Capítulo 7
Los fragmentos digitales se iban uniendo, trayéndolos de nuevo a la vida en un escenario distinto. En el instante que Marcos y Flicker recuperaron la vista, fueron encandilados por la radiante luz del sol. Un extenso prado les orquestaba una cordial bienvenida. La brisa fresca reconfortaba sus cansados cuerpos, cubriéndolos de una extraña y corta sensación de alivio. El cielo celeste, adornado con una que otra nube, y el suelo lleno de flores, transmitía una escena apacible a la vista. Un tierno camino de tulipanes amarillos los guiaba, invitándolos con su dulce aroma a ir a través suyo.
—Vaya cambio. —Marcos levantó su mano a la altura de los ojos para cubrirse de los rayos de luz—. La sensación del sol es bastante real, no noto la diferencia.
El césped y las flores bailaban con el viento, las nubes se movían con suavidad y los colores a su alrededor estaban cubiertos de vida, contrastando totalmente con el escenario de pesadillas del que acababan de salir. Por un momento, ambos pensaron lo mismo: "libertad". Era como si, por fin hubieran logrado escapar de su encierro. Aunque en el fondo sabían que todo era una farsa, seguían dentro del mundo virtual que crearon para "castigarlos". Un vil engaño para jugar con sus mentes y emociones. Estaban encerrados en la misma jaula, pero con mayor espacio y barrotes más encantadores.
—De verdad esto es increíble. —Flicker se agachó y tocó con dulzura el pasto, sonriendo al sentir la suavidad entre sus dedos de manera tan real—. Es mejor no perder más tiempo y s...
Un condenado de cabellera color rojo vino, con las orejas llenas de aros negros, le dio un empujón al pasar por su lado. A travesaba todo a su paso, rompiendo las flores y la armonía que cargaba el ambiente.
—¡Qué emoción, el estar tan cerca de la muerte me hace sentir tan vivo! —gritó el hombre de pelo rojo color vino, mientras iba dando tiernos e inocentes brinquitos—. Me gustaba más la vista del anterior escenario, este se siente... deprimente —exclamó mientras se alejaba, refunfuñando por la nueva ambientación.
—Hay cada loco —dijo Marco, acercándose a Flicker para ayudarlo a levantarse.
Marcos no podía ver el rostro del condenado que empujó a su compañero, por cómo se movía le parecía un niño travieso, yendo a jugar. Siguió observando su espalda mientras se perdía en la distancia, le resultaba extraño que tuviera esa actitud. Una pequeña sonrisa se le escapo al leer el username que portaba el sujeto de cabellera rojo vino: "GameOver:)". Le parecía gracioso. No podía distinguir si era un caballo ganador, pero si saltaba a la vista que no era normal.
—Andando, no le des importancia —comentó Flicker al ponerse de pie.
Había bajado la guardia al distraerse con la naturaleza y la fidelidad con la que fue recreada. Debía de evitar que sucediera de nuevo, aquí cada segundo era valioso, y otros condenados aprovecharían cualquier descuido para atacar.
Sin perder más tiempo, continuaron su recorrido por el calmado y pacifico prado, atesorando aquellos minutos de paz con los que contaban.
A medida que avanzaban, a lo lejos divisaban a un gran grupo de condenados. Sus ropajes blancos con rayas grises estaban desgastados, cubiertos por sangre y tierra. Los murmullos se intensificaban con el pasar del tiempo, llenos de duda e incertidumbre. Muchos de los hombres y mujeres presentes, buscaban encontrar el valor para seguir, mientras que otros solo analizaban las opciones que tomarían para continuar. Pero todos tenían el mismo problema: "¿Cómo afrontar el desafío que tenían delante?". Diferentes plataformas, adornadas con mortíferos obstáculos se erguían delante de ellos. Eran los únicos puentes que conectaban ambos extremos del profundo abismo que los separaba.
Listos o no, debían afrontar el extenso precipicio que los retenía. No importaba que tanto lloraran, suplicaran o se lamentaran, lo único que conseguirían era que el público que miraba la transmisión disfrutara más del evento.
—Un poco menos de la mitad ya llegó al tercer desafío del primer evento, ¿cuántos lograrán cruzar? —Fernando empezó a explicarle al público—. Hay tres caminos por los que avanzar: —Levantó su dedo índice en alto—: El primero es mucho más corto y es el que está arriba. —Siguió subiendo el anular—. El segundo está en el medio, por lo que deberán descender por el sendero que hay a un costado del precipicio, hasta alcanzarlo. —Ahora tenía tres dedos arriba—. El tercero se encuentra abajo de todo, por lo que les llevará más tiempo llegar a este. Pero ahí está la gracia, a medida que bajas, la dificultad disminuye. ¿Qué camino elegirán?
Marcos y Flicker se sumaron al grupo, observando con atención el escenario. Buscaban la mejor opción para sobrevivir, expectantes de cualquier detalle que pudiera ser útil para mejorara sus probabilidades. Al mismo tiempo que se mantenían con la guardia en alto, estaban rodeados por otros condenados y nadie tenía la certeza de que no intentaran algo extraño. El peligro acechaba en cada dirección.
—¿Sabes escalar montañas? —preguntó Flicker, enfocándose en el muchacho a su lado.
—¿Eh? No... nunca lo hice —contestó al instante Marcos.
—¿Sabes trepar una soga?
—No —respondió cabizbajo Marcos.
—Parece que la tendremos difícil —dijo Flicker con una sonrisa, una vez más estaba en una situación desfavorable.
—V-voy a tratar de hacer todo lo que pueda —expresó con valentía, buscando actuar como un hombre—. Estoy dispuesto... a luchar hasta el final —agregó con firmeza, apretando sus puños.
—Me alegra escuchar eso, muchacho —Flicker contuvo su sorpresa ante la declaración de su compañero, quería demostrar que confiaba en su palabra.
Veía un pequeño crecimiento en el muchacho. El mismo que se había topado cientos de veces en personas listas para enfrentar cualquier desafío que tuvieran delante. Era la llama que más temía el gobierno, la que ardía con fervor y un claro anhelo de libertad.
—¿Iremos por el camino que está abajo de todos, verdad? —preguntó Marcos levantando la mirada y viendo directo a los ojos a su compañero.
Las expresiones de Flicker eran bastante afables y tranquilas, se veía seguro en todo momento, logrando contagiar a Marcos de esa confianza. El muchacho buscaba valor en la figura de su compañero. Razón por la que no apartaba la mirada de él, debía seguir su ejemplo.
—Tendremos que arriesgarnos e ir por el medio —dijo con firmeza Flicker, una vez que terminó de analizar los tres caminos que tenían delante.
—¿Estás seguro? No es mej...
—¡Miren allá! —gritó uno de los condenados de la muchedumbre, señalando al otro extremo del acantilado, captando la atención de todos los presentes.
—¡Pero ¿qué tenemos aquí?! ¿Habrá que aplicarle un pequeño nerf ¹ a este equipo?, ¡está demasiado O.P²! —comentó Fernando mientras todas las transmisiones enfocaban al primer equipo en terminar el tercer desafío.
Por primera vez en el estadio los abucheos se apropiaron del protagonismo del lugar. Quejidos, gritos y maldiciones, resonaban por todas partes. La mayoría del público mostraban su desagrado sin tapujos. La armonía y disfrute que habían estado viviendo se vieron ofuscados en el momento que transmitieron el rostro de Alejando Rowlingstons, registrado con el username de "Haakon".
—Parece que tenemos un poco de discordia ahora... Bueno, es entendible, no es fácil alentar a un "bellaco".
El ambiente en el estadio se transformó en molestia e ira. La mayoría no quería presenciar las victorias de "ese participante". Esperaban con ansias su muerte, toda la sociedad de clase alta le guardaba rencor. Había cometido uno de los peores crímenes para la sociedad: dañar a otros políticos de élite, protegidos por el gobierno. Era un acto imperdonable y de lo más vil.
Antes de seguir hacia la siguiente etapa, el hombre de pelo atado, formando un moño, de color marrón, con el username de "Haakon", se dio vuelta para observar al resto de condenados en el otro extremo. No solo a ellos, sabía que el público lo estaría mirando.
«No pienso morir aquí», pensó Haakon llenó de determinación, daría todo de si, para vengarse de los hipócritas del gobierno. Y sin perder más tiempo, siguió hacia el próximo desafío.
Varios de los condenados se sintieron desafiados, mientras que otros, al observa a alguien sacando tanta ventaja, los hacía sentir que se quedaban atrás, cubriéndolos de la horrible sensación de que tal vez podían quedar afuera. La tétrica sonrisa de Crashy apareció en la mente de todos los inseguros, como macabra advertencia de su posible destino. Su sangre se congelaba al recordar la amenaza de aquel demonio, no llegar a tiempo era impensable para todos. Harían lo que fuese para lograr entrar en el cupo de finalistas. Los castigos de Condena Virtual eran una sentencia de muerte. Una cruel y muy agonizante.
Pero a diferencia de la mayoría, Flicker se encontraba divagando en un recuerdo diferente, una escena nostálgica se repetía en su mente al presenciar a tantos prisioneros reunidos cerca de un acantilado. Era similar al día que rescató a Serx y los demás prisioneros. Aunque claro, aquí la mayoría de condenados se merecían estar encerrados, a diferencia de los que él ayudaba a escapar, que solo eran víctimas del gobierno.
No sabía que error había cometido para que los capturasen, pero no tenía dudas de que era su culpa. Desde hacía meses que se torturaba por ello. Una y otra vez se preguntaba por sus compañeros. «Espero que todos se encuentren bien», pensó Flicker tratando de acallar su preocupación. No era el momento de dejarse llevar por sus emociones, debía escapar de Condena Virtual. Sí él estaba con vida, significaba que los demás también podían encontrarse bien. Su objetivo era claro: completar todos los desafíos e ir a rescatar a sus colegas.
Además, todo rebelde de alto rango capturado eran sentencia a las peores torturas. Aquellas que rompían literalmente en pedazo el cuerpo y no dejaban rastros de humanidad en sus desdichadas víctimas. Al ser enviado al macabro programa de Neil, por más terrorífico y morboso que fuese, aún le brindaba una mísera posibilidad de sobrevivir.
No iba a desperdiciar la oportunidad que le dieron, haría que se arrepintieran de no matarlo. Acababa de darse cuenta que delante suyo tenía la posibilidad de darle un mortífero golpe al gobierno. Que un rebelde consiguiera sobrevivir sería noticia universal. Además, todas sus transgresiones serían absueltas, algo que les dañaría en lo más profundo de sus orgullosos espíritus.
—¿Q-que sucede? —preguntó Marcos llamando su atención, le preocupaba la expresión tan sería que tenía en el rostro su compañero.
—Me distraje por un momento, no es nada —respondió Flicker volviendo en sí—. ¡Vamos a salir de aquí, muchacho! —anunció con certeza, irradiando confianza y volviendo a su habitual actitud.
«Solo esperen, pronto iré a rescatarlos», se dijo así mismo para motivarse, convencido de lo que debía hacer. Ahora que se encontraba enfocado, empezó a hablar con Marcos sobre las opciones que tenían para tratar de cruzar el precipicio que estaba delante.
Una vez que concretaron el camino a enfrentar, se unieron a la interminable fila que descendía por un costado. Todos los condenados marchaban como hormigas, manteniendo cierta distancia entre ellos, para así no ser empujados. Un angosto sendero era el primer obstáculo a superar en el tercer desafío.
El olor a polvo y roca los acompañaría en su descenso, junto a cientos de condenados desesperados, que harían lo que fuese para sobrevivir. El pálido color de la tierra potenciaba los rayos del sol, dotando de un clima caluroso y sofocante. Lo inconsistente del terreno despertaba la inseguridad y el pavor por caer, cada paso debía ser sutil, de lo contrario serían tragados por el oscuro abismo que los esperaba con ansias.
—Iré adelante —dijo Flicker—. Intenta seguirme el ritmo y no mires hacía abajo. Ten los ojos puestos en mi espalda.
—Dalo por hecho —asintió Marcos, preparado para empezar.
Siguieron el ritmo de la fila por unos pocos metros, hasta que se detuvo totalmente. Nadie avanzaba, lo que generaba dudas e impaciencia en todos los presentes.
—¿Qué sucede? —preguntó Marcos, tratando de ver hacía adelante.
—Parece que hay un equipo discutiendo entre ellos —respondió Flicker, logrando escuchar la información que se pasaban dentro de la fila.
No se equivocaban, dos condenados estaban resolviendo una disputa entre ellos. Un par de metros más abajo, se encontraba un hombre de sonrisa traviesa, con las orejas llenas de aros negros. Él estaba disfrutando del ambiente tan desolador que veía. Ver llorar y lamentarse a otros le resultaba divertido y la mejor parte de todo era que podía hacer lo que quisiera sin consecuencia.
El animado y larguirucho hombre, llamado Dexter Miller, lucía de un cabello color rojo vino, corto a ambos lados de la cabeza, dejando largo su flequillo. Se había registrado con el username de "GameOver:)".
—¡Estoy cansado de seguirte el paso, fenómeno! —gritó el compañero de Dexter, deteniéndose.
Era hombre de tez morena, con dientes adornados de un material brillante y gris. Tenía el ceño fruncido, estaba cansado de la actitud del compañero al que estaba atado. Desde que empezaron los desafío estuvo forzado a seguirlo.
—Pensé que nos estábamos divirtiendo —reaccionó sorprendido Dexter—. ¿Te da miedo las alturas? —preguntó de manera sarcástica, con su habitual sonrisa traviesa.
—Llevo todo el rato siguiéndote el paso, ¿quién te crees que eres para estar tomando todas las decisiones? —cuestionó en un tono amenazante.
—Solo sigo mi instinto y el me dice que debemos ir por el del medio —contestó Dexter, tratando de ignorar a su compañero y sin dejar de jalar de la soga que los unía, arrastrándolo un poco más.
Fiel a su estilo, Dexter era guiado por un extraño cosquilleo que empezaba en su estomago y se esparcía por todo su cuerpo. Una recompensa que lo acariciaba cálidamente cada vez que cumplía con sus deseos más primitivos. Y ahora, podía sentir como le gritaba que fuera por el camino del medio, nada ni nadie se interpondría entre él y su instinto.
—No me interesa, no tengo porque obedecer —insistió molesto el sujeto de pelo corto, color gris—. No estoy aquí por ser el chico de los mandados de nadie y si tengo que darte una paliza para qu...
Dexter hizo gala de su asombrosa agilidad, lanzándose en un instante sobre su compañero. Con una mano le tapó la boca, empujándolo hasta tumbarlo en el suelo, y sin darle tiempo a que se defendiera, se le subió encima. La mitad del cuerpo del condenado yacía colgado sobre la nada. La brisa acariciaba su nuca, lo que intensificaba el pavor en su ser. Sus ojos giraban en toda dirección y sus manos buscaban de manera desesperada librarse de las garras de aquel monstruo que lo aprisionaba.
—Si vas a golpearme deberías hacerlo y no anunciarlo. —Disfrutando la situación, el pelirrojo empezó a reírse. Se estaba divirtiendo, le encantaba meterse en problemas y cómo no, golpear a debiluchos.
La presión por caer cada vez se apoderaba más del desafortunado condenado de pelo gris, sus gritos ahogados se intensificaban, convirtiéndose suplicas y disculpas.
—¿Sabes que me gusta más que ver morir a la gente? —preguntó Dexter con entusiasmo y, casi de inmediato, acercó su cara para susurrarle la respuesta a su compañero—, pues... ser yo el que las mate —concluyó, tirando su cara hacía atrás y con su otra mano libre se tapó la boca para tratar de contener su risa. Debía controlarse, o por lo menos intentarlo.
Dexter empezó a apretar con aún más fuerza la boca de su compañero, como escarmiento por su insolencia. Él pobre condenado seguía forcejeando mientras balbuceaba lo que podía. Una vez que Dexter dejó de reír, miró hacia un costado y arrancó un pedazo de piedra de la pared del precipicio.
—Podría... aplastarte la cabeza con esta piedra —le propuso el hombre de pelo rojo vino y mirada filosa.
Su compañero solo podía mover un poco la cabeza en señal de negativa, mientras intentaba hablar desesperado, sin éxito. Un sudor frio perlaba su frente, estaba tan pálido que parecía un fantasma.
—¿No?, hmmm... tienes razón, tal vez... deba aplastar esta piedra con tu cabeza, ¿suena más divertido no crees? —Una vez más, comenzó a reírse por su propio comentario—. Aunque... si te mato tendría que cargarte y eso sería algo molesto. —Liberó la boca de su compañero y se llevó la mano al mentón como si estuviera pensando.
—Maldito enfermo —susurró el hombre de dientes brillantes, mientras recuperaba el aliento y trataba de calmarse.
—Si te abro y te saco todo lo de adentro, no serías tan pesado. —Continúo hablando solo Dexter. Sus ojos verdes se iluminaron por un momento, le gustaba la idea—. Pero... eso me llevaría mucho tiempo, además no tengo las herr...
—¡Oigan! —gritaron para llamar su atención—. Sigan adelante, no se detengan —intervino otro condenado parado a unos metros de distancia, esperando a que terminaran de pelear para seguir la fila.
—No ves que estoy teniendo una lluvia de ideas con mi compañero, no seas maleducado —respondió de mala gana Dexter.
—Pueden seguir con su charla en otro lado, el sendero es muy pequeño para pasar con ustedes ahí.
—¿De qué estás hablando? —señaló a su costado—, ahí tienes un pequeño espacio para pasar.
El asustado hombre dudaba si responder, no quería meterse en problemas con él. El cruzar miradas con el pelirrojo le aterraba. Su sonrisa le parecía espeluznante y la manera en que lo sus ojos se clavaban sobre él, parecía un animal salvaje. No solo por su aspecto, sino por como actuaba, le resultaba obvio que era peligroso. Llevaba demasiado tiempo en la vida criminal como para poder distinguir a quien debía evitar, y toda su experiencia le decía que no se acercará a GameOver:).
Y no se equivocaba, Dexter se había criado en lo más bajo de la sociedad, en los rincones olvidados de las grandes ciudades, donde se juntaba toda la inmundicia y gente que había perdido toda esperanza de llegar a tener una buena vida, enfocándose solo en "sobrevivir".
La tecnología era generosa con los ricos y quienes poseían dinero para actualizarse, pero las personas que no podían seguir el ritmo al crecimiento o no eran "útiles" para la sociedad, eran olvidados y abandonados a su suerte.
En los barrios pobres solo sobreviven aquellos que sabían con quien no meterse y lograban conseguir de los basureros algo para llenar el estómago. Para Dexter, criarse en ese ambiente fue duro. Durante toda su infancia creció recibiendo palizas y estando al borde de la muerte. Un buen día era cuando lograba no estar lo suficientemente masacrado para poder seguir caminando y así volver a casa.
—Ni... loco caminaría por ese lugar contigo ahí —contestó temeroso el hombre, aún se mantenía a varios metros de distancia de GameOver:).
—¿Crees que voy a empujarte? —preguntó el pelirrojo con una enorme sonrisa maliciosa en el rostro.
—Tampoco... es bueno para ti seguir perdiendo tiempo, termina de una vez lo que estás haciendo —intervino el regordete compañero del hombre asustado.
—Okey, okey —respondió Dexter poniendo los ojos en blanco—. Terminaremos nuestra discusión más adelante —le dijo a su compañero y se levantó. Incluso lo ayudó a limpiarse la tierra de la ropa, antes de seguir su descenso—. Espero que... este pequeño conflicto no interrumpa nuestra pequeña amistad —agregó de manera burlona, antes de seguir su camino.
Dexter avanzaba con un buen ritmo, despreocupado y sonriente. Ni siquiera miraba hacia abajo. Sí no fuese porque su compañero lo retrasaba, iría más rápido. Disfrutaba de los rayos de sol y la fría brisa que los acariciaba al descender.
—Un día... te encuentras caminando por la ciudad, entre basureros y adictos, y al siguiente estas en el programa más famoso e importante del mundo, ¿quién diría que nos volveríamos estrellas, eh? —hablaba como si estuviera de paseó, dejando totalmente de lado el altercado que tuvieron.
Por otra parte, su compañero iba con cuidado, asustado de no caer. El sendero se había vuelto bastante angosto y no se atrevía a despegar el pie del suelo, se movía arrastrando la suela de las zapatillas. Aún no recuperaba el aliento por la traumante situación en la que se vio envuelto.
—Me gustaría ver la cara de algunos que me gritaron que solo era un vago o un matón, de seguro que se sorprenden de verm... ¡Oh, no! Creo que en este caso sería lo contrario, deben de pensar que merezco estar aquí... —continuó con su monólogo, era alguien charlatán, le gustaba comentar todo lo que se le venía a la mente.
En ese instante unos condenados cayeron por el acantilado, llamando la atención de todos los que descendían por el sendero. Los gritos retumbaron en el lugar, dejando una desoladora sensación en el ambiente. Muchos de los condenados no tenían problema en ver morir a otros, incluso ellos habían cometido asesinatos, pero ahora era diferente, ya que en cualquier momento podía ser su turno de caer.
El clamor de aquellas almas que caían poco a poco fue cubierto por la interminable oscuridad del vacío. Un leve eco se perdía en la distancia, cargando la atmosfera de una sensación lúgubre y melancólica. La muerte estaba al acechó, expectante de todos los presentes.
—Allá va otro par... —comentó Dexter con entusiasmo, siguiendo con la mirada a los desafortunados. Ni se inmutaba por la extrema situación—. ¿Qué sucede, estás pálido? ¿No comiste bien antes de ingresar? —preguntó con una falsa preocupación, adornada con su sonrisa burlona.
El hombre de dientes brillantes se veía presa del pánico, ni siquiera podía mirar a sus pies. Sus ojos buscaban consuelo en apacible cielo celeste que se alzaba a lo lejos. En ese momento solo podía aferrarse con fuerza al precipicio e ir avanzando de a poco. Por lo menos, escuchar a Dexter hablar lo distraía, aunque no le importaba lo que decía. Le parecía un sujeto enfermo, con algún problema en la cabeza.
—Deberías ver tú cara —comentó Dexter riendo—. Al comienzo parecías todo un bravucón y ahora solo eres un gatito asustado...
—¡C-callate! Sí caigo vendrás conmigo —gritó a duras penas, cerrando los ojos con fuerza—. N-no te sirve nada hacerte el valiente en esta situación.
—¿Hacerme el valiente? —preguntó arqueando una ceja—. ¡Viejo, te confundes, estoy aterrado! —dijo con una gran sonrisa en el rostro, dejando de agarrarse de la montaña y poniendo sus manos en alto—. ¡Nadie es tan idiota como para querer morir! —exclamó con emoción, disfrutando de la adrenalina que lo cubría—. Pero no voy a dejar que el miedo me quite la diversión. La vida trata de disfrutar de las pequeñas oportunidades y, como no, hacer lo posible por sobrevivir...
—No es tan sencillo... no todos estamos mal de cabeza com... —en ese instante sintió como su sangre se congeló y un nudo en su garganta le impidió hablar. La mirada Dexter lo paralizó, el sujeto de cabello color rojo vino estaba mirándolo fijo, sin sonreír.
A pesar de su actitud despreocupada, Dexter era un sujeto intimidante con su actitud de "tonto", su afilada mirada parecía contrastar con sus divertidas expresiones, lo que generaba un aura de desconcierto en todo aquel que lo viese. Una malicia palpable se ocultaba detrás de sus ojos, como si se tratara de una bestia que en cualquier momento podía lanzarse al ataque. Cuando no portaba su característica sonrisa traviesa, su mirada era escalofriante, parecía la de un siniestro psicópata.
—Dime... ¿quieres vivir? —preguntó Dexter a secas, sin bromas, ni muecas.
El ambiente se volvió frio y sofocante para el hombre de dientes brillantes y cabello color gris. Él giró la cabeza en otra dirección, buscando escapar de aquellos aterrorizantes ojos que lucían ansiosos por asesinarlo. No tenía a donde huir, estaba acorralado y todo su cuerpo lo sabía, su corazón no paraba de latir con fuerza y sus piernas empezaron a temblar.
Lo único que logró conseguir el aterrado hombre, es asentir con fuerza. Una y otra vez, esperando que con eso pudiera calmar la situación en la que se veían acorralado. Su rostro suplicaba piedad y el sudor caían sin descanso, victima del miedo.
—Entonces deja de preocuparte y sígueme el paso —respondió Dexter volviendo a su animada actitud—. Yo no tengo pensado morir aquí. Fuiste afortunado, te tocó ser mi compañero —agregó dándole unas suaves y cordiales palmaditas en el hombro.
«Claro, "afortunado"», pensó de inmediato el hombre, sintiendo como el peso de karma lo castigaba por sus malas decisiones. El suave toque de Dexter le producía escalofríos.
—¡Seremos los protagonistas de este programa, mi inconfundible amigo! ¡No hay forma de que mueramos en nuestro primer desafío! —gritó a todo pulmón el pelirrojo, captando la atención del público que lo miraba.
Su particular actitud y comportamiento le habían conseguido varios seguidores, quienes compartían e incentivaban a otros a verlo en acción. Era el nacimiento de un claro caballo ganador.
Dexter no tenía pensado morir aquí, no podía hacerlo. Había hecho una promesa muy importante con Neil Arath: debía dar un gran espectáculo y a cambio él ayudaría a su familia. Veía poco probable sobrevivir a todo a los eventos de Condena virtual, pero a Dexter no le importaba llegar al final del programa. Solo debía aguantar lo más posible y ganar el mayor apoyó del público posible. Así podría morir con la conciencia limpia y lograría salvar a las pocas personas que él amaba, del error que había cometido antes de ser condenado.
«Pero eso no implica que no pueda divertirme, ¿verdad?», se dijo así mismo mientras avanzaba por el sendero, jalando a su compañero de piernas temblorosas. Él era bueno para lastimar a la gente, asustarlas y castigar a los debiluchos. No solo era bueno, le gustaba hacerlo, y ahora lo premiarían por no contenerse. Después de todo, era lo que el público quería ver y para Dexter resultaba en un ganar-ganar. Todos a excepción de sus futuras víctimas se divertirán.
Luego de un par de minutos de seguir descendiendo, llegaron por fin al segundo camino, el puente lleno de mortíferos obstáculos que debían atravesar si querían alcanzar el otro extremo del precipicio.
Había seis pilares de color negro, del tamaño justo de un pie adulto, separados uno de otros a un saltó de distancia. Lo que significaba que debía ir dando precisos brincos. Al finalizar el sexto pilar, una pequeña plataforma cuadrada los esperaba. A partir de ahí, había dos pares de sogas, las cuales debían usar para llegar al otro extremo. Debian columpiarse en la primera y aprovechar el impulsó para llegar a la segunda, luego utilizar la segunda para llegar al otro precipicio, justo donde estaba el sendero por el cual subirían la montaña para completar el desafío.
Pero antes de dar el último saltó para finalizar el tercer desafío, había una enorme guillotina de metal por la cual tenían que a travesar. Esta se movía de arriba a abajo de manera constante e imparable.
Dexter miraba todos los obstáculos con entusiasmo, su corazón latía a mil. Sabía que se estaba jugando la vida en cada movimiento. Pero su instinto le gritaba que no moriría aquí, por lo que mantenía su entusiasmo. Aquel particular cosquilleo lo bañaba de placer y emoción, brindándole las fuerzas necesaria para sobrellevar cualquier situación.
—¡Es hora de acabar con esto, mejor amigo de juego! —gritó Dexter para preparar a su compañero—. ¡Solo no te detengas y sígueme el paso!
El hombre de dientes brillantes no estaba para nada listo, pero sabía que a Dexter esto le importaba poco. Debía saltar luego de que él lo hiciera, de lo contrario caerían.
«No sé cuánto más soporte esto», se dijo así mismo el pobre hombre, cansado de la horrible situación que estaba viviendo.
Y antes de que pudiera seguir arrepintiéndose, GameOver:) dio el primer saltó, obligándolo a que tuviera que moverse detrás de él...
Fin del capítulo 7
Diccionario:
Nerf ¹: es un cambio que reduce el poder de un personaje, habilidad u objeto con el objetivo de equilibrar el videojuego
O.P ²: las siglas hacen referencia a la palabra overpowered. Se utiliza en los videojuegos con el fin de decir que un personaje tiene mucho poder o está "roto"(desbalanceado).
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