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Capítulo 15 🚗

Después de lo que le dije a Connor, subió al auto al hacerlo el señor y la señora. Él se ofreció a conducir otras cuatro horas para que el hombre descansara, a lo que aceptó, pero estuvo en el asiento de copiloto, indicándole el camino a Connor.

Yo no volví a dormir, por más que la mujer dormía pacíficamente a mi lado, me limité a ver a Connor todo el rato.

Me entretuve con la conversación que mantuvo con el hombre y me deleité descubriendo que es aún más inteligente de lo que parece. Compartieron temas desde fútbol hasta caballos y juegos de casino. De vez en cuando reía bajo, pero se mantuvo tenso en todo momento.

Ahora, desde hace unos veinte minutos el señor tomo el volante porque entramos en el pueblo al que ellos vienen y no queremos que algún oficial nos detenga y pida documentos que, claro, no llevamos encima.

Las cosas están yendo tan bien, que de verdad creo que vamos a lograrlo y todavía nos quedan cinco horas para cumplir el plazo de cincuenta horas.

El hombre detiene un momento el auto antes de entrar a un camino de tierra y mira a Connor, luego a mí.

—Derecho, llegarían a Malibú en unos cincuenta minutos caminando. Pero, es tarde, son las dos de la mañana, así que, pueden quedarse en nuestra casa hasta que amanezca y yo podría llevarlos luego a donde van —propone. Connor responde por mí:

—No quisiéramos ser molestia para ustedes. Ya nos han ayudado mucho —declara.

—No es molestia. No estaríamos tranquilos sabiendo que están caminando a esta hora —explica la señora.

—Sería una gran ayuda. Muchas gracias —respondo, porque de verdad necesito dormir en un lugar seguro. Ya no quiero más imprevistos, por favor.

El señor no responde y solo entra por el camino, no recorre mucho, unos veinte metros y se ve un complejo de casas pequeñas, pero bonitas.

Deja el auto frente a una casa color champagne y baja, sin más. Parpadeo a lo loco, siendo la última en bajar del auto.

—¿Va a dejarlo aquí afuera? —cuestionó cómo estúpida. Los señores sonríen.

—Es muy segura está zona, tranquila —asegura, restándole importancia. Asiento lentamente y entramos detrás de ellos. Connor permanece a mi lado, pero lo siento a kilómetros.

—Tenemos solo una habitación más, pero el joven cito puede dormir en el sofá si no quieren compartir habitación —dice la señora, viéndonos de uno a otro.

Ni Connor ni yo hablamos. Es más, ¿estamos respirando, acaso? Lo dudo.

—Bien, los llevaré a la habitación, entonces —dice ante nuestro silencio y nos pide seguirla. Mis pies se mueven solos, lo juro.

La señora abre una puerta que chirrea un poco, para dejarnos ver una habitación diminuta en la que solo hay una cama individual, una mesa junto a ella y un pequeño closet de dos compartimientos.

Debió haber sido la habitación de un niño, por las decoraciones masculinas que tiene en las paredes.

—Espero sea suficiente para ambos —dice la señora.

—Lo es, muchísimas gracias —responde Connor.

—Sí, muchas gracias por toda la ayuda que nos han brindado —digo yo. La señora hace un movimiento con la mano para restarle importancia y luego se da la vuelta, dejándonos solos.

—Bien, iré al sofá —dice Connor cuando entro un solo paso. Soy más rápida y tomo su mano. Me mira.

—Podemos compartir la cama —propongo, pero me sonrojo.

—¿Segura? ¿No serán después, muchos recuerdos para olvidarlos tan rápido? —revira, soltando mi mano y cruzando se de brazos frente a su pecho. Paso saliva.

—Estaba jugando, Connor. Pero, está bien, si no quieres compartir la cama conmigo, no tienes que hacerlo. Te veré en unas horas —digo e intento cerrar la puerta en su cara, pero la detiene.

Con la misma fuerza de un vendaval, entra, cierra la puerta con el oír y toma mi rostro con ambas manos, estrellado su boca contra la mía.

Esta vez no empieza lento, va directo por mi lengua, enrolla do la suya y comenzando un baile perfecto. Me aferro a sus hombros, dando cortos pasos hacia atrás antes de caer sobre la cama sentada.

Se separa, viéndome desde arriba con lujuria. Paso saliva, sabiendo que no tendremos un mejor momento que este. Cojo el dobladillo de la enorme camisa que tengo puesta y me levanto un poco para quitarla por encima de mi cabeza, quedando desnuda de cintura para arriba.

No lo veo a la cara, desvío la mirada a la pared por la vergüenza.

Es la primera vez que un hombre ve mis pechos y mi extrema delgadez.

—Connor —musito ante su silencio rotundo.

—Quiero que me mires, colibrí —pide. Paso saliva—. Quiero que, así como estás dispuesta a mostrarme la desnudez de tu cuerpo, me permitas conocer también la desnudez de tu interior. Quiero que te sientas segura al mostrarte frente a mí porque, la seguridad de una mujer es su mejor atributo —asegura.

Con mis manos temblando ligeramente, giro mi rostro para verlo. Tiene una sonrisa en sus labios preciosa.

Se sienta a mi lado y toma mi rostro con una sola de sus manos, besándome con calma, nada comparado al beso de hace un momento.

Poco a poco me deja acostada sobre el colchón, su cuerpo sobre el mío sin aplastarme.

—¿Quieres que te bese? —pregunta con la voz ronca, pero en un susurro. Asiento lentamente, respirando por la boca. Sonríe y deja un casto beso en mis labios antes de dejar otro en mi cuello.

Apenas siento sus labios en esa zona, giro la cabeza hacia el lado opuesto y presionó mis piernas por el cosquilleo que se ha instalado en mi vientre.

Usa una de sus manos para apoyarse con el antebrazo en la cama y la otra la tiene en mi cintura, sin presionar tanto, solo sujetándome para no moverme.

Debo cubrir mi boca con ambas manos cuando pasa su lengua por mi pezón derecho. Sonríe, viéndome con deleite antes de introducir todo el pezón en su boca.

Alzó un poco mi cuerpo porque eso se ha sentido tan bien, joder.

Cierro los ojos, moviendo mi cabeza a ambos lados al comenzar un baile dijo en el que, saca mi seno de su boca para jugar con su lengua con el pezón, torturar mi otro seno y volver al ataque del primero.

El respirar ya es casi imposible para mí. Sufriré un infarto en cualquier momento.

—No puedo hacerte el amor aquí, colibrí. Tengo respeto por esa familia y ese respeto no me permite usar su casa para hacerlo —dice. Parpadeo a lo loco, sintiendo sus palabras como dagas que se clavan en mi corazón.

Tiene razón, estoy siendo una zorra. Intento cubrirme, pero lo impide, tomando mis manos y dejándolas a cada lado de mi cuerpo.

—¿Has tenido un orgasmo antes? —pregunta. Abro los ojos de par en par, viéndolo mal. Sonríe de forma inocente.

—¿Qué pregunta es esa, Connor? —replico. Ríe bajito, muy bajo.

—Quisiera darte un orgasmo esta noche, colibrí. Pero quisiera más, que ese fuese tu primer orgasmo. ¿Has tenido un orgasmo antes? —insiste. Suspiro y giro la cabeza.

—Ni los hombres o los orgasmos eran interesantes para mí —digo.

—¿Eso es un no? ¿Ni con tus manos? —insiste. Lo veo de nuevo.

—No, Connor, ni con mis manos. ¿Podemos dejar de hablar de mi falta de sexo, por favor? —suplico. Sonríe y se inclina para dejar un beso en mi vientre.

—Quiero darte un orgasmo esta noche, colibrí. ¿Me dejas hacerlo? —pregunta. 

Sí a todo, papi Connor, jajajajaa

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