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Capítulo 30

Isaac G.

—Y cuando fui a buscarlo ya se había venido— mencionó Alison con diversión— pensé que quien más te extrañaba era yo, pero alguien me ganó, y se vino sin avisar— acusó señalándolo con un pan.

—Te mandé un mensaje, pero estabas tan entretenida con tus amigas que ni les prestaste atención.

—Mentira, revisé y no había nada... ¿me lo enviaste o se quedó en posibilidad?

—Lo envié— habló con seguridad.

Agarró el teléfono y revisó el chat para confirmar, pero al verlo se quedó callado, lo escribió, pero nunca lo mandó.

—Viste, nunca enviaste nada, tonto.

—¿Por qué cuando vine había un desorden en la mesa? — pregunté y los dos me prestaron atención.

—¿Lo viste? — preguntó Alison con pánico.

—Lo habían dejado en la mesa, solo un ciego no lo ve, ¿qué era?

—Nada— respondieron los dos.

Cada comida se había vuelto más alegre que las otras y siempre había un nuevo tema de conversación... los dos tienen un futuro por delante y me encargaré de que eso suceda, aunque signifique que debo alejarme de ellos para siempre.

Alguien tocó la puerta; antes de abrir, los dos jugaron a piedra, papel o tijera a ver quién abría. Alison perdió y le tocó levantarse, lo hizo pero regenerando con un pan en la boca.

—Isaac, es Xiomara— anunció dejándola pasar.

—Querías hablar conmigo, hola Ignacio— saludó a su manera.

—Hola— saludó con la boca llena.

—Sí, vamos— me levanté de la mesa, no sin antes limpiarme con una servilleta.

Me acerqué a Ignacio y le di un beso en los labios.

—Vuelvo por la mañana.

Me acerqué a Alison y le di un beso en la frente.

—Se duermen temprano.

Xiomara salió detrás de mí después de despedirse, caminamos un rato en silencio hasta llegar al parque, nos sentamos en una banca de cemento alrededor del lugar.

—¿Te gustaría estudiar fuera del país? — pregunté después de un rato en silencio.

—Sí, por Dios, ¿a quién no le gustaría?

—Hay un trato sobre la mesa— mencioné, su mirada fue de incredulidad y duda— le comenté a alguien que eres buena corriendo, y quieren que te vuelvas una de las corredoras del círculo negro, llegarías a Estados Unidos por avión, tendrás visa y pasaporte estadounidense, no tendrás problema con que te deporten o estar ilegalmente en el país, ¿puedes pedir el cambio de beca, que te sea asignada allá?

—S-s-sí, puedo pedir la transferencia.

Me callé esperando que continuara, pero se quedó callada, la dejé por un rato, es mucha información que procesar en poco tiempo.

—Pero debes entender el riesgo, ellos tienen más poder allí, pero aun así, si la policía te agarra, pasarás un buen tiempo en la cárcel, no tendrás a nadie, tendrás que dejar a tu familia, Víctor y la comodidad que tienes aquí. Los primeros meses serán difíciles, no te mentiré— seguí explicando— te irás sin decirles nada, sabes que ellos no te dejarán ir y menos sin saber que fue por mí, Víctor no sé qué te dirá y tampoco me voy a meter.

—¿Qué tan riesgoso es? — preguntó después de tanto silencio de su parte.

—Un treinta o cuarenta por ciento de riesgo; en el momento que te identifiquen como otro corredor comenzarán a buscarte, pero mientras no sepan tu identidad, todo estará bien y tendrás buenas ganancias por las carreras que llegues a ganar.

—¿Y si en un futuro quiero dejarlo? — preguntó apretando sus piernas.

—Eso tendrás que hablarlo allá, yo simplemente te informo lo demás, lo ves con ellos.

—¿Cuándo?

—Tienes una semana, necesito la respuesta en dos días para comenzar con los preparativos— informé sacando un cigarro— los primeros meses serán difíciles, eso tenlo en cuenta— repetí lo que dije antes— ¿o tienes donde llegar?

—Nadie, sabes que mi familia es envidiosa, entre ella, me darán la espalda en el momento que lo pida.

—Bien, piénsalo bien antes de tomar una decisión.

Prendí el cigarro y la dejé sola con sus pensamientos, caminé recto bajando una pequeña cuesta hasta donde estaban los demás vigilando, estuve fuera mucho tiempo y necesito ver los cuadernos y reportes de lo sucedido. Al llegar, saludé a todos con normalidad.

—¿Dónde está Óscar? — pregunté a David.

—Mencionó que se haría cargo sobre el sapo de arriba, se fue con otros, pero ya tendría que estar aquí — comentó fumando un puro de marihuana.

—Llámalo y pregunta.

Me senté en las escaleras viendo hacia él enfrente, una rutina monótona desde hace once años cuando me entregué de por vida a los condenados, cuando decidí que el futuro de mis hermanos era más importante que el mío. Los primeros cuatro años cobrando renta de las tiendas, proveedores, buseros o vendedores que entran a la zona, ser poste y ver la vigilancia de la zona que no entraran contrarios o policías, vender la mercancía que nos era dada, una rutina que seguí poco tiempo.

Llevo seis años ordenando robos, secuestros, torturas, asesinatos, amenazas, reclutando nuevos para los condenados, administrando el dinero que entra y sale, al mismo tiempo la mercancía, encargándome de cada una de las órdenes que salen y entran de aquí.

Veintiuno de octubre a las doce de la noche me sentencié, y esa sentencia sigue vigente hasta que muera.

—¿Dónde está Alexis?

—Está con la niña aquella— respondió uno de ellos.

—¿No había terminado todo? — preguntó otro— la cachetada del otro día fue muy real.

—Supuestamente, fue a avisarle que se va.

—¿Cuántos lo saben? — pregunté después de un rato.

—Solo nosotros, mencionó que quiere que se vea cómo va a realizar algún trabajo.

—¿Nombras a alguien más? — preguntó David.

—No, se irá poco tiempo después, volverá y seguirá con sus funciones.

Las noches han sido tranquilas, ha sido más estar sentado o parado esperando que suceda algo, hemos aprovechado para ponernos al día con Alexis, las cuentas y la nueva mercancía que entró, las elecciones del próximo presidente ya están más cerca y la campaña del nuestro va bien.

En unos días se hará el cambio, algunos de los nuestros se irán para otra zona y otros vendrán aquí un tiempo, eso siempre conlleva problemas, nosotros mantenemos las cosas tranquilas aquí, pero en otros lados es más complicado y eso trae problemas que después debemos solucionar.

Ha pasado dos semanas y no se sabe nada de Óscar, una semana antes de que regresara, él se había ido y aún no se sabe nada de su ubicación.

—¿Lo encontraron? — pregunté fumando un cigarro.

—Ninguno contesta, mencionaron que salieron a realizar el encargo, pero aún no hay información.

Mordí un poco el cigarro, no es normal que haya desaparecido tanto tiempo y menos que no den señales, voltee a ver hacia adelante, Alison e Ignacio iban a clases.

"Un auto sospechoso está entrando, no son los policías."

El mensaje resonó en mi mente, eso no significa nada bueno; la mirada de los demás también demostraba mis sospechas. Me levanté de mi lugar y caminé hacia adelante casi al mismo tiempo que el auto que mencionaron se estacionó adelante; por instinto, Alexis hizo que ellos dos retrocedieran, la gente a nuestro alrededor comenzó a alejarse también.

La persona que venía manejando se bajó con un arma en las manos, sin pensarlo, los que teníamos arma la sacamos y apuntamos directo a la cabeza o pecho. No traía camisa puesta y era visible el tatuaje en representación de los encarcelados de su pandilla.

—Hay un regalo en la parte trasera para ti, Isaac, actual palabrero de los condenados.

Esas quince palabras se sintieron como un puñal en el pecho, sin pensarlo, se apuntó con el arma en la cabeza y jaló el gatillo, su único trabajo fue entregar el mensaje y ya.

Bajé el arma y caminé hasta el auto con ellos detrás, avancé hasta la parte trasera donde estaba el "regalo"; al abrir la cajuela, un cuerpo envuelto en una sábana blanca se hizo presente. Me acerqué y moví un poco de la tela para ver el rostro de Óscar, lleno de golpes, cortadas y sangre, estaba desfigurado.

—Carajo— maldije— saquen a toda la gente de aquí, no quiero a nadie— ordené a los demás.

Poco a poco, la gente que había allí desapareció dejándonos solos. Revisé su cuerpo y lo habían torturado antes de matarlo, sufrió en gran escala antes de no poder soportar más. En pocos minutos su madre ya estaba aquí, venía descalza y con los pies lastimados de venir corriendo desde su casa; al verlo, solo pudo gritar del dolor, sus gritos y súplicas son desgarradoras que algunos de los nuestros bajaron la cabeza.

No pude seguir viéndola en ese estado y menos a él, me alejé de todos ellos hasta llegar a donde estaba antes, la pared tapaba la vista así que no podían verme. Me topé con la pared y me dejé caer al suelo.

Óscar prácticamente me había criado, educado, puso un plato de comida delante para mí y mis hermanos, me ofreció un techo sin conocerme, estudió, ropa; fue el único que no me vio como basura.

Golpeé fuertemente el suelo con enojo, las lágrimas comenzaron a recorrer mis mejillas en tristeza, tristeza de perder una de las pocas personas más importantes en mi vida, la única persona que me tendió la mano al conocerme... había sido mi culpa, la orden de matar a ese soplón la di yo, con el día y hora exacta.

Lo agarraron porque yo los mandé, los mandé directo a su muerte y una muerte cruel y despiadada; soy el responsable de ver a su madre sufriendo, de verla derrumbarse al perder a su único hijo, su única razón de vivir.

Un dolor en mi pecho comenzó a hacerse presente, era como si alguien estuviera apretándolo con odio.

—Sabes que no fue tu culpa— Alexis apareció de la nada— las cosas no salieron como se esperaba, eso fue todo.

—Escuchas a su madre— señalé a donde se escuchaban los gritos aún— Óscar está muerto por una de mis órdenes, su madre está allí desplomándose por perder a su hijo.

—Sabes que es algo que sucede, debes levantarte de allí y dar las siguientes órdenes, se debe despedir como se debe y dar un dinero a su familia, también debes informar de su muerte, Isaac— voltee a verlo cuando dijo mi nombre— nuestras muertes son algo que está escrito desde que entramos, hicimos eso mismo hace un tiempo con uno de ellos.

—¿Ignacio y Alison? — pregunté aún con un nudo en la garganta.

—Los envié a casa, levántate.

—Esto es una mierda— declaré limpiándome los ojos.

—Es la vida de mierda que nos tocó.

Me levanté del suelo y di un último golpe en la pared de rabia, Alexis solo me apretó el hombro y salimos de allí; al regresar, su madre seguía llorando y gritando, moviendo su cuerpo esperando que se levantara de nuevo. Ver el cuerpo de Óscar así, sin vida, es un golpe muy fuerte, siempre pensé que yo sería el primero; él sería quien viera mi muerte, no yo la suya.

La agarré de los brazos separándola del cuerpo; al ver que era yo, me abrazó con fuerza sin dejar de llorar y gritar por su hijo. Correspondí su abrazo dejándola desahogarse, aunque quisiera derrumbarme como ella lo está haciendo.

—Tápenlo y saquen el cuerpo, quiero que se deshagan de esta camioneta— ordené a los que allí estaban.

Al darse cuenta de lo que harían, se dio la vuelta intentando evitarlo; al ver su acción, la agarré por la cintura evitando que se acercara a ellos. Cuatro de ellos bajaron el cuerpo con cuidado sin olvidar taparlo bien, subieron el cuerpo del imbécil al auto y se lo llevaron lejos, nos encargaríamos de eso después.

—Llamen a la funeraria que se encargue de los arreglos.

—Me encargo— mencionó Eduardo, que entró al mismo tiempo que yo lo hice.

—Pídele permiso al viejo de Ricardo para tener al cuerpo, no puede estar aquí en la calle.

—¡NO QUIERO QUE SE LO LLEVEN! — gritó su madre intentando zafarse de mi agarre— ¡TODO ES SU MALDITA CULPA!

—Niña Julia, neces...

—¡ES TU CULPA! — volvió a gritar más enojada— to... todo es su culpa.

—Te equivocas— intervino Alexis— todo es tu culpa.

—Cállate— ordené viéndolo a los ojos.

—Es tu culpa— señaló sin cuidado— si tu hijo terminó así, fue únicamente tu culpa, tú lo mandaste a la cal...

—Alex.

Todos volteamos a ver al mismo lugar, Ignacio se había quedado allí parado; se notaba que estaba nervioso, me miró, pero se dirigió a Alexis sin pensarlo, agarrándolo de la mano.

—¿Me acompañas? — pidió bajo la atenta mirada de todos.

—¿Q-q-que? — preguntó con duda, curiosidad; su mirada era de muchas emociones.

—¿Me acompañas? Necesito tu ayuda con algo— volvió a pedir, aún bajo la atenta mirada de todos; lo agarró de la mano e intentó que caminara— solo tú puedes ayudarme, no te tomará más de cinco minutos, vamos.

Con eso último hizo que caminara detrás de él, sin decir nada pidió perdón por interrumpir y se fueron juntos sin más; algunos se dirigieron unas miradas de confusión por lo sucedido. Es estúpido que en un momento como este me ría, pero no pude evitarlo.

—Acompáñame, tenemos que hablar.

Le pedí ya un poco más tranquilo.  

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