Capítulo 8
Varios minutos después de haber decidido avanzar, Flicker y Marcos por fin estaban por llegar al puente dispuesto a mitad del precipicio. Se movían con cuidado, sin despegar los pies del piso, arrastrándolos para no provocar deslizamientos del terreno.
Se habían tomado su tiempo para descender por el estrecho sendero que iba pegado a la montaña. Además de que, debían tener cuidado con los demás condenados, lo que dificultaba aún más la travesía.
Los nervios aumentaban a cada segundo, se aproximaba el momento de enfrentar aquellos mortíferos obstáculos que se erguían en medio del vacío. La pesada atmosfera dificultaba la respiración, los radiantes rayos de sol incomodaban la vista y el temor tensaba los musculo, fatigando el cuerpo de manera constante.
—Diablos... de por sí ir apoyados en la pared y moverse en un sendero tan pequeño es difícil y aho...
Marcos se mordió la lengua, sin poder completar su frase. Sus ojos se desviaron por un instante, siendo consumidos por el oscuro abismo que lo esperaba. Un descuido que le estrujó el corazón, trayendo de nuevo aquel desagradable mareo. Su respiración se aceleró, al mismo tiempo que se aferró con fuerza a la áspera pared y giró la cabeza hacia un lado, cerrando los ojos en búsqueda de consuelo.
—¡Ey, chico! Mírame —gritó Flicker, volteándose a verlo—. Recuerda lo que te dije, no dejes de mirarme.
— Lo... sé... es solo qu...
A Marcos le costaba hablar, sentía la boca seca y no podía controlar los reflejos involuntarios de su cuerpo. Su pecho estaba a punto de estallar y sus piernas temblaban como un ciervoide recién nacido. Trató de aguantar hasta ahora, pero era demasiado difícil.
—No importa, no dejes de mirarme —repitió el líder rebelde sin quitar la vista de Marcos.
—Lo siento, tienes razón. —Sin dejar de ver a Flicker, se concentró en relajarse. Inspirando y exhalando de manera larga y tranquila, apreciando cada bocanada de aire fresco.
—Así está mejor —dijo Flicker con una leve sonrisa.
—Esto se ve mal, viejo.
—No importa, no te desconcentres.
Habían pasado unos segundos y ninguno de los condenados que estaban delante de ellos se movían. Una vez más, todos estaban detenidos.
—Parece la cola de una tienda, ¿no crees? —comentó Marcos para tratar de quitar peso a la situación, forzando una sonrisa nerviosa.
—Todos mantienen cierta distancia, porque si alguien se acerca para empujar, es seguro que también sea arrastrado con ellos.
Estaban todos en fila, separados por unos pocos metros. No había forma de adelantarse, por lo que estaban obligados a esperar que los otros avanzarán para poder seguir.
Mientras esperaban de manera paciente, el grupo delante suyo continuó el recorrido, intentando cruzar por el puente que yacía a unos pocos metros: estaba a varios centímetros separado del sendero, por lo que debían de dar un pequeño salto para llegar. Había varios pilares de color negro y del tamaño justo para que entrara un pie, así que tenían que ir dando brincos para evitar caerse. Se encontraban acomodados de forma que se empezará con el pie derecho. Era una prueba que combinada coordinación y agilidad, donde el verdadero problema constaba de la soga con la que estaban atados los condenados.
Mientras esperaban a que el grupo que se encontraba más cerca de los obstáculos se armará de valor, lo único que podían hacer, no era otra cosa que observar los intentos que realizaban los otros.
Estaba diseñado de aquella malévola forma, demostrando de primera mano lo que sucedería si fallaban al saltar, agregando más presión y miedo a la situación. Cada desafío buscaba romper primero el espíritu, sacar el lado más miserable de los condenados, para así deleitar al público con sus suplicas y lloriqueos. Una vez que perdían la esperanza, solo les esperaba una trágica muerte.
Un condenado saltó, logrando moverse con destreza sobre los primeros pilares. Parecía que podía hacerlo, pero para su mala suerte, el compañero al que estaba atado no le siguió el ritmo y se cayó, llevándoselo con él.
Todas las miradas seguían al desafortunado par que caían, gritando con fuerza en lo que sería su ultimo clamor. Como un letal virus, el temor se esparcía entre aquellos que presenciaban su final. Las siguientes victimas en saltar eran consumidas por la duda e incertidumbre, no querían hacerlo. Deseaban tener otra oportunidad de rehacer sus vidas, pero no había escapatoria.
La fila avanzó resignada unos cuantos metros, consientes de que no había otra forma de escapar, y luego de unos pocos segundos otro grupo lo intentó. Esta vez, los dos lograron coordinarse en cada saltó, logrando así vislumbrar una oportunidad. Pero una vez más, su habilidad no sería suficiente, el condenado que iba primero se detuvo en el último pilar, haciendo que su compañero lo chocará y cayeran juntos. Ambos fueron devorados por la oscuridad en cuestión de segundo, dejando grabado en la retina de todos los presentes la tétrica imagen de los rostros de las victimas, cada mueca estaba cubierta de desesperados y lamentos.
—Esto... esto es una locura, no creo poder hacerlo. Mejor vayamos por abajo —propuso Marcos, presa del pánico, horrorizado por lo que estaba presenciando.
Los gritos de los condenados cayendo, hacían que su corazón latiera más rápido. La ansiedad poco a poco empezaba a abrumarlo, llenándolo de pensamientos negativos y desesperanzadores. Él no era como los demás de aquí. No estaba preparado y nunca en su vida se había imaginado en este tipo de situaciones extremas. Solo era un niño, con la inocencia destroza por incontables horas de trabajo, victimas de un sistema que lo oprimía y lo obligaba a madurar o a morir de hambre.
No solo sentía un nudo en la garganta, también en el estómago. Las náuseas eran insoportables, era cuestión de tiempo para que vomitará. No se veía capaz de seguir adelante.
—Mira todo lo que tardamos en llegar aquí, si queremos seguir bajando tendremos que ir al ritmo de la fila... Quien sabe cuánto tiempo perderemos. Además, cuando lleguemos del otro lado del precipicio tendremos que subir de la misma forma, es demasiado... —argumentó Flicker, dando a entender que la mejor opción era ir por aquí.
—Es que... mira eso, ninguno de los que vimos siquiera se acercan —insistió Marcos.
—No te guíes por lo que hacen los demás, ellos son unos inútiles —Sus palabras eran duras, sabía que no era momento para ser blando con el muchacho.
—¿Y tú crees que yo no lo soy?
—Te vi moverte en el desafío anterior, tienes buenos movimientos... —dijo de inmediato, él también había sido sorprendido por la capacidad de Marcos para imitarlo—. Solo que nunca los pusiste en práctica, por lo que no sabes de lo que eres capaz.
—¿Esta es una de esas típicas charlas motivacionales para darme confianza? —preguntó el joven de corte estilo taza y pelo marrón.
—No, es la verdad —respondió Flicker con seguridad, mirando directo a los ojos a su compañero—. De lo contrario ¿crees qué pondría mi vida en riesgo sí sé que no lo lograremos?
—Eso tiene sentido, tal...
Su charla fue interrumpida por el agonizante gritó de otro grupo de condenados cayendo. Otra de las interminables victimas que se tomaba el desafío y que su voz se perdía en la lejanía, convirtiéndose en otro aperitivo para el insaciable público que los observaba, hambrientos de un falso sentido de justicia.
—Mírame y préstame atención —dijo rápido Flicker para distraerlo—. Nosotros seguimos después de este, ¿entendido?
Marcos asintió mientras temblaba. Aquellas palabras no lo emocionaban.
—Cuando vayamos a saltar, es muy importante que no te detengas. ¿Entiendes?
Marcos asintió de nuevo, sin quitar la mirada de su compañero.
—Grábatelo en la cabeza, no-te-de-ten-gas. ¿Bien? —Flicker hablaba sin dejar de mirar al muchacho a los ojos, trataba de transmitirle su confianza y seguridad.
Marcos lo único que hacía era asentir, no le salían las palabras, ni siquiera podía pensar con claridad. Los ecos de las voces de las anteriores victimas retumbaban en su cabeza, castigándolo con sus lamentos.
—Lo más importante aquí, es aprovechar el primer impulso. Si hacemos eso mal estamos acabados —continúo hablando Flicker, persistiendo en su intento por calmar al muchacho y, al mismo tiempo, prepararlo.
—¿Y luego cua...?
—No importa —interrumpió de inmediato—, enfócate en esta parte. Cuando lleguemos a la otra plataforma pensaremos en qué hacer... Por ahora solo repite, "no tengo que detenerme".
En ese momento, se escuchó otro grupo caer, sirviendo como un lúgubre aviso de que les tocaba. Era una tétrica e inconfundible señal para indicar su turno. No había nada más entre ellos y los seis pilares de color negro que debían saltar.
Ambos se movieron lentamente por el estrecho sendero de piedra, hasta estar frente al primer pilar. Quizás era por la transpiración en su cuerpo, pero Marcos empezaba a sentir una suave y fría brisa. Ni siquiera se atrevía a levantar la mano para quitarse el sudor, no dejaban de aferrarse a la dura pared.
—Acércate más a mí, muchacho —le pidió Flicker, viendo lo tenso que estaba su compañero, cada movimiento que hacía era tosco.
—Sí... okey... está bien... eso haré... —respondió nervioso Marcos.
Hasta el más simple de los movimientos, lo realizaba temblando.
—Respira —le pidió Flicker, mientras le hacía imitar unos gestos para tranquilizarse—, quiero que mires hacia adelante, imagina cómo harás el recorrido.
—Mierda, estoy muy asustado... No sé si pueda hacerlo.
—Eso no tiene nada de malo, es normal. Yo también lo estoy —dijo con una amable sonrisa, mostrándose vulnerable—. Pero no debes dejar que el miedo te detenga, aprovecha ese sentimiento para concentrarte en una cosa: saltar y no detenerte.
Los interminables segundos transcurrían de manera lenta para Marcos. Por primera vez desde que empezó a descender, libero sus manos de la pared, posándola delante de sus ojos. Los cayos que la recubrían era un recordatorio constante del calvario que vivió desde pequeño. Tanto esfuerzo para lograr tener una vida pacifica en vano. Su final podría llegar en cualquier momento y todo lo que había trabajado quedaría en la nada misma.
«¿De verdad voy a morir aquí?», pensó Marcos mientras recordaba su corta vida. Por el rabillo de su ojo pudo ver a Flicker, respirando y preparándose para saltar. Su semblante serio dejaba en claro lo peligrosa de la situación. «No quiero acabar... de manera patética», se dijo así Marcos mismo al darse cuenta de su actuar. Estaba siendo una carga para su compañero.
No era momento para lloriqueos, él era un superviviente. Resistía cada golpe que le lanzaban, sin importar lo duro que fuese, a Marcos le habían enseñado a soportar. Lo hizo durante diecisietes años, esta vez no sería la excepción.
Luego de unos segundos de respiración y mentalizarse, Marcos miró a su compañero para dar a entender que estaba listo. No porque realmente lo estuviera, solo que aceptaba el hecho de que no tenía a donde huir y era mejor terminar con la tortura de una buena vez.
Cerró los ojos por un momento y comenzó a recitar sus últimas plegarias. Tanto para lamentarse, como para arrepentirse de todo lo que hizo mal en su corta vida.
—A la cuenta de tres, empezaré a saltar —comentó el hombre rubio para que estuviera listo Marcos—. Tú, al instante que veas despegar mi pie derecho del primer pilar, me sigues. ¿Bien?
—Bien —susurró Marcos, abriendo los ojos y resignado a su destino. No soportaba más el estrés y la situación.
El chico de piel morena, vio a Flicker y al prestar atención se percató que las manos de él temblaban, al mismo tiempo que repetía los ejercicios que le estuvo diciendo para calmarlo. «Por más experiencia que parezca que tiene, él también está asustado... Tal vez... no soy un cobarde, es normal...»., pensó Marcos sorprendido.
—tres... dos... —Comenzó a contar de manera lenta y en voz alta Flicker.
Ambos inhalaron hondo todo lo que pudieron y retuvieron el aire en sus pulmones, listos para enfrentar el que podría ser su ultimo desafío.
—uno...
Sus miradas se posaron al frente, cargadas de determinación. Una fuerte convicción apaciguaba todos sus temores y malos pensamientos. La adrenalina los cargaba de una falsa sensación de bienestar, tan efímera como necesaria para enfrentar la situación extrema de la que eran prisioneros.
—¡Ahora!
Para Marcos nunca en su vida una cuenta de tres se le había hecho tan extensa. Por alguna razón, podía ver claramente los pies de Flicker, y tal como le dijo, al momento que él despegó su pie derecho del primer pilar, lo siguió. Cada pequeño brinco lo hacía sentir extraño, como si se mantuviera suspendido en el aire por varios segundos, aunque en realidad no era así. No llevaba la cuenta de los saltos, lo único que tenía en mente era mantener el paso de su compañero y no detenerse.
Sus ojos no se despegaban de los pies de su compañero, toda su concentración estaba puesta en seguirlo, volviéndose una vez más su sombra. Junto a toda la adrenalina del momento, ni siquiera tuvo tiempo para pensar en lo que sucedía a su alrededor. Solo sentía la fría brisa acariciándolo y el estruendoso palpitar de su corazón. Tenía la impresión de estar volando, era una sensación difícil de describir para el muchacho, pero que lo dotaba de una extrema exaltación.
Su boca estaba seca, cubierta de un raro sabor amargo. La transpiración de su cuerpo provocaba que la ropa se le pegara, sintiendo con claridad la suave tela de su vestimenta. Podía sentir como sus pies se amoldaban a la perfección en los fríos pilares que pisaba. Su mente era bombardeada con cientos de estímulos, pero ninguno lograría quitar sus ojos de su guía.
Flicker en el instante que dio el último saltó y llegó a la pequeña plataforma, se agachó para sujetarse. Cuando Marcos lo alcanzó, el joven rebelde tiró fuerte del cable que los unía, haciendo que cayera sobre él y rápido lo abrazó para que no se movieran.
—¡¿Qué pasa?! —preguntó confundido el muchacho.
—Tranquilo, no te muevas. Esta plataforma no es muy grande y es difícil detenerse.
—Cierto... nunca me dijiste cómo frenar. —Sonrío Marcos mientras tenían sus caras demasiado cerca, seguían exaltado por la situación extrema que acababa de pasar.
—Quítate —Lo apartó a un lado—, pero ten cuidado al pararte.
Ambos se levantaron de manera lenta. Intercambiaron miradas de victorias, sus cuerpos ardían, confundiendo la euforia del momento con un falso entusiasmo.
—¡De verdad lo logramos! No puedo cr...
Antes de que Marcos se girará para ver su hazaña, Flicker lo detuvo.
—No te voltees. —Lo agarró del hombro para frenarlo.
—¿Eh? No voy a caerme, solo quiero ver.
—Sé que no te caerás, solo confía en mí y no te voltees, ¿sí?
—Esté bien... hacerte caso me está manteniendo vivo, no veo porque no seguir haciéndolo —bromeó, forzando una sonrisa. Seguía sin creer que realmente lo había logrado.
Mientras recuperaba un poco el aliento, una sensación de satisfacción recorrió su cuerpo. «¡Pude hacerlo!», pensó el muchacho de piel morena y pelo marrón. No entendía por qué se sentía tan bien, pero no podía evitarlo. La adrenalina y el miedo no lo dejaban pensar con claridad, creía que esa era la razón.
—Espero que mantengas esa actitud, aún no terminamos esta parte —comentó Flicker, señalando la soga que tenían en frente.
La sonrisa del muchacho desapareció y dejó escapar un gran suspiró. Frente a ellos se encontraban dos pares de soga. El primer par, estaban una al lado de la otra, para que ambos pudieran sujetar una e ir al lado. Esto obligaba a que tuvieran que coordinarse, si no tenían cuidado con el cable luminoso por el que estaban unidos, caerían. Todas sus acciones estaban limitadas, no podían apartarse a más de un metro y medio.
El desafío estaba separado en tres partes: los seis pilares del inicio, dos pares de sogas eran la segunda parte, y, por último, un temerario saltó para llegar al otro extremo del acantilado, resguardado por una gigante guillotina que subía y bajaba de manera letal.
Ahora debían prepararse para dar un gran saltó e intentar llegar a al primer par de sogas que los esperaba. La verdadera trampa empezaría a partir de ahí, columpiarse y saltar juntos era una hazaña complicada de realizar. No solo se necesitaba de coordinación, sino de habilidad y astucia.
Marcos tragó saliva en un vano intento de prepararse, le parecía tonto que hubiera pensado que sería tan fácil. Aún estaba lejos de terminar el primer evento. Pero no tenía la culpa de emocionarse, cada pequeña victoria era todo un logró para él. Su vida pendía de un hilo y cada decisión que tomaba podía ser la última. Estaba completando desafíos extremos, donde cientos de personas morían al instante, lo que demostraba que no era como los demás, ya no era un niño indefenso.
Esta vez no se dejaría abrumar por el miedo y la duda. A medida que avanzaba, descubría que era capaz de enfrentar las mortíferas pruebas. Mientras mantuviera el ritmo y siguiera a Flicker, lograba vislumbrar una pequeña posibilidad de sobrevivir.
—Préstame atención de nuevo —dijo Flicker para que el muchacho lo mirase—. Lo que hay que hacer ahora es dar un pequeño paso hacia atrás para poder tomar impulso y saltar con las manos hacia adelante.
Flicker repitió los gestos por separado, explicando lo que debían de hacer. Siguió así durante unos segundos, hasta estar seguro de que el muchacho lo entendiera.
—Creo que estoy listo —dijo Marcos, mostrando su progreso. El lograr el primer saltó le dio confianza, además de que, la adrenalina lo ayudaba a concentrarse plenamente en Flicker.
—Agarras rápido la soga con ambas manos y te la llevas al pecho, la abrazas como si fuese una almohada y cruzas los pies.
—Entendido.
Ambos tomaron un momento para respirar y prepararse. Visualizaban la soga que debía agarrar cada uno. Solo estaba a un metro de distancia. Tan cerca, pero a la vez se percibía tan lejos.
Debajo de donde estaban, a más de cincuenta metros, se encontraba el tercer puente y por lo tanto el más bajo de todos. En el mejor de los casos, si fallaban en su saltó, aterrizarían sobre una de esas plataformas y se harían pedazos. Y, en el peor de los casos, si al caer pasaban por un costado y no se daban de llenó en unas de las plataformas, los esperaba un profundo abismo, tan oscuro que parecía no tener fondo. Se volverían una victima más del evento y su voz quedaría perdida en las tinieblas, quedando como un leve susurró en la fría brisa.
—A la cuenta de tres, saltamos al mismo tiempo —indicó Flicker tratando de mostrarse confiado.
Ambos intercambiaron miradas, acompañadas de una suave sonrisa. Su compañerismo era palpable, ni siquiera necesitaban decirlo en voz alta para demostrar que confiaban con su compañero. Con un pequeño gesto dieron la señal de aprobación
—Tres... dos... uno... ¡Ahora!
Los dos dieron un intrépido saltó y lograron agarrarse de la primera soga. Marcos estaba en posición fetal, abrazando la cuerda con todas sus fuerzas mientras mantenía los ojos cerrados. Nada en el mundo lo separaría de aquella gruesa y áspera cuerda de color marrón.
—¡Relájate, lo logramos! —dijo Flicker, sonriendo al ver las expresiones que el muchacho portaba en su rostro.
De manera sutil y calmada, el muchacho miró a su alrededor. Logrando presenciar su logró, estaba colgado en medio de la nada. Otra victoria. Al instante sonrío de oreja a oreja. Se podría considerar que acababa de completar la mitad del desafío.
—¡Lo hice! —gritó con emoción, sin dejar de aprisionar entre sus manos la soga.
—Sí, muy bien. Tienes que relajarte, estar tan tenso no es bueno para tu cuerpo y puede dificultar lo que viene.
—Okey... lo intentaré. —Con cuidado imitó la forma más relajada en la que se encontraba Flicker—. Listo, relajado.
—Ahora lo siguiente, tenemos que columpiarnos para ganar velocidad y saltar a la siguiente soga que está allá.
—La parte de columpiarse suena fácil —dijo de manera inocente.
—No lo es... Tenemos que hacerlo a la misma velocidad, de lo contrario el cable por el que estamos unidos nos tirara.
Marcos miró hacia arriba para ver lo largo de la soga a la que estaba agarrado, se suspendía en el aire, al igual que las plataformas del puente. Algo que ya era considerado normal para la sociedad, debido a que los videojuegos de la actualidad con realidad aumentaban lo aplicaban de manera constante. Marcos recordó que había sido inmerso en un mundo virtual, todo lo que había vivido era tan fiel a la realidad que, por momentos, se olvidaba de ello. Desconcertado por aquella obvia revelación, por reflejo desvió la mirada abajo.
—¡No lo hagas! —gritó Flicker, captando la atención de él.
—¡Aah! Lo siento, casi... cometo ese error de nuevo.
—No te distraigas y empieza a hacer lo mismo que yo. —De a poco, Flicker empezó a balancearse de adelante hacia atrás—. ¿Lo tienes?
—Eso creo. —Trató de imitarlo, pero no lograba ganar el mismo impulso, su soga apenas avanzaba unos milímetros.
—Tienes que despegar más tu cuerpo para así poder impulsarte.
—No puedo alejarme de la soga —dijo asustado Marcos, cada vez que despegaba el cuerpo de la soga, sentía un retorcijón en el estómago, obligándolo a aferrarse de nuevo a ella.
—Tienes que hacerlo.
Intentó una vez más, pero cuando alejó un poco su cuerpo, un gélido escalofrío lo detuvo, forzándolo de manera instintiva a abrazar la cuerda con todas sus fuerzas. Su corazón se estrujaba con fuerza al sentir la brisa y la altura sobre la que estaba.
—¡No puedo, lo siento!
—No te preocupes, lo haremos de otra forma.
Flicker empezó a columpiarse y al tomar un poco de fuerza, soltó una de sus manos de la soga y agarró el cable que lo unía a Marcos, de esta forma le daría una pequeña ayuda. A pesar de la complicada posición en la que se encontraba, lograba darle pequeños impulsos a su compañero.
—Está funcionando —exclamó Marcos al ver que conseguía algo de velocidad.
—¡Tienes que seguir tú, no tengas miedo! —Trató de motivarlo Flicker, sonriendo y mirándolo con determinación.
En ese instante, Flicker resbaló, perdiendo el equilibrio. Sus manos se deslizaron, provocando un intenso ardor en sus palmas mientras descendía.
—¡¡Flicker!!
El joven rebelde estuvo a punto de caer, pero afortunadamente, sus piernas seguían entrelazadas con la cuerda. Era una táctica que le había enseñado en sus épocas de entrenamiento. De todas formas, su descenso hizo que el cable por el que estaban unido a Marcos, le diera un intenso jalón, provocando que casi lo tirará. El muchacho se aferraba con cada fibra muscular que poseía, desesperado por no caer, ponía todo su empeño en abrazar la soga.
—Ya estoy bien, casi no la contamos —dijo Flicker mientras volvía a la posición de antes. Aguantando las quemaduras que se hizo en las manos.
—Lo siento, es mi culpa —se disculpó el muchacho, siendo castigado por su inutilidad—. Casi te pasa eso por estar ayudándome —exclamó Marcos apenado.
—No lograremos pasar si no trabajamos juntos —afirmó con seriedad, sin quitar la mirada de su compañero—. Tienes que enfrentar tus miedos, igual que antes —exclamó Flicker, de manera compasiva.
—Está bien... debo intentarlo, por lo menos de esa forma moriremos sabiendo que hicimos todo lo que podíamos... No importa si me caigo y te llevo conmigo, pero por lo menos que sea de una manera digna, no como un cobarde.
—Emmm... Me parece bien si eso sirve para motivarte, pero creo que es mejor si no visualizas nuestra muerte.
—¿Hay que ser un poco realistas, no?
—No, hay que ser soñadores —respondió de manera contundente, esbozando una brillante sonrisa, sin una pizca de duda. Sus ojos centellaban llenos de vidas y esperanza—. Eso es lo que crea las oportunidades y abre el paso a los milagros —agregó irradiando confianza, mostrando lo convencido que estaba de aquellas palabras.
—Eso... suena bien —contestó Marcos sonriendo levemente, contagiándose un poco de la actitud de su compañero.
Las palabras que acababa de escuchar reconfortaron su espíritu una vez más. No solo lo que le había dicho, la forma en que lo hizo. Como si de verdad creyera en él. Marcos se dio cuenta de que, si no podía hacerlo por su propia vida, lo haría por la de su compañero. Alguien tan bondadosos y amigable, no merecía morir por su culpa. Estaba cansado de ser una carga para todos los que lo rodeaban, sintió que ya era hora de que dejará de actuar como un niño y que empezara comportarse como todo un hombre.
—¿Estás listo? —preguntó Flicker, al ver como los ojos del muchacho resplandecían con pasión, dispuestos a enfrentar cualquier desafío.
Flicker conocía aquella mirada, era la que tenían los hombres que estaban dispuestos a luchar hasta el final. Era una clara e inequívoca forma de mostrar determinación y deseó por vivir. El anheló del cuerpo por darlo todo, un punto que solo alcanzaban aquellas personas que superaban el temor a la muerte.
Marcos asintió, al mismo tiempo que empezaron a columpiarse. Con su nueva actitud, logró sobrellevar su temor. Su convicción se imponía con fuerza, logrando apagar todas las emociones negativas que intentaban apoderarse de él. No tardaron mucho hasta que ambos consiguieron un buen impulso.
—¡Okey, chico! ¡Ahora tenemos que saltar a la otra soga! —gritó Flicker emocionado, le agradable el cambio que estaba viendo en el muchacho.
—¡Sí! —afirmó con seguridad, sin dejar espacio a las dudas.
—¿¡Estás listo!?
—¡Eso creo!
—¡Una cosa antes, casi me olvido!
—¿¡Que!? —preguntó Marcos abriendo los ojos como platos.
—¡Tienes que girar tu cuerpo un poco en mi dirección y luego saltar!
—¡¿Eh?!
—¡Algo así! —Le dio un pequeño vistazo del movimiento que debía realizar—. ¡Yo tengo que girar para tu lado y tú para el mío, de lo contrario este maldito cable que nos une chocara con la soga y nos hará peso!
—¡No me parece el mejor momento para darme ese detalle!
—¡Solo gira y hazlo! ¡En el siguiente impulso salta, no vayas a dudar!
—¡Ya lo estoy hac...!
En ese momento, la soga llegó lo más lejos posible, por lo que ambos aprovecharon para saltar.
Mientras Marcos iba en el aire, volvió a sentir como si volara, nunca había experimentado algo así de emocionante. Tenía una sensación extraña en el estómago y en la punta de los pies. Al mismo tiempo, gritaba con todas sus fuerzas. Lo hacía por el miedo, la adrenalina y un poco, aunque sea un poco, por lo estimulante de la situación que vivía.
Los dos lograron llegar a la siguiente cuerda sin muchas complicaciones. Ahora tenían experiencia y sabían cómo moverse.
—¡No pierdas el impulso, sigue balanceándote! —le indicó Flicker.
—Eso hago —respondió al instante, columpiándose con facilidad. Ni siquiera necesitó del consejo de Flicker para tomar la iniciativa y hacerlo.
Esta vez, le resultó sencillo tomar velocidad, pero había otro gran problema. Cuando se columpiaron hacia adelante, un gran ruido hizo que el muchacho perdiera toda la confianza que había conseguido. Él miró hacia adelante y vio esa enorme guillotina golpear en su base de metal. El agudo chirrido del acero deslizándose y el estruendoso choque del filo contra el hierro, retumbaba en lo más profundo de Marcos, haciendo añicos su frágil valor.
Presenciar el tamaño de aquella mortífera y medieval arma despertaba en el muchacho cientos de pensamientos macabros, pudiendo imaginar con claridad la forma en que sería rebanado como mantequilla al ser atravesado.
—Mierda, mierda, mierda —repitió varias veces Marcos, mientras abrazaba la soga.
—¡No te dejes llevar por lo que ves! —gritó Flicker para ayudar al muchacho, debía sacarlo de aquel momento de pánico en el que se encontraba.
—Es enorme, amigo... nos va a partir a la mitad si nos toca.
—¡No lo hará!
Mientras se balanceaban, Marcos se percató de que estaba en una terrible encrucijada: delante suyo lo esperaba la tenebrosa guillotina. A sus pies, una interminable y agonizante caía. Y, por la posición en la que estaba, no se veía capaz de retroceder. Donde sea que viese, solo le esperaba la muerte.
Fin del capítulo 8
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