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Capítulo 55 🚗

Narra K.

Hemos hecho el amor en todas partes, no hemos salido de esta habitación en dos días. Decir que mi cuerpo estaba listo para tanta acción es mentir, pero no me quejo. Jamás me quejaría de tenerlo a él dando amor en cada parte que quiera.

Hace rato salió, dijo que nos estábamos quedando sin municiones, cuando pregunté a qué se refería, levantó las bolsas con las papas fritas, ya sin alguna.

Prometió no tardar, porque dijo que no tenía intenciones de hacerme dudar y dejarlo.

Creo que aún no le queda claro que me tiene levitando en el espacio con todo lo que me hace sentir cada que susurra contra mis labios un nuevo te amo.

Mi corazón cada que mis oídos lo escuchan, se paraliza un ratito, como muriendo por ser amado, pero reviviendo por el mismo amor cuando de mi boca sale un te amo de respuesta para él.

Suspiro cuando la puerta cede y Connor entra sosteniendo dos cajas. Una más larga que la otra, y llevo compartiendo con Oleg prácticamente cuatro meses, así que sé que es una caja con un vestido y la otra con unos zapatos. Espero que sean bajos, porque debería recordar que sigo sin saber usar tacón.

—¿Y las papas? —pregunto, burlona, notando que no tiene ninguna bolsa. Ríe, guiñándome un ojo, pero ese guiño tiene un efecto fulminante en mi vientre que se encoge, impaciente...

Adicta al sexo, me está convirtiendo en una adicta a él.

—¿Y mi beso? —replica, río y me levanto aún en la cama, para gatear hasta él, evitando pisar las cajas. Apoyo mis manos en sus hombros mientras las suyas toman mi cintura y su boca encuentra la mía.

Ambos jadeamos al subir la temperatura. Nos separamos, apoyando la frente del otro.

—Mejor ve a arreglarte o no saldremos de esta habitación en varios días más —musita con la voz enronquecida. Me estremezco.

—¿Y debemos salir? —pregunto en un susurro, ganándome un gruñido necesitado de su parte.

—Una cena. Ahora que eres mía, quiero que todo el mundo me conozca como tuyo —explica y son sus palabras, como siempre, las adecuadas para hacer que todo mi interior vibre de ansias.

—Ok —es todo lo que digo y él ríe, palmeando mi nalga derecha al tomar las dos cajas y correr al baño.

Cuando abro la larga, me encuentro con el mismo vestido que compré en Malibú, con el que bromeé junto a Megan sobre usarlo cuando un chico me invitara a una cita. Ahora él me está invitando a cenar...

Ay, Connor, piensas en todo, paquete.

Me cambio rápido, calzándome las zapatillas bajas que me compró y, aunque no sé hacerlo, intento arreglarme un poco con el labial, lápiz de ojos y levantador de pestañas que Megan me dio antes de salir de la casa hace días y hago mi mejor esfuerzo en quedar decente.

El resultado me gusta, así que solo ruego que a Connor también le guste.

Salgo del baño, encontrándolo, luciendo un traje oscuro de dos piezas, con una camisa del mismo tono de mi vestido. Me muerdo el labio inferior, intentando ser una persona normal y no correr hasta él para rogarle no ir a cenar y convertir nuestros cuerpos en la cena.

—Perfecta —musita al verme y levantarse. Sonrío, sonrojándome como siempre. Al llegar hasta mí, deja un beso en mi frente y toma mi mano.

—Tú también lo estás —reconozco en un susurro que lo hace reír fuerte. Salimos tomados de la mano, pero al salir del elevador, suelta mi mano para posarla en mi espalda baja y el calor que se acumula en esa zona es desesperante...

Muy desesperante.

Me controlo, sintiendo mis mejillas arder como siento esa parte de mi piel. Suspiro, aliviada al llegar hasta el auto y alejar sus manos de mi cuerpo tan anhelante por el contacto del suyo.

Subo apenas abre mi puerta y ríe por mi desespero.

Ocupa el puesto del conductor y me mira:

—Espero no te importe que, por esta noche, yo sea el conductor designado —dice con tono divertido. Sonrío.

—Si es solo por esta noche, no está mal, paquete —declaro y él ríe, encendiendo el auto mientras niega con la cabeza.

Me ajusto el cinturón de seguridad y arranca.

El restaurante al que me trajo es uno de los que conocí con Oleg, pero no hago ese comentario, claro está. Nos ubican en nuestra mesa correspondiente y, enseguida, se nos acerca un chico a ofrecernos una botella de vino.

Noto a Connor demasiado nervioso a lo largo de la cena, casi como si no supiera cómo abordar un tema en específico, porque cuando estamos a gusto hablando de algo, lo cambia bruscamente por otro tema completamente diferente.

Suspiro ya cansada de su actitud y dejo la copa sobre la mesa después de acabar con mi cena y el chico haya puesto una nueva copa, pero de helado para mí.

—Vamos, Connor, suéltalo ya. Creí que está era una cita, no una tortura para ti —espeto porque, realmente, lejos de hacer este momento especial, me está haciendo sentir incomoda.

—¿Qué? No, para nada. Disculpa si te he dado esa impresión. Estoy un poco ansioso, es todo —responde, tomando mi mano por encima de la mesa y acariciándola. Le sonrío.

—Ansioso, ¿de qué? —replico y cojo la cuchara con la otra mano para no soltarlo, pero él mismo me suelta para acomodar su corbata y eso me duele.

Por supuesto que duele.

—Terminemos nuestros postres para contarte —propone, y eso ya me alerta. Paso saliva sin decir nada y comienzo a comer en silencio mientras recreo en mi mente diferentes opciones que tenga para contarme.

Obviamente empiezo por la más trágica porque lo bueno no es algo que dure mucho en mi vida, así que me imagino que debe volver con Mariah para ser su esposo, de nuevo... Y ya, que esto es el final.

Que ha estado dándome los últimos días lo que ansiamos por meses y que no podrá repetirse nunca más.

Mis ojos se humedecen con eso, pero arrugo el rostro al, la cuchara, hacer un sonido diferente al introducirla en el helado.

Paso saliva y veo a Connor cuando saco un anillo.

—Eh, colibrí —dice, pero calla, pasando saliva—. Siempre sé qué decir, pero he olvidado todo lo que te diría —reconoce.

Mi corazón aletea de felicidad y una estúpida sonrisa se planta en mis labios.

—Solo di lo primero que se te ocurra, paquete —lo aliento, no queriendo demostrar mi emoción, pero siendo esta notoria.

—¿Quieres ser mi esposa, colibrí? La única que porte realmente mi apellido y cumpla específicamente ese rol tanto dentro como fuera de nuestra habitación. ¿Quieres seguir siendo la que conduce mi vida directo a los mejores recuerdos que podría recrear en ella? ¿Quieres, colibrí, conservar eternamente este paquete como la única dueña de su vida y amor? —pregunta.

Contengo la respiración porque cuando hizo la primera pregunta se levantó de su puesto y ahora yace arrodillado a un lado de mí, ofreciéndome el anillo que tomó del helado, aún sucio con el mío.

—¿No hay que estar soltero antes de pedir matrimonio, paquete? —suelto porque estoy demasiado nerviosa con la mirada de los demás sobre nosotros. Connor gira los ojos, pero sonríe.

—Experta en arruinar el momento —musita. Río bajito, tomando su rostro en una caricia.

—Sí quiero, paquete. Sí quiero ser tu esposa, tu colibrí, tu amor, tu todo. Sí quiero que seas mi esposo, mi paquete, mi amor, mi todo —confieso y las personas comienzan a aplaudir cuando Connor desliza el anillo por mi dedo, untándolo de helado.

Creo oír un jadeo aparte del mío cuando introduce todo el dedo en su boca para limpiarlo. Cuando me mira, sus ojos están oscurecidos. Los míos deben estar igual.

—La noche es corta para toda la vida que nos queda juntos, preciosa —musita contra mis labios antes de besarme largo y tendido.

Me deshago en sus brazos porque tiene razón. Nos queda toda una vida para amarnos, y podría jurar que, cuando mi vida acabe, estaré amándolo mucho más que ahora y menos que ayer.

Fin.

Demasiado lindooooo. Me encanta, jajajaja.

Venga, qué raro es darle finales felices, jajajaja, pero bueno, se lo merecían, jajajaja.

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