—Vamos, chicos, apresúrense —les digo por la radio al escuchar por la línea de la policía que ya han informado de nuestro robo.

Me desespero, golpeando el volante con frustración porque se están tardando demasiado. Se supone que sería un robo rápido. Tres minutos y ya llevan casi siete.

Me asusto, cogiendo el arma del tablero al abrirse la puerta de atrás del auto. La vuelvo a dejar en su sitio al ver que son ellos. Suben tres atrás y Brandon a mi lado.

—¡Vamos, arranca, liebre, arranca! —ordena Brandon, golpeando el tablero y asustándome.

Hago lo que me pide ante los gritos eufóricos de los chicos en la parte de atrás. Hago girar el volante casi en su totalidad para dar una vuelta bastante cerrada y sacarnos de ahí justo cuando los sonidos de las sirenas se hacen presentes.

Los chicos celebran, pero después Mariah grita:

—¡Nos están siguiéndonos, maldición! ¡Avanza más deprisa! —ordena en mi dirección como si no supiera lo que hago.

—¡Si supieras conducir mejor que yo, no estaría ahora al volante, así que cierra la boca, maldita sea! —espeto, acelerando más a fondo y cruzando en un callejón.

—¡No me grites, perra! —decreta.

—Ya, no peleen y sácanos de esta, liebre. Tú puedes —me alienta Max desde atrás. 

Fulmino con la mirada a Mariah por el retrovisor y trazo rutas en mi mente para sacarnos de aquí, pero los nervios me embargan al escuchar por la radio de la policía como solicitan apoyo aéreo para una persecución en progreso.

No lo veo venir, juro que no lo veo venir, pero cuando reacciono ya es muy tarde y ya el auto está dando vueltas. Todo lo que escucho son gritos, pero no sé si los míos están dentro de esos gritos que escucho.

El olor a gasolina llega a mí y el desespero porque sé lo que pasa cuando ese olor es tan nítido, me aturde.

Abro los ojos poco a poco para fijarme a mi alrededor. Estamos de cabeza. La cabeza de Brandon bota sangre a chorros, mojando mi cuerpo con ella.

Yo acabé con todos...

—Hey, K, despierta. —Escucho a lo lejos mientras que mi cuerpo es sacudido, pero no puedo hacerlo. Sigo viendo la cabeza de Mariah guindando de un solo lado y a Brandon muerto. No sé dónde están Máx u Oliver.

No sé dónde estoy yo.

—¡K! —grita alguien en mi oído y es cuando despierto de golpe, sentándome en la cama. Enfoco mi vista a mi alrededor.

Ya sé dónde estoy.

Sigo en prisión por cómplice de robo y asesinato en primer grado.

¿Ansiosos? Porque yo sí, jajajajaja.