Capítulo 20 🚗
—Connor —musito, pero ya estoy deseándolo. En mi vientre una cosquilla me tortura.
—¿Sí, colibrí? —replica, mordiendo un poco mi barbilla. Paso saliva y tomo la iniciativa, introduciendo entre ambos mi mano para seguir de largo y meterla por dentro de su bóxer hasta tomar su miembro.
Gruñe y yo contengo la respiración.
No debo decir que es la primera vez que tomo una, pero no es eso lo que ha me ha hecho dejar de respirar, tampoco lo dura que se siente, sino los ojos de Connor. La forma en la que me mira.
La saco y es él quien mueve mi tanga a un lado sin dejar de verme. Paso saliva y la posiciono en el lugar correcto, con una última respiración, me dejo caer de golpe, mordiendo mi labio inferior por lo brusca que fui, pero su gruñido me indica que le ha gustado.
—Puedes moverte a tu ritmo, pequeña, o permitirte guiarte al principio —propone. Paso saliva, acostumbrándome de nuevo a tenerlo en mi interior.
Sigue siendo molesto, pero delicioso, soportable.
—Enséñame —pido y él sonríe. Con sus manos en mis nalgas, me sube un poco y me deja caer de golpe, pero no tan brusco como yo lo hice, abro la boca porque así lo siento mucho más que en la madrugada.
Evito ver hacia fuera del mar porque me avergüenza creer que alguien nos está viendo, así que tomo los labios de Connor en un beso mientras que es él quien guía la situación hasta que aprendo sus movimientos y, sin que él lo haga, me adelanto y subo por mi cuenta, cayendo más duro de lo que él lo hace, pero arrancándonos sonidos de placer por eso.
—Colibrí —advierte. Río bajito, tirando de su labio hacia mí.
Echo la cabeza hacia atrás, dejando que mi cabello se moje con el agua y que de mis labios salgan jadeos con su nombre mientras repito y subo para volver a caer duro y rápido.
Sé que le gusta porque sus manos suben de mis nalgas a mi espalda donde me estruja y nos introduce más al agua, cubriendo prácticamente nuestro cuerpo, para después lanzarse hacia adelante y tomar mi seno, quedando su rostro por dentro del agua. Abro la boca en busca de aire.
—¡Oh, sí, así! —chillo, tirando de su cabello no sé si para levantarlo o para que no se detenga.
Ya de mis movimientos no soy consciente. Él está haciendo movimientos circulares con sus caderas y eso me tiene levitando. No sé cómo no se han casado mis manos o mis piernas, pero es que, no siento ni el frío del mar porque todo lo que siento son sus labios en mi cuello, senos, su miembro golpeando el punto exacto que me tiene diciendo incoherencias con su nombre de protagonista.
Ya le he dicho de todo.
Cada cosa más sucia que la anterior.
No me reconozco.
Con la última, Connor se levanta, riendo y me mira a los ojos. Tiene un brillo inigualable.
—¿Un miembro adictivo? —replica. Río bajo, reduciendo la velocidad de mis movimientos, pero él no deja que eso pase porque comienza a clavarse con más fuerza, elevando sus caderas. Gimo.
—Todo, todo tú eres adictivo —confieso. Ríe suave.
—Tú igual, colibrí. Tú igual —repite, buscando mis labios para besarme. Me deshago en ese beso porque entiendo que, posiblemente es el último que nos demos, así que lo alargo, disfrutándolo al cien por ciento.
Contraigo mi vagina cuando las olas de placer son insoportables y ya no puedo retenerlo por más tiempo. Connor suelta mis labios para hablar pegado a ellos:
—Báñamela, pequeña —pide. Me estremezco entre sus brazos y muerdo su labio, corriéndome para él. Espera a que los espasmos de mi cuerpo se regularicen para salir de mi interior, apoyando su miembro en nuestros estómagos.
Abro la boca como idiota al sentir su liquido caliente contrastar con el frío del mar. Connor me mira con la mirada oscurecida. Río bajito, entrándome la vergüenza ahora. Nos lleva más a la orilla para soltarme de su cintura y usar sus manos para limpiar mi estómago y el suyo mismo.
—Hablo en serio, colibrí —dice. Lo miro, parpadeando.
—¿Sobre qué? —replico.
—Sobre ti. No quiero soltarte. No quiero llegar a ese sitio y tener que separarme de ti para casarme con otra persona que no conozco.
—Pero Connor, a mí solo tienes dos días y medio conociéndome —le recuerdo, interrumpiéndolo. Me mira mal.
—De verdad, ¿qué manía tienes con romper los momentos lindos, mujer? —cuestiona. Río bajo, viendo hacia un lado el enorme océano.
—Solo recalco lo obvio. No puedes querer dejar todo por alguien que tienes solo dos días y medio conociendo —zanjo. Sigue viéndome mal.
—¿Y tú no? —replica. Contengo la respiración—. ¿Vas a decirme que prefieres regresar a prisión en vez de seguir conmigo? —cuestiona.
—No hablamos de mí —contraataco. Niega con la cabeza y pasa por mi lado para salir del mar. Suspiro y me giro, saliendo también del mar mientras él se coloca su ropa—. Es en serio, Connor, no hablamos de mí. Si fuese el caso, sí, joder, sí, sí te elijo a ti, por supuesto. No tenía nada fuera de prisión que me importase hasta hace dos días y diez horas, pero ahora sí lo tengo y no quisiera volver, pero tampoco quisiera que te cas...
Mis palabras quedan en el aire porque Connor se gira de golpe y me toma el rostro, besándome fuerte, firme, posesivo.
Me apoyo de sus hombros por más que esté goteando porque él también está mojado.
Disfruto del beso, me prendo de su lengua, batallo con la mía, arranco gruñidos de su boca al morder su labio y suelto jadeos cuando es él quien me muerde y luego chupa el labio que mordió.
—No vayamos —dice jadeando al separarnos, pero apoya su frente contra la mía. Me estremezco entre sus brazos.
—¿Qué? —replico.
—No vayamos, colibrí. Aprovechemos este dinero que me dio Rudolf y vámonos a otro lado —propone. Mi respiración pasó de acelerada a inexistente.
—Connor —musito, queriendo que entre en razón.
—No quiero casarme con ella, colibrí. No quería hacerlo antes de conocerte y ahora que te conozco, mucho menos. No quiero casarme con nadie más que no seas tú. Sí, joder, sí, también elijo a una persona que conocí hace nada que casarme con otra persona que sí no conozco y que, siendo honesto, tampoco me interesa conocer. No me interesa conocer a más nadie porque todo lo que he conocido de ti es lo único que quiero para mí —zanja.
—Connor —digo de nuevo, pero no sé qué más decir.
—Déjame ser tuyo, colibrí —suplica, terminando de atontarme por completo—. Sé mía y déjame ser tuyo... Solo tuyo —añade luego de unos segundos en silencio.
Ay, Dios, estoy tan enamorada de Connor... Auxilio, jajajajaja.
¿Qué creen que pase ahora?
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