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Capítulo 3 🚗

—¿Por qué te dicen K? —pregunta de pronto el paquete.

Lo veo por el espejo retrovisor, aprovechando que el escolta está roncando en su asiento. Según el reloj en mi muñeca, faltan tres minutos para las seis de la mañana. Llevamos cinco horas en carretera y ha sido todo tranquilo.

Ojalá el resto del viaje sea igual.

—Duerme, mejor —propongo, dejando de verlo por el espejo retrovisor y centrándose en la carretera. Escucho su risa baja.

—No deberías darme órdenes —dice. Suspiro.

—Ni tú hacerme preguntas. No soy ni quiero ser tu amiga, así que evita hablarme tanto como puedas —zanjo. Ríe más fuerte, haciendo que el escolta despierte, por fin.

—¿Qué pasó? —pregunta, frotando su rostro con las manos.

—Que el paquete salió conversador —suelto.

—Y el conductor designado, aburrido —replica él.

—¿Qué edad tienes? Pareces un crío —declaro, viéndolo por el espejo. Sonríe, viéndome también.

—Si me dejas, puedo demostrarte que no soy ningún crío —advierte.

—Connor, ya basta —declara el escolta, notando lo que yo noté.

—Asqueroso —espeto, girando los ojos.

El idiota de Connor sigue riendo en la parte de atrás, hasta que, de pronto, se mete en el medio de los dos, para mover algo en la radio.

—¡Connor, ¿qué diablos haces?! —chilla el escolta, moviéndose. Ni siquiera veo al idiota. Se parece demasiado a Max...

Y eso no me gusta.

—Hace falta un poco de música porque el camino es muy largo y ustedes muy aburridos —declara. Cojo aire.

Sí, igual de idiota que Max.

La diferencia es que, Max tenía diecisiete años en ese entonces y fumaba demasiada marihuana como para poder estar cuerdo la mayor parte del tiempo. Este chico no debe tener menos de veintitrés y no creo que fume marihuana, la verdad.

—Mucho mejor —dice después de encender el equipo y dejar una emisora en la que Sixtynine canta a todo volumen.

Cojo aire, viéndolo por el espejo retrovisor, se ha cruzado de brazos y está recostado a lo largo de todo el asiento trasero.

—¿Siempre es así de idiota? —le pregunto al escolta.

—Te escucho, K —declara desde atrás. Gruño.

—No me digas así —siseo, acelerando.

—Ya, busca un lugar para desayunar, Brown. Seguiremos luego de eso —declara el guardaespaldas. Suspiro.

Hago lo que se me ordena, no sobrepaso en ningún momento la velocidad permitida en este camino porque debemos pasar desapercibidos, así que, busco también un lugar en el que no debemos bajarnos del auto para comer. Necesito que esté en la vía.

Visualizo uno cerca, así que conduzco hasta ahí.

—Bien, vuelvo en un minuto —dice el escolta y baja, ajustando la chaqueta que se puso para no lucir tan, pues, guardaespaldas, supongo.

—¿No vas a decirme por qué te dicen K? —insiste el idiota desde atrás. Me quito el cinturón para girar hasta quedar de lado y verlo por en medio del auto.

—Puedes dejar de intentar ligarme, Connor. No estoy interesada ni en ti ni en ningún otro hombre —advierto, viéndolo bien. Ahora sí lo detallo un poco más.

—¿Eres lesbiana? —replica. Giro los ojos.

—¿Y qué si lo fuese? —reviro, altanera. Alza una ceja, encogiéndose de hombros.

—Que, si lo eres, de seguro es porque nunca un hombre te ha comido mejor que lo que una mujer lo ha hecho. Yo podría redimirnos. Digo, solo para que ya no tengas una mala imagen de mi sexo —dice. Bufo.

—Si tú eres la representación del sexo masculino, pues, ya creo que, en vez de volverlos atractivos, lo que haces es volverlos idiotas y absurdos —zanjo. Curva sus labios de un solo lado.

—Hay cierta belleza en lo absurdo. ¿No lo crees, Kiran? —pregunta, utilizando mi nombre completo.

Algo dentro de mi pecho se paraliza, erizando mis vellos porque la última vez que fui llamada de esa forma, acababan de darme la sentencia y mi madre gritaba a todo pulmón que esperaba que me pudriera en la cárcel por lo que hice.

Estoy temblando cuando siento sus manos coger las mías para que lo vea, lo hago.

Sé que está formulando algo porque veo sus labios moverse, pero no sé lo que dice porque mis oídos parecen estar desconectados. Leo una maldición en sus labios y luego gira mi rostro para que vea por la ventana, el escolta está pegado en la puerta, con sangre saliendo de su camisa y manchando la ventana misma.

—Maldición —suelto y, así mismo temblando, enciendo de nuevo el auto, viendo a dos hombres apuntar en nuestra dirección.

Me cubro de los disparos como si pudieran darme, las lágrimas saliendo sin control de mis ojos, pero mi mirada fija en la carretera.

—Nos están siguiendo, acelera —ordena Connor desde atrás.

Cada palabra que dice me transporta a ese día, y como ese día, acelero a todo lo que da el vehículo, buscando vías que nos saquen de su radar.

Mi corazón va más deprisa que los engranajes del motor, no conozco estas calles, así que solo puedo ir viendo la carretera y la pantalla del GPS para saber a dónde va a llevarme cada callejón por el que me meto.

—Joder, van a alcanzarnos —asegura Connor. Maldigo, dándome cuenta de que ya no estoy llorando porque mi mirada es clara sin lágrimas obstruyéndola.

—No lo harán —prometo, dando una vuelta completa al ver el final del callejón. Bajo la ventana de mi lado y les enseño el dedo medio, viendo por el retrovisor su auto estrellarse contra la pared al fondo.

Me meto en un estacionamiento subterráneo y salgo del auto, caminando unos pasos mientras cubro mi rostro y grito a todo pulmón.

—Hey, Kiran, mírame —pide Connor detrás de mí, pero no lo veo. Abro los ojos, enfocando mis manos temblorosas.

—Debemos irnos —es todo lo que digo, girando para buscar un nuevo auto—. ¿Qué haces? Sal de ahí, Connor —ordeno cuando sube al mismo auto.

—¿Qué? ¿Por qué? —pregunta de forma estúpida.

Lo veo mal, metiéndome debajo de un miniván, sabiendo que tienen un interruptor de emergencia para abrir la compuerta trasera. Lo consigo y tiro de ella, luego salgo y abro la puerta sin problema alguno. Entro y muevo la ventana que da acceso a la cabina del conductor, metiendo la mitad de mi cuerpo hasta que elevo el seguro de la puerta. Salgo, viendo a Connor parpadear.

—Sube —ordeno y cierro de nuevo la puerta trasera para subir en el asiento del conductor.

—El auto de mi padre es blindado, Kiran. Este no lo es. Ni siquiera sabemos cuánto tiene de gasolina y tampoco tenemos dinero para comprar más. Además, pueden reportarlo como robado —acota, subiendo de copiloto. Lo miro mal.

—Mira, solo diré esto una vez, Connor, así que presta mucha atención —advierto—: No me llames Kiran, primero. Segundo, cambiaremos de auto más veces de las que tú cambias de chica a la semana. Tercero, no me cuestiones, porque hago las cosas según la dificultad que se va presentando, así que, cállate la boca y limítate a respirar que esto es la vida real, maldita sea. Y estoy metida en esto por tu familia, no por mí, si no querías pasar por esto, no debías... —Callo, cogiendo aire.

—No debía, ¿qué? Vamos, dilo —me alienta.

—No sé en qué problema están metidos, pero tampoco me importa. Por ahora, solo quiero llevarte a donde tengo que llevarte y luego, seguir con mi vida. Solo, mantente en silencio, ¿quieres? —suplico, tirando del interruptor de encendido para sacar los cables.

—¡Oye! —grita una voz y veo a un hombre con unas bolsas en sus manos. Veo a Connor un momento.

—Ese Audi es suyo. Si dice algo, sé dónde encontrarlo —le advierto al hombre que me mira con terror. Abro la puerta y cojo la bolsa que tiene en sus manos—. Gracias por la comida —añado y sonrío, acelerando para salir de ahí.

—Acabas de robarle la comida y el auto —dice Connor como si no pudiera creerlo.

—No. Acabo de cambiar su auto y de conseguir nuestro desayuno —zanjo, viéndolo de lado y sonriendo con falsedad.

¿Muy pronto para iniciar con los problemas o vamos bien? Jajajajajaj.

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