Capítulo 10
(>^ω^<) tres semanas después (>^ω^<)
El moreno seguía en la casa Lightwood, todos y cada uno de ellos habían sido especialmente gentiles con él.
Resultó que Maryse era una viuda quién había recogido a Jace cuando éste apenas tenía diez años, el pequeño estaba solo divagando en el bosque y era tan hermoso que la mujer no había podido evitar criarlo como si fuera su hijo, también había descubierto qué Alec tenía dos hermanos de sangre; Isabelle, una hermosa mujer y Max, un pequeño de tan sólo nueve años, Robert Lightwood había muerto cuando el menor de sus hijos acababa de nacer, al parecer, por una mala situación económica había ido a otro reino para buscar trabajo mejor oportunidad para su familia y nunca volvió, poco después Maryse se enteró que encontraron al cuerpo de su esposo a la orilla de un río, nunca se supo que le pasó a aquel hombre así que la mujer se había dedicado a criar a sus hijos en el interior del bosque donde podía encontrar comida con facilidad y con ella hacía intercambios por ropa para sus pequeños.
Quizás era hora de que Magnus volviera a su hogar...
Pero no quería hacerlo, puesto que se había enamorado profundamente Alec.
Ahora se encontraban recogiendo bayas silvestres para su madre y en las intercambiaría en el pueblo por algo de ropa para su hermana, Alec había insistido en que quería que Magnus lo acompañara, el moreno por supuesto había aceptado fascinado y no se había resistido en acompañarlo, lo haría más que encantado pero se llevó la sorpresa al ver qué Alec no estaba tan feliz como acostumbraban.
Magnus se preocupó inmediatamente.
-Creo que ya está –dijo el ojiazul una vez terminaron de recoger toda la fruta. Magnus negó.
-No, en realidad todavía no está.
Alec lo miró sorprendido.
- ¿Quieres llevar más?
-No es eso Alexander.
- ¿Entonces qué es?
- ¿Qué es rondando por aquella cabecita tan hermosa que tú tienes? –Preguntó el moreno seriamente preocupado.
Alec suspiró y negó.
-No importa.
Magnus suspiró y asintió.
-Mi lindo caballero, todo lo que tenga que ver contigo me importa en demasía, por favor confía en mí, prometo que sí es muy grave guardaré tu secreto.
Alec miró fijamente al moreno.
-Lo que me atormenta es que estoy enamorado.
Magnus asintió una bola de celos.
¿Por qué?
¿Por qué se había enamorado?
¿De quién?
¿Quién intentaba robarle a su chico?
Aunque si lo pensaba mejor no era suyo.
- ¿Y qué dices? ¿Por qué aquella dama te tiene tan afligido si estás enamorado?
-No es una dama y aquello no es lo que me tiene afligido, mi madre jamás lo aprobará.
Magnus sonrió de lado, no importaba quién intentara quitarle a su chico, aquel ojiazul debía saberlo y él se lo comunicaría.
-Mi lindo caballero, el amor es infinitamente grande, puedes amar a quién desees sin importar su raza, sexo, color o nada en absoluto.
-Pero en el pueblo...
- ¿Qué importa lo que digan aquellos campesinos? Ama profundamente porque eres una criatura realmente pura y mereces ser feliz con quien quieras ¿o es que aquel caballero no corresponde tus sentimientos?
Alec suspiró.
-No lo sé, no me he confesado.
-Pues hazlo ¿de qué tienes miedo? Tu corazón es tan puro como el de un ángel, cualquiera sería realmente afortunado de tener tu amor, dile que lo amas, ve y confiesa tu amor.
- ¿Cómo debería hacerlo?
Magnus sonrió enternecido.
-Tómalo en brazos, míralo a los ojos y dile lo mucho que lo amas, qué no puedes vivir sin él y bésalo, bésalo como nunca antes has besado a nadie.
Alec asintió, tomó una bocanada de aire y con decisión tomó a Magnus en brazos, lo miró fijamente a los ojos y lo besó.
El moreno se congeló pero inmediatamente correspondió, una vez se separaron Alec acarició suavemente el rostro del chico.
-Te amo y eres tú, eres tú aquel ladrón de mi corazón, fueron tus hermosos ojos los que me conquistaron, aquella hermosa sonrisa fue la que trajo luz a mi vida ya muy oscura, eres tú con quien quiero compartir el resto de mi vida.
Magnus acarició la cintura del menor y besó suavemente sus labios.
-Mi amor, tú también has robado mi corazón, tus hermosos ojos zafiros tan puros cuál océano me han enamorado, tu corazón puro al igual que tu alma, todo tú me has fascinado desde aquella tarde junto al manzano cuando te encontré, creí haber muerto porque en aquel momento pensé que había visto a un ángel que había venido especialmente para mí.
Alec recostó su frente contra la del moreno.
-El mundo está en contra de nosotros, la iglesia querrá quemarnos porque el pecado.
Magnus tomó la mano del ojiazul y entrelazó sus dedos con los del menor.
-Si voy a arder en el infierno me alegro que sea contigo.
Alec suspiró.
-Después de tanto tiempo te he encontrado sin siquiera saber que te estaba buscando.
Magnus tomó las manos del chico y entrelazó sus dedos mientras se miraban fijamente a los ojos.
-Esto, mi querido Alexander, es porque nuestros destinos están conectados.
Alec sonrió abiertamente por las dulces palabras del chico y volvió a besarlo... y se siguieron besándose por un largo rato antes de escuchar pasos acercándose, se separaron justamente cuando Maryse entró al claro donde estaban recogiendo las bayas silvestres.
-Qué bueno que por fin los encuentro.
Alec miró a su madre sorprendido.
- ¿Nos necesitas para algo madre?
-Bueno, en realidad necesito hablar con Magnus en privado así que ¿por qué no llevas las bayas a la casa y las alistas para llevarlas al pueblo?
Alec asintió con fervor antes de tomar la canasta, sin que su madre no notara le regaló una última sonrisa al moreno y desapareció entre los árboles.
Maryse le sonrió con dulzura a Magnus.
-Mi querido Magnus, necesito preguntarte algo muy importante.
El moreno lo miró preocupado.
- ¿Pasar algo malo?
-No... bueno... es decir... eres como de la familia, eres el hombre de nuestra casa, el mayor y un encanto.
-Gracias Maryse, aunque no entiendo a qué viene en todos aquellos halagos.
La mujer lo miró seria.
-Estoy enferma, estoy vieja...
- ¿Pero qué dice? Estás bella y joven –dijo el moreno con sinceridad.
-Gracias Magnus, pero me temo que en cualquier momento podría dejar a mis hijos y no tengo nada para heredarles más que una fea y vieja cabaña.
Magnus la miró sorprendido por sus palabras.
-Bueno ¿y en qué puedo ayudarte?
-Yo quiero que me aconsejes, cómo sabrás hace unos días emprendió un viaje al pueblo para cambiar algo de comida por vestimenta para Jace –Magnus asintió pero no dijo nada, esperando que la mujer continuara, y así lo hizo –al parecer la princesa de este reino lo ha visto y se ha enamorado de él.
-Espera un momento ¿la princesa Lydia?
Maryse asintió.
-Pues sí ¿quién más sería?
Magnus negó.
- ¿Qué pasa con ella?
-Quiere desposar a Alec.
Magnus palideció completamente.
- ¿Y has aceptado?
-Bueno no...
- ¿Ya le has dicho a Alec?
-En realidad no, pero no es algo que deba consultarle, te estoy preguntando a ti para que me aconsejes ¿crees que sea buena idea entregar a Alec? Después de todo nunca ha tenido una doncella a quien amar.
-Pero Alec merece ser feliz.
-Alec es el hermano mayor, debe ser responsable cuando yo no esté y casarse con futura reina de este país colocara muy bien a nuestra familia.
-Me has pedido tu consejo y esto es lo que te diré, no es justo entregar a Alec a una chica que él no ama.
-Pero puede amarla.
-No lo hará.
- ¿Pero qué dices?
-Maryse... quiero casarme con Alexander, lo amo, mi corazón le pertenece y me ha dicho que su corazón me pertenece a mí.
-Pero Alexander no disfruta de la compañía de otros chicos... eso va contra la ley de Dios.
Magnus negó.
-No creo aquello que dices, si Dios es amor ¿por qué rechazaría el mismo amor?
-No, no es correcto y mi hijo no se condenará por tu culpa, no le puedes infundir a mi hijo mayor esos pensamientos tan enfermos.
-Él me ama, me lo ha dicho.
-No es cierto.
-Sí lo es, me ama tanto como yo lo amo y quiero que sea mi esposo.
-No, definitivamente no y ahora estoy más que decidida, Alexander será esposo de la princesa Lydia.
-No puedes hacer eso, no es justo para él.
-Solo de amor no se vive, de dinero sí, eso es todo.
-Pero Maryse...
-No quiero que vayas a mi casa nunca más, no quiero volver a verte y no quiero que te acerques a Alexander.
-Pero no es justo, él me ama a mí.
-Ya te lo dije Magnus, no te casarás con él, así es sencillo, pero ahora lárgate, no te acerques a mi hijo, no volverás a verlo.
-Pero creí que era parte de tu familia.
-Te quise como un hijo y confié en ti, pero no arriesgaré a mi hijo real por un aparecido con pensamientos tan enfermos.
-Pero Maryse...
- ¡Lárgate y no vuelvas! –Gritó la mujer.
Magnus la miró con seriedad.
-Volveré y cuando lo haga te arrepentirás de tratarme así Maryse Lightwood, lo juro –dijo el moreno antes de desaparecer entre los árboles.
Nadie lo separaría de su único y verdadero amor.
Alexander Lightwood era suyo y pronto todos los sabrían.
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