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Capítulo 32 🚗

Narra Connor.

—¡¿Quién diablos te crees para hablarme de esa forma?! —grita mi padre, cogiéndome del brazo. Con la rabia destellando en mi cuerpo por lo de colibrí, me giro, levantando mi brazo y encerrando mi mano en un puño para estrellarlo en su cara.

Mi padre cae al suelo, viéndome sorprendido y los demás chillan de sorpresa.

—¡¡Quién diablos soy?! ¡Soy el único que se atrevería a cantarte tus verdades, maldita sea! ¡Llevo veinticuatro años haciendo lo que se te place a ti, me casé por tu maldita culpa, pero no lo harás con ella, joder! —grito, señalándolo. Se levanta por su propia cuenta, dándome frente.

—¿Qué? ¿Te gustó la conductora? Recuerda lo que es, no es más que...

—Ni se te ocurra hablar mal de ella. Entre tú y ella, ella vale mucho más que tú —siseo, enderezando también. Mi padre comienza a reír, dando una vuelta para quedar de frente a los demás que nos miran todos de pie.

—Te la follaste, ¿no es así? —interroga, viéndome por encima de su hombro.

—Te buscas otro golpe —advierto. Su mirada se vuelve fría y se gira, tomándome por el cuello de mi camisa. Me mantengo en mi sitio.

—Conrad —musita mi madre, pero mi padre no le presta atención. Yo tampoco le quito la mirada.

—Escúchame muy bien, Connor —advierte—: Podrás ser mi hijo, pero no olvides que puedo darte una reprimenda merecida por golpearme y hablarme de esa forma. ¿Y qué si la secuestraron? No tiene nada que nos interese como para recuperarla. ¿Te la follaste? Perfecto, ya pasó —zanja.

Hago que me suelte, apoyando mis manos en su pecho, tomando su saco y levantando mi pierna para golpear con mi rodilla en su estómago. Da varios pasos hacia atrás, doblado por la mitad mientras tose. Mi madre enseguida se acerca para ayudarlo.

—Para ti podrá ser alguien sin importancia, pero no para mí. Y escúchame tú muy bien a mí, Conrad —declaro. Alza una ceja—: Podrás ser mi padre, pero no olvides que ya no soy un niño que se asuste por tus castigos y que, ahora yo llevo ventaja porque quién necesita al otro, no soy yo. Ah, por cierto, no la follé porque a las chicas como ella, uno les hace el amor, no las folla. Pero como el maldito bastardo de mierda que eres, no sabes de eso —zanjo. Mi padre sonríe de forma cínica.

—No más golpes, Connor, por favor —suplica Mariah, interponiéndose entre ambos y acercándose a mí para tomar mi pecho. La veo.

—Solo quiero que respondas una cosa, una sola cosa y depende de lo que respondas, sigues teniendo un hijo —digo en dirección a mi padre. 

—No sé dónde está —zanja. Chasqueo la lengua, negando con la cabeza y moviendo también a Mariah para dar dos pasos más.

—Si supieras que no es simplemente una mujer más en mi vida, ¿te importaría lo suficiente como para ayudarme a encontrarla? —cuestiono, viéndolo fijamente. Coge aire.

—Si supiera eso, lo haría, pero Mariah es la única mujer que debe importarte, ¿cierto? —replica. Gruño.

—Pasé los últimos días caminando, huyendo, robando, sobreviviendo a matones porque necesitaba llegar aquí, casarme con Mariah para salvar tu culo, no el mío, el tuyo —recalco, clavando mi dedo en su pecho porque a medida que fui hablando, me fui acercando a él y ahora ya estamos a nada de separación—. No te pregunté, no te juzgué, realmente ni siquiera me interesó si era cierto o falso todo lo que dijiste, padre, pero todo cambió porq...

—¿Por qué? —me interrumpe. Le sostengo la mirada y sonrío.

—Porque no seguiré casado con Mariah cuando, lo que realmente quiero es hacerla a ella mi esposa —zanjo—. Y ahora que lo sabes, ¿qué harás? —cuestiono. Mi padre suspira y mira un momento a un lado, pero antes de que abra la boca para responder, otra voz se hace presente:

—Lamento mucho esto, de verdad. La chica me cae bien y sabía que habían tenido algo por cómo se miraban, pero no puedo dejar que te separes de mi hija, Connor. Tenemos un acuerdo —explica el padre de Mariah. Lo veo y luego a ella.

—¿Qué clase de acuerdo? —replico. Coge aire con fuerza.

—Sé quién la tiene, Connor. Puedo hacer una llamada y pedir su liberación, pero pedirán algo a camb...

—Lo que sea, les daré lo que sea —prometo, interrumpiendo.

—Bien, podrás odiarme luego, pero el acuerdo con tu padre consistía en tu boda con la mayor de mis hijas, a cambio de su protección y su familia —me cuenta. Asiento, porque eso ya lo sabía—. La cosa es que, no puedes divorciarte de Mariah, Connor —explica. Muerdo el interior de mi mejilla y veo a Mariah de reojo para volver a ver a su padre.

—No amo a su hija —confieso—. Ni siquiera he intimado con ella o planeo hacerlo porque no es la mujer con la que quiero hacer tal acto —aclaro—, pero si me ayuda a sacar a K de donde la tienen, yo...

—Connor, no —me corta Mariah. La veo—. Padre, ¿de verdad quieres mantenerme casada con un hombre que no me ama? —cuestiona, posándose a mi lado para ver a su padre.

—Lo siento, princesa, pero sabes cómo es esto. No puedo haberte confiado a un hombre para que se divorcié de ti como si nada —explica.

—No importa, señor. Puedo mostrarme como lo que quiere, lo prometo. Puedo ser ese esposo idóneo para su hija, solo le pido su ayuda, por favor. Si no puedo vivir mi vida con ella, al menos quiero que ella sea libre para elegir con quién vivirla —reconozco.

—Quiero nietos.

—¡Papá! —se queja Mariah a mi lado. Lucho por no descuadrar mi rostro, pero hago puños mis manos.

—Puedo hacerlo —digo.

—No, no puedes. ¡¿Cómo pretendes embarazarme si ni siquiera quieres compartir la cama conmigo, joder?! —espeta Mariah, girándome por un brazo.

—Puedo hacerlo, Mariah. Seré tu esposo por completo. Pero solo si ella sale de ese lugar a salvo —zanjo, viendo de nuevo a su padre.

—Bien, tenemos un acuerdo, entonces. Haré una llamada —dicta y se levanta para salir de la estancia.

—Estás loco, Connor —declara Mariah. La veo.

—No, no lo estoy. Hago lo correcto. Ella no debe pagar por la mierda de él —zanjo, señalando a mi padre.

—¿Y yo qué, joder? ¿Crees que yo quiero que ella sufra? No, no lo quiero, Connor. Pero tampoco quiero estar con un hombre por lástima, por obligación. ¿Lo que yo siento no importa? —replica. Odio que sus ojos se llenen de lágrimas. Me acerco más a ella y tomo su rostro, secando con mis dedos sus lágrimas.

—Lo siento, no quise hacer menos tu sentir —confieso. Suspira y niega, soltándose de mi agarre.

—Tampoco pedí este matrimonio, Connor, pero no podemos salir de él, ya lo has visto —recalca. Cojo aire.

—Lo sé, voy a mejorar, lo prometo —aseguro. Suspira, negando con la cabeza.

—A cambio de que ella sea libre, Connor. Créeme, amo lo que haces, solo desearía que estuvieras así de dispuesto por mí y no por amor a ella —musita, palmea mi hombro y pasa por mi lado para salir.

—Hijo —susurra mi madre. Cojo aire.

—Lo sé, lo sé, sí voy a hacerla feliz —declaro, viendo a todos lo que quedan—, pero estoy enamorado de otra persona y no puedo desenamorarme de la noche a la mañana. Solo necesito tiempo —explico, sintiendo que debo darle justificaciones, aun cuando no debo hacerlo.

Mi Connor es tan inocente que me da lastima, jajajaja. ¿Creen que se acabe todo?

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