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Capítulo 48 🚗

Narra K.

Han pasado tres días desde que Oleg acabó con Alek. Esa noche él no llegó a dormir conmigo. Mikhail nos sacó de ahí a una Megan desmayada por sus gritos y a mí. Quise dormir con ella, pero aseguró que solo necesitaba estar sola.

Al día siguiente me pidió saber la verdad de Oleg y no supe ni qué decir.

¿Qué podía decirle?

Solo le dije lo que sí es seguro para mí, que el hombre que es conmigo no se parece en nada al hombre que es con sus negocios, y eso es lo único que me importa.

Ese día ella pidió no salir de su habitación, por lo que tuvimos ahí un buen rato hasta que la dejé durmiendo y me fui en busca de Oleg, pero no lo conseguí por ninguna parte. Ya parece hasta que me está evitando, porque sigo sin verlo estos días, pero hoy desperté con un enorme ramo de rosas a mi lado en la cama, justo del lado que yo suelo dormir, pero que no uso desde hace tres días porque estoy durmiendo de su lado.

Ni siquiera sé por qué lo hago. Creo que así no me siento sola...

Suspiro y uso el control remoto para darle más volumen a la canción que suena y luego lo dejo en su sitio para sumergirme por completo en la tina.

Permanezco un rato con los ojos cerrados, aguantando la respiración debajo del agua, pero unas manos me sacan, haciendo que coja aire con fuerza.

—¿Qué haces? —cuestiona Oleg, viendo mi rostro por completo y agitando mi cuerpo.

—Sumergirme —respondo. Me suelta, alejándose varios pasos hasta pegarse a la encimera. Me muevo, derramando agua por lo brusco de mi movimiento y lo veo—. ¿Estás bien? —pregunto, fijándome en su cuerpo. Se ve como si no hubiera dormido en días. Incluso tiene una ligera barba creciendo.

Coge aire, restregando sus manos en el rostro.

—Tengo que viajar a Rusia —suelta. Parpadeo y me coloco de pie dentro de la tina. Sus ojos se deslizan como cuchillos por mi cuerpo, pero sin lastimarme de esa forma. Paso saliva y extiendo la mano para coger la bata que me ofrece.

—Gracias. ¿Quieres que vaya contigo? —musito, saliendo de la tina y cubriendo mi cuerpo con la bata. Niega con la cabeza, pero no responde—. ¿Y cuándo vas a volver? —insisto, hablando suave.

—Era mi hermano —responde al llegar a él y levantar mi mano para acariciar su rostro. Asiento—. Asesiné a mi hermano —dice ahora, tomando mi cintura y enterrando su rostro en mi cuello mientras lo siento y escucho llorar.

Cierro los ojos, abrazándolo con una mano mientras con la otra acaricio su cabello, llorando también. No lloro por Alek o lo que Oleg le hizo, lo hago porque él asesinó a su hermano y se culpa por eso, pero Alek se lo buscó...

Yo asesiné a mi hermano, mi cuñada, su amante y mi sobrino en la misma noche...

Y ellos no buscaron esa muerte.

—No vayas solo, Oleg. Permíteme ir contigo, por favor —suplico, sabiendo lo que está sintiendo y no queriendo que sienta lo que yo sentí durante mucho tiempo.

En mi caso, yo sí estaba sola. En su caso, me tiene a mí.

—No puedo, pequeña. No iré solo, me llevaré a varios hombres, pero Mikhail se queda con ustedes. Pídele a Megan que no se vaya. Es más, lo haré yo. Lo siento, lo siento, de verdad lo siento. No quería que vieras eso, pero no podía no hacerlo —dice, levantándose y viéndome atormentado.

Seco sus lágrimas con mis dedos y tomo su camisa para desabotonar.

—Yo me encargaré de ella, tranquilo. Creo que todavía necesita un tiempo para procesar lo que vio —comento, pidiéndole permiso con la mirada para terminar de quitar su camisa. Me lo otorga, quitándosela él mismo.

—¿Por qué tú no necesitas tiempo? ¿Por qué no estás huyendo de mi tacto? ¿Por qué no me tienes miedo después de lo que viste? —pregunta.

—Tenemos que trabajar sobre esa mala manía tuya de preguntar tantas cosas al mismo tiempo, Oleg —comento, haciendo que sonría.

Él mismo se quita los zapatos, usando el otro pie, sin tener que agacharse. También se desabotona el pantalón y lo deja caer, quitando también el bóxer y, de último, las medias. No me fijo en su miembro, solo tomo su mano y lo guío de regreso a la tina donde yo estaba.

—Entra —pido. Obedece, relajándose enseguida. Me quedo afuera y cojo la esponja de baño, recorriendo sus brazos con ella—. No te tengo miedo, Oleg. No tengo que temer por lo que vi porque sé que no andas en un mundo fácil. Lo que sí, debo confesar es que he odiado que el motivo por el que has hecho eso es porque, en ese mundo, bajar la cabeza no es posible. Sin importar que era tu hermano, tuviste que aniquilarlo para poder mantener un respeto delante de otros —confieso, temblando ligeramente.

—No es fácil, pequeña. Ser lo que soy no es fácil —admite. Asiento.

—Lo sé, pero conmigo lo haces ver así, Oleg. Eres tan distinto cuando estás conmigo a ese hombre que estaba en esa bodega. No eres él, no conmigo —zanjo. Me mira, tomando mi rostro con la mano libre. Lo veo.

—Porque la parte buena de uno no todos merecen conocerla, pequeño ángel. Pero tú, tú lo vales todo —declara. Paso saliva y me inclino para dejar un suave beso en sus labios.

—¿Vas a tardar en ese viaje? —pregunto, cambiando de tema. Suspira.

—Debo encontrarme con mi familia, aceptar lo que he hecho, organizar el entierro de A... —Calla, negando con la cabeza. Paso saliva.

—Aquí voy a esperarte, Oleg, pero si llegas a querer que esté contigo, una llamada, ¿sí? Una llamada e iré —prometo. Sonríe, acariciando mi rostro de nuevo.

—Desearía poder hacerte el amor ahora, pequeña, pero debía estar saliendo hace minutos —confiesa. Sonrío, volviendo a besar sus labios.

—Podrás hacerlo luego, solo no demores —pido, no queriendo que se vaya. Y no porque quiero que me haga el amor, sino porque tengo miedo de lo que puede pasarle estando por allá.

Puede que nuestro comienzo no haya sido el mejor, pero el desenlace de nuestra historia sí, y lo quiero. No quiero que le pase nada malo, obviamente.

—No lo haré —promete—. Y cuando vuelva, habrá otra fiesta —declara. Arrugo el rostro—, pero no para pedirte matrimonio, tranquila.

Ambos reímos bajo. Acepto la caricia que reparte en mi rostro mientras yo juego con su cabello.

—Será para celebrar que ya has aceptado ser mi esposa —suelta. Alzo ambas cejas.

—Ah, ¿sí? —reviro, no sabiendo ni qué decir. Ríe de nuevo y tira de mi labio contra él.

—Al paso que vamos, capaz y termines teniéndome en abstinencia hasta el matrimonio, así que tendría que casarte lo antes posible si es que quiero cumplir mi palabra y ser el último en tu vida —dice. Río con ganas, con mis mejillas encendidas porque realmente no sé qué decir.

—Creo que la falta de sueño te tiene muy mal, rusito. Vamos, termina de ducharte para que tomes ese vuelo y regreses pronto —propongo y me levanto.

—¡Te luciría ser la señora Vyazemskya! —grita cuando ya he salido del baño. Niego con la cabeza, pero sonrío por su siguiente grito—: ¡Kiran Vyazemskya!

Ay, yo quiero ser la señora Vyazemskya, jajajaja. Qué problema el mío que siempre quiero ser la señora de otro y Luis se lo tiene que calar, jajajajajaja

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