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Capítulo 11 🚗

Narra Connor

Encuentro una cantidad absurda de panes, embutidos y dulces en el asiento del copiloto, pero no le prestó atención y enciendo el auto cómo la he visto a ella hacerlo, uniendo ambos cables.

Doy un giro bastante cerrado para poder quedar en la misma dirección por la que se acaban de ir. Maldigo, golpeando el volante al introducirse en una autopista. Tienen un BMW, obviamente es más veloz que este Renault, pero no permito que el negativismo me embargue.

Me meto por dentro, sobrepasando los autos, sin perder nunca de vista el BMW. El nivel de polaridad de los vidrios no me deja ver el interior para saber el estado de ella, pero estoy agradeciendo en el interior que no la hayan introducido en el maletero.

De haber sido así, no la habría visto.

No debí tardar tanto. Debí salir al mismo tiempo que ella lo hizo. Debí, no lo sé, maldición, debí hacer lo opuesto a lo que hice.

Golpeó con fuerza el volante, gritándole a los demás conductores porque estamos en una maldita autopista y conducen como si fuese un paso peatonal.

Consigo posarme a su lado, manteniendo la velocidad. Distribuyó mi mirada de al frente a un lado.

El vidrio de la ventana trasera baja un poco. Un hombre sujeta a K por el cabello, enseñándome su rostro. Tiene los ojos cerrados. Está desmayada.

El otro hombre que está a su lado posa su arma en la parte inferior de su cara, justo en su garganta. Pasó saliva.

—¡Sabes qué hacer, síguenos! —grita y sube de nuevo el vidrio.

Controlo el temblor insistente en mi cuerpo y hago lo que me pide, quedando detrás de él. Mientras seguimos en la autopista, aprovecho de abrir la guantera y revisar por cada lugar al que tengo acceso sin chocar, a ver si consigo algo, pero nada. No hay nada.

Salimos de la autopista para ingresar a un camino de tierra. No dejó de ver nunca hacia atrás, esperando el momento en el que, más carros igual a ese lleguen y esto se convierta en una emboscada.

Detengo el auto a, aproximadamente, cinco metros de donde ellos detienen el suyo. No bajo, golpeando suavemente los dedos contra el volante para liberar presión.

No funciona.

Veo cuando bajan cuatro hombres, uno de cada puerta, pero no bajan a K, sino hasta el final. La arrastran, pero ya está despierta porque la veo moverse. Hago puños mis manos al ver como la tiran frente a ellos.

Salgo del auto cuando uno de ellos que me mantiene apuntado como el resto, a excepción de uno que apunta a K, mueve su mano en mi dirección, pidiendo que me acerque. Paso saliva, dando pasos cortos. Quedó exactamente a tres metros antes de que otro auto llegue derrapando, elevando la tierra del suelo y así, sin salir del interior, abre fuego contra todos.

Corro lo más rápido que puedo para lanzarme sobre K y cubrirla con mi cuerpo mientras que los hombres van cayendo a nuestro lado. Mantengo los ojos cerrados hasta que ya no escucho disparos y el auto frena de golpe, echándonos un montón de tierra encima.

—Arriba, tenemos que irnos —dice una voz desconocida para mí, pero no creo que para K que se remueve debajo de mi cuerpo.

Me levanto, tomándola por los hombros para verla, pero ella no me ve a mí, tiene su mirada fija en el hombre que tengo atrás.

—¿Máx? —pregunta sorprendida.

Decido girarme y me encuentro con un chico, puede que de la edad de K, cabello oscuro, ojos cafés, barba espesa y vestido como motero.

La forma en la que mira a mi colibrí no me gusta para nada.

—El mismo que viste y calza. Andando, llegarán más si no nos movemos rápido —declara.

K se coloca de pie sin mi ayuda y se acerca a él. Lo que hace, no solo me sorprende a mí, sino también al chico que se queda con sus brazos a los lados y viendo lejos, no la mira ni a ella ni a mí, por lo que, intuyo que el abrazo que K le está regalando, no lo quiere.

—No te confundas, K, no estoy aquí porque quiera estar. Así que no pienses que sigues siendo liebre para mí, porque ya no lo eres —zanja, apartándola de su cuerpo, tomándola por los hombros.

Noto el cambio en el cuerpo de K, la forma en la que se encogió un poco con sus palabras.

Me ha dolido eso porque le ha dolido a ella.

¿Qué mierda?

—¿Quién te contactó? —pregunta K, intentando lucir fuerte. Decido levantarme para no verme más como un idiota en el suelo.

—El padre de este. Creyó que, porque tenemos historia, me importas. Le dejé claro que no es el caso. Sabe que necesitan refuerzos, y yo soy ese refuerzo —se pavonea. Giro los ojos.

—Idiota —siseo.

—¿Qué? ¿Tienes algún problema? ¿Crees que me interesa salvar tu culo? Pues, no, amigo, no me interesa hacerlo —zanja. Muevo a K para quedar enfrente a él. Soy más alto y acuerpado, así que no me intimida.

—Entonces ya puedes largarte, porque no te necesitamos —declaro. Ríe alto.

—Yo creo que sí. Estabas a punto de morir liquidado por esta gente. Deberías aprender que, en un juego de supervivencia, no debes regresar por la cosa insignificante —dice con desdén, viendo a K.

No controlo mi reacción, simplemente lo hago. Estrello mi puño contra su estúpida y peluda cara, haciendo que trastabille varios pasos hacia atrás.

—¿Adivina qué, imbécil? En este juego de supervivencia, ella me importa más que yo, así que cállate la boca y haz tu trabajo si quieres salvar tu culo. Que lo que te ofrecieron debe ser lo suficientemente grande como para aceptarlo. Al menos, hazlo bien —ordeno y me giro para tomar la mano de K y guiarnos al viejo auto.

—¡No pienso subir en esa chatarra! —grita el imbécil detrás de nosotros. Estoy por responder, pero es K quien nos hace detener a ambos y se gira para verlo.

—Robabas en uno peor, Máx. ¿O acaso olvidas dónde murieron tus mejores amigos? —cuestiona y sé que hace la pregunta para lastimarlo, pero también lastimándose ella misma. El ligero temblor de su mano entre la mía, me lo confirma.

No me giro para ver la cara del idiota, tiro de nuevo de ella y me sigue.

No subimos al auto, solo abro la puerta del copiloto, soltando su mano para entregarle gran parte de todo el botín que se consiguió. Sonríe cuando cojo el resto y me enderezó para verla.

—¿Estás bien? —pregunto. Pasa saliva, viendo al otro auto donde se escucha la puerta ser lanzada con fuerza.

—Tenemos que irnos —dice y comienza a caminar al auto. Muerdo el interior de mi mejilla para no decir nada y hago lo mismo que ella.

La puerta trasera ya está abierta cuando llegamos, K sube primero y lanza toda la comida en el medio de los dos, para, apenas subo, coger mi rostro con ambas manos y besarme.

Ella me está besando.

Sonrío en el medio del beso, soltando también lo que tengo encima para poder tomar también su rostro con mis manos y seguir el ritmo suave que ya ha impuesto.

—Gracias por volver por mí —musita contra mis labios al separarnos. Abro los ojos, disfrutando de sus mejillas sonrojadas que le dan algo de color a su rostro tan pálido y esos ojos azules que se carga.

—¿Qué sería de mí sin mi colibrí? —replico, ganándome un nuevo beso. Este es más fuerte que el anterior. Tanto, que terminamos jadeando bajo al separarnos.

Acabará conmigo y solo llevamos dos días juntos.

Ay, amo esto, jajajajajaja.

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