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Diamond sentía su corazón latir con fuerza a medida que caminaba por el pasadizo que la llevaría a Cabeza de Puerco. En sus brazos llevaba a Júpiter y detrás de ella iba un pequeño equipaje que había conjurado para que fuera flotando. Damien se había encargado de llevárselo a la Sala de Menesteres temprano en la mañana.

─Buenos días, señor Aberforth─ saludó una vez que llegó al bar.

El hombre ya había sido notificado de que Diamond estaría allí segundos antes de que el Expreso Hogwarts se pusiera en marcha.

─Ten cuidado, Parkinson─ le dijo Aberforth.

Diamond asintió y sujetó con fuerza a Júpiter mientras que con la mano libre agarró su equipaje. Pronto se vio envuelta en un remolino ya bastante conocido. Cuando sus pies tocaron el suelo del tren, sintió como el motor se ponía en marcha. Se había aparecido dentro de un compartimiento vacío. Allí dejó sus cosas y a su gata. Cerró sus ojos con fuerza, tratando de concentrarse en cambiar de rostro. Se había convertido en una chica rubia de ojos verdes y sonrisa encantadora. Agradecía que su metamorfomagia le hubiera hecho caso.

Salió del compartimiento para buscar a Damien. Tal y como lo planeó, había aparecido en el vagón de Ravenclaw. Encontró al ruso caminando en dirección contraria, mirando hacia todos los asientos y compartimientos por los que pasaba. Diamond no tuvo que alejarse mucho del lugar en donde estaban sus cosas, pues Damien estaba a pocos metros de distancia.

─Soy yo─ le dijo.

─¿Diamond?

Ella asintió orgullosa de lo que hizo consigo misma. Damien sonrió impresionado.

─Genial. Traeré a los chicos.

Diamond volvió a su compartimento y esperó pacientemente. Unos pocos minutos después la puerta se abrió con brusquedad, dejando ver a un Draco preocupado. Miró a la joven que tenía frente a sus ojos y por un instante creyó que se había equivocado de puerta.

─Soy yo, Draco─ le aseguró Diamond con una sonrisa divertida.

Theo también entró. Él pareció aliviado al ver a aquella extraña rubia. Sabía bien que era su mejor amiga, sobretodo porque Júpiter estaba acostada a su lado. Damien pasó detrás de Theo, cerró la puerta del compartimiento y corrió la cortina de la pequeña ventanilla. Diamond abandonó el disfraz que creó con su metamorfomagia, volviendo a ser la chica de cabellos violetas y ojos celestes.

─¿Dónde carajos estuviste? ¿Por qué no nos dijiste nada? ¿Tienes una idea de lo que fue pasar todo este tiempo sin verte?─ la bombardeó Draco un poco molesto.

─Cálmate, por favor─ le pidió Theo algo irritado─. ¿Estabas de malhumor porque no la veías y ahora estas de malhumor porque la tienes frente a ti? Por Merlín, Malfoy.

Draco ignoró a Theo y miró a Damien. Sus ojos brillaron del enojo.

─Tu lo supiste todo este tiempo y no lo dijiste─ lo apuntó de manera acusadora.

Damien solo rodó los ojos y se sentó con cara de pocos amigos. Él y Draco no se soportaban, una pequeña enemistad había surgido desde que Diamond desapareció.

─A ver, déjenme hablar─ pidió la joven─. Estuve escondida en la Sala de Menesteres y Damien no les dijo nada porque sabía que iban a ser interrogados por los Carrow. Si usaban Veritaserum y los hacían soltar todo, ¿qué haría yo? Además, no soy la única que está escondida allí.

Draco soltó un bufido, pero su expresión indicaba que había sido convencido.

─¿Qué harás cuando las vacaciones terminen?─ preguntó Theo.

─Vivir en la Sala de Menesteres es horrible, así que pensaba usar mi metamorfomagia para hacerme algunos cambios─ Diamond se encogió de hombros y en cuestión de segundos volvió a ser la chica rubia y de ojos verdes─. ¿Qué piensan?

─No creo que sea muy buena idea─ volvió a hablar su mejor amigo antes de que ella volviera a su forma normal─. Últimamente tu metamorfomagia está apagándose y prendiéndose. ¿Qué harás si un día, en clase de Artes Oscuras, o en cualquier otro momento con los Carrow presente, deja de funcionar y vuelves a ser Diamond?

─Theo tiene razón. No deberrías volver a Hogwarts─ dijo Damien.

Diamond los miró a los dos como si estuvieran locos. Draco se mantenía en silencio, pensando en qué decir para solucionar el problema en el que ella se había metido.

─Voy a volver a Hogwarts─ dijo con firmeza─. Voy a continuar ayudando y voy a utilizar esta nueva imagen. Trataré de mantenerme estable para que mi metamorfomagia no falle, y si decide hacerlo, entonces vuelvo a la Sala de Menesteres─ hizo una pausa para mirar las caras de los chicos. Sus expresiones la hicieron sentirse impaciente─. ¿Por qué dudan tanto de mí?

Theo levantó ambas manos en una especie de señal de rendición y Damien desvió su mirada hacia la ventana.

─No eres la persona más estable, Diamond, es eso─ soltó Draco─. Crees que tu plan es genial, pero está lleno de huecos.

─¿Y justo tu vienes a hablarme de estabilidad?─ preguntó la joven, cruzándose de brazos.

Comenzaba a sentirse muy enojada y ya no medía sus palabras.

Draco no contestó nada, solo la miró de la misma forma en que ella lo hacía. Se preguntaba a sí mismo qué había sucedido con la Diamond que conoció de pequeño. Estaba tan cambiada. Negaba la ayuda que ella misma pedía en silencio, comenzaba a perder la paciencia rápidamente, se cerraba, dejaba de pensar dos veces cuando hablaba. Había perdido a Diamond.

─Escuchen, no me importa lo que piensen, yo voy a actuar sola─ dijo después de un corto silencio─. Ya me lo dije a mi misma y ahora se lo diré a ustedes: continuaré en la guerra, así muera en el intento. No traten de detenerme.

Los tres asintieron. No tenían ganas de seguir discutiendo con Diamond. Ella no se daba cuenta de que los estaba alejando lentamente. Estaba tan cegada en ayudar a Harry que había olvidado a su verdadera familia.

─¿Dónde está Pansy?─ preguntó luego de que el ambiente se tranquilizó.

─No quiso venir. Dijo que con saber que estabas viva ya era suficiente─ contestó Theo.

Diamond asintió algo dolida. Era la pérdida que más había dolido y a la que más le había llorado en las noches, pero no podía esperar nada de Pansy a esas alturas de la vida. Ya no había nada que la hiciera cambiar de parecer.

•••

Al llegar a la Mansión Malfoy, Diamond dejó todas sus cosas en su habitación y le dio de comer a Júpiter. Rápidamente se despojó de sus pantalones negros ajustados y su enorme saco. Sacó de su armario algo más cómodo para ponerse, algo que mantuviera su temperatura cálida. Luego salió para dirigirse a la sala en donde estaba Narcissa sentada en un sillón.

─¿De verdad querías que volviera?─ preguntó cuando estuvo frente a la mujer.

Sentir que era importante para Narcissa era algo que su mente todavía no lo procesaba del todo. Saber que ella quería verla la hacía sentirse muy querida. Había descubierto un nuevo tipo de felicidad con eso, uno que no sabía que existía hasta que recibió el anillo de las Rosier en Navidad.

─Por supuesto que sí─ contestó Narcissa con una pequeña sonrisa─. Te volviste mi compañera, Diamond, y no hay nada más en este mundo que deseé tanto como volver a verte en la mansión.

Aquello ablandó el corazón de Diamond. Su cabello se volvió levemente amarillo, señal de que estaba feliz.

Dos días habían pasado ya de vacaciones. Diamond se sentía algo intimidada con la presencia de Bellatrix Lestrange en la mansión, aunque la mujer jamás le dirigió ninguna palabra. Draco se mantenía en silencio todo el tiempo, compartiendo un par de miradas con Diamond de vez en cuando y saliendo de su habitación solo para comer. Damien había comenzado a sentirse algo solitario, se lo confesó a su amiga una noche en la que salieron al patio. Admitió que extrañaba Durmstrang, a su madre y a los únicos dos amigos que tenía en Rusia. Diamond lo comprendía, estaba lejos de su hogar y se le era difícil acostumbrarse al diferente estilo de vida que tenían los británicos.

Se encontraban todos en la sala cuando notaron que alguien había cruzado las rejas de la entrada. Narcissa y Lucius se miraron extrañados, pues no esperaban invitados.

─Iré a ver─ dijo la mujer.

Volvió unos minutos después con carroñeros que sujetaban a cinco personas y los llevaban casi que de a rastras. Diamond logró identificar a Hermione Granger, a Ron Weasley y a Dean Thomas. Luego estaban un duende y un chico con la cara toda desfigurada. La joven dedujo al instante que ese era Harry Potter. Sintió su pecho encogerse del miedo. Si descubrían que era él, llamarían a Voldemort y estaría muerto.

─¿Qué significa esto?─ preguntó Lucius, levantándose al instante.

─Dicen que tienen a Potter─ explicó Narcissa. Su rostro no mostraba ninguna emoción─. Vengan, chicos.

Diamond, Draco y Damien se miraron entre sí antes de aproximarse al chico de la cara desfigurada. Estaba claro que sí era Harry.

─¿Y bien? ¿Qué dicen?─ preguntó Fenrir Greyback, el encargado de los carroñeros.

Harry trataba de evitar los ojos de los tres. Draco miró de reojo a Diamond. Ella, al notarlo, negó con la cabeza disimuladamente. Damien también lo vio.

─¿Qué me dicen, chicos?─ preguntó Lucius con ansia─. ¿Es Harry Potter?

Diamond volvió a negar.

─No sé...─ contestó Draco, dándole una fugaz mirada a la joven─. No estamos seguros.

─¡Pues fíjense bien!─ exclamó su padre. Su tono de voz hizo que Diamond se sobresaltara del susto─. ¡Acércate más, Draco! Si se lo entregamos al Señor Oscuro, nos perdonará todo lo...

─Tampoco olvidemos de quién lo ha capturado, ¿verdad, señor Malfoy?─ interrumpió Greyback.

─¡Por supuesto que no!─ replicó Lucius con impaciencia.

El hombre se acercó a Harry para examinarlo. Diamond sintió el miedo del chico. Se mantuvo quieta mientras Lucius preguntaba qué le había sucedido en la cara. Greyback aseguró que no habían sido ellos, que estaba así cuando lo encontraron. Todo indicaba que le habían hecho un embrujo punzante. Lucius llamó a Draco para que observara lo que había señalado como la cicatriz de Harry, pero Draco volvió a fingir que no sabía y se retiró rápidamente hacia la chimenea. Diamond agradeció mentalmente aquello mientras pensaba en cómo liberar a los chicos de la mansión, pero pronto Narcissa reconoció a Hermione.

─¡Estaba en la tienda de Madame Malkin con Potter!─ exclamó─. ¡Y vi su fotografía en El Profeta! ¡Miren, chicos! ¿No es esa tal Granger?

Damien se encogió de hombros. Él jamás había visto a Hermione. En cambio Draco y Diamond sí, por eso se miraron con temor.

─No sé─ murmuró ella.

A Lucius se le iluminó la cara de repente.

─¡Entonces este es el hijo de los Weasely!─ gritó, colocándose enfrente de Ron─. ¡Son ellos, los amigos de Potter! Mírenlo. ¿No es el hijo de Arthur Weasley? ¿Cómo se llama?

─No sé─ dijo Draco. No se atrevía a mirar a los prisioneros─. Podría ser.

Diamond lo miró con los ojos abiertos. Sintió una leve molestia recorrer por sus venas, pero pronto su atención se fue a Bellatrix, quien acababa de entrar al salón con una expresión de confusión. Se paseó lentamente frente a los prisioneros y se detuvo junto a Harry, con la mirada fija en Hermione. Bellatrix la reconoció al instante, poniendo algo alegre a Lucius. Él le dijo sobre las sospechas de que el chico de la cara desfigurada era Potter.

Estaban perdidos.

•••

Diamond no dio batalla cuando Harry y sus amigos intentaron escapar, simplemente se quedó en una esquina, observando la escena. Lograron irse, lo que la hizo sentir como si finalmente pudiera respirar sin problemas.

─¡El Señor Oscuro debe de estar por llegar!─ gritó Bellatrix. En su voz se podía notar el miedo que le provocaba aquello.

No fue la única que sintió el temor. Lucius palideció al instante y Narcissa comenzó a caminar de un lado a otro con nerviosismo. Draco se sentó en el sillón más cercano a la chimenea y su pierna comenzó a moverse involuntariamente. Damien se veía como si estuviera pensando rápidamente algo que funcionara para evitar que murieran. Diamond lamentó no haber huido con Harry. Greyback parecía haber abandonado su postura temeraria.

La puerta principal se abrió con fuerza, dejándolos inmóviles a todos. Los pasos de Voldemort se oyeron cada vez más cerca hasta que entró a la sala. Con la mirada recorrió el lugar, deteniéndose por dos segundos en la araña de cristal hecha añicos, que había sido desprendida por Dobby, el antiguo elfo de la familia Malfoy. Luego miró a todos los carroñeros a los que Bellatrix había aturdido y dejado inconsciente. Por último se fijó en los demás.

─¿Dónde está Harry Potter?─ preguntó con suavidad fingida.

─¡Mi lord!─ exclamó Bellatrix, poniéndose de rodillas rápidamente frente a los pies de Voldemort. Lo miró suplicante─. Lo teníamos, juro que lo teníamos. Por favor, le ruego que nos castigue como lo merecemos, pero que nos perdone.

Voldemort la miró de una manera que jamás la había mirado, o eso pensó Diamond. Era profundo asco, era ira, desprecio.

─¿Cómo fue posible eso?─ remarcó entre dientes cada palabra.

─Los metimos en el calabozo, mi señor─ comenzó a relatar Bellatrix─, pero Colagusano los libero y a consecuencia de eso se estranguló a sí mismo. Luego apareció Dobby, un elfo que pertenecía a Lucius, y se llevó a los prisioneros, se llevó a Potter─ volvió a mirar a Voldemort de manera suplicante, juntando sus dos manos frente a su mentón─. Lo lamentamos mucho, mi lord.

Voldemort quitó su mirada de la mujer y se fijó en Damien.

─¿Y qué pasó contigo, muchacho?─ preguntó.

El ruso mantuvo su compostura recta antes de bajar la mirada al suelo.

─Iba a dejar inconsciente a los prisioneros cuando el elfo desprendió la araña que estaba justo debajo de mi cabeza─ dijo─. Lamento decepcionarlo, mi señor, me merezco su castigo.

Voldemort lanzó un un grito lleno de furia que hizo a Diamond cerrar sus ojos con fuerza. Él alzó su varita mágica y encadenó a todos con un ágil movimiento. Ni Greyback, que intentó escapar, se salvó de aquello.

El Señor Oscuro estaba furioso, y también estaba listo para descargar su furia en todos los presentes en la sala. Comenzó por Lucius, a quien probablemente le tenía más desprecio. El hombre trataba de mantenerse callado, manteniendo los ojos cerrados y apretando los dientes con fuerza. Lanzó un grito cuando llegó a quince Cruciatus, pero Voldemort no se detuvo allí, siguió hasta llegar a treinta.

Luego siguió el turno de Greyback. El hombre lobo no ocultó sus gritos. Él recibió la misma cantidad que Lucius.

La tercera fue Narcissa. La mujer lloró y gritó. Mantenía la cabeza hacia el suelo, arrodillada con las cadenas envueltas en todo su cuerpo. Se retorcía con dolor. Recibió veinticinco Cruciatus.

El cuarto fue Damien. Diamond acertó cuando supuso que Voldemort no lo iba a torturar tanto. Le perdonaba demasiados errores, confiaba en él sin saber que lo estaba traicionando. Damien recibió quince Cruciatus. No se permitió gritar, pero si derramó lágrimas y soltó quejidos de dolor.

El miedo de Diamond incrementó cuando Voldemort se posó enfrente de ella. La joven estaba sentada con la espalda contra la pared. Cerró los ojos cuando el primer Cruciatus la golpeó, tratanto de aguantar el horrible dolor. Odiaba conocer tanto esa sensación de los miles de cuchillos clavándose en su cuerpo. No aguantó más cuando la golpeó la décima maldición. Sus gritos inundaron toda la sala. Por dentro pedía que se detuviera. Comenzaba a sentir que perdía la noción lentamente. Probablemente no se había dado cuenta que había recibido treinta y cinco Cruciatus.

─¡Basta, por favor!─ oyó gritar a Draco a la lejanía─. ¡Por favor, mi señor, no la mate!

Diamond cayó al suelo inconsciente cuando Voldemort la dejó en paz.

La cara del Señor Oscuro se iluminó con sorpresa.

─¿Qué pasa, Draco? ¿Sientes debilidad por la joven Parkinson?─ preguntó en tono de burla.

Draco no se atrevió a mirarlo, y eso contó como un sí para Voldemort.

─Por favor, mi señor, continúe conmigo si quiere─ le dijo─. Lo merezco más que ella.











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