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Capítulo 6 🚗


—Hey, colibrí, no —asegura Connor, deteniendo la van y moviéndose hasta llegar a mí y envolverme en un abrazo.

Me quedo de piedra al principio, pero sus siguientes palabras me hacen rodearlo también con mis brazos, aceptando su abrazo:

—Pudiste ser tú, pudiste haber muerto tú, pero Dios sabe que le doy gracias de que no pasara. No estarías aquí conmigo, no te habría conocido y. —Calla, acariciando mi espalda de arriba a abajo con sus manos—. No los asesinaste, fue un accidente, no fue tu culpa, así como tampoco fue tu culpa no decirle lo que viste. ¿No te das cuenta de que él quería ser mejor para su hijo? Sin importar que no fuese suyo, murió haciendo lo que creía mejor para su familia —asegura. Niego aún con la cabeza pegada a su pecho.

—Lo intentamos, te juro que sí lo intentamos. Conseguíamos trabajos tontos, pero nunca pagaron lo que correspondía y Brandon no permitió que dejara el colegio, así que él no pudo hacerse cargo por completo de la casa porque le pagaban limosnas. Sí intentamos hacer las cosas bien, pero no se nos dio —admito en un susurro, sin embargo, ya no estoy llorando.

—Te creo, colibrí, te creo —promete Connor con su barbilla pegada a la cima de mi cabeza. Paso saliva.

—Tenemos que seguir avanzando —musito.

—Ya seguiremos, solo quédate así un rato más —pide. Suspiro y pongo todo de mi parte en no moverme, pero no hace falta que lo haga porque el impacto llega del lado del conductor, abriéndose la puerta del copiloto y haciendo que todo lo que pueda ver sea el asfalto y el cielo.

Asfalto, cielo. Cielo, asfalto.

Los ojos me pesan cuando ya mi cuerpo deja de ser sacudido por la fuerza del choque, pero mi mente se activa con algo nuevo al no encontrar a Brandon desangrándose a mi lado y entonces recuerdo que no es ese día, Brandon ya no está... Parpadeo como loca, viendo a Connor cuando me alza por las axilas y me coloca de pie, pero chillo al hacerlo porque mi pie ha dolido horrores. Connor maldice.

—¡Tenemos que irnos! —grita, cargándome por completo tipo princesa.

Aprovecho de centrarme y ver a los lados.

Sigue siendo de madrugada.

Ese día también era de noche.

Connor se adentra al bosque, pero puedo ver cómo los que van en los autos que nos buscan, bajan y corren detrás de nosotros. Me giro para verlo.

—Tienes que dejarme —declaro y me mira.

—No haré tal cosa. De seguro te golpeaste la cabeza, hablas locuras —asegura. Bufo.

—Connor, están siguiéndonos y no puedes ser más rápido que ellos, conmigo encima. Tienes que dejarme —repito. Maldice.

—Cállate, no haré eso —zanja.

Veo hacia atrás, donde las luces de las linternas se mueven por todo el lugar. Paso saliva.

—Tengo una idea, ¿sí? Pero tienes que dejarme —explico. Connor me fulmina con la mirada.

—Deja de repetir lo mismo, colibrí. No hay forma humana ni inhumana en la que yo te deje, ¿quedó claro? —cuestiona. Paso saliva, conteniendo la respiración por la seguridad de sus palabras, pero me recompongo rápido.

El hecho de que él sea tan diferente a todos los demás chicos que he conocido y sepa siempre qué decir para dejarme idiota, me hace sentir así, idiota.

Me atolondra.

—Connor, déjame por aquí. Voy a coger un auto. Necesito que subas, caminando en línea recta al norte, pero cerca de la carretera para poder recogerte. ¿Entendiste? —cuestiono. Me mira.

—¿Qué? No puedes caminar, van a atraparte —zanja. Bufo.

—Solo, detente un momento, por favor —suplico. Suspira, viendo a los lados hasta que nos oculta entre un árbol y se deja caer por él, dejándome sentada sobre sus piernas.

Cojo bastante aire, cierro los ojos y tomo mi pie con ambas manos. Cuento hasta tres antes de hacer un movimiento que me hace morder mi labio inferior con fuerza para no gritar, pero no controlo las lágrimas que se deslizan sin control.

—Ahora vete —le ordeno a Connor, aún sin abrir los ojos.

Sin verlo venir, mi rostro es girado de un solo movimiento, al otro segundo ya tengo sus labios presionando los míos. Abro la boca por la sorpresa, pero él lo toma como una invitación y comienza a acariciar mis mejillas mientras que sus labios se mueven con sincronía, de forma suave. En ningún momento introduce su lengua para buscar la mía o intenta subir de nivel en el beso, no.

Me está besando.

Connor me está besando.

Y me está besando como nunca antes me habían besado.

Me está besando sin prisa, por más que el tiempo no nos sobra, está haciendo que valga la pena.

Subo una mano tímidamente para acunar su rostro como él tiene el mío, siguiendo el bailoteo de sus labios, disfrutando la presión y el sabor de su boca. Suelta los míos, respirando de forma entrecortada, apoyando su frente contra la mía.

—No falles, colibrí —suplica. Sigo con mis ojos cerrados.

—No lo haré —prometo y lo veo. Sonríe antes de depositar un nuevo beso de un solo toque en mis labios y ayudarme a levantar para ponerse él también de pie.

—¿Duele? —pregunta, señalando mi pie.

—No —miento y me mira con la mirada entrecerrada. Al final, niega con la cabeza y comienza a correr al mismo tiempo que yo comienzo a cojear hacia la carretera.

Ya no duele tanto, pero debo intentar apoyarlo lo menos posible para no lastimarlo más de lo que ya está.

Mi corazón late a mil por segundo al ser alumbrada por unas de las luces que ellos tienen.

—¡Tengo a la chica! —grita el bastardo, como si de verdad me tuviera y comienza a correr en mi dirección.

Mando al diablo el dolor y apoyo del todo el pie para poder correr también, llorando por los puyazos, pero sin detenerme. Apenas llego a la carretera, escucho muchas pisadas detrás de mí, pero estoy desorientada porque no sé qué tanto corrió Connor o a qué dirección nos estaba llevando, así que me toma un poco de tiempo el ubicarme.

El suficiente tiempo para que dos de los hombres que me siguen, me vean y corran detrás de mí.

Imploro en silencio ir corriendo en la dirección correcta, hasta que veo a, al menos, doce metros los autos de los que nos persiguen. Voy corriendo sin dejar de ver el frente y hacia atrás al mismo tiempo, hasta que mi cuerpo es lanzado hacia un lado, siendo empujada por uno que salió del bosque y no vi.

—Te tengo —dice, viéndome desde arriba mientras me arrastro con las manos hacia atrás, pero no tiene tiempo de acercarse más porque una nueva persona llega, haciendo que el hombre caiga de rodillas, gritando de dolor mientras que la sangre se esparce por el suelo.

—No, no la tienes —asegura Connor, sujetando un arma sin dejar de apuntar al hombre—. Arriba, colibrí, vámonos —ordena en mi dirección, pero estoy en shock.

Me está besando... Connor me está besando.

Ay, amo eso, jajajajaja.

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