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Capítulo 38 🚗

Narra K.

—Discúlpenme un momento, ¿sí? Debo contestar esto, pequeña. Ya regreso —dice Oleg y deja un beso en mi frente para levantarse de mi lado en la mesa y llevar su celular a la oreja mientras camina a la salida del restaurante. Me le quedo viendo de espaldas hasta que Megan habla:

—Así que, veo que sí eres feliz. Es muy lindo, lo reconozco, pero creí, no lo sé, que todavía estabas, ya sabes —dice y mueve sus cejas de arriba abajo para que entienda. Cojo aire con fuerza.

—Han pasado ya casi dos mese y él no ha intentado ni una sola vez saber de mí, así que, ¿por qué tendría que hacerlo yo? —replico, jugando con la servilleta sobre mis piernas, debajo de la mesa, pero queriendo lucir fuerte con mi mirada.

Connor es un tema que evito mucho porque pienso demasiado.

—¿Que no te ha buscado? —cuestiona incrédula. Vuelvo a suspirar.

—Pues, yéndose de luna de miel con tu hermana, prometiendo hijos y eso, no se le nota —me defiendo. Megan niega con la cabeza.

—Sí se fue de luna de miel y sí deben tener hijos, pero eso no quiere decir que lo haga muy entusiasmado —declara. Bufo.

—Yo tampoco empecé con Oleg entusiasmada por eso, pero el tiempo cambia, ¿no? ¿Quién me asegura que él no esté en este mismo momento, haciéndole el amor a tu hermana para fecundar un hijo en ella? —cuestiono, pero odio que la sola formulación de la pregunta me haya encogido el corazón por el dolor que lo invadió.

Megan me mira triste, pero niego con la cabeza y elevo una mano para secarme de forma discreta la lágrima traicionera que se derramó por mi mejilla.

—Lo siento, sé que lo estás intentando y no estoy siendo una buena amiga al hablarte de él —acepta. Suspiro y la veo.

—No eres una mala amiga, Megan, pero es momento de aceptar que tu hermana se casó con el hombre que amo y no podemos hacer nada para cambiar eso, así que, toca seguir adelante. Oleg es. —Callo y lo veo a través del cristal del restaurante, todavía hablando por el celular, pero como si sintiera mi mirada, se gira justo a tiempo para sonreírme y guiñar un ojo. Le devuelvo la sonrisa—. Oleg es especial —confieso y la veo. Megan me sonríe.

—Lo noto. Te ves feliz con él, así que me doy por bien servida —admite. Sonrío y presiono su mano.

—Gracias —musito.

Oleg regresa unos segundos después para terminar la cena entre platicas tranquilas en la que Oleg alaga constantemente los negocios del padre de Megan y ella aprovecha para hacer lo mismo. A eso de las nueve y tanto, decidimos que ya es suficiente y nos levantamos para irnos.

En el auto, me quedo dormida con mi cabeza apoyada del hombro de Oleg, pero despierto cuando siento mi cuerpo ser alzado. Parpadeo y enfoco a Oleg que me sonríe.

—Ya vas a descansar, pequeña —murmura bajo.

—Puedo caminar a la cama —digo, sintiéndome avergonzada de que Megan esté viendo esto.

—Y también puedes dejar que sea yo quien te lleve hasta ella —contraataca Oleg. Giro los ojos ante la risita de Megan, pero la correspondo.

—Que descanses, Megan. Mañana prometo dedicarme enteramente a ti —aseguro al llegar a la parte superior de la escalera y sé que ella va a girar a la derecha a donde están todas las habitaciones y nosotros a la izquierda donde solo la nuestra se encuentra.

—Tranquila, tu piscina me llama —confiesa. Todos reímos y se gira, elevando su mano para despedirse. Veo a Oleg al entrar a la habitación porque, no lo sé, al atravesar la puerta, el aire ha cambiado.

—¿Cómo estás? ¿Mucho sueño? ¿Cansada? ¿Feliz? —pregunta sin tiempo de por medio para responder. Río bajito, soltándome de su cuello al dejarme sobre la cama, pero no se levanta, sino que usa sus manos para apoyarse y mantenerse sobre mí, pero sin aplastarme.

—Estoy muy feliz por tener a Megan aquí. Esta casa se convierte en el doble de grande cuando no se tiene a nadie con quien recorrerla —confieso. Sonríe.

—¿Eso quiere decir que no te la he enseñado toda? ¿No la he recorrido de tu mano nunca? —pregunta, pero se apoya de un solo lado para, con la otra mano, recorrer el borde del escote corazón de mi blusa corta, acariciando la superficie de mis senos.

Mi respiración comienza a fallar y él lo nota.

—No, creo que no —musito y me remuevo nerviosa, porque el sentirme tan a gusto como lo estoy ahora, no me gusta.

No es que no quiera estar íntimamente con Oleg, es que, solo he querido estar así con un hombre...

Un hombre que no me pertenece y que nunca lo hará.

—Qué mal de mi parte —acepta y apoya con un poco más de fuerza su dedo en mi blusa, queriendo bajarla un poco—. ¿Puedo? —pregunta, mirándome a los ojos. Abro la boca y cojo aire, pero asiento lentamente.

Sonríe y se inclina para dejar un beso en mi cuello que me hace clavar mis uñas en su espalda y él gruñe, elevándome, rodando hasta quedar sentada sobre él. Lo veo con la boca abierta.

—Déjame probarte, pequeña —suplica, jugando con el dobladillo de mi blusa. Paso saliva, temblando por completo.

—Solo estuve con una persona y solo dos veces —confieso sin poder callarme la boca. Noto el cambio de coloración en sus ojos y su barbilla tentarse, sé que eso no le ha gustado porque ya lo conozco.

—Sabía sobre una de esas veces —me recuerda—, pero no creí que fuese él tu primer hombre. ¿Estás lista para esto? ¿Quieres esto? ¿Lo quieres todavía? —cuestiona, de nuevo de forma seguida. Cojo aire.

—Estoy aquí contigo, Oleg —recalco.

—Pero ¿por qué quieres? Prácticamente no te di opción, pequeña. Y antes no lo pensaba porque no creí que él fuese tan importante, pero ahora —dice y calla, negando con la cabeza.

No pienso lo que hago, solo tomo yo misma el borde de mi blusa y la paso por encima de mi cabeza, quedando frente a él con mi torso desnudo porque la blusa no requería brasier. Oleg mira mi rostro.

—Pude irme, puedo pedirte incluso ahora que me dejes ir, pero no es lo que estoy haciendo, ¿cierto? —cuestiono. Suspira y toma mi cintura, haciendo que chille su nombre cuando tira de mi cuerpo hacia él y se lleva a la boca mi seno por completo.

Mis manos se enredan en su cabello y salto cuando tira de mi cintura hacia abajo para que sienta su rudeza.

—Entonces, ¿te gusta? ¿Sigo? —pregunta. Tendré que hablar con él sobre la mala costumbre que tiene de hacer preguntas seguidas sin dejar que uno responda, pero por ahora solo sonrío y lo beso.

Gruñe desesperado, soltando mi cintura para tomar el botón de mi pantalón.

—Creo que nunca odié tanto un pantalón como este que llevas puesto. Te compraré otro —dice y cuando estoy por preguntar por qué, tira con fuerza a ambas partes y termina de rasgarlo por detrás, dejando que caiga a ambos lados un pedazo de tela y mis nalgas reciban el calor que depositan sus manos al posarlas en ellas. Vuelve a gruñir—. Desnúdame, pequeño ángel. Cumple mis sueños sobre este momento, por favor —suplica.

Sin dejar de temblar y aún con sus manos en mis nalgas, hago lo que me pide, tomando su camisa para desabotonar sin apartar mi mirada de sus ojos y con la boca abierta por la falta de aire en mis pulmones.

Termino de desabotonar todo y deslizo mis manos, sintiendo su piel hirviendo debajo de mis yemas para soltarme de mala gana y quitársela por completo. Vuelve a tomar mi cintura y me gira, dejándome acostada de nuevo para levantarse y tirar de mis piernas, haciéndome reír por su desespero.

Quita mis sandalias bajas porque sigo aprendiendo a usar tacones, y luego tira de mi pantalón, estremeciéndome al quedar solo con una tanga azul. Se queda de pie afuera de la cama, detallando mi cuerpo por completo.

—Oleg —musito, queriendo que ya deje de verme y solo me tome.

—Estoy haciendo capturas visuales, preciosa. Cada que me dejes verte de esta forma, te apreciaré y grabaré el momento a fuego en mi mente —promete. Sonrío, pero desvío la mirada.

—Tómame, Oleg —pido, siendo eso justo lo que quiere escuchar porque gruñe y se deshace de su pantalón, dejándome, parpadeando a lo loco al deparar en el bulto que se marca por encima de su bóxer negro.

—Será un placer, pequeña —promete y sube sobre mí, llevando su mano por dentro de mi tanga al mismo tiempo que su boca se pega a la mía, pero la suelto para poder jadear al comenzar a jugar con mis fluidos en mi sexo.

Ok, este si no me dolió tanto, jajajaja. Es que, a diferencia de Connor que tiene autocontrol, mi K apenas está aprendiendo sobre lo que le gusta. Y a mí me gusta que le guste, jajajaja

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