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Draco despertó muchas horas antes que Diamond, claramente. Él había recibido menos Cruciatus que la joven y solo se había quedado semiinconsciente, por lo que fue a descansar luego de, junto a Damien, llevar a Diamond a su habitación y ponerla en su cama.

Al día siguiente, Draco ignoró a su madre cuando esta intentó detenerlo de levantarse.

─Debes descansar más, hijo─ le dijo Narcissa.

─No voy a descansar hasta que Diamond despierte, madre─ habló con rapidez, saliendo se su cama─. ¿Cuántas horas han pasado?

─Dieciocho─ contestó en voz baja.

Draco salió de su habitación sin detenerse para calzarse. Cruzó el pasillo hacía el cuarto de Diamond y entró con la esperanza de verla despierta, pero no fue así. Júpiter dormía pegada a la cabeza de su dueña como si así la protegiera de que le siguieran haciendo daño. Draco cerró la puerta antes de acercarse lentamente y se sentó con cuidado en la cama. Sus ojos se llenaron de lágrimas.

Diamond no era mentalmente fuerte. Según ciertas estadísticas, uns persona sana podía aguantar entre ochenta y noventa Cruciatus antes de caer inconsciente. Ella había llegado hasta treinta y cinco. Si Voldemort continuaba, probablemente Diamond abandonaría toda su cordura y se quedaría postrada en una cama durante el resto de su vida.

Una vez más se odió a sí mismo por dejarla sola.

─Draco...─ la oyó musitar.

Los ojos del rubio se abrieron. Una oleada de emoción recorrió su cuerpo y se inclinó para mirarla abrir los ojos lentamente. Diamond soltó un quejido lleno de dolor en cuanto movió la cabeza.

─No, no, no te esfuerces─ le dijo él rápidamente, pero manteniendo un tono suave. Con una mano acarició su cabello─. Está bien, estás bien.

─Me duele─ su voz sonó quebrada. Quería llorar.

─Lo sé, cariño─ Draco quería llorar con ella.

A él también le dolía, y no solo por los Cruciatus que había recibido. Era más doloroso verla sufrir a ella que sentir como miles de cuchillos se clavaban en su piel unas veintinueve veces.

Draco le sonrió con lágrimas en los ojos y plantó un beso en su frente. Había estado muchas veces cerca de perderla para siempre, no podía permitir que eso sucediera otra vez.

─Llamaré a mamá para que te de algo para el dolor─ avisó antes de irse casi que corriendo.

Dos minutos después, Narcissa entró a la habitación con un pequeño frasco verde. Se sentó en el lugar donde estaba Draco anteriormente para ayudar a Diamond a que tomara la poción.

─¿Cómo estás tu, Cissy?─ preguntó la joven.

Narcissa le sonrió a medias antes de levantarse para acomodar la almohada de Diamond, despertando a la gata en el proceso.

─Estoy bien─ le aseguró─. No te preocupes.

─¿Y los demás?─ quiso saber, aunque no le importaba mucho el estado de Bellatrix, Lucius y los carroñeros.

─Están mejor también─ contestó Narcissa, alejándose hacia la puerta─. Necesitas descansar, Diamond, fuiste torturada por mucho más tiempo que nosotros.

Narcissa se fue dejándola sola con Draco. El rubio se había sentado del otro lado de la cama y mantenía una mano sobre el lomo de Júpiter. Diamond lo miró sin emitir ningún sonido. No podía evitar pensar en lo mucho que lo extrañaba junto a ella. Jamás logró superarlo y sabía que nunca iba a dejar de quererlo. Draco no era perfecto, por más que hubiera vivido pretendiendo que asi era los diecisiete años de su vida, lo sabía. Y Diamond lo sabía más que nadie, pero aun así se enamoró de él y logró ver más allá de una fría armadura.

─El Señor Oscuro no iba a detenerse, ¿sabías?─ decidió hablar Draco.

─Me lo merezco de todas formas, ¿no lo crees?─ dijo Diamond.

Una parte de ella no pensaba lo mismo con respecto a sus palabras. Le tenía miedo al Señor Oscuro, todos lo tenían. Tal vez lo merecía, tal vez no. Tal vez estaba bien traicionarlo, tal vez no.

─Creí que yo había logrado detenerlo, pero fui muy tonto─ se rió sarcásticamente de sí mismo─. Nuevamente Damien te salvó, ¿sabes? Me lo dijo cuando te trajimos. Los Carrow le dijeron al Señor Oscuro sobre sus nuevas sospechas de tu traición, por eso recibiste treinta y cinco Cruciatus. Mi intento de detenerlo le hizo recordar lo que le dijo Damien.

Diamond frunció el entrecejo.

─Pero a mi me aseguró que los Carrow no dirían nada porque escapé, y eso equivalía a tortura─ su expresión era de pura confusión.

─No dijeron nada de que te capturaron, por eso no tuvieron que hablar de tu escape─ sus cejas se elevaron levemente con seriedad─. Es muy peligroso lo que haces, Diamond.

─¿Qué dijo Damien para salvarme?─ quiso saber ella, ignorando lo último que le había dicho Draco.

Él supo al instante que Diamond no quería empezar una discusión. Soltó un bufido cargado de molestia antes de responder.

─Que los Carrow, como muchos otros mortifagos, lo odian, y saben que él siente afecto hacia ti─ cada palabra que soltaba olía a celos─. Dijo que eso hizo que inventaran excusas para matarte y, no sé como, pero consiguió pruebas para que el Señor Oscuro se creyera todo su cuento─ movió lentamente su cabeza de un lado a otro. Sus ojos brillaban de desconfianza─. No me gusta ese tipo, Diamond, y jamás me voy a cansar de decirlo.

─Damien me salvó un montón de veces, ¿por qué te muestras tan negativo con él?

─Diamond, consiguio pruebas de algo que jamás pasó y fue capaz de manipular al mismísimo Señor Oscuro─ resaltó la palabra "pruebas".

Draco comenzaba a sentirse desesperado por poner a Diamond de su lado en cuanto a Damien. Lo ponía ansioso que ella se mantuviera defendiendo al ruso solo porque se había mostrado amable con todos.

─Pues está en Ravenclaw, ¿no? Yo creo que es un chico muy inteligente, Draco. Sabe analizar a las personas y de esa forma consigue convencerlas, ya me lo ha dicho. Lo aprendió de su madre─ dijo Diamond. Ella quería que Draco dejara de desconfiar en todo lo que caminaba en el planeta─. Quizá te inquieta el hecho de que prácticamente expresó sus sentimientos hacia mi contigo, pero no por eso es malo.

─¿Por qué no me entiendes?─ la voz de Draco apenas se escuchó. Su mirada reflejaba algo de dolor.

Aquello preocupó a Diamond. Ella intentó acercarse, pero él se alejó rápidamente y salió de la habitación, dejándola con las preguntas dando vuelta dentro de su cabeza. No sabía cómo decirle a Draco que sus dudas ya las había vivido y que podía confiar sin problemas en Damien. Se daba cuenta de que lo que estaba sintiendo el rubio no eran simplemente los celos que le daba verla con el ruso, sino que era mucho más. Había expresado su disgusto desde antes de que Damien y Diamond se hicieran amigos, era algo que ocurrió mucho antes de los celos.

Draco siempre quería probar su punto. Podía discutir con todo el mundo solo para que se dieran cuenta de que tenía razón, pero con Diamond aquello era diferente. Para él, ella estaba ciega, pero para ella, él estaba paranoico. A veces Draco se preguntaba a sí mismo si actuaba así porque por primera vez en su vida no era el centro de atención de sus amigos, o porque sus sospechas si eran ciertas. Fuera lo que fuera, jamás aceptaría a Damien como un amigo y se lo dejó en claro cuando Diamond estuvo desaparecida. Para su suerte, o sorpresa, tampoco le agradaba al ruso, y esa confesión hizo que ambos dejaran de disimular sus miradas de desagrado.

•••

Diamond no tuvo que utilizar su metamorfomagia para volver a Hogwarts, pues Damien le dijo que los Carrow ya no se meterían con ella. La joven le agradeció por salvarla nuevamente cuando lo vio. Se encargaría de devolverle el favor si él se metía en algun problema. Daría su propia vida si era necesario, ya que, después de todo, él se merecía más que un simple gracias.

En el colegio se era notable la ausencia de Ginny Weasley, quien no había vuelto porque seguramente ella y su familia corrían riesgo. Diamond le contó todo lo sucedido a Neville en cuanto lo vio en la Sala de Menesteres. El chico no había salido de allí y seguramente no saldría por un buen tiempo. Le contó a Diamond que habían intentado capturar a su abuela en un intento de amenazarlo por sus actos de rebelión, pero la mujer escapó y ahora se encontraba escondida en Merlín-sabía-donde.

Los días para Diamond no habían cambiado en nada, pero había conseguido un nuevo pasatiempo: mirar a Draco Malfoy como si de esa forma fuera a adivinar lo que pasaba por su cabeza. Él estaba distante con todo el mundo, volvía a caminar por los pasillos sin mirar a las personas con las que se cruzaba y en las horas libres se sentaba solo frente al Lago Negro.

Diamond se sentía culpable por no poder ir y preguntarle por su bienestar, por no saber cómo comprenderlo. Comenzaba a sentir disgusto por sí misma. Se dio cuenta de que lo estaba dejando solo, tal y como habían hecho con ella. Haberle demostrado que defendía a Damien quizá fue suficiente para que Draco se terminara de alejar.

Debía ir a hablarle. Debía recuperarlo o al menos intentarlo.

Diamond dejó atrás todo su miedo aquella tarde. Respiró hondo, tratando de que su cabello no se volviera más naranja con cada paso que daba hacia la orilla del Lago Negro. Divisó la brillante cabellera de Draco a lo lejos, dándole la espalda. Parecía estar leyendo algo, o eso daba a entender su posición encorvada. No llevaba puesta su túnica, solo tenía el chaleco de lana gris sobre su camisa blanca.

─Hola─ saludó Diamond una vez que estuvo a centímetros de distancia.

Draco volteó encontrando al instante los ojos celestes de la joven. Desde arriba, Diamond lo veía algo tierno, con el sol de primavera dándole en la cara y sus ojos grises brillando como dos estrellas.

─¿Qué tal?─ preguntó Draco, volviendo su vista al libro que tenía en manos.

─¿Puedo sentarme?

El rubio solo movió la cabeza en un asentimiento. Diamond se sentó en silencio a su lado e intentó ver lo que Draco leía. A él no pareció importarle que lo hiciera, al revés, movió un poco el libro para que ella leyera mejor. Diamond sonrió por instinto ante aquello. Recordó cuando hacían eso en sexto, en la Sala de Menesteres, y pasaban horas leyendo libros para arreglar aquel estúpido armario evanescente. Pero ella no estaba allí para acordarse de eso, estaba allí porque necesitaba hablar con el rubio.

─¿Cómo estás, Draco?─ quiso saber.

Él la miró durante unos segundos. Parecía sorprendido de que alguien le hiciera esa pregunta, y eso le hizo dudar de la respuesta. Sabía que con Diamond podía decir la verdad, sin importar qué, porque ella siempre trataría de entenderlo. Porque, incluso cuando no lo comprendía, pedía explicaciones para hacerlo. Supo al instante que eso era lo que ella estaba haciendo, que había estado pensando en esa conversación desde que hablaron de Damien.

─Estoy jodido─ contestó─. Estoy solo, mis pesadillas volvieron, siento miedo la mayor parte del tiempo y no puedo estar con la chica que amo. Sí, jodido es la palabra exacta.

Diamond movió la cabeza levemente en un asentimiento.

─Me lo imaginé─ murmuró antes de posar su mano sobre el antebrazo de Draco─. Quiero entenderte, de verdad. Quiero dejar de alejarte de mi, quiero ponerte de mi lado y evitar que sigas sintiéndote solo.

─Te sientes culpable, ¿no es así?─ no necesitó que Diamond respondiera para saber la respuesta─. Estoy de tu lado... hace tiempo que lo estoy. Decidí pelear con Potter, contigo, semanas atrás.

─¿Por qué no me lo dijiste?

─Porque estabas desaparecida y no confío en Damien como para decírselo─ contestó como si fuera obvio. Luego soltó el libro y apoyó su mano sobre la de Diamond─. Quiero estar a tu lado, Dia. Quiero, por primera vez en la vida, tomar la decisión correcta y hacer las cosas bien. Me hiciste darme cuenta de que las opciones jamás se acabaron, que siempre las tuve frente a mi, y que fui un idiota.

─Entonces continúa conmigo─ sonrió Diamond, entrelazando sus dedos con los de Draco─. Peleemos juntos. Juro no irme más.

A medida que pasaban los días, Diamond y Draco se mantenían cada vez más juntos. Ella lo ayudaba a aprender todo lo que había hecho con el Ejército de Dumbledore cada vez que podía.

Neville todavía no sabía de la ayuda que les daba Draco por afuera de la Sala de Menesteres, y tampoco quería que se enterara porque seguramente aquello terminaría en problemas. Damien tampoco estaba al tanto de aquello, pues el rubio le había pedido a Diamond que no se lo contara. Solo Theo lo sabía.

Lo que Draco hacía no era mucho, pero era importante. Diamond le pedía que pusiera trampas en los pasillos para los Carrow y así podía salvar a los castigados. No era una tarea peligrosa para Draco, pues había aprendido buenos métodos de escondite gracias a los gemelos Weasley. Diamond no supo por qué, pero encontró curioso aquello.

─Los admiro, ¿sí?─ admitió Draco cuando ella expresó su curiosidad.

─Increíble, realmente increíble─ rió Diamond.

Draco le lanzó una de las uvas que se encontraba comiendo.

─No tires la comida─ regañó la joven antes de devolverle la uva, pero más fuerte y en el ojo.

Habían vuelto a estar juntos, pero aquello no significaba que volvieran a ser completamente felices. Tenerse el uno al otro no arreglaba todo el desastre que ocurría en el mundo en esos momentos, pero de alguna forma había hecho que algo de luz llegara al pozo en el que se encontraban, una luz que se les hacía muy familiar a ambos y que sentían que la volvían a ver después de una eternidad a oscuras.

Diamond no recordaba cuándo había comenzado a expresar sus emociones con metáforas, pero sentía que así las explicaba mejor.

De todas formas, todos parecían sentir muy cerca el estallido de la guerra. Abril se estaba acabando a una velocidad alarmante. El castillo, por más que estuvieran en primavera, se mantenía frío. Parecía abandonado si se lo veía desde afuera. El número de alumnos había bajado bastante desde las vacaciones de Pascua, además de que cada día alguien se escabullía a la Sala de Menesteres.

Todo empeoró cuando una tarde, el dos de mayo, Draco encontró a Diamond y le dijo:

─Entraron a la bóveda de los Lestrange.

Se veía claramente alarmado. No había que ser muy inteligente como para saber quiénes habían sido.

Pronto llegó la noticia de que Harry Potter estaba en Hogsmeade.

─Prepárate─ le dijo Diamond a Draco.







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