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Capítulo 28 🚗

—Así que eso es lo que ha dicho —termina de explicar el padre de las chicas. Asiento, comprendiendo todavía que el director aceptó, pero dijo que debía volver para poder esperar en la ciudad la carta con mi fin de la condena.

—Muchas gracias —musito porque no sé qué más decir. Realmente las cosas están saliendo tan bien estos días que no sé si es que me dormí en algún momento y sigo sin despertar.

Eso tendría mucho sentido para mí.

—No es nada. Ya tú eliges cuándo volver —declara.

—Ahora —suelto.

—¿Qué? No, ¿podría ser mañana? —pregunta Megan, siendo la única que ha hablado aparte de su padre y yo, en esta media hora que lleva el señor contándonos todo. El hombre me mira a mí.

—No es mi decisión, Megan. Ella debe elegir —explica el hombre.

—Por favor, solo un día más —pide Megan, tomando mis hombros para girarme. Evito ver a los demás, solo para no caer en la mirada de Connor.

Por más que Linda entendió, no quita que a ella le guste Connor y sea su esposo. Tenga o no su amor, es su esposo y merece respeto por eso.

—¿Podría viajar a las seis de la mañana de mañana? —le pregunto al señor, viéndolo de nuevo.

—Perfecto, le diré al piloto la hora —resuelve. Le agradezco de nuevo antes de que Megan tire de mí para sacarnos de la casa.

—¿Adónde vamos? —pregunto cuando subimos a un auto. Enseguida un hombre ocupa el volante.

—De compras. Me gustaría que te llevaras ropa nueva —explica. Arrugo el rostro.

—Megan, no. Ni siquiera tengo dónde llegar, podrían robármela y sería puro dinero perdido. Además, no es necesario. Ahora seré libre, podré buscar un empleo y tener mis cosas como las personas normales lo hacen —declaro. Bufa.

—Lo del lugar para llegar, ya lo solucionamos luego, pero ahora vamos a enfocarnos en ropa nueva. ¿Cómo pretendes buscar empleo sin ropa? —replica. La miro con los ojos entrecerrados.

—Esa fue buena —reconozco. Ríe bajo.

—Lo sé. Prometo que no compraremos nada tan costoso y que será todo de tu estilo, ¿sí? —insiste. suspiro.

—Vale, tampoco será mucho. Un par de blusas y un pantalón estaría bien —admito. Megan gira los ojos.

—Cómo digas —acepta.

Ese "cómo digas" de Megan, entra ahora entre las frases más falsas que he escuchado en mi vida, eh. Primero, la ropa no es para nada barata.

—Megan, dijiste nada tan costoso —la acuso cuando me enseña otro buzo que, al ver la etiqueta, vale 199 dólares.

¡199 dólares un buzo!

Eso es un abuso. Y hasta rima, eh.

—Dije tan costoso —declara, haciendo énfasis en la palabra tan y alargando la misma. Bufo.

—Aprovechada. Jamás llevaría esa cosa tan cara. Son solo unos cuantos pedazos de tela, no puede valer tanto —zanjo, cruzándome de brazos. Megan ríe.

—Yo creo que te quedaría perfecto —suelta otra voz aparte de la nuestra.

—¿Qué haces aquí? —pregunto en un susurro, pero no me giro. Me mantengo viendo a Megan que reparte su vista de Connor a mí.

—Mariah salió con su madre y la mía. ¿Por qué no venir a ayudar a Megan a convencerte en quedarte con cada cosa que te guste por más que valga, para ti, mucha plata? —cuestiona. Suspiro.

—Me encanta esa idea. ¿Verdad que está hermoso este buzo para ella? —pregunta Megan, levantando el condenado buzo. Giro los ojos.

—Lo está —la acompaña. Bufo.

—Vale, si han decidido aliarse en mi contra, que sepan que ahora cogeré toda la ropa cara que vea, eh —advierto para que ya dejen de intentarlo, pero lejos de lograr mi objetivo, ambos sonríen de oreja a oreja.

—Es lo mejor que he escuchado —admite Megan y tira de mi mano, dándole el buzo a la chica que nos ha acompañado a todas partes desde que entramos a la tienda. Escucho a Connor reír a mi espalda con mi gemido frustrado.

De buzos pasamos a blusas, y de blusas a pantalones, hasta que cuando ya la pobre chica ha tenido que pedirle ayuda a otra para llevar todas las prendas, Connor alza un vestido y yo empiezo a negar en su dirección.

—Olvídalo —declaro. Megan me escucha porque se gira y cuando ve el vestido que Connor ha levantado, sus ojos se abren y brillan como loca enamorada. Hago una mueca.

—Tienes que probártelo —asegura Megan.

—¿Por qué? ¿Para qué necesitaría un vestido así de elegante? —replico.

—Pues, puedes tener alguna cita con un chico guapo, obvio —declara Megan. Ambas vemos a Connor por el gruñido que suelta.

—Creo que colibrí tiene razón, no necesita vestidos —dice Connor, volviendo a dejar el vestido en su sitio. Megan se mueve rápido y lo coge de nuevo.

—Yo digo que sí necesitas. ¿Piensas acaso que se quede soltera para toda la vida? Mira esos ojos y esa sonrisa, obvio merece un chico que sepa lo linda que es y la valore —declara Megan.

—Sé perfectamente que ningún chico va a valorarla como se lo merece —replica Connor, viéndome fijamente.

La respiración se me vuelve dificultosa.

—No seas ave de mal agüero y deséale lo mejor —ordena Megan, entregándome el vestido—. Ahora, ve a probártelo. Te esperamos aquí —declara. Suspiro y cojo la prenda para entrar en el probador.

Una vez ya me he quitado lo que tenía y me he puesto el vestido verde menta de corte recto que me llega hasta la mitad de la pierna y de escote corazón que realza mucho mi busto y piel pálida con sus tirantes gruesos, me encanta. sonrío y salgo, encontrándome a Connor con el rostro fruncido y los brazos cruzados, pero que descruza al verme.

Su mirada sube por mis piernas, llegando a mi vestido donde una sonrisa se planta en su rostro al llegar a mi cintura, notando cómo el vestido marca a la perfección este único rasgo del que puedo presumir por tener una cintura muy pequeña y marcada. Llega a mi rostro, ya lo siento rojo.

—Eres preciosa, colibrí —musita. Cojo aire.

—Lo eres. Este vestido no hace más que resaltar lo obvio —lo apoya Megan.

—Bien, lo llevo. Uno nunca sabe qué puede salir, ¿cierto? —comento, deseando volver a ver a Connor celoso. Bufa, girando los ojos.

—Perfecto. Creo que ya podemos pasar a los zapatos —dice Megan sin ocultar cuánto le emociona esto. Río y entro de nuevo al vestidor para cambiarme.

Cuando salgo, solo Connor está esperándome.

—¿Y Megan? —pregunto, buscándola con la mirada.

—Pagando todo. Una pregunta: ¿realmente saldrías a cenar con un chico? —interroga, sujetando mi brazo para que lo vea. Parpadeo a lo loco.

—Si ese chico fueses tú, no te importaría, Connor, pero como tú eres ahora un hombre casado, ¿esperas que me quede soltera toda la vida? —replico, disfrutando del cambio de coloración en sus iris.

—Cena conmigo —suelta.

—¿Qué? —replico.

—¿Me concedes el honor de cenar conmigo esta noche, colibrí? —pregunta ahora.

—Connor, ¿qué parte de casado con otra, no entiendes? —replico. Gira los ojos.

—Tenemos que trabajar en tu manía de dañar los momentos, colibrí —declara. Giro los ojos, pero sonrío—. Te estoy invitando a cenar como amigos. El estar casado no impide que tenga amigos, ¿o sí? —revira. Bufo.

—Tú no me quieres de amiga —lo acuso. Ríe ronco, con ganas.

—Te quiero de esposa, sí, pero ya tengo una, así que me toca conformarme con ser tu amigo —dice, dejando de reír y sonando como todo menos contento. Suspiro y lo veo.

¿Por qué tiene que ser tan perfecto y tan de otra?

No es justo.

¿Creen que cenen? De ser así..., ¿qué creen que pase en esa cena?

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