↷ O2
Luego de todo lo sucedido aquél día en la Mansión Malfoy, Diamond no volvió a saber nada de Draco. No le preocupaba demasiado, pero cada vez que recordaba que lo tuvo entre sus brazos, su cabello parecía querer volverse rosa. Odiaba ese color en ella porque significa amor, y la primogénita del matrimonio Parkinson no era muy fanática de ese sentimiento. De hecho, le generaba inseguridad.
Sus padres no eran muy cariñosos y le prestaban más atención a Pansy. Su mejor amiga se había acostado con su ex novio. Su mejor amigo ya no le hablaba. Cualquier persona que Diamond llegara a querer, tarde o temprano se iría de su vida. Estaba claro que deseaba que su problema al pensar en aquel rubio platinado fuera solo una confusión.
Una mañana, mientras la joven dormía, una lechuza se apareció en su ventana. Diamond se levantó gracias al fuerte picoteo del animal de plumaje negro brillante. Traía una carta con su nombre, pero no era de Hogwarts porque sus MHB habían llegado el día anterior. Se encargó de darle algo de comida a la lechuza antes de que emprendiera vuelo y luego volvió a cerrar la ventana.
"Diamond Parkinson,
Antes que nada les envío un gran abrazo a ti y a tu familia.
Te escribo esto para invitarte a acompañarnos a mi y a mi hijo Draco a comprar los útiles y demás para su próximo año en Hogwarts.
En caso de que quieras, hazmelo saber. Iríamos por ti mañana por la mañana. Si decides que no quieres, también hazmelo saber.
Saludos,
Narcissa Malfoy"
Diamond lo pensó mucho luego de leer. Necesitaba nuevos libros, de eso estaba segura, pero le ponía algo nerviosa estar junto a los Malfoy. El lado bueno era que estaría unas horas fuera de casa, el lado malo era que estaría junto a Draco. De todas formas, llegó a la decisión de aceptar la invitación.
"Señora Malfoy,
Agradezco su saludo y también le envío un abrazo a usted y a su familia.
Con respecto a la ida al Callejón Diagon, acepto ir con ustedes. Los espero con ansias.
D. P."
Tan pronto como escribió la carta, la ató a la pata de la lechuza de su hermana y esta salió como un rayo. No solía estirar sus alas, por lo que pareció que disfrutó lanzarse al aire.
─Madre─ llamó una vez que estuvo en el comedor. La mujer de cabello violeta oscuro y ojos claros miró a su hija con una ceja alzada─, los Malfoy me han invitado a ir junto a ellos a comprar mis cosas. Yo, bueno, he aceptado. Vendrán por mi mañana por la mañana.
─Me parece bien─ dijo ella volviendo su atención a la comida.
El cabello de Diamond pareció hacer el amague de querer ponerse azul. Con un semblante serio, se sentó enfrente de su progenitora. Con una pequeña mirada le pidió a la elfa doméstica de los Parkinson que le sirviera el desayuno. La pequeña criatura llamada Lizz asintió y con un chasquido hizo aparecer una taza de té con rodajas de torta.
─Oh, la señora Malfoy nos envió un abrazo─ murmuró, para luego empezar a comer.
─Está bien─ fue lo único que emitió su madre.
Diamond suspiró algo desilusionada, creyendo que quizá luego de haberse hecho mortifaga, la mujer comenzaría a tomarla en cuenta, pues era algo de lo que siempre estuvo alardeando. Al parecer se equivocó, dándose cuenta de que solo eran palabras que utilizaba en las reuniones para hacer ver a los Parkinson como una familia digna.
Cansada de todo el mundo, la joven de cabello violeta acabó con su desayuno lo más rápido que pudo y volvió a lo único que veía como refugio mientras estaba fuera de Hogwarts: su habitación.
Diamond había sido sorteada para Slytherin solo porque le convenía. De hecho, le suplicó al sombrero para que la pusiera en la casa de las serpientes luego de oír que encajaba perfectamente junto a los tejones. No odiaba a Hufflepuff, incluso admitía que eran excelentes personas y le transmitían buenas vibras, pero el simple hecho de pensar en sus padres al recibir una carta que decía que su hija había quedado en la casa de colores negro y amarillo, la aterraba.
─Tienes una mente brillante, astuta para liderar y capaz de conseguir mucho poder. Digna de una Slytherin─ recordaba las palabras del sombrero─, pero me temo que la lealtad, la bondad y tu capacidad de trabajar hasta el cansancio, ya sea por ti misma o por tus seres queridos, te hacen verte como alguien perfecta para Hufflepuff.
─No, por favor, no. Mis padres no lo soportarían. Por favor, señor sombrero.
─¿Estás segura? Bueno... bien... ¡Slytherin!
Si, aquellos tres minutos para Diamond fueron casi tan largos como un siglo. Nunca se lo dijo a nadie, ni a sus personas de más confianza. Ni siquiera a Miles Bletchley, su ex novio.
Dejó de pensar en aquello que, en parte, la atormentaba desde que entró a Hogwarts y decidió concentrarse en alguna otra cosa. Su habitación comenzaba a parecerle aburrida. Las paredes pintadas de un verde viejo con un patrón de hojas blancas eran una de las pocas cosas que le gustaban del lugar. También era el único cuarto de la Mansión Parkinson que no parecía sumido en la oscuridad, a pesar de que la persona que lo habitara estuviera gritando internamente.
Al día siguiente, Diamond se despertó por culpa de los irritantes chillidos de su hermana menor Pansy. Sus ojos se sentían pesados por estar despierta hasta altas horas de la noche, sentada en su ventana y mirando al jardín iluminado tenuemente por la luna.
─¡Diamond! Los Malfoy vinieron a verte─ llamó una vez más Pansy.
─Mierda─ susurró, levantándose de un salto y corriendo hacia su armario.
Se puso unos pantalones negros de salir, una blusa verde esmeralda, que metió hacia adentro, y, sobre ella, se puso un saco negro que era conjunto del pantalón. Buscó sus zapatos por todo el cuarto al mismo tiempo que peinaba su cabello, que rápidamente comenzaba a tornarse naranja, lo que significaba que estaba nerviosa. Finalmente, luego de se rociarse con un poco del perfume que le había robado a su madre, ponerse sus anillos y su cadena con un dije de calavera, salió de su habitación caminando como si fuera cualquier otro día.
Pero sus planes de parecer normal se vieron interrumpidos cuando llegó al último escalón y sus ojos se toparon con Draco Malfoy. Él estaba de espalda, vistiendo un elegante traje negro y con sus manos en los bolsillos. Narcissa fue la primera en notar su presencia, regalándole una pequeña sonrisa. Diamond se la habría devuelto de no ser por la mirada asesina que le enviaba su madre.
─Tu cabello─ de sus labios no salió nada, solo los movió para que comprendiera.
Diamond bajó su vista para fijarse en sus puntas. Estas estaban rosadas. Solo ver eso bastó para que se volvieran negras.
─Buenos días, señora Malfoy, Draco─ saludó con una sonrisa fingida.
─Buenos días, querida─ saludó Narcissa.
─Hola─ se limitó a decir el rubio, mirando con curiosidad el cabello de Diamond.
─Lamento que te haya hecho esperar, Cissy─ habló la señora Parkinson, dirigiéndole una mala mirada a su primogénita─. Despertar a mi hija es muy difícil.
─Si me hubieran elegido a mi, estaría pronta desde las seis de la mañana─ alardeó Pansy.
Diamond rodó sus ojos al mismo tiempo que su cabello daba el amague de ponerse rojo, pero cuando chocó miradas con Draco, se volvió rosado nuevamente.
─No te preocupes, Ava─ sonrió la señora Malfoy─. Tu eras peor, te levantabas con el cabello al rojo vivo y no había quien lo volviera violeta.
Si, la madre de las chicas Parkinson también era metamorfomaga, pero increíblemente podía controlar sus emociones. O era muy buena fingiendo ya que controlar el cambio de color del cabello era algo extremadamente difícil para un metamorfomago.
•••
Los Malfoy y Diamond caminaban por el solitario Callejón Diagon. No había casi nadie allí y algunas tiendas parecían estar cerradas para siempre. Diamond trataba de concentrarse en cualquier cosa que no fuera Draco o cualquier otra cosa que estuviera relacionada con lo sucedido cuando fueron marcados. La chica siempre tuvo una pequeña atracción por el único hijo del matrimonio Malfoy, pero jamás llegó al punto de que su cabello se pusiera a cambiar de color. Pensaba que odiaba mucho ser metamorfomaga, pero en realidad le daba miedo. Cualquiera con buenos conocimientos podría adivinar lo que sentía. Narcissa, por ejemplo, no lo iba a admitir pero lo sabía. Su prima, Nymphadora Tonks, también tenía lo mismo. Casi que no la conocía, pero lo había estudiado. Era conciente de que su hijo provocaba aquel rosado en Diamond, pero también supo que pudo haber provocado el negro
─Bueno, ¿qué les parece si vamos a comprarles túnicas nuevas?─ preguntó la mujer en medio del vacío Callejón Diagon.
─En realidad no crezco desde los catorce, así que solo compraré una nueva camisa─ dijo la chica.
─Está bien─ asintió Cissy─. Draco, tu sí lo necesitas, ¿verdad?
El rubio dejó de mirar de reojo a Diamond para posar su vista en su madre. Solo movió su cabeza en un asentimiento. Narcissa no volvió a sonreír, solo copió la acción de su hijo y lo hizo pasar primero.
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