Capítulo 9
Sus manos se aferraban con fuerza a la áspera soga. Marcos respiraba de manera exacerbada, victima de la adrenalina y la extrema situación. La piel se le erizaba de tan solo pensar en lo que debía hacer. El incesante y agudo chirrido de la guillotina subiendo y bajando, era la advertencia perfecta para despertar los peores miedos de los condenados que quisieran pasar a través de ella. Su filo reflejaba la luz del sol, mostrando con claridad su pulido diseño. Sin duda, podía cortar carne y hueso como si se tratara de papel.
Detrás del mortal obstáculo se hallaba el ansiado final del tercer desafío. A tan solo un poco más de un metro, se encontraba el otro extremo del precipicio. El saltó que hicieran no solo debía evitar la guillotina, también debía ser precisó y certero para conseguir caer en pequeño sendero que los esperaba.
—Esta es la parte más fácil —exclamó Flicker para animarlo, buscando sobreponerse a todas las dudas que demostraba el muchacho—. No dejes de columpiarte, es importante mantener bien el ritmo.
—¿¡Eh!? —reaccionó confundido, viendo a su compañero con incredulidad— ¿Cómo es posible que sea lo más fácil eso?
—Nada más hay que saltar, ese aparato está solo para asustarte.
—¡Pues... lo hace muy bien! —gritó con la voz temblorosa, esforzándose para no perder impulsó que había ganado al balancearse.
—Has de cuenta que no hay nada delante y repite lo que vienes haciendo —persistió Flicker en su intento de motivarlo, con los ojos puestos al frente, analizando con cuidado el ritmo en que se deslizaba el sanguinario obstáculo.
—Con el ruido que hace es imposible que lo ignore.
—Cuando de la señal saltamos... —Flicker empezó a prepararse, ya tenían el suficiente impulsó, solo esperaba sincronizar su movimiento para saltar en el momento precisó.
—Espera... no estoy listo.
—Tendrás que saltar, de lo contrario caeremos —dijo de inmediato, demostrando que no había otra opción.
—Veníamos bien mientras me calmabas y me esperabas, ¿no cre...?
—Al saltar, debes pisar con fuerza al caer y tirar tu cuerpo hacia adelante para apoyarte en la pared, de lo contrario nos caeremos —remarcó el joven líder rebelde una vez más, sin quitar los ojos de la guillotina.
Marcos observó con total atención el terreno donde debía aterrizar: era más ancho que el sendero por el que habían descendido antes, sin embargo, seguía sin proporcionarle mucho espacio para caer.
—¡A la cuenta de tres! —gritó Flicker, mostrando una gran sonrisa en su rostro para motivar a Marcos.
—Esto... es una especie de...
—tres.
—... de tortura, no es así...
—Dos.
—... como deberías tratar a tu compañero...
—Uno...
—Fue bueno conocerte —exclamó a todo pulmón, dando por hecho que debía saltar, estuviera listo o no—, y me hubies...
—¡Salta! —indicó Flicker al soltar la soga.
Sin pensarlo y sin terminar de hablar, Marcos imitó a su compañero. Alzó la vista al cielo y vio como la guillotina descendía hacia él, lista para rebanarlo por la mitad. También podía escuchar con claridad el chirriante sonido, del enorme aparato, mientras se deslizaba hacia abajo. Resignado, cerró los ojos con ímpetu, en señal de que aceptaba su destino. Sintió una fuerte brisa rozándole la espalda, seguido de un escalofrío que recorrió por completo su cuerpo. Una sensación gélida cubrió todo su ser, como si se hubiese quedado sin sangre en cuestión de segundos. Al abrir los ojos se percató de que su saltó estaba por terminar, ya casi llegaba al sendero. Sus pies flotaban en el aire y su estomago se retorcía en todas direcciones, creando una mezcla de malestar y euforia tan extraños como únicos.
Ambos lo consiguieron; Flicker al tocar el suelo se desplazó hacia adelante con un ágil ruedo, chocando contra la pared y rápidamente aferrándose a ella. Mientras tanto, Marcos, a duras penas alcanzó al borde del sendero, tambaleándose entre la delgada línea de la vida y la muerte.
—¡Aaah! —gritó Marcos, sintiendo como su cuerpo se balanceaba y perdía el equilibro, cayendo de espaldas al vacío.
—¡Mierda! —exclamó con desesperación Flicker, sin darle tiempo a que recuperase el aliento.
Flicker reaccionó instintivamente, enterrando los pies en el suelo y sujetando con ambas manos el cable luminoso por el que estaba unido a su compañero. La inconsistencia del terreno y lo diminuto del espacio, les jugaban en contra. No podía conseguir un buen punto de apoyó para elevar a Marcos. Solo estaba ganando algo más de tiempo, antes de ser jalado al interminable abismo que los esperaba.
—¡¡Chico!! ¡¡Tienes que agarrarte de algo!! —gritó mientras luchaba con uñas y dientes para sostenerlo—. ¡No voy a aguantar mucho tiempo!
Mientras tanto, Marcos estaba colgando en el aire, con la mirada hacia abajo, respirando con desesperación. No podía ni siquiera gritar, un asfixiante nudo en la garganta lo agobiaba. Por un segundo, vio toda su vida por delante y no podía quitarse esa desconcertante impresión de la cabeza. Las fauces de la muerte yacían a sus pies, su cuerpo era cubierto por una helada sensación, tan tétrica, que le hacía creer que ya estaba muerto. El ver directo a la profunda oscuridad que lo esperaba, le recordaba a todos los demás condenados que fueron tragados por ella, como sus gritos se ahogaban en la distancia, dejando solo un tenue eco de lo que una vez fue un potente clamor de piedad y arrepentimiento.
—¿¡¡Me escuchaste!!? —preguntó Flicker con una notable preocupación en su voz, al no tener respuestas de su compañero.
En ese momento, Marcos cayó un poco más, recibiendo un pequeño tirón del cable en su cintura, trayéndolo de nuevo a la realidad.
—¡Ah, sí! ¡Estoy... bien! —Desesperado, empezó a mover las manos en todas direcciones, buscando de donde sostenerse. No tardó mucho hasta que logró sujetarse del precipicio a su lado—. Creo... que lo tengo —dijo a la vez que encontraba un lugar para apoyar sus pies.
Su corazón daba potentes saltos, golpeando incesantemente su pecho. Sus manos seguían frías y estuvo a punto de orinarse del miedo. El duró tacto de sus manos con la roca lo ayudaron a volver en sí, siendo un punto de apoyó no solo para su cuerpo, sino también para su abrumada mente.
—¡No lo parece! —respondió Flicker con dificultad—. Aún te estoy cargando. Tienes que sujetarte con fuerza y mantenerte solo... —El cable comenzaba a resbalarse por el sudor de sus manos—. ¡Rápido, chico! Ya casi... no... puedo aguantarte.
Marcos al percatarse de como Flicker se estaba quedando sin aliento, se preocupó aún más, no había tiempo para la duda. Con sus manos se aferró con firmeza a las rocas de la pendiente, luego intentó clavar los pies en cualquier sitio que se viese, aunque sea un poco estable. Para su mala suerte, solo consiguió que las rocas se desprendieran y se patinará.
Sin embargo, sus reflejos estaban al punto máximo de su potencial, lo que le permitió reaccionar casi al instante y buscar otro punto de apoyó para poner su pie. Ni él mismo se creía la destreza con la que lo había logrado, parecía una persona totalmente diferente.
Cuando al fin se mantuvo con firmeza, un gran suspiró se escuchó venir de arriba por parte de su compañero. Victima de los nervios y el temor, Marcos sonrió de manera incomoda. Seguía sin creer lo que estaba sucediendo.
—¡Bien! —gritó Flicker aliviado, guardando silencio por un momento para intentar recuperar el aliento. Por unos segundos creyó que sería su fin.
—¿¡Y ahora!? —preguntó Marcos, desconcertando, sin querer intentar nada por su cuenta, no quería complicar más las cosas.
—¡Dame un segundo! —Mientras descansaba, miró hacia un costado y vio que un grupo de condenados se acercaba por el sendero—. Voy a ayudarte a subir, pero solo serviré de apoyo... Tienes que usar tu fuerza para escalar.
—¡Entiendo!
—No es por meterte presión, pero otro grupo se aproxima, y en el estado que estamos les será fácil empujarnos...
—¡Empezaré a subir entonces, no me sueltes!
Marcos jamás había escalado de esta forma, por lo que no tenía idea de cómo hacerlo. Pero mientras su compañero lo asistiera, no le parecía complicado. Poco a poco empezó a subir, prestando atención a cada roca. Su trabajo excavando en las minas por fin le sería útil, lograba diferenciar con precisión las que estaban firmes.
Podía sentir como la tela de su ropa se le pegaba al cuerpo a causa del sudor frio que lo cubría. Los rayos del sol no podían descender hasta abajo, donde se encontraba, provocando uno que otro escalofrió por las frías caricias de la brisa. Sin embargo, con la mirada puesto en la cima, podía vislumbrar en lo alto el apacible cielo, tan brillante y alentador, que lo incentivaba a no detenerse y buscar escapar de la profunda oscuridad que lo esperaba por debajo.
Cuando por fin consiguió subir al sendero, se recostó sobre este. Por primera vez en su vida disfrutaba del olor a polvo y tierra, incluso dudaba de besar el suelo. Al relajarse, pudo apreciar lo fuerte que latía su corazón, parecía una bomba a punto de explotar. Marcos levantó la mirada y vio a Flicker, sentado contra la pared con una sonrisa de victoria. El azul de sus ojos centellaba con fuerza, reafirmando que todavía le quedaban energías para seguir peleando.
—¡Lo logramos! —exclamó el muchacho, al mismo tiempo que trataba de recuperar fuerzas.
—Levántate, no tenemos tiempo que perder. Hay que seguir —indicó Flicker al ponerse de pie y tenderle la mano. Aún seguían agitados, pero no podían detenerse en este lugar.
—déjame descansar un poco... —suplicó el muchacho, arrugando el entrecejo tratando de generar compasión.
—Si no quieres que sea lo último que hagas, es mejor seguir.
Marcos asintió con una expresión exagerada de cansancio antes de ponerse de pie. Sus emociones eran como una montaña rusa: por momentos lo desbordaba el pánico, luego la euforia causada por la adrenalina. A veces creía que todo iba a estar bien, luego sentía que no había salida. Que su vida pendiera de un hilo a cada instante, lo hacía apreciar cada segundo que aún respiraba. Las pequeñas instancias de paz era un tesoro en medio del tormentoso océano que estaba viviendo.
Mientras caminaban, no podía evitar sentirse curioso por la actitud que tenía Flicker, siempre dispuesto a ayudar, sin recriminarle nada y apoyándolo en todo momento. Al verlo de reojo, una vez más, le parecía que lo conocía de algún lugar. Le resultaba bastante familiar.
«Alguien así... destaca mucho: ojos azules, pelo rubio ceniza, rapado a los costados dejando ver un extraño tatuaje del lado izquierdo de su cabeza... ¿Por qué tengo la impresión de que lo conozco?», pensó el muchacho. Sin darse cuenta, cruzó miradas con Flicker y, para disimular, comenzó a hablar de lo primero que le vino a la mente, así no quedaría como alguien raro por estar viéndolo de esa forma.
—¿Has hecho este tipo de cosas antes? Parece que tienes experiencia —preguntó con una inocente curiosidad, mientras ascendían de manera calmada por el sendero.
—Algo así... —respondió Flicker con una amistosa sonrisa.
El ascenso por el sendero les parecía un cordial paseo a comparación de todo lo que habían enfrentado hasta ahora. Ambos avanzaban orgullosos, compartiendo la satisfacción de estar a punto de terminar con el tercer desafío. Sabían que la peor parte fue superada, solo les quedaba llegar a la cima, siguiendo la ordenada fila de condenados que tenían delante.
Con la mirada puesta arriba, apreciaban como se acercaban al brillante y apacible cielo azul, alejándose a cada segundo de la oscuridad que yacía a sus pies. La atmosfera había cambiado de manera estrepitosa, la sensación de victoria dotaba a los condenados de una efímera y frágil esperanza. Sutil pero indispensable para poder seguir adelante.
La calidez de los radiantes rayos de sol se intensificaba a medida que subían, el olor a sudor y polvo se desvanecía, junto con los incesantes gritos de los condenados que perdían la vida en los mortíferos obstáculos. La llegada a la cima era un logró que envalentonaba los espíritus de cada uno de los afortunados en conseguirlo. Su vista era recompensando con el mismo pacifico prado por el que habían sido bienvenidos al tercer escenario.
Todos se lanzaban sonrientes a recibir las suaves caricias de los tulipanes amarillos y su dulce olor. Se negaban a mirar atrás, para así poder olvidar de una vez por todas aquel lúgubre lugar del que salían.
Marcos se halló contagiado por el comportamiento de los demás, uniéndose al grupo de personas que actuaba como si hubiesen conseguido la libertad. Por primera vez el ambiente se cubrió de genuinas risas y miradas brillantes de emoción.
Sus mentes se aferraban al fugaz sueño que estaban viviendo, obviando de manera inconsciente que todavía seguían en un mundo virtual, recreado con el propósito de crear aquella falsa ilusión.
El público que los veían estallaba en carcajadas, la corrupción de sus almas y el deseó morboso de presenciar el sufrimiento de los condenados los entusiasmaba. Que creyeran que lograrían salir era de las estupideces más grandes que podían presenciar, más aún sabiendo lo que se venía.
Su falsa careta de justicia se destrozaba con facilidad, sus insaciables ansias de atestiguar el castigo y sufrimiento de aquellos criminales, carcomía su ser. Gozaban del dolor que les provocaban, más aún cuando este se reflejaba en el rostro de los condenados. Era la demostración perfecta de lo que se merecían por haber ido en contra de las leyes que brindaba el gobierno y el estilo de vida tan pacifico que los más ricos podían gozar.
Flicker se acercó a su compañero, no quería interrumpir el momento de paz que estaba disfrutando, pero debían seguir adelante, aún les quedaba el ultimo desafío.
—Es impresionante lo que puede hacer una mente centrada —dijo Flicker en un tono suave y reflexivo—. Mientras no pierdas de vista lo que es importante para ti, podrás superar desafíos incluso más difíciles...
Marcos escuchó con atención cada palabra, de verdad entendía el peso de cada una de ellas. Estaba decidido a interiorizar cada consejo que Flicker le regalará. Su vida dependía de ello, lo tenía más que claro. La sinceridad y preocupación de su compañero era incluso más dulce que el olor de las flores que lo rodeaba.
—Te prometo que no me iré sin darlo todo —afirmó Marcos con una mirada firme y decidida, sin un atisbo de duda en su voz.
—Así se habla, muchacho —Flicker estaba seguro, los ojos de Marcos centellaban de pasión, ya no tenía que preocuparse por él—. Vamos a salir de aquí, cueste lo que cueste —agregó para finalizar.
Los dos continuaron con su travesía, querían terminar de una buena vez con este evento. A unos pocos metros, se encontraba una gran meta, con señalizaciones de colores y los estandartes con frases motivadoras, igual que al final de los demás desafíos.
"Todavía estas en una pieza, felicidades", "No te gusta ser rebanado, estamos orgullosos de ustedes", "Esperemos que disfrutes del siguiente evento y no explotes de la emoción", "Felicidades, tu vida no es un desperdicio después de todo". Y muchas otras frases del mismo estilo guiaban el camino a seguir.
El colorido prado se vestía de negro, todo su alrededor se adornaba con rosas negras, tan oscuras como el carbón. Una enorme señalización de "peligro" se transmitía en un cartel. Su imagen animada se movía, intercalando fotogramas con diferentes dibujos, advirtiendo del posible obstáculo escondido entre las rosas. Una figura de un hombre pisando las flores y estallando en mil pedazos se repetía una y otra vez, terminando con una caricatura de Crashy riendo de manera burlona.
Para la suerte de Marcos y Flicker, una larga y ordenada fila de condenados contrastaba con el desconcertante escenario. Sus ropajes blancos se alzaban entre las sombrías flores. Marchaban siguiendo los pasos de los que iban adelante, formando un lúgubre desfile. Todos pisaban con sumo cuidado, esforzándose por repetir al milímetro cada huella que dejaban los primeros.
Los ojos de todos se centraban en el suelo, avanzaban como si estuvieran sobre una delgada y frágil capa de hielo, a un mal paso de destrozarse. Los nervios mantenían a todos con los pelos de punta, cargando la atmosfera de un silencio fúnebre.
—Andando —indicó Flicker, mostrando una serenidad que desconcertaba a su compañero.
Sin cambiar su actitud, se movilizo con decisión, mostrando un paso firme y constante. Demostraba que tenía total control de la situación.
—El problema solo lo tienen los que van adelante, no tienes de que preocuparte —agregó Flicker—. Solo tenemos que seguir el camino que nos marcan los demás.
Marcos seguía sorprendiéndose de la rápida reacción de su compañero, tan solo necesitaba de un vistazo para saber como desenvolverse en los diferentes obstáculos que se le presentaban.
—¿C-cómo aprendiste a actuar de esa forma? —preguntó el muchacho, mientras caminaban entre medio de las rosas negras.
—Años de un duro entrenamiento... —respondió a secas, sin quitar la vista del frente—. Llevo gran parte de mi vida preparándome para enfrentar al gobierno y todas sus viles trampas.
—Años... eh... —susurró pensativo.
Lo único que Marcos llevaba años haciendo, era trabajar en las minas. Solo contaba con experiencia para diferenciar rocas, una habilidad que aquí era tan inútil como sonaba. Aunque él no lo sabía, pero gracias al extenso y tortuoso trabajo que siempre realizó, sumado a las condiciones extremas de su planeta, donde el agua escaseaba y el aire portaba una baja cantidad de oxígeno, le brindaba una resistencia extraordinaria. No era casualidad que pudiera seguirle el ritmo a Flicker en cada uno de los obstáculos.
—Ojalá... —continuó diciendo en voz baja Marcos—, hubiese tenido el valor para enfrentar al gobierno antes... o para defender a mi familia o pa...
—Ahora lo estas haciendo, muchacho —interrumpió Flicker—. Te estas enfrentando a pruebas que a cualquiera persona normal le tomaría años lograr. No importa lo que no hiciste antes, al igual que ahora, no debes mirar atrás. Los desafíos que tenemos se encuentran adelantes y si le quitas la vista de encima, será lo último que hagas.
—Te agradezco los consejos, pero... —Marcos elevó el tono de su voz, dejando su comportamiento sumiso y deteniéndose para captar la atención de su compañero—, no entiendo por qué eres tan amable conmigo. Se como funciona el programa... si es que realmente es posible, solo uno puede salir con vida.
»Aún si logramos salir de este evento, tal vez en el siguiente seamos enemigos —dijo con la mirada en alto, apretando los puños con tanta fuerza que le causaba dolor.
Flicker también se detuvo, interrumpiendo el andar de la fila, haciendo que todos los que venían por detrás de ellos tuviesen que esperar. Los murmullos de dudas y quejas empezaron al instante.
—Jamás consideraría como un enemigo a aquellas personas que fueron oprimidas por el gobierno —afirmó Flicker, mirando como un igual a su compañero—. Mientras me encuentre con alguien que luche por su libertad y tenga un fuerte deseo de vivir, siempre estaré dispuesto a ayudarlo.
—¿Entonces dejaras que... te mate? —preguntó confundido, arqueando una ceja y con los ojos inundados de asombró.
—No, claro que no —respondió al instante, con una dulce sonrisa—. Si algo aprendí con todos mis años de experiencia, es que, para poder enfrentar a un sistema opresor, se necesita de muchos aliados para tener una mínima oportunidad. Mientras tengamos una oportunidad de ir juntos, debemos tomarla, así podremos darle donde más le duele... Y, al final, cuando nos hayan acorralado, no nos enfrentaremos como enemigos, sino como camaradas, dispuestos a dar la vida por un bien mayor.
Flicker dio un paso al frente y tomó con sutileza las manos de Marcos, tratando de transmitirle aquella pasión y sinceridad que expresaba.
—Luchemos juntos hasta el final, muchacho —pidió Flicker, estrechando con firmeza su mano, reconociéndolo como un verdadero compañero—. No hay que darles a esos desgraciados lo que quieren.
Una vez más, Marcos hallaba consuelo y refugio en Flicker. La calidez lo recubría, armándolo de valor. Sentía un intenso ardor en el pecho, como el despertar de un clamor encerrado en los más profundo de su ser. Acababa de romper las cadenas que durante años lo estuvieron aprisionando, obligándolo a agachar la cabeza y asentir en todas las injusticias por las que fue sometido.
—¡Que se vaya al diablo "MineralesParaTodos"! —gritó a todo pulmón, exteriorizando aquella emoción que lo desbordaba, asustando a varios de los condenados que iban concentrados en el recorrido y llevándose las desconcertantes miradas de todos los que lo habían escuchado.
Durante años había querido mandar al diablo a aquella vil empresa del gobierno. Miles de veces pensó en forma de rebelarse, de insultarlos, maldecirlos, golpearlos o escapar, pero jamás había tenido el valor. Y ahora, ya no le quedaba nada más que perder, podía expresarse como quería. Sin importar que estuviera atrapado en un mundo virtual, condenado a muerte en el programa más morboso y sanguinario de la historia, Marcos por primera vez en su vida experimentaba la libertad.
—¡Que el maldito gobi...!
Flicker se lanzó de inmediato sobre su compañero, tapándole la boca.
—¡Shhh! —le exigió haciendo el ademan con el dedo—. No te dejes llevar, recuerda que los votos negativos del publico son una sentencia de muerte... Ten cuidado de no provocar su enojo de manera directa —agregó con una notable preocupación en el rostro.
—Lo siento... —dijo con incontrolable sonrisa y sus ojos bien abiertos.
Marcos empezó a reírse con fuerza y de manera descontrolada. Los que lo rodeaban pensaban que se había vuelto loco, como muchos otros. Pero él y Flicker eran los únicos en saber la verdadera razón: ambos disfrutaban de la revelación que acababa de manifestar. La emoción desbordaba al muchacho, haciendo que se preguntará "por qué no se armó de valor antes".
Su actitud era desconcertante, sin embargo, no le importaba. Todo lo que estaba viviendo era inesperado, no sabía cuanto tiempo de vida le quedaba y ahora que experimentaba una extraña sensación de libertad, iba a disfrutarla el mayor tiempo posible.
Sin perder más tiempo, siguieron por el camino de rosas destrozadas que habían dejado los demás condenados, volviendo a unirse a la fila. A lo lejos, al cabo de unos minutos, vislumbraron el ultimo escenario: las rosas y el verde del césped se transformaban en cientos de millones de diminutos granos de arenas. El amarillo del suelo resplandecía como el oro, reflejando la luz del sol. Ni siquiera las suaves olas del agua podían ocultar su intenso brillo. Unas cuantas palmeras se alzaban a la vista, adornando el lugar con un toque tropical y una codiciada sombra para resguardarse del sofocante clima. El olor a agua salada inundaba la zona, acompañado del delicado ruido de la marea y alguno que otro silbido de los pájaros que surcaban en la lejanía del cielo.
—Eso es... una de esos lugares de las películas retro... ¿cómo se llamaba? —preguntó Marcos, sintiendo que tenía la palabra en la punta de la lengua.
—Una playa... —respondía asombrado Flicker.
En la actualidad era extremadamente complicado presenciar una zona repleta de tanta agua, había planetas donde era el recurso más escaso y, por lo tanto, el más valioso. Como, por ejemplo: el planeta Guijarro, de donde venía Marcos.
Además, los planetas donde las ciudades progresaban, destruían a su paso todo tipo de ambiente natural. Preferían ciudades grandes y ostentosas, que permitieran el desarrollo de la humanidad, a tener lugares vistosos y tranquilos, que solo sirvieran para el ocio. Los recursos estaban hechos para explotarse, no para admirarlos.
Justo antes de llegar a pisar el terreno de arena, una estruendosa explosión sorprendió a todos. La fila de condenados se llenó de incertidumbre y miedo, miraban en todas direcciones viendo de donde provenía aquel ruido.
Una enorme columna de humo se alzaba hacia el cielo, desde la playa. Todos los que se encontraban en el camino de rosas suspiraron aliviados pero confundidos, no entendían la situación.
Al ingresar a la playa, un cartel les daba la bienvenida:
"Esperamos que se hayan divertido con la falsa advertencia del camino de rosas, solo le jugamos una broma, no se enojen con nosotros. Si les pareció divertido o si tienen alguna queja, completen el formulario al final del evento... Claro, si es que están vivos para hacerlo. Disfruten del último desafío que tienen delante y, por favor, no ensucien el agua y la arena con su asquerosa sangre. Recojan cualquier extremidad cercenada antes de abandonar el lugar. Desde ya le agradecemos por su grata colaboración y futura muerte".
—Que pésimo gusto... —expresó Flicker, mostrando su desagrado ante el humor del programa. No soportaba que se tomaran la vida de los demás como un juego.
Marcos continúo cegado por la belleza del paisaje, el olor tan característico del lugar le fascinaba. La claridad del agua lo hipnotizaba, ni en sus mejores sueños había imaginado un escenario así de colorido. El calor del sol y la arena, lo dotaba de un deseo por ir a zambullirse, y el sonido de sus pisas al hundirse en el suelo, le recordaban a su niñez, cuando jugaba cerca de un único y singular estanque que había cerca de su pueblo.
Al igual que todos los presentes, su atención fue desviada de inmediato por aquellas oscuras esferas que flotaban por toda la zona, formando un extenso y mortal vallado.
—Son minas... —susurró Flicker, aclarando lo obvio.
El ultimo desafío era la prueba definitiva para descartar a todos los incompetentes. Todo el público había estado esperando con fervor este momento, la verdadera masacre estaba a punto de empezar...
Fin del capítulo 9
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