Capítulo 2 🚗
Desde hace ya una hora estoy en el mismo sitio, un galpón abandonado, por lo que veo, esperando que alguien venga por mí.
Han pasado tres días desde que el director decidió por mí. Tuve tiempo suficiente para despedirme de Mey, prometiendo ir apenas esto terminé y para, en mi mente, trazar un plan de escape.
Según me contó el director, vendrían por mí pasada una hora, porque saldría a medianoche con el paquete.
El paquete es el hijo de la mujer y el hombre que estaban ese día en la oficina. El que nunca habló es el escolta de ellos. Y el hijo se llama Connor. El director aclaró mil veces que me dirigiera a él como: joven Connor. Por lo que, supongo que es un niño y por eso es tanto el escándalo.
Aún no sé a dónde debo llevar al niño, tampoco quiero hacerlo, la verdad.
La última vez que estuve detrás de un volante acabé con la vida de mi hermano, su novia y el amante de su novia. Max fue el único sobreviviente aparte de mí... Y también me odia por haber asesinado a sus mejores amigos.
¿Cómo puedo sentir seguridad de hacer bien este trabajo si el último no salió para nada bien?
Sí, sé conducir, claro que sé conducir.
Conducir solía ser mi vida...
Pero ya no lo es.
Amaba la velocidad, ahora le tengo pavor.
Amaba estar detrás de un volante, ahora tiemblo de solo pensarlo.
Amaba hacer del auto, mi cuerpo, ahora no me conozco...
Mi sangre se aglomera detrás de mis oídos al abrirse las puertas del galpón y un auto entrar a toda velocidad, directo hacia mí. Me quedo quieta, de pie, sin moverme o hacer al menos, el intento de hacerlo, porque sí he de morir, me gustaría morir siendo arrollada por lo único que siempre me dio vida: un auto.
Frena de golpe a solo veinte centímetros de mi cuerpo, encandilando con sus luces.
Las cuatro puertas se abren al mismo tiempo, pero no enfoco bien a las personas que las abren por la misma luz del carro, así que me obligo a seguir quieta, porque los que llegan son ellos, son quienes deben presentarse.
—Bien, es hora —dice una voz que reconozco. Es la del hombre. Entrecierro los ojos, viéndolo al posarse frente a mí con el mismo hombre que estaba esa vez en la oficina, su escolta, y la mujer.
—¿Dónde está el niño? —pregunto y los tres sonríen de forma burlesca.
—¿Niño? —replica otra voz, una más gruesa—. No soy un niño, pero yo soy Connor —dicta. Me giro para seguir el sonido de la voz y veo a una silueta de pie junto al auto. No puedo detallarlo del todo porque solo veo negro por la luz blanca que me da de frente de los faros, por lo que me giro de nuevo para ver a mis nuevos jefes.
—Bien, estoy lista —declaro, mintiendo por completo.
No estoy lista una mierda.
El hombre asiente y hace una seña para que se me entregue una carpeta, arrugo el rostro, pero la cojo y saco del interior unos papeles.
—Es un acuerdo en el que, nos libras a nosotros de cualquier cosa que te pase durante la misión. Claro, nada debería pasarte porque ya sabes que, si fallas, mueres —recalca. Evito bufar, solo extiendo mi mano.
—Lapicero —ordeno en su dirección. Alza una ceja, pero saca del bolsillo interior de su saco uno y me lo ofrece. Firmo donde me señala el escolta de ellos y le entrego la hoja—. No tengo nada que me importe, así que, aprenda a amenazarme con otra cosa, porque mi vida es poca cosa para mí —zanjo, viéndolo con suficiencia—. ¿Cuál es el auto? —pregunto ahora, ante el silencio absoluto de todos.
El mismo escolta señala un camión que no había visto. Camino hasta ahí sin que se me ordene y dos hombres bajan de la cabina para abrir la compuerta trasera y bajar la rampa. Evito abrir la boca como estúpida porque es el auto de mis sueños, un Audi.
—A6, es uno de los más seguros de este año —informa el escolta. Tracción total, más de doscientos caballos de fuerza, por supuesto, blindado y asegurado —declara. No sé quién es el hombre que lo baja, saliendo del auto y dejando la puerta abierta del piloto. El escolta que aún no tiene nombre me da un pequeño empujón en la espalda para que me acerque, lo hago.
Cojo la puerta con mi mano izquierda para inclinarme un poco y observar el interior del vehículo. Cuero blanco con decoraciones en rojo, del mismo tono que el exterior del auto.
—Bien. ¿Estamos listos? —pregunto, volviendo a erguirme para no demostrar mis nervios.
—Scott irá contigo. Es el escolta de Connor. No irán más nadie, solo ustedes tres porque no queremos llamar la atención de nadie. Es un viaje de cuarenta horas, cincuenta si incluimos horas durmiendo. Así que, estamos a miércoles, deberían estar allá el sábado a primera hora. Sin contratiempos —asevera las últimas palabras.
—Sigue sin decirme a dónde debo ir —destaco, manteniéndole la mirada al hombre ese. Qué mal me cae, de verdad.
—Malibú —zanja. Evito alzar las cejas.
—¿Puedo coger la ruta normal o debo coger otras? De eso depende el tiempo —advierto.
—Mantén la ruta establecida, nadie debería saber que van para allá, así que no deberían correr peligro alguno —declara. Asiento.
—Bien, andando. Ya es tarde —digo e intento subir, pero antes de poder hacerlo, el hombre toma mi brazo y encierra en mi muñeca un reloj.
—Te estaré rastreando. No hagas nada estúpido, porque si tu vida no te importa, la de tus padres sí debería hacerlo —dicta. Sonrío con prepotencia.
—¿Mis padres? Ellos murieron para mí el mismo día que mi hermano lo hizo —zanjo y tiro de mi brazo para entrar en el auto y cerrar la puerta de un solo golpe.
Intento regular mi respiración, manteniendo mi mirada fija en la puerta del galpón abierta. No giro la cabeza cuando escucho las puertas ser abiertas, solo me pongo el cinturón, intentando controlar el latir tan acelerado de mi corazón.
—Hora de irnos —dice el escolta a mi lado. Cierro los ojos, reviviendo los últimos momentos que tengo en mi memoria de mi hermano vivo...:
»—¡Vamos, arranca, liebre, arranca!
Sin más, enciendo el auto y abro los ojos, con las lágrimas palpitando detrás de mis párpados y arranco.
Hora de un posible último viaje, K.
No mueras.
Aprendan el nombre de Connor, porque será de los más importantes que leerán de mí, eh, jajajaja. Amo a ese hombre.
Como saben, la primera semana cuando estreno un libro, subo un capítulo diario, así que, ajá, en este libro no será diferente. Empecemos la primera semana del año con buen pie, síquesí.
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