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Capítulo 42 🚗


Narra K

Oleg ni siquiera sube las escaleras, nos mete a ambos en una puerta que todavía no sabía a dónde conducía hasta que entramos y noto un baño para invitados. Sigue derecho a la ducha y así, sin bajarme ni mediar palabras, abre la llave, haciendo que el agua enseguida nos empape. Abro la boca en busca de aire, pero él aprovecha para introducir su lengua y enrollarla con la mía.

Gimo de sorpresa cuando me deja en el suelo de nuevo y sube de una vez mi vestido, para ir por mi tanga y romperla de un solo tirón. Doy un pequeño salto por el escozor.

—¿Vas a...? —Chillo, no pudiendo formular la pregunta completa. Oleg ríe por mi nerviosismo y termina de quitar el vestido por completo para dejarme, de nuevo, desnuda ante él.

—Me has dicho amor. Y lo has hecho en ruso —especifica. Río nerviosa cuando retrocede dos pasos y se baja el pantalón.

—Tú no me has enseñado apodos cariñosos en ruso —me defiendo, pero comienzo a temblar, no sé si de ansias por la seguridad que me está embargando de que, justo hoy que llegó Connor, dejaré de haber sido solo suya para ser de Oleg.

—No necesitas saber más apodos cariñosos en ruso, ese está perfecto —promete y se acerca a mí como un cazador. Me alza enseguida, enrollando mis piernas en su cintura—. Fue un idiota, reconócelo. Él no debió decir eso —recalca. Suspiro, acariciando su cabello porque no quiero que se altere.

—Lo sé, pero es que, ¿qué hacen aquí? —pregunto, confundida. Oleg se encoge de hombros antes de inclinarse a besar mi cuello.

—No lo sé, pero dime ahora, pequeña. Dime si puedo seguir o quieres que pare —musita, haciendo movimientos circulares, restregándome su hombría aún cubierta por su bóxer.

Pienso enseguida en Connor.

Verlo de nuevo fue... ¿Qué palabra podría describirlo?

Verlo fue efímero, una felicidad que se me escapó de las manos en cuestión de segundos porque cuando recordé con la voz de Oleg lo que somos, todo se fue.

Ya no pude seguir imaginándonos juntos, caminando de la mano por el mar, entrando de vez en cuando a hacer el amor y saliendo como dos cómplices enamorados.

Todo se desmoronó porque Connor tiene dueña, Mariah es su dueña. Y yo, yo no soy suya.

Connor siempre será ese amor que quiero conmigo, pero que me toca aceptar ver con otra.

—Tenemos invitados esperando afuera, Oleg —le recuerdo, no queriendo intimar ahora con el recuerdo del rostro de Connor tan fuerte, tan nítido, tan vivido.

—Lo sé, pero estás tan caliente. Te siento ardiendo sobre mi bóxer —admite. Jadeo de nuevo cuando empuja hacia arriba, enfatizando sus palabras. Muerdo mi labio inferior, pero bajo lentamente una mano, acariciando su pecho por encima de su camisa hasta que llego a su bóxer y lo veo a los ojos.

Sé que ambos estamos reteniendo el aliento porque cuando sigo mi camino hasta tomar su miembro entre mis manos, este palpita y ambos abrimos la boca en busca de aire.

—Tú también estás caliente —musito, no sabiendo bien a dónde quiero llegar—. No quiero hacerlo ahora porque no quiero que sea rápido —digo, sabiendo que no puedo cortar esto de una forma brusca. Oleg vuelve a coger aire.

—Bien, te tomaré esta noche. Haremos el amor esta noche, pequeño ángel. Toda la noche —aclara, alzando las cejas. Mis mejillas se calientan por la seguridad en esas palabras. Paso saliva y asiento antes de acercarme de nuevo a su boca para besarlo.

Siento cuando suelta una de sus manos de mis nalgas y luego lo siento de nuevo, tomar la mía por fuera de su bóxer para que la mueva. Abro la boca, aún pegada a la suya y lo veo a los ojos.

—¿Quieres un orgasmo ahora? —pregunta de forma sexual con una voz más sexual todavía y con sus ojos gritando más sexo aún. La boca se me reseca y parpadeo porque las lágrimas pican detrás de mis ojos al pensar en Connor.

Sácalo de tu mente, joder.

No será contigo con quien compartirá la cama esta noche.

No será con él con quien tú compartas la tuya.

Mucho menos, ese anillo que porta en su mano izquierda, lo porta por estar unido a ti.

Así que sácalo de tu mente.

Oleg tenía razón, ¿no? Connor fue el primero, pero puede que él sea el último.

—Sí —musito bajito, enfocándome de nuevo en él. Sonríe satisfecho y vuelve a tomarme bien por las nalgas para salir de la ducha. Me deja de pie un momento solo para quitarse por completo el bóxer.

Mis mejillas pasaron de calientes a ardientes, pero no bajo la mirada y él ríe. Se sienta sobre la tapa del retrete y abre sus piernas. Ahora sí lo veo. Apunta directamente hacia arriba. Paso saliva.

—Oleg —musito como advertencia.

—Sube, no voy a penetrarte. A menos que hayas cambiado de opinión. ¿Es ese el caso? —pregunta con ilusión.

Niego con la cabeza, pero sonrío cuando hace puchero y hago lo que pide, me siento sobre él, justo cuando baja su miembro para dejarlo a lo largo de mi sexo. Evito su mirada porque si lo sentí caliente en mi mano, ahora así de junto, está el doble.

—Masturbación en conjunto, una de las siete maravillas del mundo —aclara. Río con ganas, pero dejo de hacerlo cuando con sus manos, me mueve de adelante hacia atrás, haciendo que el deslice sea tan fácil y dudo que por el agua de la ducha. Abro la boca, sedienta.

—¡Oh! —gimo y me aferro a sus hombros para tomar yo la iniciativa porque quiero probarme a mí, no a él, que sí puedo ser buena en esto. Que nunca más voy a sentirme mal porque Mariah sepa más porque yo también aprenderé a ser experta en el sexo.

Con mis manos en sus hombros, su boca moviéndose al compás de la mía, nuestros jadeos inundando el baño por mis movimientos constantes de adelante hacia atrás, todo deja de ser oportuno en mi mente.

Me olvido de que en algún lugar de la casa está el hombre que amo con su esposa.

Me olvido de que, posiblemente, mi afán de querer ser buena en la cama para Oleg sea por saber que Mariah es buena en la cama de Connor.

Me olvido de todo y me entrego al momento.

Me nublo tanto que, si él quisiera levantarme y hundirse en mi interior, no me quejaría, pero no lo intenta. Me deja a mi ritmo, pero me toca chillar y soltar su boca cuando pellizca mis pezones al mismo tiempo. Lo veo a los ojos.

El café, casi miel de los suyos está oscuro, casi negros. Y sus labios rojos y más grandes por lo fuerte de nuestros besos.

—Voy a. —Callo, no pudiendo continuar con las palabras al bajar una de sus manos a mi sexo y jugar con mi clítoris.

Todo es negro en mi visión, pero me toca morderme la lengua cuando el nombre que viene a mi mente no es el suyo. Temblando sobre él, quedando sin fuerzas, siento un líquido caliente mojarme las nalgas.

—No puedo, no puedo dejar que otro goce de ti, de tu exquisitez —murmura en mi oído cuando escondo mi rostro entre su cuello.

—No tienes que hacerlo —declaro, sabiendo que eso es cierto porque sé que lo dice por Connor. Y sé que Connor no puede tenerme más, así que, todo resuelto, ¿no?

Ni yo puedo ser de Connor ni él tiene que preocuparse por que lo sea.

No sé cuánto tiempo duramos sentados así hasta que toca mis piernas.

—Vamos a limpiarnos para cambiarnos de ropa y comer con la visita —propone. Asiento y me levanto para volver a entrar en la ducha que sigue abierta.

Me lavo entre mis piernas y cojo el vestido del suelo, lo exprimo con mis manos y me lo coloco para después salir de la ducha y dejar que haga lo mismo. Oleg sale, cerrando la llave y siguiendo derecho a la puerta, donde sale y me ofrece su mano. Regreso a la ducha porque veo la tanga rota en el suelo y se la enseño.

—¿Tenías que romperla? ¿Qué fetiche tienes con romper mi ropa? —cuestiono. El descarado ríe—. Mira cómo estamos de empapados. Ojalá que no estén por ahí. Tenemos que hablar de tus arranques, eh —lo acuso, envolviendo la tanga en un poco de papel sanitario y luego echándola en el bote de basura.

—Me encantas desnuda y, empapada me la dejaste, pequeña —suelta. Abro los ojos.

—¡Oleg! —chillo, pero no solo yo me escucho decir lo mismo, también escucho a Megan decirlo. Salgo apresurada del baño y veo al mismo tiempo hacia el lado para donde Oleg abrió la puerta, a todos parados al borde de la escalera, viendo en nuestra dirección.

Solo en uno me fijo.

Solo uno no me mira asombrado o divertido.

Solo uno me está viendo con dolor.

Soy una perra por hacerle eso a Connor, pero él obligó a Colibrí a presenciar su boda, así que solo me estoy vengando, jajaja.

"—Me encantas desnuda y, empapada me la dejaste, pequeña." Esto me encanta, ajajajja.

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