solía llamarla "La novia del heredero". No sabía de sus apariencias, hasta que un día (súbitamente), aparecieron frente a mí.

Eché un vistazo rápido y de reojo a la cara de mi hermano, sus labios en mueca y en sus ojos una mirada que callaba a gritos un "¿Me estás jodiendo?". Volví la vista al sujeto, ahora, en movimiento. Saliendo de detrás del sillón, se nos acercó. Como si fuera un hecho establecido el hombre frente a mí, al igual que el resto de los conocidos de mi hermano, era atractivo. Y me atrevería a decir que aquella sonrisa mordaz, complicaba aún más mi situación.

Él se detuvo frente a mí y extendió su mano como para saludarme, mientras decía.

―Viendo que Jekyll se demora en presentarnos... Cameron Courtney, es un placer poder al fin conocerte hermana de Hyde.

Repetí su accionar y extendí mi mano, acercándola a la suya.

―El gusto es mío, puedes tan solo llamarme...―no alcancé a terminar de presentarme cuando él tomó de mi mano y girándola para dejar el dorso al descubierto, se inclinó y la beso― Winter. ―concluí estupefacta. 

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