Capítulo 24 🚗
—¿Te gusta Connor? —pregunta Megan de pronto, cuando ya ha pasado más o menos desde que la boda se efectuó y ahora Linda y Connor se pasean por todas partes, tomándose fotos, bebiendo y dándose picos de vez en cuando, delante de la gente.
Yo dejé de verlo hace como veinte minutos.
—¿Por qué crees eso? —replico, disimulando con mi copa.
—Es obvio. Si hay alguien en este lugar que no ha notado cómo se miran, ese alguien debe estar ciego, entonces —zanja. Suspiro.
—Estás equivocada —aseguro. Gira los ojos.
—No, no lo estoy, pero si no quieres hablarlo, no hay problema. Ya en un rato se irán al hotel donde van a pasar la noche, ya sabes, para consumar el matrimonio —dice, clavando su dedo más profundo en la herida. Asiento lentamente.
—Creí que dormirían aquí —admito. Megan ríe bajo, dejando nuestras copas vacías en la bandeja del chico que se para a nuestro lado y tomando dos más.
Ya ni sé cuántas llevamos, pero todavía no me siento tan achispada, eh.
—Para nada, mi hermana y madre han soñado con su boda durante toda su vida. Tanto que ni siquiera les importa estar tomando a un chico que quiere a otra —comenta y sé que lo hace a posta.
—Pues, hacen una linda pareja. De seguro se harán muy felices mutuamente —digo, no cayendo en su juego. Ríe bajo, negando con la cabeza.
—¿No crees que ustedes dos harían mejor pareja? —replica. Suspiro y pienso en nuestras últimas horas.
Recuerdo las risas en el auto cuando era un cretino.
Recuerdo las confesiones de nuestras familias.
Recuerdo los abrazos y el apoyo de su parte.
Recuerdo el primer beso y su suplica luego del mismo: no falles, colibrí.
Recuerdo mi cuerpo al recibir ese beso.
Recuerdo la emoción mezclada con añoranza al escabullirnos en ese campo de fútbol.
Recuerdo sus palabras en la ducha, prometiendo que sí quería hacerme cosas.
Recuerdo su mano entre la mía, sus caricias en mi cabello.
Recuerdo su persona corriendo detrás de mí para rescatarme.
Recuerdo cuando me sacó de mi crisis al morir Max.
Recuerdo sus ojos suplicando al igual que su boca, querer darme un orgasmo.
Recuerdo sus labios moviéndose junto a los míos mientras era el único que me daba placer.
Recuerdo su cuerpo sobre el mío, hundiéndose con lentitud en mi interior, llevándose de la mejor manera, mi primera vez.
Recuerdo nuestros besos en el mar.
Recuerdo su propuesta de irnos.
Recuerdo su confesión sobre gustarle yo... Solo yo.
Tú también me gustas, Connor. Y me gustas mucho.
—Hey, no, no llores. Lo siento, no llores —dice Megan, envolviéndome en un abrazo de repente que me devuelve a la realidad.
Le correspondo el abrazo, cerrando los ojos para controlar mi llanto.
—Lo siento, lo siento, no debí insistir tanto. Es obvio que te gusta y que esto debe estarte doliendo, lo siento demasiado —susurra en mi oído. Niego con la cabeza y me enderezo.
—No lloro por eso —miento. Me mira mal, tomando mi copa para que pueda limpiar mis lágrimas. Lo hago.
—¿Y entonces, por qué? —replica. Cojo aire.
—Pasamos por mucho estos días. Creí por ratos que no íbamos a lograrlo —confieso porque eso es cierto.
—¿Y ya? ¿Segura? —insiste. Suspiro nuevamente.
—Connor se ha casado con tu hermana, Megan. Yo solo fui la persona asignada para traerlo hacia ella, más nada. Mañana me iré de su vida para siempre, así que, ¿podemos dejar de hablar sobre Connor y yo, por favor? —suplico.
—Bien, lo siento —admite. Niego con la cabeza, sonriendo.
—No hay problema —digo, restando importancia.
—Vamos a retocar tu maquillaje —propone. Sonrío y asiento, aceptando su brazo para caminar al interior de la casa. Antes de entrar, Connor nos intercepta.
—¿Te vas? —pregunta, tomando mi brazo. Lo suelta al detenernos.
—El que se va, deberías ser tú —replico. Me mira mal.
—¿Me estás corriendo de mi propia boda, colibrí? —contraataca, con una sonrisa petulante. Bufo.
—Yo no dije eso, pero se supone que los novios deben irse a su noche de bodas. ¿Cierto, Megan? —pregunto, viéndola a ella para que él recuerde que no estamos solos.
—Sí —responde ella. Connor coge aire.
—En unos minutos, pero ¿podemos hablar antes? —pide, tomando de nuevo mi brazo.
—¿Tenemos algo que hablar todavía? Yo no lo creo, Connor —digo e intento soltarme, pero no deja que lo haga.
—Varias cosas, sí, pero voy a intentar resumirlo. Puedo decirlo delante de Megan, no tengo problema —asegura, pero la mirada que me dedica me advierte que eso podría terminar en problemas. Suspiro.
—Iré enseguida a tu habitación, Megan —le digo. Ella asiente y me suelta para tomar también mi copa e irse con ambas—. No me tomes, yo te sigo —resuelvo con Connor para que pueda soltarme, lo hace y camina hasta que abre una puerta y me invita a entrar, viendo a los lados.
Sin saber lo que hago, le sigo la corriente y entro. Entra después de mí, presionando mi cuerpo entre él y la pared. Subo mis manos a su pecho. Las suyas viajan a mi cintura y sus labios se presionan contra mi frente.
—No puedo, colibrí, no puedo —confiesa. Cierro los ojos, aguantando las lágrimas.
—Recuerda que jamás le serías infiel —recalco. Coge aire.
—No con mi cuerpo, pero con mi mente voy a seguir deseando besar a alguien que conocí hace tres días. Voy a seguir deseando hacerle el amor. Voy a seguir deseando hacerla reír y hacer que admita que quiere que la bese. Voy a seguir, colibrí, deseando ser el único que tenga el honor y privilegio de verte sonrojar por completo al correrte. Quiero seguir siendo el único que erice tu cuerpo, que haga que te estremezcas de deseo y jadees bajito mi nombre por lo que te hago —confiesa.
Presiono su saco entre mis manos y él vuelve a besar con fuerza mi frente.
—Quiero besarte por el resto de mi vida, colibrí, pero, más que eso, viviré soñando con que seas tú la que me pida cada día que te bese —admite. Paso saliva.
—Connor —musito.
—Me gustas, colibrí. Me gustas mucho. ¿Yo te gusto? —pregunta. Cojo aire, asintiendo con los ojos cerrados, manteniendo las lágrimas lo más retenidas posible, aunque alguna se deslice de vez en cuando—. Dilo, colibrí. Quiero oírte decirlo —suplica. Muerdo mis labios.
—Me gustas, Connor. Me gustas mucho y sí, Connor, sí quiero que me beses. Sí quiero que me hagas el amor. Sí quiero que seas el único que me lo haga. Sí quiero seguir escuchando tus respuestas petulantes. Sí quiero seguir teniendo tu sonrisa en mi vida. Sí quiero que sonrías mientras me besas. Sí quiero que me llames colibrí, pero también quiero que me digas pequeña, porque cuando me llamas de esas formas mi corazón se expande y todo en mi interior vibra —confieso ya con las lágrimas saliendo a borbones.
Separa sus labios de mi frente para subir un poco mi cabeza y secar mis lágrimas.
—Creo que me enamoré de ti, Connor —musito.
—¿Crees? —revira y suena muy petulante, creído. Río bajito, viéndolo a los ojos.
—Nunca me he enamorado de nadie y, por más que solo llevamos tres días, sí, Connor, creo que estoy enamorada de ti —explico. Sonríe y vuelve a dejar otro beso en mi frente.
—No quiero que te creas enamorada de mí, colibrí, quiero que lo estés, porque yo no creo estar enamorado de ti —admite. Paso saliva...
Eso dolió.
—Yo sé que lo estoy, porque el ser fiel nunca creí que fuese difícil porque siempre supe que le sería fiel a la mujer que fuese mi esposa, sin embargo, ¿por qué contaría como infidelidad ser infiel con la mujer que quiero de esposa, por más que no sea ella mi esposa? —replica. Sonrío triste.
—No puedes usar tus trabalenguas para justificar una infidelidad, Connor. Sele fiel, ella no se merece menos —declaro. Suspira, pero sonríe.
—Te quiero —suelta.
Mi corazón oficialmente se ha detenido, señores.
Creo que morí o que puedo morir en paz, da igual.
—¿Qué? —musito solo porque estoy deseando volver a oírlo. Connor ríe, tomando mi rostro entre sus manos para que lo vea bien.
—Dije que te quiero, colibrí —repite—. Te quiero —insiste. Saboreo mis labios, temblando como indigente en navidad.
—También te quiero, Connor —admito y besa mi frente antes de pegarme a su cuerpo en un abrazo al que me aferro como si mi vida dependiera de eso.
Solo este momento...
Solo este momento desearía repetir por el resto de mi vida.
Ay, Dios, amo esta última parte.
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