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Diamond miraba cómo la nieve tapaba el hermoso jardín de la familia Malfoy mientras se hamacaba suavemente en el banco colgado al árbol. Con una mano acariciaba a Júpiter, que estaba acostada en sus piernas, y con la otra comía unas galletas que los elfos domésticos le habían traído. Era día de Nochebuena, pero para Diamond era solo un día más, sobretodo porque la mansión estaba minada de mortifagos y en el calabozo habían prisioneros. Voldemort había estado bastante ausente para sorpresa de todos, pero no le había contado a nadie lo que estaba planeando.
El mundo mágico se había vuelto un caos. A los hijos de muggles les quitaban sus varitas y el derecho de hacer magia, los enviaban a Azkaban si trataban de impedirlo. Los que apoyaban a Harry Potter eran torturados e incluso ejecutados, varios magos estaban ocultos, otros escaparon hasta del continente, algunos traidores a la sangre también eran buscados y también hubieron varias torturas. Para empeorar todo, Harry también estaba desaparecido. Nadie sabía nada de él ni de su paradero, solo que la última vez se lo vio infiltrado en el ministerio, de donde sacó a una gran cantidad de magos impuros que estaban por ir a juicio. Logró escapar por poco y nuevamente se ocultó. A Diamond le interesaba mucho lo que planeaba porque sabía muy bien que eso hacía Harry. No era difícil adivinar cómo funcionaba su mente, y eso que nunca compartieron más de diez palabras en siete años.
─Aquí estabas─ oyó decir a Damien, quien se acercaba bien oculto en su bufanda azul marino─. Narcissa te llama.
Diamond se levantó con Júpiter en brazos y dejó al ruso con el plato de galletas. Dejó a su gata en el suelo cuando entró a la cocina de la mansión y buscó a Narcissa. Ella estaba sentada en la cabecera de la gran mesa del comedor. Tenía su vista posada en una caja de madera negra con detalles tallados en forma de hojas.
─¿Qué necesitas, Cissy?─ preguntó la joven.
─Oh, siéntate, querida─ la mujer señaló la silla a su izquierda.
Diamond asintió y se sentó allí, mirándola para que hablara.
─Sé que últimamente nadie hace regalos en estos tiempos porque... bueno, ya no hay muchas esperanzas como para andar regalando cosas y hacer felices a los demás─ sonrió con tristeza y posó una mano sobre la caja─, pero tengo algo para ti. No es la gran cosa, pero hay una tradición en mi familia materna, los Rosier, en la que la madre le regala a su hija el anillo que perteneció a varias generaciones─ Diamond la miró algo confundida, pero por dentro sabía lo que se venía─. No eres mi hija, lo sé, pero has hecho tantas cosas por mi Draco que siento que lo mereces más que nadie.
─Pero él y yo ya no tenemos nada─ dijo Diamond, sintiendo un extraño sabor en la boca al hablar─. Yo no creo... yo no creo que merezca esa reliquia, Cissy. Deberías dárselo a la hija de Bellatrix cuando crezca.
─Jamás─ negó Narcissa─. No. Quiero que lo tengas tu. No me importa si ya no te relacionas con Draco porque yo te quiero como la hija que nunca tuve, y eso no cambiará.
Los ojos de Diamond se llenaron de lágrimas cuando la oyó y su cabello se puso algo azulado.
─Admítelo, ves a Narcissa como tu figura materna─ recordó que le dijo Theo una vez.
Y cuánta razon tuvo.
Recibir cariño maternal era algo sumamente nuevo y era totalmente ajena a la emoción que estaba sintiendo. Narcissa la quería más que su propia madre, o algo así parecía. Ella no le gritaba por ser sensible, por no poder controlarse, por no ser como su hermana. Narcissa era alguien totalmente diferente a Ava.
─Gracias─ su voz tembló al hablar.
La mujer sonrió y abrió la caja, dejando ver un anillo algo grueso, de plata, con un rubí incrustado y con unos detalles similares a los de la tapa: como si tuviera ramas en espiral y hojas. Diamond lo observó maravillada. Era muy fácil darse cuenta que había sido hecho siglos atrás, pero jamás perdió su elegancia y brillo.
─Es precioso─ dijo, agarrándolo como si fuera algo delicado─. Gracias otra vez, Cissy.
─No te gastes en agradecer, querida, te lo mereces por ser la chica más capaz que he conocido.
Narcissa sonrió una vez más y se levantó para abrazar a Diamond. Ella se quedó congelada en su lugar por un segundo, luego aceptó el abrazo con gusto. Sus puños se cerraron con fuerza detrás de la espalda de Narcissa, como si tuviera miedo de que el sentimiento de protección se desvaneciera cuando se separaran, pero no fue así. Siguió sintiéndose protegida cuando vio a la mujer volver a su lugar.
─Tu deber es dárselo a tu hija cuando la tengas─ dijo.
Diamond la miró con algo de incomodidad, lo que hizo que su cabello se pusiera un poco anaranjado.
─Cissy... no creo que tenga hijos─ admitió─. No creo que sea buena idea traer a alguien a este mundo si las cosas siguen así. Prefiero estar sola.
─Entonces dáselo a una sobrina, o la hija de una amiga, o a quien sea que llegues a querer y pienses que es merecedora del anillo Rosier─ sonrió Narcissa.
Ava se habría vuelto loca si Diamond le hubiera dicho a ella lo de no querer hijos. Una vez más debía recordar que su madre y Narcissa no eran la misma mujer, que debía dejar de esperar a que todas actuaran como Ava.
─Está bien, lo haré─ aceptó Diamond.
Se puso el anillo en el dedo anular de la mano derecha, a un lado del de la piedra negra que le regaló Draco. Luego se despidió de Narcissa y se dirigió a su habitación. No tenía nada que hacer realmente y ya había pasado demasiado tiempo con Júpiter. La pobre gata debía de estar harta de los constantes abrazos y besos de su dueña.
Notaba que su estadía en la Mansión Malfoy se había hecho algo aburrida sin Draco. Él casi que no había salido de su habitación desde que volvieron de Hogwarts y Diamond no se atrevía a ir a preguntarle si le gustaría hacer algo. Ya no eran nada, debía aprender a vivir con eso.
Lo extrañaba demasiado, a decir verdad. Todo había sucedido tan rápido que todavía no se había sentado a asimilarlo realmente. Estaba sola, muy sola, pero él lo estaba más.
Diamond no quería estar todas sus vacaciones de Navidad encerrada allí, la atormentaba demasiado. Estar en silencio significaba permitirle a su cerebro ponerse a sobrepasar muchas cosas, imaginar escenarios, hacer que se odie a sí misma, y no le gustaba eso. Tener que mantenerse distraída para no recaer era lo peor para ella. No podía hacer nada para detenerlo.
Se dio un baño antes de la hora de la cena. Voldemort no había dicho nada sobre reuniones esa noche, por lo tanto ningún mortifago se encontraba en la mansión en la tarde. Los Malfoy habían decidido que sería una buena idea invitar a algunas familias a cenar. Los Nott, los Greengrass, los Zabini y los Parkinson estarían llegando en cualquier momento. Iba a ser una noche llena de tensión para algunos de los presentes.
Diamond secó su cabello y lo alisó con la varita, pues no tenía la fuerza suficiente como para usar su propia metamorfomagia. Se puso un vestido negro largo junto a una cadena plateada en la cintura. En su dedo anular permanecía el anillo de rubí, mientras que en el otro estaba el de calavera. Sus labios los pintó de color rojo oscuro y a sus ojos los delineó con negro. Sus ojos celestes resaltaban bastante con su atuendo.
Respiró hondo para intentar cambiar el horrendo color que tenía su cabello. Trató de visualizar el castaño oscuro en sí misma, pero al mirarse al espejo solo vio un marrón suave. En su rostro se formó una expresión de molestia, pero lo dejó así. No le quedaba mucho tiempo.
Buscó sus sandalias bajas negras por toda la habitación y las encontró sobre la jaula de Júpiter. Por último se roció su perfume debajo de las orejas y sobre el cabello. En esos lugares duraba más el aroma floral.
Ya casi lista, agarró su varita con la que se hizo un moño en el cabello y la clavó en él. Era un peinado simple, pero fácil y útil. Dejó dos mechones caer sobre su frente, agarró su abrigo y salió de su habitación.
Justo en ese momento salió Draco también. Ambos se miraron por un instante. Él se había puesto un traje negro con unos botones bastantes similares a la calavera del anillo de Diamond. Tenía el cabello como si lo hubiera peinado con los dedos y se podía oler su perfume desde lejos.
─Te ves bien─ fue lo único que dijo Draco antes de comenzar a caminar hacia las escaleras.
Diamond no dijo nada. Caminó detrás de él en silencio y a una distancia adecuada. Damien se les unió también. El vestía de un azul marino que hacía que su piel se viera más pálida de lo normal. Su aroma era muy diferente al de Draco, pero seguía siendo rico. Damien le mostró una sonrisa bastante grande a Diamond al mismo tiempo que bajaban detrás del hurón malhumorado.
─Te ves prreciosa, Dia─ le dijo.
─Gracias, tu también estas guapo─ devolvió el cumplido.
Escuchó a Draco bufar cuando cruzaron la entrada al comedor. Todavía le molestaba que ella y Damien fueran amigos, pero no se atrevía a decir nada porque sabía que Diamond lo mandaría a la mierda, además de que reclamarle por los celos que le causaba ya no era algo de lo que que ella debía preocuparse.
─Llegan justo a tiempo, los invitados estarán aquí pronto─ dijo Narcissa cuando los notó en el comedor─. Vayamos todos frente a la chimenea. Draco junto a Lucius a mi izquierda, Diamond y Damien a mi derecha.
Todos se movieron tal y como la mujer les indicó.
─Draco, tu saco─ espetó Lucius, mirando a su hijo con enojo.
El rubio lo miró mal al mismo tiempo que acomodaba distraídamente su ropa. Narcissa lo miró por unos segundos y luego intentó ignorarlo, pero sus nervios la hicieron abandonar su puesto y arreglar el cuello del saco de Draco con algo de ansiedad. Hecho aquello, volvió a su lugar.
Los primeros en aparecer fueron los Zabini. La madre de Blaise llevaba un vestido largo y verde, mientras que su hijo vestía un traje negro.
─Un gusto verte nuevamente, Narcissa─ dijo la señora Zabini.
─Lo mismo digo, Thania.
Luego llegaron los Nott. El padre de Theo saludó a todos con un apretón de manos, su esposa lo siguió con una leve sonrisa y Theo copió la misma acción que el señor Nott, solo que a Diamond la abrazó con fuerza, como si no la hubiera visto en años. El chico llevaba un traje bastante similar al de Damien, solo que el tono de su azul era mucho más oscuro.
Los terceros fueron los Greengrass. Los padres de Daphne y Astoria saludaron con bastante emoción, sobretodo a Diamond porque era a quien más conocían y siempre les gustó su presencia.
─Tu falta en la mansión es muy notoria, querida─ le dijo la señora Greengrass─. Una pena lo que sucedió con Daphne.
Sus hijas saludaron con menos emoción. Astoria saludó a Diamond con algo de incomodidad, pero aun así se regalaron una pequeña sonrisa.
─¿Cómo estás?─ le preguntó Daphne cuando le tocó su turno de saludarla.
─Viva, ¿y tú?─ dijo Diamond.
Daphne sonrió a medias y se encogió de hombros.
─Viva también─ contestó.
Por último llegaron los Parkinson. Ava y Narcissa se saludaron con un pequeño abrazo y dos besos en la mejilla. Thomas y Lucius se dieron un apretón de manos amistoso. Con Draco se portaron bastantes respetuosos. Pansy también saludó con una sonrisa radiante. El problema fue cuando se posaron frente a Diamond.
─Hola─ la que habló fue su madre.
Thomas miró a Ava con seriedad y algo de molestia al ver que el cabello de su esposa amenazaba con ponerse azul. Pansy simplemente pasó de su hermana y saludó a Damien.
─¿Están bien?─ preguntó Diamond. Su voz salió cortante.
─Más que bien sin ti, me atrevo a decir─ soltó Thomas.
Ava lo miró por unos segundos, luego cerró sus ojos con fuerza y volvió a Diamond.
─Estamos bien.
Todos pasaron al comedor para sentarse a cenar. Lucius se puso en el asiento que tomaba Voldemort cuando estaba en la mansión. Narcissa se sentó en la otra punta. Draco se puso a la derecha de su madre y Diamond a la izquierda. Theo se sentó al lado de Diamond, lo que hizo que sus padres se sentaran cerca también. Enfrente, junto a Draco, estaban Astoria, Daphne y sus padres. Los Zabini se pusieron del mismo lado que los Nott y Diamond. Los otros Parkinson tomaron el lugar junto a los Greengrass.
─Que bueno esto, las viejas familias reunidas nuevamente─ habló Thania.
─Faltan los Crabbe─ notó el padre de Theo.
─Si mal no recuerdo, estan de vacaciones en Portugal─ dijo la señora Greengrass.
─Es verdad, sí─ asintió Lucius─. Tienen familia allá.
Los mayores continuaron con su conversión un rato más mientras la comida comenzaba a aparecer en la mesa a medida que los elfos terminaban de cocinar. Diamond se mantenía mirando a sus manos, pues tenía a Draco enfrente y era como un imán para sus ojos.
─Cissy, esta comida está deliciosa─ habló Ava.
─Si, nuestros elfos trabajan excelentemente cuando se los trata con amabilidad─ sonrió Narcissa, dándole una fugaz mirada a su esposo cuando dijo lo último.
El señor Greengrass notó aquello y soltó una risotada.
─¿Sigues descargando tu ira con esas pobres criaturas, Lucius?─ preguntó.
Thania también rió.
─Recuerdo cuando era más sano y se desquitaba con troncos. Una vez terminó con sus cinco dedos quebrados, ¿no es así?
Lucius sonrió a medias, rojo de la vergüenza y mirando mal a Narcissa, quien le sonrió con superioridad y sus cejas alzadas.
─Suerte que Draco salió como Cissy para ciertas cosas─ dijo el señor Nott, suspirando─, pero lástima que su coraje no estaba entre eso.
Las manos de Draco se cerraron en forma de puños y las apretó con fuerza. Diamond no necesitaba verlo para saber que aquello lo había hecho enojar demasiado, y con ella también había surgido el mismo efecto. A diferencia del rubio, Diamond no se quedó callada.
─Para tu información, Roger, Draco tiene más coraje que tu y eso se puede apreciar si te pones a pensar que es el mortifago más joven que tiene el Señor Oscuro. Aceptó estar en sus filas sin dudarlo, por más que haya sido reclutado por las acciones de Lucius─ dijo, apoyándose un poco en la mesa para mirar al padre de Theo. Todos se quedaron en silencio─. Y tú, ¿a qué edad te uniste? Además, que yo sepa, fue por miedo que aceptaste, todos aquí presentes lo sabemos. Draco, que tiene tan solo diecisiete años, ya ha hecho más cosas por el Señor Oscuro que tu... y ni siquiera se te toma como un mortifagos muy importante que digamos, eres solo el reemplazo de alguien cuando no está. Dime... ¿a quién le falta coraje?
Diamond no creía todo lo que dijo, por más que algunas cosas fueran reales, solo lo hizo para mantener el honor de la familia Malfoy que cada vez flaqueaba más. Draco la miraba sin ninguna expresión en su cara, pero por dentro estaba agradecido y se sentía algo culpable nuevamente por haberla dejado. Ella estaba allí, salvándolo otra vez. ¿Por qué lo hacía?
El señor Nott no dijo nada, solo se acomodó en su silla, degustando de su cena. Todos los demás copiaron su acción, tratando de olvidar lo sucedido. Diamond recorrió la mesa con la mirada y se detuvo en Narcissa, quien le regaló una pequeña sonrisa con un asentimiento, indicando que había hecho bien a pesar del par de mentiras que tuvieron sus palabras.
Era increíble. Diamond, a pesar de todo, se mantenía leal a Draco. No importaba qué tan separados estuvieran, ni con quién lucharan, ni adónde estuviera el lugar de cada uno, ella jamás dejaría de salvarlo.
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