Capítulo 41 🚗
Narra Connor.
La sensación que recorre mi cuerpo mientras que su cuerpo se estremece con la misma fuerza que el mío pegado al suyo, lo vale todo.
Vale el haber dejado mi orgullo atrás y haber aceptado viajar todos, pero solicitar viajar de una vez. Vale haberme sentido una basura por ver el rostro triste de Mariah en todo el viaje, por más que intenté que no se notara mi emoción, era notoria. Vería a mi colibrí, obviamente estaba feliz.
Las circunstancias siguen sin ser las mejores, pero su reacción lo ha cambiado todo.
No importa si va a comprometerse con ese hombre. No importa si va a organizar una boda con él. No importa si ya su cuerpo no ha sido solo mío. No importa nada porque todo lo que me importa es que me sigue queriendo, y con esa sola esperanza, puedo organizar un secuestro para que no llegue nunca a esa boda.
Podría, incluso, fingir una muerte inesperada para reencontrarme con ella y largarnos. Fugarnos.
Seríamos fugitivos toda la vida, pero viviríamos esa vida juntos.
¿No es eso lo mejor de todo?
Claro que sí.
—No llores, colibrí —pido, obligándome a soltarla un poco para subir mis manos a su rostro y limpiar las lágrimas que derramó. Me atrevo a ir más allá y pego mis labios contra su frente, dejando un beso con una promesa marcada.
—Buenos días —dice una voz gruesa que hace que de inmediato mi colibrí de un salto y un paso atrás, haciendo que mis manos caigan. Endurezco mi expresión cuando K gira y camina hacia él. Enseguida la recibe, tomándola de la cintura y yendo directamente a besar sus labios.
Cuando la vuelve a soltar, encierro mis manos en puños al ver que ella sonríe con las mejillas coloradas y eleva una mano para limpiar los labios de él del labial de ella.
—Lo siento, te he manchado —susurra colibrí y la dulzura con la que le habla me cala fuerte porque es lo primero que ha dicho desde que llegué y su voz ha sonado tan dulce...
El problema es que no fue dirigido a mí.
—Por mí puedes mancharme cuando quieras, pequeña. Estás preciosa —acota y solo en eso debo darle la razón. K lleva puesto un vestido suelto hasta un poco más arriba de la rodilla, de un azul celeste que le hace ver sus ojos más claros aún. Otra sonrisa dedicada a él me comienza a fastidiar.
—Tú siempre te ves bien, así que no debo decirlo, ¿cierto? —replica ella de forma burlona. Alzo una ceja porque volví para robármela, pero ella está hablando con él como si no estuviera a solo unos pasos.
El hombre ese comienza a reír fuerte, callando solo para volver a besarla en los labios.
—Bueno, bienvenidos. Esta es una agradable sorpresa. No sabía que vendrían —confiesa, enderezándose y dándonos el frente.
Mira a todos hasta llegar a mí, al hacerlo, me dedica una sonrisa cargada de cinismo, restregándome en la cara con el nuevo tirón en la cintura de K para pegarle más a él, a lo que ella reacciona elevando una mano y rodeando su estómago.
Ya no siento la sangre en mis manos hasta que volteo al sentir que me obligan a abrir una. Veo a Mariah que me sonríe, pero puedo notar en sus ojos tristeza. Sonrío y beso su frente para aceptar su mano entre la mía.
—Nos llegó una invitación a una celebración, obviamente no podíamos negarnos a una celebración tuya —responde mi suegro, dando un paso adelante para acercarse al hombre. Sin soltar a K, con la otra mano, estrecha la mano del padre de Mariah, sonriendo.
—Pues, bienvenidos sean a mi casa. ¿Conoces a моя жена( mi mujer)? —pregunta en ruso. Me trago un gruñido ante el apretón de Mariah.
No sé lo que ha dicho en ruso, pero por la forma en la que K lo mira, parpadeando a lo loco, deduzco que ella sí lo sabe.
—Por supuesto. No sé si lo sepas, pero ella llevó con bien a Connor, el esposo de mi hija Mariah, a casa para su boda. Es una excelente conductora —alaga el padre de Mariah, acariciando el hombro de K.
—Lo es, mira cómo conduce mi vida a la perfección —bromea, haciendo que K se sonroje más de lo que ya estaba. El padre de Mariah ríe.
—¿Cómo te trata este amigo mío, K? ¿Se porta bien? —pregunta.
—Exagera con mi seguridad, pero ya me acostumbré y creo que si la reduce, hasta creería que se quiere deshacer de mí —reconoce, riendo suavemente y haciendo que todos a mi lado rían también. Yo no lo hago.
—Nunca se está lo suficiente seguro. ¿No es así, Oleg? —replica y el hombre asiente.
—Pocas veces uno quiere a alguien como para arriesgarse a perderlo. Prefería morir que perderla —suelta, viendo a K que aparta la vista de la mía al escucharlo y lo mira también, sonriendo.
El tercer beso se hace presente cuando él vuelve a inclinarse hacia ella.
—Disculpen, las demostraciones no son lo mío, pero su boca es adictiva. Bueno, toda ella lo es —promete el idiota, mirando fijamente en mi dirección, como si supiera que yo ya sé eso.
Venga, claro que sé que mi colibrí es adictiva, exquisita y embriagante, yo la probé primero, claro que sé eso.
Esta vez no resisto el bufido.
—Tú debes ser Connor —dice, soltando ahora sí a K para acercarse a mí y extender su mano—. Mi mujer me contó sobre lo que pasaron en el viaje. Gracias por haber regresado por ella en ese atentado —suelta. Veo su rostro y luego la mano que me ofrece.
—No eres el único que prefiere morir antes que perderla —zanjo, aceptando la mano y estrechándola también—. ¿De casualidad, también te habló de la última noche? —suelto sin poder detenerme a pensar en lo que estoy haciendo. La exclamación a mi lado me hace saber que me pasé con eso.
—El primero siempre importa, ¿no? Pero el último es el que vale... Y ese seré yo —promete, añadiendo eso luego de unos segundos en silencio, esperando mi reacción.
—Qué bueno que llegaron justo a tiempo para la comida, ¿cierto, любовь (amor)? —pregunta K, posándose a su lado para hacer que la mire. No sé qué le ha dicho en ruso y odio estar en desventaja.
—¿Amor? Y en ruso. Dios, juro que eso se sintió muy bien —reconoce el hombre, agachándose lo suficiente para hacer gritar a K cuando la eleva—. Disculpen, quedan en su casa, ya volvemos —promete y camina a paso apresurado con K alzada, abandonando mis ojos para verlo a él y decir algo con sus labios que no logro escuchar.
¿Qué mierda acaba de pasar?
¿De verdad se la ha llevado para hacerle el amor contra alguna pared?
¿De verdad ella lo ha llamado amor en ruso?
Un tirón en mi mano hace que deje de intentar avanzar para seguirlos.
—Ella es feliz, Connor. Si de verdad te importa, acepta de una vez que ya no siente lo mismo que tú... Al menos, no por ti —zanja Mariah, metiendo su dedo en la herida.
¿Y si tiene razón?
Ay, perdón, jajajjaa. Pero Connor se lo merecía. Suelta cada tontería sin pensar en cuánto lastima a Mariah y avergüenza a K.
Por cierto, el motivo de la extrema seguridad de K, lo conocerán en el libro de Megan.
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