↷ O1
Diamond desayunaba tranquilamente en el comedor de la Mansión Parkinson. Su metamorfomagia todavía no le respondía del todo, solo cuando las emociones eran muy fuertes. La noche anterior había tenido una fuerte pelea con sus padres en la que destacaron que era mal educada y mal agradecida con ellos, y todo fue solo porque Thomas le contó a Ava la discusión que tuvieron la noche en que murió Albus Dumbledore.
─¿Por qué tus maletas estan en la sala, Diamond?─ preguntó su madre cuando apareció en la cocina, rompiendo el agradable silencio que había en esta.
─Me voy de esta casa, madre─ contestó la joven, sin mirar a la mujer.
─Después de todo lo que hicimos por ti, así es como nos pagas─ escupió Ava.
El pelo de ambas se tornó rojo de repente.
─¿Qué hicieron por mi?─ saltó Diamond con enojo─. Además de dejarme de lado como si fuera un estorbo, ¡no hicieron nada! ¡Todo lo que he logrado es solo gracias a mí!─ se señaló a sí misma─. Ni tu ni papá me amaron jamás. Lo único que saben hacer es tratarme como una mierda. Por eso me voy. No quiero seguir encerrada en este lugar, este no es mi hogar.
Salió de la cocina siendo perseguida por su madre.
─No puedo creerlo. ¿Cómo puedes hablar así de nosotros? ¡Somos tu familia, Diamond!
La menor volteó como si acabaran de decirle el peor chiste del mundo.
─¿Familia?─ rió con sarcasmo. Tomó entre sus manos una foto encuadrada de ella, su hermana y sus padres─. ¡Esto a lo que llamas familia es una completa mentira! ¡De eso estamos hechos los Parkinson! ¡De puras mentiras solo para encajar ante los demás!─ tiró la foto al suelo y el vidrio se hizo pedazos.
─Te dimos todo, Diamond─ Ava parecía querer llorar─. Todo lo que cualquier niña podría desear.
─Pero jamás me dieron amor─ Diamond comenzó a llorar de rabia─. Lo material jamás lo quise, solo quería ser querida. Ustedes arruinaron mi vida desde que nací. Ahora me iré y te juro que si me detienes...
Las palabras quedaron esparcidas en el aire. Madre e hija tenían una lucha de miradas. Ambas con el cabello rojo, ambas con los mismos ojos.
Diamond volteó para dirigirse a la sala y agarró su equipaje. Ya le había avisado a Draco que pronto estaría en su casa. Él lo sabía todo.
─Lamento no haber sido la madre que merecías─ dijo Ava a sus espaldas. Su cabello estaba azul marino.
Diamond la miró por unos segundos. No sintió ninguna pena.
─Ya es muy tarde para lamentarse, madre.
Y salió de allí tratando de no mirar atrás, tratando de olvidar todo lo que había vivido en aquella mansión. Lo hacía por su bien, lo sabía. Y no le preocupaba Pansy, pues ella era fuerte y sabría cuidar de sí misma. Después de todo, solo Diamond tenía problemas con sus padres.
Draco la recibió con una media sonrisa. La hizo pasar sin decir una palabra y la condujo hacia la habitación en donde había quedado la noche luego de regresar de Hogwarts. La ayudó con sus maletas y las puso sobre la cama.
─No planeo quedarme mucho tiempo aquí─ dijo Diamond─, no me parece correcto. Quizá en unos días vaya a casa de Theo... y luego veré.
Draco negó rotundamente.
─De ninguna manera, yo ya decidí que te quedarías aquí a vivir─ dijo él, haciéndola reír un poco.
─¿Y no lo discutiste conmigo?─ Diamond alzó una ceja.
─Lo hice. La tu de mi cabeza y yo tuvimos una charla. Ella estaba de acuerdo.
Diamond suspiró rendida. No habría manera de llevarle la contraria por el momento.
─Mama está encantada contigo. Se puso contenta cuando le dije que vendrías a quedarte por un buen tiempo─ comentó Draco mientras ayudaba a Diamond a ordenar su ropa en el armario─. Es comprensible. Pasó un año aquí, sin mi padre y con el Señor Oscuro tomando la Mansión como su pub personal. No hablaba con nadie más que con los elfos, estoy seguro.
Diamond sonrió. Ella también quería mucho a Narcissa. Cuando era pequeña, recordaba que la mujer siempre le decía que amaba su cabello. Lo peinaba con suavidad y lo decoraba de una forma hermosa. Diamond sentía que la vida debía de haberle dado a Narcissa una niña, además de Draco. Sabía que era el sueño de la mujer.
─¿Ya desayunaste?─ preguntó Draco cuando ya todo estaba arreglado.
─Si, antes de venir─ contestó Diamond.
─¿Quieres hacer algo? No sé, ¿ir al patio quizá?
Ella aceptó. Salieron por la puerta de la cocina hacia el enorme jardín trasero. Diamond lo conocía perfectamente, lo había recorrido miles de veces cuando eran pequeños e iba a jugar con Draco junto a Pansy. Caminaron por un camino de piedras que se situaba en medio de todas las plantas. Al final habían árboles y en la rama de uno de ellos estaba colgado un gran banco de madera que debía tener más años que ellos. Decidieron sentarse allí, meciéndose suavemente. Diamond subió sus piernas y las abrazó, admirando lo tranquilo que parecía estar el lugar.
─¿Recuerdas cuando una vez Pansy y yo te hamacamos tan alto que te hicimos caer?─ preguntó ella con una sonrisa divertida.
─Cómo no olvidarlo si todavía conservo la cicatriz en la rodilla de cuando caí─ contestó el, aguantando las ganas de reír. Subió la pierna izquierda y señaló el lugar. Estaba usando una bermuda, así que se le hizo fácil─. Ahí está.
─Yo no veo nada─ dijo Diamond alzando una ceja─. Oh, espera, ahí está. Mide cinco milímetros, Draco, esa no es.
Él rodó los ojos al ser descubierto. Su madre se había encargado de que la cicatriz desapareciera, pero le gustaba dramatizar.
─Si, bueno, pero fue un gran día, después de todo─ suspiró ella, volviendo su vista al jardín─. Éramos niños. Nuestras preocupaciones se basaban en comer la mayor cantidad de dulces y hacer magia inocente. Ninguno sabía lo que nos esperaba luego─ su mirada se ensombreció de a poco─. Ni tu ni yo pudimos evitarlo.
─Somos tan iguales, pero tan diferente a la vez─ dijo Draco─, ¿te das cuenta?
─Claro que sí─ respondió Diamond─. Ambos condenados a una vida de mierda, con miedo a que cada día sea el último, teniendo dos segundos de felicidad y veintitrés horas con cincuenta y ocho segundos de miseria. Lo peor es que no tenemos opción.
─La tuvimos, pero perdí la oportunidad. Es mi culpa─ se lamentó Draco.
─No─ negó Diamond, extendiendo su brazo para agarrar su mano─. No es tu culpa. Tenías miedo, dudabas, y eso es entendible. Todo esto es culpa del Señor Oscuro, Draco. Suya y quizá de nuestros padres por creer que hacen lo correcto.
─Quiero que se termine. Me está consumiendo─ llevó una mano a su cabello─. Todas las malditas noches pienso. Mi mente no se detiene y estoy harto. Muchas cosas, pensamientos horribles, escenas que no existen, pero que alimentan mis miedos, posibilidades... quiero que se detenga─ comenzó a llorar. Diamond se preocupó─. No se para. Nada de lo que tu y mi madre me dicen me convence de que no es mi culpa. Estoy cansado.
Diamond lo atrajo a su pecho con delicadeza y le permitió llorar. Lo abrazó con fuerza mientras tanto. Odiaba admitir que lo comprendía a la perfección, que también vivía aquello y que también estaba cansada, pero no se lo dijo. Ahora era el momento de que Draco se desahogara.
Permanecieron allí, juntos en el banco, balanceándose como si fuera costumbre. Draco estuvo llorando por unos minutos, luego solo soltaba lágrimas en silencio mientras oía el corazón de Diamond. Ella en ningún momento lo soltó. Lo mantuvo entre sus brazos, observando el jardín con sus ojos aguados y una expresión de profunda tristeza. Su cabello había decidido no prestarle atención aquel día, por lo que se mantenía de un violeta viejo, casi marrón.
La unión los iba a destruir. No lo sabían, pero era verdad. Ninguno iba a ser capaz de amar al otro como merecían, considerando el estado en el que estaban. Draco se distanciaría al sentirse agobiado. Diamond se encerraría en su propia burbuja de miedo cuando lo notara. Eran muy jóvenes para todo lo que les estaba sucediendo.
•••
Diamond había descubierto que su lugar favorito de la Mansión Malfoy era la enorme biblioteca. Se podía decir que era la habitación más cálida. Pasaba bastante tiempo encerrada allí leyendo miles de libros. La mayoría eran sobre Artes Oscuras, pero nada que fuera grave. Diamond suponía que Lucius Malfoy tendría los libros oscuros ocultos a los ojos de los demás.
Se encontraba leyendo sobre dementores cuando la puerta se abrió dejando ver a Narcissa. Diamond llevaba dos días viviendo con los Malfoy, y ese tiempo fue de sobra como para hacer que ambas formaran una relación parecida a la de tía y sobrina. Narcissa la trataba con cariño, sobretodo sabiendo cómo fue Ava.
─Buenos días, Mond─ saludó la mujer. Llevaba una bandeja con una taza de té y un plato con rodajas de torta─. No bajaste a desayunar, así que te traje algo que preparé.
─Cissy, no debiste hacerlo, podrías haberme llamado─ dijo Diamond aceptando la bandeja─. Muchas gracias, igual.
─No hay problema, querida. Necesitaba distraerme preparando algo─ sonrió. Su vista bajó al libro que había estado leyendo la joven─. Dementores. ¿Te interesan?
─Solo el hechizo para repelerlos─ rió Diamond─. ¿Tu sabes conjurar un patronus?
─Hace años que no lo hago─ contestó Narcissa algo dudosa. Hizo una pausa. Diamond supuso que estaba buscando algún recuerdo que la hiciera feliz. Luego sacó su varita y apuntó al aire─. Expecto patronum.
Diamond vio que una leona plateada salía de la punta de su varita dispuesta a proteger a Narcissa. Recorrió la biblioteca y luego desapareció por el ventanal abierto.
─Es hermosa─ sonrió la menor─. ¿En qué pensaste? Si puedo saber, claro.
─En Draco. La primera vez que lo tuve en mis brazos. Fue el mejor día de mi vida.
Cuando Narcissa se fue, los ojos de Diamond se llenaron de lágrimas. Siempre iba a dolerle ver a otras madres amar a sus hijos. Le provocaba envidia y era así desde chica, pero, sobretodo, le dolía. Dolía no sentirse querida por su propia madre. Dolía saber que no sería su recuerdo más feliz como Draco lo era para Narcissa.
Respiró hondo y luego volvió a su lectura. Se preguntó si sería capaz de conjurar un patronus. No estaba segura, pero lo iba a intentar. Buscó en su mente algun recuerdo feliz. Pensó en alguno junto a Pansy cuando eran pequeñas, pero cuando intentó hacer el hechizo, no salió nada más que humo plateado. Suspiró y se centró en otra cosa. Quizá algún momento con Theo serviría. No, tampoco era suficiente. Exhaló de forma sonora, comenzando a impacientarse. No encontraba nada que fuera lo suficientemente alegre. Pensó en Draco, pero no funcionó porque la mayoría de las cosas que recordaba eran tristes. Simplemente no podía y odiaba eso. Era como un golpe de la vida que le decía que no era lo suficientemente feliz como para invocar un patronus.
Soltó el libro y enterró su cara entre sus manos. Las lágrimas comenzaron a descender. Estaba harta de llorar casi todos los días. Jadeaba e hipaba entre casa sollozo. Sus hombros se movían por los espasmos que producía. Se sentía agotada mentalmente. Ya no le importaba que alguien la escuchara. Quería gritar, romper cosas, soltar todo lo que guardaba, pero no podía. No debía.
Diamond continuó llorando en la biblioteca. Probablemente nadie estaba lo suficientemente cerca como para oírla. En la pequeña mesa que tenía enfrente estaba todavía la bandeja con su desayuno sin tocar. El té se enfriaba lentamente.
Su cabeza comenzaba a doler por la tensión acumulada. La única forma de aliviar era llorando hasta el cansancio. Por su mente pasaban miles de cosas. Tal y como Draco lo había dicho hace dos días: cosas horribles. Cualquiera que entrara a la mente de Diamond seguramente saldría casi tan deprimido como ella. No estaba bien. Nunca estuvo bien. Deseaba, con todas sus fuerzas, que se terminara. Quería ser feliz.
No notó cuando Draco entró a la biblioteca. Preocupado, se arrodilló frente a Diamond y apoyó sus manos en las rodillas de la chica mientras la miraba. No tuvo que oírla hablar para entender. Le hizo saber que estaba a allí con solo permanecer en silencio a su lado.
─Desearía poder morir ahora mismo─ murmuró Diamond entre sollozos.
Draco se sentó a su lado y sujetó sus manos. La hizo levantarse y luego sentarse en su regazo, como si la quisiera acunar en su pecho. Diamond dejó de llorar, pero temblaba cada vez que respiraba.
─No vas a morirte─ dijo Draco, abrazándola─. Vamos a superar esto. Potter va a ganar. Vas a vivir en paz, solo hay que tener paciencia─ beso el costado de su cabeza con mucho dolor. No la quería perder y menos así.
─¿Cuándo se volvió todo tan difícil?─ preguntó ella, apoyando su frente en el hueco del cuello de Draco.
─Siempre fue difícil, simplemente éramos muy inocentes pero notarlo.
but i love you so...
please let me go...
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