2.-Cenizas en la boca.
— ¿Has escuchado hablar sobre el cuervo blanco?— preguntó mi madre.
—No ¿Qué es eso?
Mamá sonrió. Yo era pequeño y ella me cuidaba después de una crisis de asma.
—Es muy extraño que exista un cuervo de color blanco, ya que la mayoría son negros. No significa que ser un cuervo blanco sea malo o que esté enfermo. Su plumaje es de ese color y nadie tiene una respuesta para ello. Lo importante sobre este animal, es que es muy raro porque los de su propia especie los matan al nacer.
Tragué saliva y mi madre me pellizcó la nariz.
— ¿Quieres que continúe?
Asentí, sintiendo curiosidad.
—Dicen que los cuervos blancos son portadores de malas noticias y que el Dios Apolo los maldijo convirtiéndolos en el color negro. También dicen que eran compañeros fieles de Benten, Diosa de las artes y el conocimiento. Y que ella envía al cuervo blanco a la tierra para encontrar a personas de buen corazón.
—Eso es bueno— murmuré y sonreí un poco.
—Los cuervos blancos no pueden convivir con los suyos, pues en cuanto los ven, los cuervos negros intentan matarlos. Por lo que tienen que ser animales solitarios, también les cuesta encontrar una pareja, pues no resultan atractivos para las hembras—dijo mi madre. Algo que me gustaba de ella, era que siempre tenía una historia para todo—. Cuando tu hermano y tú nacieron, vi a un cuervo blanco de pie en la ventana del hospital. Él fue enviado por Benten, para decirme que ustedes estarían unidos de esta manera y que eran niños de buen corazón...
—Deja de llenarle la cabeza con esa mierda— espetó Dante.
Mi madre frunció el ceño.
— ¿Dónde aprendiste a hablar de esa forma?— preguntó algo molesta. Ella nos amaba a ambos por igual, pero siempre peleaba con Dante.
—En el ejército. Ellos dicen que no es bueno creer en cuentos de hadas, que los Bendecidos...
—No se menciona a los Bendecidos en esta casa— reprendió mi madre y Dante cerró la boca.
— ¡Ezra!
Me siento sobre la cama, la habitación está completamente oscura. He cubierto la ventana con viejas revistas y periódicos. El espejo tiene una manta de color violeta encima, cortesía de Gresh. Ella tiene extrañas creencias sobre los espejos y la muerte.
La pared de la habitación está completamente blanca, sin alguna decoración. Dos mesitas de noche con libros y lámparas, dos camas, una vacía y otra ocupada. No suelo dormir en la cama que era de Dante. No me importa que las sabanas de la mía apesten.
— ¡Ezra!— Vuelve a gritar la esposa de mi padre desde afuera mientras golpea la puerta— ¡Levántate ahora! Ya ha sido tiempo suficiente de duelo.
Gimo y ruedo en la cama.
— ¿Alguna vez has perdido un hermano?— murmuro contra la almohada.
Gina no escucha mis palabras, por supuesto que no. Aunque se las gritara en la cara, ella nunca escucharía. Ahora espera un hijo de mi padre. Eso es sumamente extraño ¿Cómo se supone que me prepare para la llegada de un nuevo hermano cuando el anterior murió hace tan solo una semana?
Ruedo de nuevo, miro al techo y coloco la mano derecha sobre mi corazón. Sigue palpitando ¿En qué momento va a detenerse? Aún estoy esperando morir. No he comido mucho, solo quiero dormir. Dante nos condenó a ambos con su decisión. Además ¿En dónde demonios leyó Gina que la muerte se supera en una semana? Mujer estúpida sin duda. Ha estado llenando la cabeza de mi padre con mierda.
— ¡Abriré la puerta si no sales!— grita y escucho sus pasos alejarse. Seguramente para buscar la llave de repuesto.
Sonrío contra la almohada, pero el gesto se siente raro en mis labios. Ella no tardará en darse cuenta de que la llave no está en su sitio. Está guardada en el cajón secreto de Dante, justo debajo de su cama. Él la robó en su última visita porque como odiaba que Gina hurgara entre sus cosas.
Escucho el gruñido de frustración de la mujer, cuando pasa de nuevo frente a la puerta de mi habitación la golpea con una patada.
No quiero levantarme, ver el techo parece lo único importante en este momento. Escucho mi celular sonar en alguna parte de la habitación. Estoy completamente seguro de que es Gresh ¿Quién más se preocuparía por mí?
— ¡Ezra!— Ahora quien grita es mi padre— ¡Tienes visitas!
Eso es nuevo. Nadie ha venido a casa desde el funeral.
Escucho las pisadas en la escalera, una voz femenina y educada le agradece a mi padre. Y después hay ligeros golpes en la puerta.
— ¿Hola? ¿Idiota menor?— pregunta Gresh.
Dante era el idiota mayor.
—Estoy muerto— respondo en voz alta. Ella es la única persona que no se merece mi silencio.
—Voy a abrir la puerta— dice como aviso. Puedo escuchar como mete su tarjeta de identificación en la cerradura y luego la puerta está abierta.
Miro hacia la luz que entra desde el pasillo. Gresh camina despacio para entrar y me mira.
—Das asco.
—Cierra la puerta.
Ella obedece, pero a cambio enciende la lámpara de mi lado de la habitación, Gresh se sienta sobre la cama de Dante. Reprimo una queja y la miro con los ojos muy abiertos. Ella capta esto y una sonrisa cruel se extiende por sus labios.
—Él no va a volver de la muerte para sacarme de su cama.
—No sabía que esa fuera una posibilidad.
Gresh se cruza de brazos. Está usando esos guantes que solo cubren las palmas y no los dedos. Uno es de color verde y otro café. Tiene el cabello castaño atado sobre la cabeza, pantalones rotos, botas que llegan arriba de sus tobillos y un impermeable negro, a pesar de que no está lloviendo. O creo que no lo está. Sus ojos dorados brillan en la oscuridad. Iguales a los de un gato. Hace algunos años, ese color de ojos habría sido extraño, pero no ahora. Es común entre las cruzas.
—Deja de pensar— dice Gresh— ¿Vamos por algo de comer?
—No puedo.
— ¿No puedes comer?
Niego un par de veces y me siento, coloco los pies sobre el suelo frío y eso me ayuda a despejarme un poco.
—No puedo dejar de pensar. Él ni siquiera dejó una carta ¿Qué clase de hermano se suicida y no deja una carta?
— ¿Por qué suenas enojado y no triste?
—Odio que seas tan perceptiva.
—Nah. Me amas por eso. Ahora vístete que tenemos que comer.
—No tengo hambre.
Gresh suelta una risa sarcástica y se pone de pie.
—Luces bastante delgado para mi gusto.
—La buena noticia es que no tengo que gustarte.
Ella pone los ojos en blanco.
—Deja de sentir lastima por ti mismo. Ya pasó una semana. Dante no va a regresar y no has muerto ¿Eso dónde nos deja?
Paseo la mirada por la habitación, el lugar que ha sido mi resguardo durante la última semana. Hice que en el funeral de Dante, Gresh me prometiera que no iba a venir a buscarme hasta que pasara una semana, tanto si estaba vivo como si no. La verdad es que no quiero salir, no quiero enfrentarme al mundo aun. Aunque mis conocidos están reducidos a mi padre, su esposa y Gresh.
— ¿Crees que los Bendecidos vengan a buscarme ahora?
Gresh camina hasta donde estoy, tiene una mirada decidida, se detiene frente a mí y golpea mi cabeza con su mano.
—Eres ridículo, de verdad ¿Por qué ellos querrían al hermano débil? Aun estas vivo y actúas como un zombie.
— ¿Acabas de golpearme?— murmuro algo confundido.
—Bueno, alguien tenía que hacerlo. Báñate y cámbiate. Iremos a algún lugar allá afuera. Vamos a buscar algo para que comas. También quiero que vayas a la universidad. Necesitas hacer algo urgentemente.
Quiero decir que no, pero no tiene caso discutir con Gresh y menos cuando ha tomado una decisión. Así que lentamente me pongo de pie, me siento mareado al principio, pero encuentro el equilibro y camino al baño de la habitación. Las luces blancas lastiman mis ojos y cuando se adaptan puedo verme en el espejo ¿Cómo demonios llegué a lucir así?
La piel de la cara está hundida contra las mejillas, lo que hace que la mandíbula parezca pronunciada, los ojos grandes se pierden en las ojeras purpuras. El cabello está solo despeinado y marcado por la almohada, pero la barba cubre la mitad de mi cara. La camiseta blanca está manchada con sudor y creo que saliva.
Con un suspiro de resignación abro la llave y dejo que el agua corra, para el momento en el que sale caliente, ya estoy debajo de la regadera, lavando mi cabello y afeitándome. No me gusta tener barba, hace que me parezca aún más a Dante. Como si los ojos no fueran suficiente.
Salgo del baño ya vestido con un pantalón gris y una camiseta negra. Gresh está recostada sobre la cama de Dante. Me ve y da un asentimiento, después lanza algo que maniobro para atrapar. Son mis anteojos.
—Los dejaste en el funeral— explica.
Asiento y ella se pone de pie. Me entrega un gotero pequeño en la mano. La miro con una interrogante.
—Más te vale usarlo. Me costó una fortuna— dice con cierto tono de condescendencia—. Pensé que te no te gustaría mostrar los ojos durante un buen tiempo.
—Gracias— digo lo más sinceramente que puedo. Le entrego el gotero y me recuesto sobre la cama para que ponga dos gotas en cada ojo. Siento un cosquilleo cuando Gresh lo hace y al incorporarme la miro.
—Ojos verdes y comunes— dice con una sonrisa.
Alrededor del año dos mil veinte, las agencias de belleza comenzaron a desarrollar bloqueadores solares que cambiaban el color de la piel, también goteros para que el color de los ojos fuera diferente. Todo eso se volvió ilegal cuando los Bendecidos empezaron a reclutar. Los Bendecidos mostraron interés por los gemelos, y un método de los padres era separarlos al nacer, enviarlos con algún familiar o alguna artimaña, ellos podían cortar el cabello de uno y dejar largo el de otro, poner anteojos en el primero y no en el segundo. Pero lo que no podían ocultar sin levantar sospechas, era el color de los ojos, pues los gemelos teníamos eso, nacíamos con los ojos de diferente color. En nuestro caso fue uno verde y otro café. Bastante peculiar.
Ahora que me veo en el espejo, descubro que ambos son verdes. Así nadie sabrá que tuve un gemelo. El pensamiento hace que se me revuelva el estómago.
Y recuerdo porque no he querido salir de aquí. Traté de probar comida después del funeral, pero se sentía como cenizas en mi boca. Traté de establecer contacto con mi padre, pero era como si tuviera cenizas en los oídos. Así que decidí aislarme. Dormir en una cama, esperando no despertar.
Gresh y yo caminamos por la calle, no hay muchos vehículos por la noche. Llevo las manos metidas en los bolsillos de la chaqueta.
—Hablé con Gina— dice Gresh de pronto.
—Mmm...
—Cree que ya eres lo suficientemente mayor como para vivir solo.
—Tal vez está decepcionada porque no he muerto todavía.
Me da una mirada tipo "Estás siendo estúpido"
—Quizá tu eres quien está decepcionado ¿Quieres morir, Ezra?
Mi primer impulso en decirle que no, pero estaría mintiendo. Suspiro resignado.
—No lo sé.
Gresh ha sido mi amiga desde que tengo uso de razón. Me gusta estar con ella y siempre hemos podido contar el uno con el otro. Ella es el único vínculo que tengo ahora con el recuerdo de Dante.
Cuando avanzamos por la última calle antes de llegar al restaurant de comida China que tanto le gusta, es que me doy cuenta de que me mira de una forma extraña y se muerde el labio, como si pensara en algo que no puede decirme.
— ¿Qué quieres? Solo dilo— espeto un poco mal humorado, pues mis manos comienzan a sentirse frías. Si muero en ese restaurant lleno de gente, vendré de entre los muertos para molestarla.
—No has llorado— murmura, pero algo me dice que me miente, pues puedo ver la verdad desaparecer en sus ojos—. Tampoco has hecho algo raro...
— ¿Raro? ¿Quieres que saque todas sus cosas y las done a la beneficencia?
—No, me refiero a raro "tratar de saltar de un edificio".
Sonrío a pesar de mí mismo.
—No voy a suicidarme. Ese no soy yo.
Gresh pone los ojos en blanco.
—Claro que no lo harás. Tú solo te darás por vencido y te quedaras en cama, esperando morir mientras duermes ¿O me equivoco?
—Prometo que iré a la universidad la siguiente semana ¿Eso está bien para ti?
Ella sonríe.
—Por ahora.
Llegamos al restaurant y Gresh pide la mesa junto a la ventana, para poder ver cuando empiece a llover. Pedimos la comida de siempre, fideos con carne y té helado. El mesero se va. Ella empieza a parlotear sobre el mal clima y sobre las clases en la universidad. También se atreve a mencionar los avances de la guerra con los Bendecidos. El mismo mesero llega con nuestra comida, intercambia un par de palabras en otro idioma con Gresh, ella lo hace reír y el chico nos deja salsa extra.
—Si Gina te echa de su casa, puedes venir conmigo—dice de pronto. Sin tomar en cuenta al mesero, que se marcha siendo ignorado. Eso no le importa mucho a ella, Gresh solo quería salsa gratis.
—Es una oferta tentadora— respondo.
—Es de verdad. Sabes que siempre habrá un lugar para ustedes dónde quiera que yo esté.
Siento que me atraganto al escuchar sus palabras. Gresh no parece haberse dado cuenta de su error.
—Dijiste ustedes.
Ella detiene los fideos a medio camino hacía su boca.
—No es cierto.
Empujo el plato al otro lado de la mesa.
—No tengo hambre.
Gresh me da una de sus miradas y deja caer los palillos en el plato, mete las manos en los bolsillos de su impermeable y baja la barbilla.
—También lo extraño ¿sabes?— dice y mira por la ventana—. No eres el único que lo perdió. Tuve un enamoramiento por Dante desde que comenzó a entrenar. Maldito idiota fortachón. ¿Cómo no me di cuenta de que algo le sucedía? ¿Por qué siempre alardeo de que soy perceptiva pero no pude saber que uno de mis mejores amigos estaba a punto de matarse? Y luego estás tú... También tengo miedo por ti.
Conozco a Gresh desde hace tantos años que me es difícil recordar el día en que la conocí, o cuando la amistad se hizo tan cercana. Lo que si recuerdo perfectamente sobre ella, es que en nuestra larga vida de veintidós años, solamente la he visto llorar cuatro veces. Extiendo el brazo a lo largo de la mesa y ella saca su mano del bolsillo para apretar la mía.
—Vamos a estar bien— digo en voz baja— ¿Recuerdas cuando llevó a esa chica del ejercito? No te apareciste en casa por todo ese tiempo. Y resulta que estabas celosa porque no querías a otra chica en el grupo.
Gresh sonríe con tristeza.
—Claro que la recuerdo, y sólo era una evaluadora de Dante— dice con nostalgia— ¡Oh! ¡Sí!— exclama de pronto con alegría— ¿Recuerdas como inventaron un idioma para molestarme?
Suelto la mano de Gresh y bebo de mi té helado.
—Sí, nunca entendiste el código. Lo perfeccionamos al crecer.
— ¡Y las notas!— dice y mueve las manos, sus ojos están en algún recuerdo—. Hacían notas secretas y las escondían en sus lugares favoritos, escritas en ese idioma raro y cuando yo las encontraba maldecía porque no podía leerlas...
Dejo que Gresh siga hablando, pues me he quedado estancado ¡Las malditas notas! Mi hermano era la persona más misteriosa que yo conocía. Si Dante tomó la decisión de suicidarse y dejar una carta, no lo iba a hacer de una manera sencilla, y definitivamente no la iba a dejar en un lugar donde cualquiera pudiera encontrarla.
Me pongo de pie de un salto, dejo el pago por la comida en la mesa y corro fuera del local. Gresh grita mi nombre, pero ya estoy en la calle, corriendo en dirección a casa. Las notas para molestar a Gresh las escondíamos en el parque o en la casa del árbol. Pero las notas personales, siempre se quedaban en la habitación.
Siento que la respiración comienza a fallarme. Hay un nudo en mi pecho que no me deja pasar la cantidad necesaria de oxígeno. Pero no dejo de correr, y en el momento en que llego a casa, Gina trata de detenerme, pero la empujo y subo las escaleras de dos en dos para llegar a la habitación.
Tiro las mantas y los colchones, en cada movimiento mi cuerpo tiempla, la cabeza me da vueltas y los oídos me zumban. Trato de jalar aire, pero se hace cada vez más difícil y pesado. Sigo moviendo la habitación, tirando los cajones en busca de cualquier nota, ahora no me importa encontrar el inhalador. Sólo quiero una respuesta, un motivo. Saco la ropa de los cajones y busco en el interior del tubo de las lámparas, pero no hay nada, tampoco en el baño.
No hay nada.
— ¿Dónde están?— grito y el zumbido en mis oídos se hace más fuerte.
Voy a la ventana y arranco las hojas que la cubren, tratando de encontrar una nota en ese sitio, entre las revistas viejas y en el borde. No hay nada.
Me siento mareado. Recargo la espalda contra la pared y me deslizo a lo largo de esta. La habitación está hecha un desastre. Siento algo tibio bañando mi cara ¿Por qué demonios estoy llorando? Me paso las manos por el cabello y grito por el coraje, por la sensación de fracaso y derrota. Si me iba a condenar, por lo menos debió darme una razón para ello.
Golpeo la cabeza contra la pared y me cubro la cara con las manos sin dejar de gritar.
— ¿Por qué Dante? ¿Por qué?
—El cuervo blanco debe ser solitario...
Y el recuerdo se disuelve cuando caigo al suelo con un golpe seco. Quizá el momento esperado haya llegado al fin. Aunque quería una muerte sin dolor.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro