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Capítulo 13 🚗


Sí, ya sé que van a decir que estoy loca, pero he hecho cosas peores, solo eso diré.

Saltamos la cerca, rogando al cielo que ninguna cámara nos captara. Lo que sabemos que es casi imposible, pero bueno, soñar es gratis.

Ahora Connor ha abierto una puerta que da a, ni siquiera sé cómo se llama eso, pero vamos a decirle vestidores.

Connor entra por una puerta y sale, segundos después, con una sonrisa de oreja a oreja. Sonrisa que me hace desconfiar.

—¿Qué? —pregunto.

—Encontré las duchas —susurra. Paso saliva.

—Vale, puedes bañarte primero. Te esperaré aquí y luego lo haré yo —resuelvo. Ríe con ganas.

—Tiene separaciones, colibrí. Podemos hacerlo al mismo tiempo, prometo no invadir tu espacio —dice y alza su mano en señal de paz. Cojo aire.

—Que sepas que, si te cacho viéndome una sola vez, voy a abandonarte aquí —advierto. Alza ambas manos, sonriendo.

—Promesa —zanja. Suspiro y camino hasta él, entrando también. Me estremezco al escuchar que cierra la puerta y posa sus manos en mis hombros—. Coge la última y yo la primera, así te sentirás más cómoda —asegura. Asiento y camino, haciendo que suelte mis hombros.

Veo por encima de mi hombro para quitarme el saco. Se da la vuelta.

Las divisiones no son completas, me llega justo debajo de los senos, así que debo lavarme de lado para poder darle la espalda a él.

Me deshago del resto de mi ropa ya dentro del cubículo y luego lo lanzo con el pie hacia afuera. Apenas abro la regadera y el agua sale fría, lejos de caerme mal la temperatura, me relajo de inmediato.

Siempre me he bañado con agua fría. Es deliciosa.

Me quedo un rato así, de espaldas a la división de al lado para que no vea mis senos, con mi cabello cayendo alrededor de mi rostro.

—Joder, ¿cómo es que no tienen calentador aquí? —se queja Connor. Río bajo.

—Mamita —declaro en un susurro, pero intuyo que me escucha porque gruñe.

—No veo mis pelotas por este frío, pero no soy mamita. Déjame acercarme a ti y podrás comprobarlo —zanja. Contengo la respiración.

—Ya quisieras —musito bajito. Muy bajito.

—Sí, sí quiero —admite, dejándome muda.

No digo nada, no sé qué decir.

Restriego mi cuerpo con mis manos porque no hay jabón o shampoo, pero necesitaba este baño. Realmente lo necesitaba.

—Iré por algo de ropa —informa cuando cierro la llave. Asiento, usando mis manos para cubrir mis pechos—. Eh, colibrí —musita ahora más cerca, pasado solo unos tres minutos.

Giro mi cabeza para verlo por encima de mi hombro, está en la entrada a mi cubículo, pero de espaldas. Tiene en una mano un paño y en la otra un uniforme de fútbol.

—Fue el más pequeño que conseguí —confiesa cuando salgo y tomo el paño primero.

—Ya puedes girarte —digo y lo hace. Intento mantener mi mirada en su rostro, pero se me hace imposible no bajarla para admirar su pecho.

Sabía que tenía que tener un cuerpo de gimnasio porque es rico y, para mí, todos los ricos van al gimnasio o se operan. Él no me parecía de lo segundo.

Una pequeña creciente de vello oscuro cubre el centro de su pecho. Desciendo un poco más, pasando saliva al encontrarme una sixpack perfecto de chocolates.

Joder, qué oblicuos.

¿Será muy imprudente inclinarme y lamerlos?

—Aquí, colibrí, aquí —dice Connor, tronando sus dedos a la altura de su rostro. Enrojezco.

—Ya te vi —musito como estúpida. Ríe bajo, dando un paso más cerca de mí.

—¿Y quedaste con ganas de ver más? Digo, yo no tengo vergüenza ni problema con dejarte mirar lo que quieras —asegura. Bufo.

—Cretino —siseo, viéndolo mal. Ríe con más ganas.

—Vamos, vístete. Haré lo mismo de aquel lado. Si llegas a querer, no lo sé, hablarme de esa cicatriz debajo de tu seno o si quieres, simplemente que la llene de besos para que sane más rápido, sabes dónde encontrarme —suelta, guiñándome un ojo para darse la vuelta e irse.

Me quedo parpadeando como idiota hasta que capto sus palabras y abro la boca.

—¡Me viste! —chillo. Se detiene antes de cruzar para entrar al otro lado y me mira:

—No de frente. Y créeme, seguiré intentando que suceda. Que seas tú, colibrí, quién me ofrezca besarlas. Tomarlas con mi boca hasta que tengas la mente tan nublada que no pienses en el dolor porque, te juro que no te lastimaré. Seré cuidadoso. Te trataré como lo que eres, como un regalo. Me deberé a ti y hasta que no te tenga jadeando por mi tacto, no entraré en tu interior. Retrasaré lo más posible el penetrarte porque te estaré enseñando que se puede hacer el amor sin penetración, para venerarte cuando ya lo haga —declara.

Yo dejé de respirar hace rato.

No espera respuesta de mi parte y desaparece de mi vista.

Con la respiración fallando, me quito el paño y me coloco de inmediato el short que Connor me trajo. Obviamente me queda enorme, pero uso la correa que tenía en el otro pantalón para ajustarlo.

Me llega por debajo de la rodilla, ni hablar de la camisa que al ponérmela queda a medio muslo. Justo cuando Connor sale, luciendo el mismo uniforme, pero a él sí le queda bien, hablo:

—Parezco reguetonera —suelto. Connor ríe con fuerza.

—Estás hermosa, colibrí. Eres hermosa —rectifica. Paso saliva, agachándome para recoger mi antigua ropa y el paño. Camino hasta él y meto la ropa sucia en la bolsa que abre para mí—. ¿Lista? —pregunta. Asiento, dejando el paño en un perchero y saliendo con él.

Connor lanza la ropa con la ropa vieja en un contenedor de basura y volvemos a correr como locos para saltar la cerca.

Una vez afuera, me quedo viendo un momento al campus.

—¿Qué pasó? —pregunta, llegando a mí. Ambos respiramos de forma entrecortada.

—Es lo primero que nos sale del todo bien —explico. Connor sonríe.

—Ya no van a haber más problemas porque creen que Max nos está llevando con ellos. Le llevamos ventaja ahora —asegura. Asiento, dándole la razón.

—Bien. Debemos conseguir un auto —declaro y me giro.

—Hay una carretera del otro lado, por donde íbamos —me cuenta. Chasqueo la lengua,

—En realidad, no sé dónde estamos, Connor. Primero debemos preguntarle a alguien eso para saber en qué dirección ir —explico. Asiente.

—Bien, pero con estos uniformes, no podemos andar abordando a las personas —acota.

De nuevo tiene razón.

Gruño.

—Entonces, consigamos un auto primero y luego usamos el GPS para saber dónde estamos —propongo. Asiente y coge mi mano. Me quedo de piedra un momento, pero tira de mi mano para que lo siga y lo hago.

Tengo que dejar de paralizarse cuando me toca, pero es que, después de lo que dijo ahí dentro... La forma en la que, prácticamente, aseguró que tendría mi virginidad... ¿Cómo se sobrevive a eso?

Peor aún, ¿cómo sobrevivo sabiendo que quiero que sea así?

Estoy enloqueciendo.

Y mi locura lleva su nombre.

Amo a Connor. Fin, jajaja.

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