Capítulo 3
Ignacio G.
—¿Qué haces despierto? —entró al cuarto con una mochila en la espalda, la dejó encima de la cama y comenzó a desvestirse, mi presencia le da lo mismo.
—Necesito hablar contigo.
—Aja.
—Me dieron esta lista en el Instituto—me levanté y le extendí el papel que me dieron—también me dieron dos uniformes diarios, también el uniforme de física y gala.
—Estás en el mismo año que Alison, conozco la lista, pasado mañana te daré el dinero y compras los libros, también los cuadernos, dile a ella que te dé algunos lapiceros y lápices, siempre compras las cajas, ¿algo más?
—No.
Salió del cuarto con una toalla, me quedé sentado en la colchoneta viendo hacia la pared, en estos días me di cuenta de que en realidad tiene pocas cosas en el cuarto, un espejo pequeño, pero Alison por veces lo saca y después lo deja en la mesa.
Me levanté del suelo y revisé hacia afuera, acaba de irse, tardará en volver, agarré una de las gorras que tenía y me la puse, caminé al espejo y vi cómo me quedaba.
Siempre me gustaron y se las veía a amigos, pero mamá decía que eso solo lo ocupan los pandilleros o los que andan en malos pasos, una vez compré una a escondidas de ella, la tuve poco tiempo, ya que cuando la encontró la cortó toda y la dejó encima de mi cama, como clara advertencia porque desobedecí.
Llevo aquí dos semanas ya y ha sido normal, pensé que sería diferente viviendo con alguien como él, pero todo está tan normal, la gente te habla como si nada, sales y nadie te mira mal o te señala, creo que mamá me metió ideas erróneas en la cabeza, sobre cómo es la vida de ellos.
—¿Te gusta?
Me volteé rápido hacia la puerta, él estaba allí parado con una toalla en la cintura, me observaba de arriba abajo, eso me puso incómodo, no me gusta que me miren así.
—Lo siento, prometo no volver a agarrar nada tuyo—puse la gorra donde estaba.
—En ningún momento dije que me molestara, puedes ocuparla si quieres, solo no la arruines y ya, ¿tienes más ropa que eso? —buscó en un cajón ropa interior y se la puso, se sentó en la cama observándome.
—Solo traje dos cambios de ropa, lo demás lo boté en la calle—mencioné, parándome encima de la colchoneta.
—Puedes usar algo de mi ropa, tengo algo que es de talla pequeña, puede que te quede.
—Gracias.
Se levantó y buscó en las gavetas de abajo algo, sacó unos pantalones y me los entregó.
—Pruébatelos, puede que te queden.
Me acerqué a él para agarrarlo, pero mi pie se trabó en la cobija de la colchoneta, cuando me di cuenta, caí encima de Isaac, él cayó en la cama y yo quedé encima de él, pude sentir su miembro cerca del mío. Su mirada estaba fija en mí, pero no se movía, tampoco yo intenté moverme, su tacto se siente raro, tampoco me siento incómodo cerca de él, por primera vez no tengo miedo de que alguien esté así conmigo.
—¿Piensas levantarte o te aviento?, tú decides—habló después de un momento.
Me levanté rápido de él, cayendo al suelo, no pude mantenerle la mirada, me sentía avergonzado por lo sucedido.
—Ignacio... ¿Eres gay? —preguntó aún acostado en la cama.
Guardé silencio ante su pregunta, si soy gay... nunca me pregunté eso, después de eso simplemente odié el contacto con otro hombre, me daba asco verlos desnudos, hasta las telenovelas me causaban náuseas, no podía soportar que me abrazaran, me gustaba estar más rodeado de chicas por esa misma razón.
Hace tiempo encontré las redes de Alison, y vi a Isaac en algunas cuando aún no estaba tan metido en la pandilla, fotos de ellos juntos, comiendo helado, en algún lugar, el primer día de clases, foto de cuerpo completo de él. Después de esa foto, él llamó mi atención, pero claro que no podía acercarme a él, aparece en redes sociales, con fotos de paisajes o referentes a su pandilla, pero nunca de él, intenté estar al pendiente de lo que subía, pero era algo que nunca iba a suceder.
Es raro, después de lo sucedido no quería estar cerca de los hombres, pero tampoco puedo evitar sentirme atraído hacia ellos, pero Isaac llamaba mi atención, desde uno de ellos, prometí no sentir nada de nuevo, porque podría volver a pasar, pero tampoco pensé que vendría a pedir su ayuda después de años de no vernos.
—No lo sé.
—¿No lo sabes?, es tu puto cuerpo y corazón, ¿cómo no puedes saber lo que sientes o eres?
—¿Te enojarías si digo que sí? —pregunté, viendo el suelo, con mamá o papá nunca pude tener esta clase de conversación sin que salieran comentarios homofóbicos, así que prefería ahorrarme las pláticas—te sentirías incómodo sabiendo que duermo en el mismo cuarto que tú.
—Porque me enojaría, es tu vida, no la mía, mientras no metas a nadie a mi cuarto y cama, haz lo que quieras, que te gusten los hombres no quiere decir que te atraiga cualquiera, no veo la razón para sentirme incómodo o raro contigo, eso me da más seguridad para dejarte con Alison por las noches.
—¿No dirás nada más? —pregunté, sin creer aún en sus palabras, falta alguna ofensa, pregunta incómoda, mirada de asco o repugnancia.
—¿Qué más quieres que diga?—se sentó en la cama, levanté la vista y lo observé, no había burla, ni enojo, ni decepción en su mirada, simplemente no había nada en ellos.
—No sé, alguna burla, reclamo, algún golpe—susurré por lo bajo, dudando si pudo escucharme—siempre que alguien se entera, eso es lo que sucede.
—¿Todos?
Levanté un poco más la vista y él estaba cerca de mí, estaba arrodillado delante de mí con una corta distancia entre nuestros rostros, podía sentir su respiración, sus labios cerca de los míos.
—Sí, cada persona que he llegado a conocer y se entera, sucede lo mismo, desde que soy un niño, comienzan con insultos, golpes, miradas de lado o bromas pesadas.
—¿Todos han sido así? —volvió a preguntar, acercándose más a mí.
—N-no, tengo dos amigos que después de que les dije, simplemente dijeron que es mi vida y no debe de importarme la opinión de los demás, tú eres el tercero que me acepta y no dice más.
—Bien, aprende a apreciar a esas dos personas, imagino que ellos saben lo que te sucedió, ¿no?
—¿De qué hablas? —claro que sé de qué habla.
Pude ver en su rostro una pequeña sonrisa, bajó un poco la mirada antes de alejarse.
—Olvídalo, solo concéntrate en estudiar.
Se levantó y se tiró a la cama con el teléfono, algo que he podido notar en estos días es ese pitido en el teléfono, siempre suena lo esté o no ocupando, quizás es algo que ellos ocupan, a todos les suena el teléfono así. Me dejé caer en la colchoneta también, intentando conciliar el sueño, pero no pude, terminé dando vueltas y vueltas toda la noche.
—Buenas tardes—me acerqué un poco más a la puerta, habían otras tres señoras sentadas—¿me podría vender tres coras de tortillas?
—Sí, sí, te esperamos unos minutos mientras saco otras—pidió ella mientras sacaba unas tortillas de la plancha—puedes sentar aquí, no te preocupes.
—Gracias.
Me adentré a la casa y me senté en una como grada que había cerca de la pila, me quedé en silencio al entrar, escuchando la conversación que ellas estaban teniendo, sigo sin teléfono, así que solo me queda ver la pared o el suelo mientras espero.
—¿Tú eres el chico que vive con Alison? —preguntó una de ellas.
—Sí, me mudé con ella hace poco.
—¿Eres su pareja? —preguntó otra de ellas.
—No creo, Isaac no permitiría eso—respondió otra de ellas.
—Soy hermanastro de ellos.
—¡Hermanastro! —repitieron las cuatro mujeres a la vez.
—Sí.
Después de eso, ninguna dijo o preguntó nada más, pero sí hablaban de mí, como si no las pudiera escuchar, esperé un par de minutos hasta que las despachó a ellas, al fin ya estaba harto de esas viejas chismosas y entrometidas.
—La manta—pidió la señora, me levanté de donde estaba y se la entregué—disculpa el asombro, pensamos que solo eran ellos dos, nunca vimos a algún familiar visitarlos.
—Pero ellos vivían con una tía—mencioné.
—No, que yo recuerde, cuando vinieron solo eran ellos tres, no había ningún adulto con ellos aparte de Óscar.
—¿Tres? —pregunté, entregándole el dinero.
—Sí, el gemelo o mellizo de Isaac, ¿no sabías que tenía uno? —negué con la cabeza ante su pregunta—fue lamentable su muerte, era muy querido aquí.
—¿Sabe cómo sucedió? —me entregó el vuelto del billete y me lo guardé en el pantalón, esperando su respuesta.
—Fue asesinado en una tienda que estaba cerca de donde dejan los buses, toda la semana estuvo lloviendo a cántaros, una señora de la iglesia dijo que era el cielo llorando su muerte, era un chico muy querido, tenía un buen futuro, lamentablemente Dios se lo llevó antes.
—Gracias.
Me despedí de ella y salí de allí, no recuerdo a ese hermano del que hablaba, es imposible que no lo recuerde, aunque solo los vi como dos veces antes de irnos y dejarlos, recuerdo que cuando pregunté mencionaron que se quedarían a vivir con una tía, en ese tiempo prefería no preguntar mucho para no hacerlos enojar.
Después de que nos mudamos, mamá nunca los mencionaba, tampoco veníamos a visitarlos y no me permitía hablar con ellos, ella solo ponía fotos mías en las paredes, cuando preguntaba o mencionaba que tenía hermanos delante de otras personas, ella se enojaba y los negaba, diciendo que habla de sus primos, hijos de mi hermana.
—Auch.
Me quejé cuando sentí un golpe en la cabeza, voltee a ver al suelo y alguien me había arrojado una piedra en la cabeza, destacar que el idiota tiene buena puntería.
—¿Qué te pasa estu... Isaac?—cuando me voltee lo vi con otra piedra en la mano, me acerqué a ellos despacio, si me arrojó una piedra es por algo, creo, bueno, mi lógica y uso de razón no están bien, creo que dejaron de funcionar hace unos días, por algo estoy aquí.
—¿En qué planeta andas? Te estoy gritando y no escuchas.
—Venía distraído en algo, no era necesario que me aventaras una estúpida piedra a la cabeza.
—Solo de esa forma haces caso, toma—me extendió la mano con dinero en ella, lo agarré y me lo guardé—dile a Alison que no llegaré a dormir en estos días.
—Bien, ¿vendrás a almorzar? —pregunté, bajo la atenta mirada de algunos de ellos, dos de ellos hicieron expresiones de burla y desagrado.
—Llegaré otro rato—su respuesta fue corta y rápida, no sé si fue mi imaginación o qué, pero era como si me dijera que me fuera.
Caminé de nuevo hacia casa, dejé abierto, ya que no tardaría, dejé las tortillas en la mesa y revisé lo que Alison había dejado ya hecho, me senté en el sillón a esperar que alguno de los dos venga, ella dijo que saldría un poco más tarde de lo normal, él dijo que vendría después.
Me estaba quedando dormido cuando escuché a alguien abriendo la puerta de la calle, me levanté a ver quién de los dos es, la persona que vi no era quien esperaba, recuerdo que estaba a la par de él cuando vine, escuché que le dijo que por qué no me mataba y ya.
—Isaac no está aquí—aclaré.
—Lo sé, venía a hablar contigo, este es territorio prohibido cuando está su hermanita, pero tú también eres su hermano, se volvió prohibido también.
—Soy hermanastro, no hermano directo como ella, no veo el problema, ¿necesitas algo o quieres que le diga que estás aquí?—mencioné, acercándome a donde se había quedado.
Pasó al lado mío y se sentó en uno de los sillones.
—Vengo a hablar especialmente contigo, sobre unos temas que el idiota creo que no ha tocado contigo, o quizás sí, pero no de la manera tradicional.
—¿A qué te refieres?
—Isaac se acostó contigo, ¿no es así?
—¿De qué mierda hablas, imbécil? Sabes que te puede romper la madre si se entera de lo que acabas de decir.
—Lo sé, lo conozco desde que entró, y conozco su carácter, por esa misma razón te hago la pregunta de nuevo, ¿te acostaste con Isaac?
—No sé qué carajos buscas, y no me he acostado con él.
—El "no me he acostado con él"—repitió, haciendo comillas en el aire—me sonó a "aún no me acuesto con él, en el futuro sí".
—Nunca dije eso, ¿qué mierda te sucede?
—Tienes el mismo carácter que él, ¿seguro que no son hermanos de sangre?
—No lo somos, podrías irte a joder a alguien más o si quieres esperarlo, hazlo en la calle, no tarda en venir a almorzar.
—¿También te encargas de tenerle la comida hecha?
—Por el momento no estoy estudiando, mientras ella estudia yo me hago cargo de la comida y algunos deberes de la casa—respondí como si nada, no es nada malo lo que estoy haciendo.
—Así que aparte de tener como "hermanastro cercano", también tiene quien le cocine cuando no está, quien haga las tareas de la casa, pero nunca podrás celarlo en la calle, nunca podrás ser afectuoso o amor...
—Así que, aparte de tener como "hermanastro cercano", también tienes quien le cocine cuando no está, quien haga las tareas de la casa, pero nunca podrás celarlo en la calle, nunca podrás ser afectuoso o amoroso en la calle con él, tendrás que ver cómo otras mujeres están con él, cómo le coquetean, cómo se acuesta con ellas para mantener las apariencias con los demás.
Algo dentro de mí comenzó a doler con sus palabras, mi pecho se estaba estrujando, un nudo en la garganta comenzó a formarse, sus palabras se sintieron como dagas en mi pecho, pero no sé por qué me duelen sus palabras, Isaac y yo no somos nada, ni tampoco seremos nada.
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