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↷ O5

Antes de irse a dormir, Diamond entró a la habitación de Draco. El rubio se encontraba sentado en el sillón que estaba frente a su ventana, contemplando el cielo nocturno. La joven cerró la puerta detrás de sí y se acercó con sigilo.

─¿En qué piensas?─ preguntó Diamond cuando se sentó a su lado.

Draco se encogió de hombros sin mirarla. Sus ojos grises estaban clavados en las estrellas.

─En nada─ contestó.

Diamond se quedó en silencio, observando el rostro de Draco. Su mirada brillaba de una manera distinta a la de otras veces. Sus brazos estaban cruzados sobre su pecho. Se había puesto una camisa negra y su pantalón negro de siempre.

─Ese chico... Damien... no me cae bien─ gruñó con malhumor.

A Diamond le daba gracia cuando se ponía así. Parecía un niño al que le habían quitado su caramelo. Le daba algo de ternura también.

─Entiendo. Yo no le tengo mucha confianza, por más que me haya salvado de morir─ dijo Diamond─, pero ya veremos más adelante.

─Es que tu no viste cómo te miró─ saltó del sillón. Su voz sonó molesta.

Diamond se quedó estática, mirándolo a los ojos y tratando de descifrar si aquello se iba a convertir en una escena de celos.

─¿Cómo me miró, Draco?─ preguntó con suavidad.

─Como yo te miro, así fue─ asintió ante sus propias palabras─. Como si fueras la persona más preciosa que vieron sus ojos en toda su vida.

El cabello de Diamond se tornó rosa, como si de pronto su metamorfomagia cobrara vida nuevamente.

─¿Así me ves tu?

─Por supuesto que sí─ movió sus manos con desesperación─. Por Salazar, Diamond, me encantas y lo único que quiero hacer es abrazarte toda la vida, protegerte y... repartir besos en toda tu cara.

Diamond fue incapaz de esconder su sonrisa y su cabello casi que brillaba de rosa. Draco se dio cuenta de lo que había dicho y se puso rojo, como un tomate. Se pasó una mano por la nuca con nerviosismo y comenzó a caminar de un lado al otro. Diamond lo contempló durante unos segundos en los que él parecía pensar profundamente. Resopló y se levantó para detenerlo.

─Tu también eres la persona más preciosa que han visto mis ojos en toda mi vida─ le dijo Diamond antes de rodear su cuello y besarlo.

Draco sonrió antes de agarrarla por la cintura y atraerla a su cuerpo. Como siempre, sus labios se acariciaban con cariño y sus corazones latían a la par. Sentían como si una burbuja protectora los estuviera rodeando. El calor que emanaban sus cuerpos tenía una leve sensación a lo que era estar en casa, o eso creían ambos.

Al separarse, Diamond abrazó a Draco con fuerza. Él plantó un beso en el costado de su cabeza y le devolvió el abrazo.

─¿Puedo pasar el resto de mis días así?─ lo oyó preguntar.

─No hay nada que deseé más que eso─ contestó Diamond.

Aquella noche durmieron en la habitación de Draco, abrazados y tapados solo por una sábana. Los dos se veían serenos allí, respirando tranquilamente, como si nada ni nadie pudiera hacerles daño, como dos adolescentes que se querían y no tenían el futuro que les tocó.

•••

Agosto había pasado muy rápido y Diamond odió eso. Voldemort ya se había apoderado de casi todo, había hecho que la asistencia a Hogwarts fuera obligatoria para todo el que estuviera en Gran Bretaña, hizo que el ministro comenzara a actuar contra hijos de muggles y puso a Snape como el nuevo director de Hogwarts, así como también metió a Alecto y a Amycus Carrow como profesores de Defensa Contra las Artes Oscuras... o, bueno, Artes Oscuras.

Diamond llevaba a Júpiter en brazos. Ella, Draco, Theo y Damien fueron llevados al andén 9¾ por Narcissa y dos mortifagos más. Muchas miradas de las personas que ya estaban en el lugar no fueron las más bonitas. Los que eran estudiantes de Gryffindor, Ravenclaw y Hufflepuff los miraban con profundo odio, mientras que los Slytherin alzaban sus manos en forma de saludo y caminaban por el andén como si fueran reyes.

Currioso, en Durmstrang vamos en barrco oyeron decir a Damien, quien observaba todo el lugar con interés─. Esto es más bonito.

Draco rodó sus ojos y volteó para despedirse de su madre con un fuerte abrazo. Narcissa lo agarró por las mejillas y plantó un beso en su frente.

─Cuídate, Draco─ le dijo.

─Tu también, ma.

Diamond y Theo también fueron abrazados por Narcissa. La mujer besó sus mejillas y les sonrió a medias. Cuando retomó la compostura, su mirada volvió a ser fría.

─Adiós, Cissy─ se despidió Diamond, subiendo al tren detrás de Theo.

Damien le sonrió a Narcissa y subió detrás de ellos. Los cuatro buscaron a Blaise y a Pansy con desespero, más Diamond que deseaba ver a su hermana. Sus ojos recorrían todo el tren, buscándola en cada compartimento. Los chicos entraron a uno vacío. Diamond dejó sus cosas allí, a Júpiter también, y salió para seguir buscando a Pansy. La encontró caminando en dirección contraria, a varios metros de distancia.

─¡Pansy!─ gritó, sintiendo una oleada de felicidad.

Su hermana miró al frente con el entrecejo fruncido, pero pronto cambió a una expresión de alegría y comenzó a correr hacia Diamond.

─¡Dia!─ gritó, lanzándose a los brazos de la mayor─. Solo Merlín sabe cuánto te extrañé. Luego de que te fuiste de casa, todo se volvió un infierno, de verdad, mamá y papá no dejaron de pelear en todas las vacaciones. Jamás la había visto llorar, pero él realmente la hizo hacerlo y no fue solo una vez.

Diamond se preocupó un poco al oír eso. Abrazó a Pansy con fuerza y le mostró una pequeña sonrisa.

─Thomas no es un buen hombre y Ava siempre se dejó influenciar por él. No creo que su amor dure mucho tiempo más─ dijo Diamond─. Deberías decirle a Ava que lo deje y que se vaya. Luego tu ve con ella.

─Dia...

─Pansy, él me lanzó una pluma de plata al ojo y casi me da, ¿qué te hace pensar que no puede dañar a nuestra madre?

Pansy se retiró un poco, pensativa. Decidió que su hermana mayor tenía razón, así que se prometió a sí misma escribirle a su madre cuando llegara a Hogwarts.

Blaise apareció segundos después con los brazos alzados y una sonrisa. Abrazó a ambas hermanas por los hombros. Luego de eso, fueron al compartir en el que se encontraban Theo, Draco y Damien. Pansy miró al nuevo chico con curiosidad, mientras que Blaise cambió drásticamente de estar risueño a tener una compostura fría y seria.

─¿Y tu eres...?─ preguntó Pansy.

─Damien Orlov─ se presentó el ruso, extendiendo su mano a la chica.

─Oh, vaya, tu acento─ dijo Pansy encantada y estrechó su mano─. Pansy Parkinson, hermana de Diamond.

Damien asintió con una pequeña sonrisa y luego se volvió a Blaise para también estrechar su mano.

─Blaise Zabini─ dijo él, con el entrecejo levemente fruncido.

Todos se sentaron en el compartimiento y se dedicaron a hacer nada. El silencio era un poco bastante incómodo. Draco miraba al techo, Theo a sus manos, Damien contemplaba el paisaje a través de la ventana, Blaise lo miraba con algo de desconfianza, Pansy movía con nerviosismo su pierna derecha y Diamond se sentía un poco apretada allí. Quería sacar algún tema de conversación.

─Bueno, entonces... Damien, ¿cuándo es tu cumpleaños?─ para suerte de Diamond, Theo decidió hablar primero.

─Seis de noyabr' contestó con una sonrisita, pero luego notó que todos lo miraron confundidos─. Oh, perrdón, noviembrre.

Los cinco lanzaron un "oh" al unísono, como si hubieran pensado que aquello era obvio.

─¿Y ustedes?

─Tres de enero─ contestó Theo.

─Quince de agosto─ dijo Pansy con orgullo─. De Leo.

─Veintisiete de julio, también Leo─ dijo Blaise, mirando a Pansy como si él fuera más superior.

Diamond rodó sus ojos con diversión y se apresuró a hablar.

─Veintinueve de septiembre.

Luego todos dirigieron la mirada a Draco, quien fingía no oírlos. Cuando se dio cuenta que ya no tenía caso seguir haciéndolo, habló de mala gana:

─Cinco de junio. No tiene importancia.

De pronto, sintieron una brusca sacudida y las luces titilaron. Los seis adolescentes se miraron entre sí al notar que el tren se había detenido. Oyeron pasos de cuatro personas, al mismo tiempo que las voces de varios alumnos.

Júpiter se sobresaltó cuando la puerta del compartimiento en el que estaban fue abierto con brusquedad. Un mortifago estaba allí con expresión malhumorada. Escaneó el pequeño lugar y luego les dio una mirada a los chicos.

─¿Han visto a Harry Potter en el tren?─ preguntó el hombre.

─¿Te parece que si lo hubiéramos visto estaríamos aquí sentados tranquilamente?─ saltó Theo.

El mortifago no contestó, solo le dedicó una gélida mirada antes de marcharse y cerrar la puerta de golpe. Unos minutos después, el tren volvió a marchar. Cuando ya estaban cerca, cada uno se puso su túnica y bajó su equipaje. Un nuevo año los esperaba. Un oscuro nuevo año.


•••

La ceremonia de selección fue corta debido a que no muchos niños se presentaron en el colegio. Diamond supo que fue decisión de los padres ignorar el hecho de que concurrir fuera obligatorio y decidieron esconderse. No los culpaba, ella haría lo mismo, y más si sus hijos no fueran sangre pura.

─Ahora les presentaremos al nuevo estudiante, Damien Orlov, proveniente de Durmstrang─ dijo Snape, el nuevo director, con sus oscuros ojos posados en el ruso que acababa de entrar al Gran Comedor.

─Siéntate en el taburete y el Sombrero Seleccionador decidirá tu casa─ le dijo la profesora McGonagall a Damien.

El chico asintió y se sentó. El sombrero meditó un rato sobre su cabeza. Diamond supuso que le estaba hablando dentro de su mente.

─¡Ravenclaw!─ gritó el Sombrero Seleccionador luego de medio minuto.

Los cinco chicos sentandos en la mesa de Slytherin se mostraron confundidos. La mesa de Ravenclaw aplaudió, mostrándole a Damien adónde debía sentarse. El pelinegro pasó por sus amigos serpientes con una sonrisa que parecía más una mueca antes de sentarse en la mesa azul y bronce.

─Increíble─ murmuró Pansy─. Pensé que los mortifagos solo provenían de Slytherin.

─Colagusano era Gryffindor─ Blaise se encogió de hombros.

─Ese no cuenta, es un idiota─ dijo Draco, sirviéndose un poco de la comida que había aparecido en la mesa.

─Tampoco deberíamos confiar mucho en él, recuerden lo que hizo─ habló Theo en voz baja.

─¿Qué hizo?─ preguntó Blaise con curiosidad.

─Asesinó a Ojoloco─ contestó Diamond.

La primera clase de Artes Oscuras fue de las peores. Amycus Carrow era el nuevo profesor y se encargaba de ser lo más duro que podía con los alumnos de séptimo. La primera clase se trató de las Maldiciones Imperdonables y habló de ellas como si fueran los hechizos más hermosos que conoció en su vida. Se paseaba por la clase con su mirada de odio y su voz horrenda, intimidando lo más que podía a los Hufflepuff, mientras que a los Slytherin les daba puntos hasta por respirar.

─Para lograr un Cruciatus digno, hay que desearlo─ decía Amycus─. Desearlo con toda su alma, sentir las ganas de torturar a la persona que tienen enfrente, disfrutar del sufrimiento del otro─ sonrió, mostrando sus asquerosos dientes─. ¿Son capaces de hacer eso?... veamos.

Diamond lo siguió con la mirada al igual que la mayoría de los alumnos. Amycus salió un momento del salón de clase y segundos después volvió sujetando del cuello de la túnica a un niño de segundo año perteneciente a Gryffindor. Muchos miraron al profesor con miedo, sabiendo o teniendo una idea de lo que haría.

─Encontré a esta pequeña rata intentando maldecir a un joven de Slytherin antes del desayuno y creo que es correcto darle un castigo─ dijo Amycus, llevando al niño frente al escritorio para que todos lo vieran─. ¿Quién quiere practicar el Cruciatus?

No muchos levantaron sus manos, solo dos de Slytherin: Crabbe y Goyle. Amycus sonrió con malicia y los hizo levantarse. Ambos se acercaron con sus varitas mágicas en mano. El resto de la clase estaba paralizada. Tenían miedo  y nadie se atrevía a hacer nada por temor a que empeorara la situación.

─Comiencen.

Los gritos del pequeño Gryffindor inundaron la sala al instante. Crabbe sonreía cada vez que un nuevo Cruciatus impactaba en el pecho del niño. Goyle se mantenía algo serio. A Diamond comenzaba a picarle el cuello de la impotencia que le daba aquello. Quería gritarles, pegarles, patear sus cabezas hasta hacerlos quedar inconscientes. Draco a su lado trataba de no mirar la escena. Blaise miraba al suelo. Pansy tenía una expresión de profunda tristeza. ¿Y Theo? Theo tenía sus ojos llenos de lágrimas.

─¡Suficiente!─ exclamó Amycus, haciendo que Crabbe y Goyle se detuvieran al instante─. Pueden irse, la clase acabó. Veinte puntos para Slytherin.

Todos, incluso el profesor, se fueron dejando al niño casi inconsciente en el suelo, pero Diamond no pudo. Se acercó a él lentamente y lo ayudó a levantarse.

─¿Cómo te llamas?─ le preguntó la joven.

─Connor─ respondió sin fuerzas y dejando que Diamond lo cargara.

Estaba pesado, pero podía soportarlo sin quejarse. Connor era flaco y pequeño, tenía el cabello rubio oscuro y ojos verdes. Su nariz y mejillas estaban salpicadas de pecas que lo hacían ver adorable.

─Muy bien, Connor, nos vamos a la enfermería a que Madame Pomfrey calme tu dolor─ dijo Diamond, saliendo del aula con el niño en brazos─. Yo soy Diamond Parkinson, por cierto.

Cuando llegaron a la enfermería, ella dejó a Connor sobre una camilla y le notificó a Madame Pomfrey lo que había sucedido. La mujer se vio aterrorizada al oírla y corrió a preparar una poción para aliviar el dolor de Connor.

─Gracias─ le dijo el niño a Diamond con una débil sonrisa luego de tomar la poción─. Mis amigos suelen decir que los Slytherin son unas personas horrendas y solo se preocupan por sí mismos, ¿sabes? Pero tu demostraste lo contrario.

─Bueno, dile a tus amigos que no se dejen llevar por los estereotipos de las casas. Hay Gryffindors traidores, hay Ravenclaws idiotas, hay Hufflepuffs antipáticos y hay Slytherins bondadosos.

Connor asintió de acuerdo, luego se dio vuelta para cerrar los ojos e intentar dormir. Diamond decidió salir de allí, despidiéndose de Madame Pomfrey. Notó que ya habían pasado quince minutos desde que su clase de Historia de la Magia comenzó. Corrió rápidamente por los pasillos, con su mochila golpeando su espalda cada tanto. Entró al aula con sigilo, gateando por el suelo hasta llegar a la mesa donde se encontraba su hermana. Tenía suerte que el profesor Binns estuviera leyendo un aburrido libro con su voz monótona y no estuviera prestando atención a quienes entraban y salían.

─¿Dónde estabas?─ le preguntó Pansy en un susurro.

─Llevé al niño de Gryffindor a la enfermería─ contestó, también susurrando.

─Tu y tu buen corazón─ negó Pansy─. Algún día eso te llevará a la tumba.



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