Capítulo 7 🚗
Connor tira de mi brazo para que reaccione y funciona, me coloco de pie y corro, cubriéndome la cabeza mientras que los disparos van y vienen. Llego al auto y no tengo que abrir la puerta, porque ya está abierta. Veo a Connor correr sin dejar de apuntar hacia atrás y disparar. Subo y así, con la misma adrenalina que me recorre, cuando Connor sube también, le doy una sola orden:
—Ponte el cinturón.
Sin más, muevo la palanca de cambio y, viendo el retrovisor, comienzo a conducir en retroceso, pasándole por encima al hombre que Connor le disparó y haciendo que los demás huyan, corriendo al bosque. Conduzco unos veinte metros en retroceso antes de dar un giro de ciento ochenta grados para conducir de frente.
—Joder —dice Connor de pronto, lo veo.
—Ya son las cuatro, mi turno de conducir —comento para aliviar un poco la tensión de lo sucedido. Consigo que ría con ganas, para terminar, suspirando fuertemente.
—¿Estás bien? —pregunta. Suspiro.
—¿Quiénes son ellos? —replico y lo veo de reojo—. No tiene que importarme, lo sé. Solo debo cumplir mi misión y llevarte a Malibú, pero, justo ahora ni siquiera tengo idea de a qué parte de Malibú porque ya no tenemos la dirección en el GPS. Además, ya han intentado capturarnos dos veces y solo llevamos veintisiete horas en carretera. Todavía nos faltan unas veinte más —explico.
—Son hombres que no me quieren con vida. Mejor dicho, no quieren que me case con... Espera, ni siquiera sé cómo se llama la chica —admite. Lo veo mal.
—No hablas en serio. ¿No la conoces? —cuestiono. Suspira.
—No. Esto es así, colibrí. En nuestras familias no se casan por amor, sino por poder. Casarme con ella garantiza la ayuda de su familia para unir fuerzas con la mía. Haciendo eso, esos hombres que nos siguen, pues, ya no van a poder lograr lo que quieren —dice. Arrugo el rostro.
—Sigo sin entender. ¿Qué hiciste? —pregunto. Me hace verlo al quedarse callado mucho tiempo. Descubro que me está viendo muy mal.
—¿Qué hice? ¿Por qué crees que está mierda es mi culpa? ¿Crees que quiero casarme con una mujer que ni siquiera conozco o sé su nombre? ¿De verdad crees que esto es mi culpa? —cuestiona y suena, más que molesto, dolido, creo. Paso saliva.
—Es que, no entiendo nada, Connor. No sé por qué no podías tomar un avión. ¿Por qué hacer un viaje tan largo por carretera, sabiendo que serías buscado por esa gente? Además, si no es tu culpa, que no estoy diciendo que lo sea —aclaro cuando bufa, viéndome peor aún—, entonces, ¿de quién? Porque si he de morir, por lo menos me gustaría morir sabiendo la verdad —explico.
—Mi familia es dueña de una cadena de hoteles lujosos, clubs, restaurantes y casinos —comienza. Asiento en su dirección para que prosiga—. Pues, no sé qué negocio fue el que hizo mi padre con una gente peligrosa. Lo cierto es que salió mal. Muy mal —admite, moviendo la cabeza—. Y le exigen a mi padre que pague por los daños —culmina. Arrugo el rostro.
—¿Y no tienen el dinero? —pregunto.
Connor comienza a reír sin gracia, hasta que suelto la palanca de cambios y lo golpeo en la pierna.
—Obvio que tiene el dinero. Podría comprarle una vida a cada uno de ellos si quisiera, pero no quiere. Mi padre está seguro de que ellos mismos mandaron a robar la mercancía, así que, pagar por ella sería una falta de respeto.
—Sería darle tu plato de comida por primera vez. Luego ya querrá tenerlo siempre —completo por él. Me mira.
—¿Qué?
—Es como en la cárcel. Si ellos mismos se auto robaron, el que tu papá pague por ello sería darles el permiso de hacerlo las veces que quieran porque, cada vez que lo hagan, tu padre pagará. Como en la cárcel, Connor, si le das tu comida un día, querrán tomarla todos los días restantes —explico.
—Sí, exacto. Es cuestión de respeto, mi padre no está dispuesto a perderlo, así que, unir nuestra familia con la familia de la mujer con la que me casaré, hará que seamos intocables por ese hombre. O eso me dijo mi padre —comenta. Asiento.
—Bien, tendremos un par de horas antes que nos encuentren, pero este auto debe tener GPS, así que no podemos avanzar mucho con él. Buscaré una estación de servicio para dejarlo y ya luego, si no hay ningún auto cerca, nos tocará caminar —advierto. Me mira.
—Estás toda lastimada, perdón por esto. No se suponía que sería una mujer la que me llevaría. Mi padre dijo que conseguiría al mejor piloto, lo supuse hombre —dice. Frunzo el ceño.
—Pues, soy la mejor piloto que tienes ahora, así que cállate la boca y no vuelvas a subestimarme, ¿quieres? —cuestiono de mala gana.
—No dije eso. No te subestimo, eres la mejor piloto, lo eres. Realmente lo eres, pero no quiero que salgas más lastimada de lo que ya lo estás ahora —explica. Suspiro.
—Pues, he llevado golpes durante toda mi vida, esto son rasguños para mí —aseguro, pero no lo veo porque ya sabe más de mí que cualquier otra persona en la tierra.
Y lo sabe por mi boca, de paso.
No hace falta que conozca también las golpizas de mi padre o los insultos de mi madre, eso es pasado.
Ni hablar de la seguridad de mis abuelos asegurando que todas las desgracias de mi madre las habíamos causado mi hermano y yo al nacer. Como si nosotros pedimos tal cosa.
Si una pareja no está lista mental y monetariamente para tener hijos, no deberían tenerlos, porque los que sufren siempre son los niños.
Siempre sufrimos mi hermano y yo por la inestabilidad de ellos.
Dejo de divagar en mi mente al ver la estación de servicio que tanto estaba esperando encontrar. Cojo aire y veo por el espejo retrovisor, seguimos solos.
—Hora de caminar —le digo a Connor y bajo. Hace lo mismo, pero pone sobre mis hombros un saco que supongo es de los hombres esos. Sonrío débilmente, viendo el sol comenzar a aparecer.
—Entonces, ¿harás de cuenta que no pasó? —pregunta de pronto cuando ya llevamos una media hora caminando por la orilla de la carretera. Pésima idea, lo sé, pero necesito conseguir un auto pronto. Sumergida en el bosque eso no pasará.
—¿Qué cosa? —pregunto, haciéndome la loca. Escucho su risa y luego mi cuerpo es girado por completo para quedar de frente a él.
—Quizás si te beso de nuevo, lo recuerdas —propone, deteniendo mi respirar.
—Connor —musito cuando se inclina, mezclando su aliento con el mío.
—¿Sí, colibrí? —replica, moviendo sus labios, rozando los míos.
—Vas a casarte mañana —le recuerdo.
—Con alguien que no conozco, y seguiré queriendo besar a alguien que llevo un día conociendo —promete. Suspiro cuando sus manos tiran de mi cintura, pegándome un poco a su cuerpo. Por inercia mis manos viajan a su pecho.
—Connor —susurro.
—Dime, colibrí —pide también en su susurro.
—Puedes hacerme recordar —propongo. Ríe suave, tomando mi labio inferior al mismo tiempo que escuchamos un auto venir en nuestra dirección...
Si una pareja no está lista mental y monetariamente para tener hijos, no deberían tenerlos, porque los que sufren siempre son los niños.
Repitan eso una y otra vez, por favor. Dejemos de romantizar la pobreza y la inestabilidad emocional. Traer niños al mundo con la excusa de que somos pobre, pero nos sobra amor, es lo más cruel que pueden hacerle a una criatura que no merece vivir en condiciones precarias.
Ser pobres de mente es la peor de las pobrezas.
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