↷ O2
A medida que el tiempo pasaba, todo se volvía más difícil en la Mansión Malfoy. Las visitas del Señor Oscuro eran casi todos los días. El fin de semana pasado Diamond presenció como Theo era marcado. Vio las lágrimas de dolor en los ojos del chico mientras la marca tenebrosa quemaba en su antebrazo. Por otro lado, el padre de Diamond ni siquiera le dirigía la mirada en las reuniones, pero no era como si a ella le importara aquello. Sabía que jamás la amó, y el sentimiento de disgusto era mutuo.
Ya estaban a mitad de julio y los mortifagos estaban haciendo planes para atrapar a Harry Potter. Lo único que Diamond oía el las reuniones era eso: planes, ideas, cosas que se oía en el Ministerio, mejores formas para actuar, entre otros. Draco siempre se sentaba a su lado en la mesa. Lucius, por más que ya había salido de Azkaban semanas atrás, permanecía ausente en la mansión. Voldemort no le daba ningún descanso, todavía estaba enojado con él por lo sucedido el año anterior.
Un miércoles a la noche hubo una nueva reunión. Snape y Yaxley se hicieron presentes en la mesa cuando todos ya estaban sentados. Diamond supo que ambos traían noticias sobre Harry Potter.
Voldemort le dijo a Snape que se sentara a su derecha y a Yaxley lo envió junto a Dolohov.
─Mi señor, la Orden del Fénix planea sacar a Harry Potter de su actual refugio el próximo sábado al anochecer─ informó Severus.
Toda la atención de los mortifagos se vio puesta en Snape y luego en Voldemort.
─Conque el sábado... al anochecer─ repitió el Señor Oscuro, con su vista fija en su seguidor más fiel.
Snape le sostuvo la mirada, lo que lo hizo sonreír. Esa sonrisa que a Diamond le provocaba querer vomitar de asco.
─Mi señor...─ habló Yaxley, inclinándose un poco para hacerse ver. Todos lo miraron─. Mi señor, yo he oído otra cosa─ hizo una pausa y luego siguió─. A Dawlish, el auror, se le escapó que Potter no será trasladado hasta el día treinta, es decir, la noche antes de que el chico cumpla diecisiete años.
Snape aseguró que su fuente era de total confianza y que habría una pista falsa para despistar. Debía ser la que Dawlish dijo bajo un encantamiento confundus.
─Le aseguro, mi señor, que Dawlish se veía muy convencido─ insistió Yaxley.
─Si le han hecho un encantamiento confundus, es lógico que así sea─ razonó Snape─. Te aseguro, Yaxley, que la oficina de aurores no volverá a participar en la protección de Harry Potter. La Orden cree que nos hemos infiltrado en el ministerio.
«Y tienen mucha razón», pensó Diamond.
─En eso la Orden no se equivoca, ¿no?─ oyó decir a alguien con una risita, y posteriormente varios lo imitaron.
Diamond notó que el Señor Oscuro vagaba con su mirada hacia arriba. Cuando ella miró, se llevó un gran susto. Jamás notó que el cuerpo de una mujer estaba suspendido en el aire unos metros sobre la mesa. Si no estaba muerta, de seguro lo estaría para el final de la reunión. Draco le lanzó una mirada a la chica que le decía que prestara atención.
─¿Dónde piensan esconder al chico?─ le preguntó Voldemort a Snape, dejando a Yaxley con una expresión de resentimiento.
─En la casa de un miembro de la Orden─ contestó─. Según muestra fuente, le han dado a ese lugar toda la protección que la Orden y el ministerio pueden proporcionar. Creo que una vez que lo lleven allí habrán pocas posibilidades de atraparlo, mi señor, a menos, por supuesto, que el ministerio haya caído antes del próximo sábado, lo cual nos permitiría descubrir y deshacer suficientes sortilegios para burlar las protecciones que resten.
Ese era el otro plan de lord Voldemort, hacer caer al ministerio y dejar que los mortifagos se apoderen de él para tomar el control de Gran Bretaña mágica. Diamond sabía que nada bueno saldría de aquello una vez que llegaran al poder.
Continuaron discutiendo del tema. Diamond se limitaba a mirar a los que hablaban sin emitir sonido. Sus ojos se movían con aburrimiento por la mesa, deteniéndose a veces en Draco o subiendo a donde se encontraba el cuerpo de la mujer.
─Como iba diciendo─ la voz del Señor Oscuro sacó a Diamond de su trance─, ahora lo entiendo mucho mejor. Ahora sé, por ejemplo, que para matar a Potter necesitaré que alguno de ustedes me preste su varita.
Todos se vieron sorprendidos ante lo que Voldemort dijo.
─¿No hay ningún voluntario?─ Voldemort escaneó todo el lugar─. Veamos... Lucius, no sé para qué necesitas ya una varita mágica.
El mayor de los Malfoy levantó la cabeza. Diamond notó las ojeras que tenían el hombre. Se veía pálido y cansado.
─¡Mi señor!─ exclamó.
─La varita, Lucius. Quiero tu varita.
Unos largos segundos pasaron antes de que Lucius Malfoy le tendiera su varita a lord Voldemort. Diamond sintió la mano de Draco buscar la suya y apretarla.
─Dime, Lucius, ¿de qué es?
─De olmo, mi señor─ susurró Malfoy.
─¿Y el núcleo central?
─De dragón, mi señor. De fibra de corazón de dragón.
Al día siguiente, Diamond todavía se veía algo traumada luego de ver que aquella mujer que colgaba en la reunión —que resultó ser una profesora de Hogwarts—, fue devorada por la serpiente del Señor Oscuro.
Se encontraba leyendo en su habitación cuando Narcissa apareció. Estaba pálida, como si tuviera miedo de algo. Solo bastó con mirar a Diamond para que entendiera que Voldemort la buscaba. La joven se preparó con nerviosismo y se dirigió a la oficina de Lucius Malfoy. Antes de entrar, bloqueó su mente y respiró hondo. Sentado detrás del escritorio, estaba el Señor Oscuro. Sus ojos rojos se fijaron en los celestes de Diamond, provocándole un escalofrío.
─Siéntate, niña─ ordenó Voldemort.
Diamond obedeció rápidamente, tomando el asiento de la derecha. Sus manos se entrelazaron.
─¿Qué necesita, mi señor?─ preguntó, tratando de sonar confiada.
Odiaba estar allí. Él siempre la llamaba cuando quería algo. La última vez le hizo descubrir dónde se escondía una familia de impuros para enviar a algunos de sus seguidores y torturarlos.
─Como sabrás, ya decidimos que iríamos por Potter el sábado próximo─ comenzó a decir Voldemort mientras jugaba con la varita mágica de Lucius─. Necesitaré a un grupo conmigo, Diamond, lo sabes. Tu me has sido de mucha ayuda estos últimos días y creo que es justo compensar eso dándote la oportunidad de ir conmigo.
─Mi señor, me encantaría, pero no tengo experiencia en estas cosas. No quiero arruinarlo.
En realidad no había nada que no deseara más que arruinar lo que él planeaba hacer. Una parte de ella se imaginó aprovechando un momento de pelea y asesinando al Señor Oscuro.
Voldemort la miró con seriedad.
─Diamond, ¿siquiera sabes lo que eres capaz?─ su voz sonó como si se burlara.
Diamond lo miró con confusión. Parecía que él sabía algo de ella que ni ella misma sabía. De pronto se sintió pequeña ante los ojos rojos de Voldemort. No sabía descifrar su mirada vacía. Su cabeza comenzaba a llenarse de dudas.
─Tu padre, Diamond, es uno de mis mejores mortifagos. Tu madre es una gran bruja, la primera que fue capaz de controlar su metamorfomagia─ comenzó a explicar Voldemort─. Thomas proviene de una familia antigua, todos Slytherin, con una madre de procedencia francesa que dominaba excelentemente la magia sin varita y un antepasado que fue ministro de magia. Ava no se queda atrás, pues los Avery siempre fueron respetados, y estoy seguro de que domina muy bien las Artes Oscuras. ¿Qué te hace pensar que no eres más talentosa que ellos? Es... casi una suerte tenerte de mi lado.
Diamond se llevaba tan mal con sus padres que jamás estuvo enterada ni se interesó por saber aquello. Era verdad que era muy talentosa, sobretodo a la hora de hacer hechizos, pero nunca se puso a pensar que se debía a sus antepasados. Lo único que sabía era que hubo un Parkinson como ministro de magia, pero que no le fue bien.
─Está bien, mi señor─ dijo Diamond con todo el pesar del mundo─, iré con usted.
Voldemort sonrió con victoria. Se levantó y caminó hacia el cajón de unas estanterías que tenía detrás. De allí sacó una máscara que parecía ser de metal. Era plateada y tenía tallado el diseño de una calavera. Se la entregó a Diamond, quien la analizó detenidamente.
─Usarás eso. Ahora es tuya─ dijo Voldemort─. Ahora vete.
─Gracias, señor.
Salió de allí disimulando que no tenía prisa. Corrió escaleras arriba y se encerró en su habitación. Su corazón latía con fuerza. Todavía tenía la máscara en la mano. Se acercó al espejo que tenía al lado del armario y se la probó. Solo se veían sus ojos celestes detrás de ella. Tenía una especie de rendija en la zona de la boca. Diamond notó que pequeños diamantes rodeaban el hueco de los ojos. La máscara, además de ser una calavera, tenía lineas talladas de forma elegante, que formaban espirales, en la zona de las mejillas y frente.
─Diamond, ¿puedo pasar?─ oyó la voz de Draco.
─Si─ contestó ella, quitándose la máscara.
Volteó cuando él entró. Draco cerró la puerta detrás de sí y se sentó en la cama. Diamond se sentó a su lado.
─¿Qué te pidió?─ preguntó él.
─Quiere que vaya. El sábado─ contestó con miedo─. Tuve que aceptar. Solo espero que no logren atrapar a Potter.
Draco asintió, compartiendo el mismo deseo.
─También me dio mi propia máscara─ le mostró Diamond.
Él la tomó entre sus manos para analizarla. La dio vuelta y se la puso. Diamond solo vio sus ojos grises. Le quedaba chica. Cualquiera notaría que era él porque su característica frente sobresalía.
─¿Cómo me queda?─ preguntó.
─Horrible─ contestó Diamond con una pequeña sonrisa.
Draco se quitó la máscara con expresión de ofendido y los ojos entrecerrados. Peinó su cabello con los dedos antes de dejar la máscara sobre la mesa de luz. Luego se acostó en la cama de Diamond.
─¿Y esa confianza?─ inquirió la joven, acostándose a su lado.
─No dormí en toda la noche─ dijo Draco, cerrando los ojos.
Diamond se apoyó en su codo y observó sus facciones mientras el silencio se cernía entre ellos. Draco tenía rasgos finos y marcados. Su piel era pálida, últimamente se veía más de lo normal. Su nariz era ligeramente puntiaguda y sus labios eran de un leve rosa. Los genes Malfoy y Black habían hecho un gran trabajo en él.
Diamond sabía que lo que estaba sintiendo por él no era solamente una atracción. Era conciente de lo que Draco provocaba en ella, aunque semanas atrás no quisiera admitirlo. No solamente le gustaba Draco, le encantaba. Y es verdad, era un idiota la mayor parte del tiempo, pero había madurado un poco y Diamond veía que valía la pena darle una oportunidad en su corazón.
─Me vas a desintegrar con la mirada─ bromeó él.
Diamond sonrió sin responder. Draco abrió los ojos para mirarla antes de copiar su posición. Su dedo viajó hacia su cabello, enredó un mechón en él y lo soltó para luego volver a hacerlo.
─¿Por qué no dormiste?─ preguntó Diamond, apoyando la mejilla en el torso de su mano.
─No pude. Últimamente tengo muchas pesadillas─ contestó Draco, posando su mirada gris en la celeste de Diamond.
─¿Quieres contarme de ellas?
─Aparezco en un lugar completamente negro. El suelo me refleja. No veo nada más que mi propio cuerpo─ comenzó a relatar el rubio─. De pronto aparece el Señor Oscuro. Tiene una sonrisa aterradora y sus ojos rojos me miran como si quisieran hacerme daño. Voltea y camina. Yo lo sigo por instinto. Mi madre, Blaise, Pansy y tú aparecen de la nada como neblina─ su voz se volvió pesada─. Él me mira y dice: "esto es tu culpa, Draco" y los tortura hasta la muerte. Yo grito, intento moverme, todo, pero no puedo. Luego aparece Potter. El Señor Oscuro se ríe y vuelve a mirarme para decir: "tu libertad es imposible". Y lo mata. Mata a Potter.
Diamond lo miraba sin saber qué decir. Draco se puso boca abajo, apoyándose en sus dos codos, y enterró su cara entre sus manos. Ella puso su mano sobre la espalda del chico y lo acarició suavemente.
─Las pesadillas surgen porque estas estresado y tienes miedo─ explicó ella─. Es totalmente comprensible, sobretodo porque te torturas a ti mismo pensando que es todo tu culpa, y no es así. Hasta unos años atrás pensabas que hacías lo correcto porque tus padres así te lo enseñaron y porque querías que tu padre estuviera orgulloso, luego tu mente se abrió. No es tu culpa, Draco, y ninguna de esas personas va a morir.
Aquella noche Diamond invitó a Draco a dormir con ella y, por primera vez, él durmió con tranquilidad. No se abrazaban, pero permanecieran a milímetros de distancia. Draco dijo que la razón era porque el aroma de Diamond de alguna manera lo hacía sentirse seguro.
─Bueno, si es así, puedes dormir conmigo cuando quieras, no me molesta─ dijo ella.
Draco tomó aquello como un "duerme conmigo para siempre" y una sonrisa se formo en sus labios.
no se acostumbren mucho
a los momentos soft, jiji
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