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La guerra había acabado, lord Voldemort había muerto. Tanto el mundo mágico como el muggle salían de la oscuridad que los estaba llenando.
Harry Potter había logrado vencer al mago más temido de todos los tiempos, pero ¿a qué costo? Muchas vidas se perdieron en la batalla, vidas inocentes que lucharon por el bien. Theodore Nott, Remus Lupin, Fred Weasley, Nymphadora Tonks, Colin Creevey, Lavender Brown y cientos más. Otros podían no estar muertos, pero sus expresiones hacían que los demás se dieran cuenta de que ya no eran los mismos, y entre ellos estaba Diamond Parkinson, quien trataba de no derrumbarse frente a todos en el Gran Comedor.
Frente a ella se encontraba el cuerpo de Theo, con los ojos cerrados como si durmiera una siesta... pero la verdad era que no iba a despertar y eso hacía que el corazón de Diamond doliera a gran escala. Las lágrimas de la joven no parecían agotarse. Diamond lloraba en silencio la muerte de su mejor amigo. Se lamentaba no haber hecho muchas cosas junto a él. Se preparaba mentalmente para ya no poder verlo en persona nunca más.
No, Diamond jamás estaría lista para aceptar aquello. Theo se le había sido arrebatado muy pronto.
Damien sería llevado a Azkaban junto a todos los mortifagos que habían logrado capturar luego de que Voldemort muriera. Diamond se aseguraría de que fuera besado por un dementor, algo que lo hundiría en una oscuridad similar a la que él la había hundido a ella. Lo odiaba infinitamente. Damien había traicionado a todos y jamás demostró vergüenza cuando fue descubierto. Él asesinó a Theo solo porque supo sus planes... Theo no se lo merecía. No tenía sentido.
─Diamond...─ oyó una voz a lo lejos.
La joven alzó la cabeza. A varios metros de distancia estaba Pansy. Podía ver perfectamente que estaba llorando. Diamond alzó su mano para que su hermana caminara hasta ella. Pansy no necesitó pensarlo dos veces, corrió hacia Diamond y cayó de rodillas a su lado.
─Lo siento, lo siento demasiado─ lloró la menor.
─Tranquila, está bien─ la abrazó Diamond.
Jamás habían llorado juntas, o al menos ninguna lo recordaba. Siempre era una la que lloraba mientras la otra acariciaba su espalda, pero aquel día todo cambió. Ambas liberaron todo el dolor que sentían.
─Mamá está destrozada. Papá está muerto─ dijo Pansy.
─Lo sé─ asintió Diamond─. Pansy, yo provoqué su muerte.
─¿Qué?
─Nos encontramos en un pasillo. Él me lanzó una maldición asesina─ contó, deseando que su hermana no se volviera en su contra otra vez─. Mi hechizo protector hizo que la maldición rebotara y volviera a él.
El labio de Pansy tembló. Ella había tenido una mejor relación con Thomas, lo suficientemente buena como para poder llamarlo padre, por eso Diamond supo que le dolería.
─Solo te defendiste─ dijo Pansy con la voz entrecortada─, eso está bien. Después de todo, él jamás fue una buena persona y lastimó a mamá varias veces con sus palabras─ limpió sus lágrimas con rapidez─. Era un asesino, torturaba personas. Se lo merecía.
Diamond no dijo nada, pero estaba de acuerdo con Pansy. Cerró sus ojos con fuerza y la volvió a abrazar. Gracias a eso, ambas se permitieron llorar un poco más.
─Pansy, Ava te busca en el patio─ oyeron decir a Narcissa.
Pansy se separó de Diamond lentamente y asintió. Le mostró una pequeña sonrisa a su hermana mayor antes de irse.
Diamond alzó su vista hacia Narcissa. La mujer le regaló una sonrisa cargada de dolor. Ella también había perdido a alguien muy importante: a Bellatrix, quien pudo haber sido una mujer muy cruel, pero, después de todo, era su hermana menor.
Narcissa se arrodilló junto a Diamond, en el lugar donde había estado Pansy, y la atrajo en un abrazo maternal. Diamond volvió a romperse. Comenzaba a odiar llorar, pero sentía que realmente lo necesitaba.
─Entiendo tu dolor, querida─ decía Narcissa en su oído─. Todo va a estar bien.
─No─ lloró Diamond─. Todo se fue a la mierda. Theo está muerto, Cissy. Ya no lo veré junto a mi todos los días, no nos quedaremos hasta tarde comiendo golosinas y hablando de cosas que solo nosotros entendamos. No volveré a abrazarlo, no volveré a sentir sus besos en mi frente. Su mirada de reproche ya no estará presente en mis días. Su voz... olvidaré su voz.
Aquello último hizo que otro tajo se abriera en su corazón. Varias personas en el Gran Comedor voltearon a ver a Diamond, pero a ella ya no le importaba las miradas de pena. Ella solo quería a Theo devuelta a su lado.
─Estoy segura de que a Theo no le gustaría ver como lloras por él─ murmuró Narcissa.
Diamond se encogió de hombros.
─Jamás le hice caso, así que se estaría riendo de mi─ admitió. Una sonrisa se formó en su cara─. Diría algo como: "te dije que yo moriría primero, a mi nadie me gana"─ quiso reír, pero no pudo─. No pude decirle que yo también lo amaba y que estaba, y estoy, agradecida por su amistad─ suprimió las ganas de llorar nuevamente─. Solo pude mantenerlo entre mis manos hasta que... se quedó dormido. Estoy segura de que jamás olvidaré ese momento.
─No, no lo harás─ dijo Narcissa─, pero aprenderás a dejarlo atrás y a seguir adelante.
Diamond asintió aunque no estuviera del todo segura de si sería capaz de aquello.
Decidieron alejarse de allí. Ambas se acercaron a Draco y Lucius que estaban sentados en una de las cuatro mesas. Narcissa se sentó junto a su esposo y Diamond se puso al lado de Draco.
─Hola, preciosa─ susurró el rubio.
Diamond apoyó su cabeza sobre el hombro de Draco. Él rápidamente puso un brazo detrás de su espalda y la atrajo a su cuerpo.
Gracias a esa cálida cercanía, Diamond sintió que volvía a estar en casa.
•••
El tiempo pasó rápido. Tres años desde la Segunda Guerra Mágica... unos muy oscuros años para Diamond y Draco.
Theo tuvo razón cuando le dijo a su mejor amiga que, a lo largo de su vida, habían posibilidades de que entrara en muchos túneles, pero jamás destacó el peor: el de la depresión que causaba un duelo.
Diamond vivió tres años sintiéndose muy miserable. Despertaba todos los días deseando que lo sucedido hubiera sido una pesadilla, una horrenda pesadilla, pero pronto la realidad volvía a golpearla fuertemente. Se levantaba de la cama pensando en que su vida ya no tenía sentido sin su mejor amigo. Le costaba divertirse, casi no sonreía, su metamorfomagia dejó de funcionar en absoluto y se encerró en su propia burbuja. Decía que debió morir ella en lugar de Theo, o que debió morir con él. Eso último hizo que terminara en San Mungo más de una vez.
Diamond no estuvo sola en ningún momento. Draco jamás la abandonó. Él se puso a estudiar para ser sanador y, gracias a eso, la salvó de muchas cosas.
Draco la trató con paciencia, le buscó ayuda en profesionales y la sostuvo todas las veces que recayó. La amaba demasiado como para dejarla sola. Hizo de todo para ver a Diamond sonreír nuevamente, para oír su risa, para hacerla feliz. Se mantuvo despierto todas las noches que fueron necesarias para que ella durmiera en paz. Fue agotador, pero pensar en su recuperación fue lo que lo motivó a seguir.
─No te metezco─ decía Diamond cada vez que él la abrazaba antes de dormir.
─Claro que sí. Mereces este amor y más.
Y funcionó. La ayuda de Draco funcionó luego de unos largos tres años, pero no estuvo solo él. Blaise y Pansy los visitaban con frecuencia. Narcissa iba a ver a Diamond todos los fines de semana y la animaba a salir a tomar aire en el jardín.
─Mi madre siempre ha querido una hija─ dijo Draco una vez─. Tu eres como una para ella, Dia.
Tres años. Diamond estuvo metida en aquel tunel por tres años, pero logró salir. Y si estuvieron esperándola al final. Estuvieron Draco, Narcissa, Pansy y Blaise. Y estuvo Theo, claro que sí, él siempre cuidó de Diamond.
Ella lo veía en cada luna llena, pero ya no lloraba. Sonreía porque podía sentir la energía de Theo llenando su corazón. Sonreía porque él no la había dejado del todo sola. Aprendió a vivir con el dolor, aprendió a reír recordándolo, aprendió a sonreír cuando veía algo que a él le gustaba.
Más tarde, cuando ya habían pasado meses de los cuatro años de la batalla, Diamond se casó con Draco bajo la luna llena. Fue uno de los días más felices de su vida. Caminó al altar junto a Pansy, quien llevana un vestido verde perla. Fue un evento muy privado, con no más de quince invitados. Diamond y Draco estuvieron contentos con eso, pues querían llevar una vida tranquila lejos de las opiniones de los demás, sin importar que Lucius y Narcissa no estuvieran muy de acuerdo con eso.
─¿Qué se siente ser la señora Malfoy?─ había preguntado Draco una vez que estuvieron en su luna de miel.
Él sonreía con arrogancia, devolviendo a Diamond al pasado. Tenía una relación de amor y odio con esa sonrisa.
─Horrible, sinceramente─ contestó ella, haciendo que Draco la mirara ofendido.
El tres de enero de 2006 nació Scorpius Malfoy.
Diamond jamás pensó que llegaría a ser madre, pues, considerando su estado mental, lo mejor era evitar darle la vida a un niño. Draco jamás la presionó con aquello, por eso se sorprendió cuando ella le habló de su repentino deseo de agrandar la familia. Lo convenció diciéndole que los gatos, Júpiter y Ceres, le darían compañía al bebé.
Un año antes de la llegada de Scorpius, Diamond volvió a ir a terapia durante seis meses. Quiso asegurarse de que realmente estaba preparada para un hijo. Quería ser una buena madre. Quería ser lo que Ava nunca había sido con ella.
El día más feliz en la vida de Diamond fue el nacimiento de Scorpius. Tenerlo entre sus brazos la hizo desbloquear un nuevo tipo de felicidad. No había nada que apagara su cabello amarillo, ni siquiera el horrible dolor que sufrió en el parto. Sentía que había valido la pena. Finalmente podía decir que había salido por completo del tunel.
─Hiciste a tu padre llorar, no lo puedo creer─ rió Diamond cuando ya los habían llevado a la habitación de hospital en la que se quedarían por unos días.
─Cariño, el niño apenas tiene horas de vida y tu ya le andas mintiendo─ dijo Draco, defendiendo su dignidad.
─Yo siempre digo la verdad, Scorpius, no lo oigas─ susurró ella.
Tres años más tarde, los Malfoy volvieron a agrandar a la familia. Lesath fue la primera niña que nació con el apellido Malfoy luego de largos siglos de puros varones. Aquello no solo dejó feliz a Diamond, pues Narcissa comenzó a presumir a su nieta con mucho orgullo. Lucius estaba algo confundido con aquello. Se encontraba en Azkaban, pero aun así logró expresar su sorpresa.
"...Lesath Malfoy. Increíble. Creí que era imposible. Rompió con toda la historia Malfoy. Y, encima, es metamorfomaga como su madre.
Vaya, Draco, de verdad te luciste con la mujer con la que te casaste.
Lucius Malfoy."
•••
─¿Cuánto falta, mamá?─ preguntó un ansioso Scorpius de once años.
─¿Tanto deseas irte y dejarnos?─ inquirió Diamond con dolor fingido.
─No te ofendas, pero sí─ contestó Scorpius.
Draco soltó una carcajada. Por alguna razón, esa escena le hizo recordar a la primera vez que subió al tren. Había actuado de la misma forma con Narcissa.
─Yo no quiero que Scorp se vaya─ dijo Lesath. Su cabello se volvió azul.
─Ay, por favor, si me tratas como saco de boxeo─ Scorpius frunció el entrecejo─. Mucho no podrás extrañarme, rata.
Draco quiso soltar otra carcajada, pero Diamond le dio un pellizcón en el brazo que lo hizo retomar su compostura al instante.
Pronto, el silbido de la locomotora les indicó que era hora de que los alumnos fueran subiendo. Scorpius se despidió de sus padres con un fuerte abrazo.
─Cuídate y no te metas en problemas, por favor─ dijo Diamond tras darle un beso en la frente─. Te amo.
─Si, ma. Yo también te amo─ sonrió el niño.
─Y si ves a algun Potter, diles que hay un sauce en el patio que le gusta mucho dar abrazos─ lo codeó Draco.
─No, definitivamente no digas eso, Scorpius─ dijo Diamond con firmeza, dándole una mala mirada a su esposo─. Y no te acerques tampoco.
Scorpius asintió con diversión. Le dio un rápido beso en la coronilla a Lesath y salió corriendo hacia el tren con sus cosas.
Diamond y Draco lo siguieron con la mirada hasta que se perdió en la primera curva. La nostalgia los golpeó casi que al mismo tiempo. Extrañaban Hogwarts y todas las cosas que vivieron allí. El tiempo era una mierda.
─Vamos, mis amores─ dijo Draco, subiendo a Lesath a su espalda y posando su mano sobre la espalda baja de Diamond─. Tomemos un helado.
─¡Si!─ exclamó la niña.
Diamond miró hacia atrás antes de cruzar al lado muggle. Por un segundo había viajado al pasado. Su yo de once años veía a la de treinta y ocho con curiosidad. Tenía el cabello violeta atado en una trenza y entre sus brazos sujetaba a una pequeña gata siamesa: Júpiter. Diamond le sonrió a esa niña. Sintió pena porque sabía lo que le esperaba... pero también sintió paz porque, después de todo, ella volvería a ser feliz.
Oyó a lo lejos a Draco y Lesath discutiendo sobre sabores de helado. Decidió reír con ellos.
─Siempre voy a amarte, Diamond─ recordó las palabras que dijo Draco la primera vez que ella intentó quitarse la vida─. Me voy a asegurar de estar contigo en todos los momentos de tu vida mientras me lo permitas, ¿sí? Lo prometo.
Cumplió la promesa. Draco Malfoy hizo lo que dijo.
Draco Malfoy se encargó de ser la luz de la joven que en su momento fue su luz. Diamond lo merecía. Merecía la pura felicidad después de tantos años en sufrimiento. Y estaría con ella en cada recaída, en cada lágrima, en cada risa, en cada pequeño momento.
Ya no estaban condenados. Finalmente eran libres.
─¡El que llega por último a la heladería es un troll!
FIN
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