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Capítulo 6

Por la pendiente se escurría la sangre y restos de los cadáveres de otros condenados, dejando una tétrica imagen de presentación del segundo desafío. Perfecta para mostrarle a los "participantes" lo que les sucederá si no lograban moverse a tiempo.

Marcos lo entendió al instante. Pero sabía que no había donde escapar, debía de pasar por ahí. Sin importar que tanto le aterraba la escena, no le quedaba otra opción que afrontar sus miedos.

Mientras Marcos y Flicker observaban todo el escenario, el público en el estadio estaba disfrutando del espectáculo. Ver como los criminales eran castigados los llenaba de júbilo. Los festejos y gritos hacían temblar las gradas.

—¡Mira, papá, mira! —señaló entusiasmado un niño de doce años que estaba en el público.

El padre observó la pantalla de su hijo: veían como la Total-Tuning comenzaba a recrear lo que sucedía dentro del programa. Los cables de metal replegados del respaldar, portaban una filosa punta en su extremo, capaz de cortar la piel como si fuese papel. En el preciso momento que los condenados sufrían daños en la transmisión, eran atravesados de igual forma en sus cuerpos físicos.

Las mortíferas heridas eran del tamaño de un puño. La sangre se escurría a chorros, creando una imagen grotesca y morbosa. Los condenados se retorcían de dolor, suplicando entre lágrimas por su cruel destino.

Mientras el macabro espectáculo se desenvolvía, las luces del estadio empezaron a titilar de diferentes colores, captando la atención de todo el público a la pantalla. Un humo colorido se desplegaba por todas partes, tenía un aroma dulce y sutil, cubriendo el ambiente de manera agradable.

¡Pero ¿qué tenemos aquí!? —expresó Fernando al observar con asombró la transmisión, un par de condenados acababa de completar el segundo desafío—. Al fin algo de habilidad, tenemos al primer equipo en cruzar —agregó entusiasmado.

Todos los espectadores en el estadio reaccionaron igual al presentador. Habían sido sorprendidos. No solo ellos, los condenados dentro del evento también.

Marcos veía con atención al par que había escapado del segundo desafío. Era una clara señal de que el evento podía completarse. Sintió un atisbo de esperanza, impulsado por un fuerte deseó de supervivencia.

Flicker, por su parte, analizaba la situación, buscando patrones para completar con éxito el desafío. Sus ojos seguían con detalle a cada uno de los condenados que intentaba subir la pendiente.

Inesperadamente, un hombre alto y de pelo negro con reflejos verde oscuro, se acercó hasta él.

—Vaya... Esto será divertido después de todo, ¿no te parece, pequeñín? —comentó en voz alta "Unmatched". Confundía el estado de concentración de Flicker con entusiasmo.

Flicker desconcertado, levantó la cabeza para ver al enorme sujeto, con una vincha gris en la frente, que tenía al lado. En su rostro destacaba una cálida sonrisa. A pesar de mostrar algunos rasgos de vejez en su piel, su físico era intimidante y atlético.

Unmatched intercambio un saludo amistoso, un simple gesto tan cotidiano, pero a la vez tan inesperado de presenciar en este lugar. Su mirada desprendía una extraña calma y amabilidad.

—Suerte en la competencia —se despidió Unmatched con ánimos, antes de salir corriendo junto a su compañero.

—¡Oohh! —gritó sorprendido Marcos al ver alejarse al enorme sujeto— ¡Ese era el atleta estrella, Tomás Habston! No puedo creer que esté aquí, es prácticamente una leyenda —comentó entusiasmado. No podía quitarle los ojos de encima—. Incluso su username le va perfecto "Unmatched".

Pero para su mala suerte, el conmovedor encuentro de Marcos con una de las estrellas más famosas de la actualidad, sería interrumpido por las bolas de metal que caían. Varías de estas descendían dando pequeños y ruidosos brincos. Sin mucha dificultad, junto a su compañero las esquivaron moviéndose hacía un lado.

—¿Sabes cómo funciona el programa? —preguntó Flicker, confundido por la extraña emoción de Marcos.

—Un poco... Nunca tuve mucho tiempo libre, y no lo desperdiciaría viendo Condena Virtual. Odio todo lo relacionado al gobierno —agregó una vez más mostrando su frustración.

Flicker aguardo unos instantes antes de responder. Entendía exactamente el disgusto del muchacho. Aun así, no era momento de tener compasión y ser amable.

—Los primeros dos días del evento están hecho de "entrada", para entretener a la multitud con la masacre. Escogen a muchos participantes y los lanzan en pruebas sencillas y vistosas. Por eso, la mayoría de los que están aquí son criminales poco talentosos —explicó con simpleza, tratando de ser lo más claro posible—. Entre el primer grupo, se encuentran lo que ellos llaman "los caballos ganadores". Individuos con capacidades físicas superiores y diestros en el combate. Ya sean asesinos, peleadores, bandidos, etc...

—¿Por qué los emparejan de esa forma? —preguntó confundido el muchacho, arqueando una ceja.

Condena Virtual es un espectáculo —respondió a secas y con un notable desagrado—. Ponen a gente con habilidad para que destaque y así la gente pueda apostar por ellos. Quieren alimentar sus "estadísticas", mostrando de lo que son capaces, y lo mortífero que pueden llegar a ser. Debes prestar atención a los demás condenados y evitar a aquellos que son peligrosos. Como, por ejemplo, Tomas Hatson —sentenció con seriedad, buscando ayudar—. En algún momento es probable que tengamos que enfrentarlo...

—¡Maldición! Tienes razón —respondió desanimado Marcos—. Yo... no creo lograr salir de aquí. —Agachó la cabeza y la sonrisa que había conseguido por ver a alguien tan famoso desapareció.

Sintió como si le hubiesen tirado un baldazo con agua fría. Cada vez que lograba superponer su miedo, era golpeado con la realidad. Sabía que no tenía oportunidad de salir de aquí, él solo servía para que los demás condenados se lucieran. Siempre había estado acostumbrado a ser el chico débil del grupo, por eso, a pesar de la situación, trataba de verle el lado positivo. Pero aquí todo era muy diferente a cualquier otra cosa que hubiera vivido. Su vida acabaría en el mismo instante que cometiera un error.

—No lo sabrás si no lo intentas —dijo Flicker apoyando una de sus manos en el hombro del chico para consolarlo—. Además, ¿qué más tienes que perder? No te queda de otra que esforzarte y esperar tener algo de suerte —agregó para animarlo.

—La suerte nunca estuvo de mi lado, inc...

Otra vez, fueron interrumpidos por el sonido metálico de una bola de metal rebotando hacía su dirección. El mortífero obstáculo avanzó por un costado, sin golpearlos.

—¿No crees que esta parte es algo fácil? —opinó Marcos mientras lo miraba confundido.

—Por ahora, mientras vayamos subiendo será más complicado —le indicó Flicker—. El espacio que tenemos aquí es muy amplio, además su velocidad se ve reducida debido a que golpearon a otros antes de descender.

Marcos al cruzarse de nuevo con aquellos ojos azules, llenos de vida, despertó algo dentro de él. Una pequeña llama se encendía, dotándolo de un ferviente deseó por sobrevivir.

«En todo momento él se ve seguro», pensó Marcos. «Siempre va un paso adelante, viendo con detalle todo lo que sucede a nuestro alrededor... Tengo que ser como Flicker si quiero tener, aunque sea una posibilidad de salir de aquí», se dijo así mismo, convencido de haber encontrado el camino que debía seguir.

Marcos intento mostrarse decidido, imitando los gestos de su compañero. Con la información que le habían dado, se dispuso a observar su entorno, buscando a los criminales peligrosos que debía evitar.

No tardó mucho en hacerlo, a lo lejos, justo en la mitad de la pendiente, se distinguía un condenado: era de aspecto musculoso, las mangas de su remera habían sido arrancadas, del mismo modo, convirtió su pantalón en un short. Su cabello azul decorado con algunos reflejos celestes, contrastaba con lo moreno de su piel. A pesar de su robusto cuerpo, se veía diestro en cada en cada movimiento.

—Esto nos está llevando demasiado —dijo molesto el hombre con username de "Raíkami".

Era alguien de actitud energética y explosiva. No soportaba el tener que ir moviéndose de lado a lado para agarrarse de las paredes, esperando para esquivar las letales bolas de metal.

—Hay que seguir moviéndose de esta forma, con cuidado. No nos falta mucho —respondió su flacucho compañero, con cierto cuidado de no hacerlo enojar, desde un comienzo lo había estado arrastrando a la fuerza.

—¿Lento? ¿Con cuidado? —Raí se detuvo para observar su alrededor—. Espero que no te quedes atrás, basura —advirtió preparándose para correr con todo lo que tenía.

—¿Qué estás pensando hacer? ¡Harás que nos maten! —gritó tembloroso el hombre de ojos saltones que estaba enlazado a Rai. Un mal presentimiento lo abordaba.

De todas formas, el flacucho no era más que una simple mochila que era arrastrada a donde Rai quisiera. El musculoso hombre no dudaba en usar su imponente fuerza para llevar el ritmo. No necesitaba del trabajo en equipo, él por si solo podía enfrentar a cualquier reto que se le atravesara.

—Es nuestro turno de lucirnos, estos debiluchos no nos dejarán atrás. Te recomiendo hacer lo mismo que yo si no quieres morir —dijo Rai de manera amenazante, fulminando con la mirada a su compañero.

Raí sonrió y empezó a moverse en línea recta. Se acercó a un cadáver, mejor dicho, a los restos que quedaban de él y lo agarró. Su monstruosa fuerza le permitía cargar con más de setenta kilogramos como si nada. Unos segundos después, una bola de metal fue directo hacia su dirección. Él, sin siquiera dudarlo, siguió adelante, aceptando el desafío que se le presentaba delante.

—¡Aquí vamos! —rugió emocionado el hombre de pelo azul y energética personalidad.

Rai usó el cadáver que llevaba como escudo, desviando el impacto de la bola de metal. La sangre salpico todo su rostro, exponiendo una sádica sonrisa, digna de alguien con experiencia lastimando a otros. Su vida de pandillero lo dotó de una crianza llena de violencia y muerte.

—Vaya... funcionó —exclamó Rai sin perder su animada expresión.

—¡Estás loco! —gritó aterrado su flacucho compañero—. Ni siquiera sabias si fun...

—Deja de perder el tiempo hablando —interrumpió Rai, demostrando que ni le interesaba escucharlo—, creo que puedo hacerlo una vez más —comentó moviéndose en línea recta hacía la cima, dejando de lado la sutileza y el cuidado.

—¿¡Creo!? —preguntó aterrado, su piel se iba volviendo pálida a medida que avanzaba por la pendiente. No le gustaba el compañero con el que lo emparejaron, era demasiado grande y violento.

Rai y el condenado de ojos saltones, al avanzar en línea recta sin preocuparse por esquivar, se adelantaron demasiado, ya les faltaba poco para llegar al final del desafío. Cuando podían vislumbrar el final del desafío, ambos se vieron de nuevo en el mismo problema: una gran bola de metal iba en su dirección.

Raikami embistió con ferocidad, sin una pizca de duda o miedo. Todo lo contrario, estaba entusiasmado al saber que debía usar de nuevo su "escudo". Levantó en alto los restos del cadáver que llevaba y corrió directo a la bola de metal, desprendiendo a su paso una confianza absoluta.

Al impactar, un fuerte crujido se escuchó, varios de los huesos del cadáver se rompieron, ocasionando una lluvia de sangre a su alrededor. Pero esto no fue suficiente para frenar a Raikami, quien consiguió desviar la bola de metal y seguir adelante, logrando llegar a la cima de la pendiente.

El energético hombre de pelo azul sonreía de oreja a oreja, mientras se limpiaba la cara con su antebrazo. No era más que un juego de niños para él. Ni siquiera lo consideraba desafíos.

¡Cuánto desprecio por la vida de tus compañeros! Claramente este sujeto tiene mi likecomentó Fernando al ver lo que hizo Rai.

—¡Raikami! ¡Raikami! ¡Raikami! —vitoreaba con júbilo el público al ver aquella muestra de brutalidad.

Acababan de reconocer a un caballo ganador. Sádico, fuerte e imponente. Justo como les gustaba. Muchos de los espectadores empezaron a seguir en su pantalla a Rai. Era el centro de los chats en vivos. Todos querían seguir viendo los actos de este condenado, era cuestión de tiempo para que se luciera de nuevo y masacrará a otros criminales.



Marcos observó con atención el despliegue de fuerza y violencia de Raikami. Ahora entendía la explicación de Flicker y el funcionamiento del programa.

Tragó saliva y respiró hondo para calmarse. Acababa de descubrir que era afortunado de tener a un compañero con una actitud tan bondadosa. No debía dejarse consumir por las emociones negativas, tenía que darlo todo, sin importar el resultado.

—¿Estás listos, muchacho? —preguntó Flicker, preparado para aventurarse al macabro desafío.

Marcos asintió sin pensarlo. Su corazón palpitaba con fuerza, golpeando de manera incesante su pecho. Era como si gritará que no sé atreviera a avanzar. Sin embargo, estaba decidido. Huir no era una opción.

Las enormes paredes de color neón que los rodeaban creaban una atmosfera claustrofóbica. La sangre cubría la pendiente, como un pequeño rio rojizo que descendía, sirviendo no solo de un lúgubre presagio de muerte, sino también como otro obstáculo, ya que provocaba que fuese complicado avanzar sin resbalarse. Las extremidades cercenadas y cadáveres esparcidos demostraban a la perfección la letalidad del desafío. La peste a tripas y heces era nauseabunda, causando arcadas a los frágiles de estómago.

Flicker tomó la iniciativa y comenzó a subir. Su concentración, acompañada de agiles y precisos movimientos, le permitía avanzar con gracia entre medio de los obstáculos. Sus cualidades de lideres destacaban al instante, concediéndole a Marcos un camino seguro y fácil de seguir.

El constante zigzag los mantenía lejos de las letales bolas de metal, y la astucia de Flicker para evitar la proximidad con los demás condenados abría las puertas a un ascenso sin complicaciones.

Marcos actuaba como una sombra, imitando casi a la perfección a su compañero. Sus ojos no se apartaban de él, y la constante actividad de su cuerpo no le permitía pensar en su alrededor. Ni los incesantes gritos de pánico de los demás, ni el temible tintineo metálico de las bolas de metal, podían distraerlos. Toda su atención se centraba en Flicker.

A medida que el tiempo transcurría, cada segundo se volvía más pesado. A causa de la extrema situación, el cansancio físico y mental comenzaba a ganar terreno en sus cuerpos. La cima de la pendiente se encontraba cerca; sin embargo, el peligro aumentaba de manera considerable. Las bolas de metal descendían a toda prisa, llovían del cielo de manera inesperada, sepultando a cualquier incauto que no reaccionará a tiempo. Su rebotar era impredecible, lo que otorgaba escasos segundos para actuar.

El ascenso de Flicker y Marcos fue interrumpido por la mortífera bola de metal. El líder rebelde retrocedió hábilmente, logrando esquivar el letal golpe. Pero a causa de un movimiento tan imprevisto, sus pies se resbalaron por la sangre en el suelo, cayendo de espaldas junto a su compañero.

No tenían tiempo que perder, podían escuchar el tintineo metálico acercarse a ellos. Era una terrorífica advertencia que se aproximaba, provocando un temor inevitable.

Desesperados y con el corazón a punto de estallar, el dúo logró levantarse y saltar a un lado, sintiendo al enorme objeto pasar por su espalda. Una inconfundible brisa gélida los acarició, representando la cercanía del abrazó de la muerte.

Flicker se puso de pie y con la vista en frente se preparó para terminar con la travesía. Pero antes de seguir, un fuerte jalón en la cintura lo retuvo.

—¡Suéltenme! —suplicó Marcos retorciéndose de lado a lado, tratando de librarse de las manos de dos condenados que lo sujetaban con fuerza y malicia.

Antes de que el líder rebelde pudiera actuar para ayudar al muchacho, se vio sorprendido por caída de otra esfera de hierro, a tan solo unos centímetros detrás suyos.

—¡Al suelo, muchacho! —gritó con desesperación, se encontraba abrumado por la situación.

Sin embargo, su extensa experiencia le permitió reaccionar con prisa: embistió con fuerza a Marcos, llevándolo al suelo, junto a los otros dos condenados que lo sujetaban. La bola de metal paso por encima de ellos, congelándoles la sangre a todos.

Flicker aprovecharía el desconcierto, pateando a los dos condenados que aún se aferraban al muchacho, logrando así liberarlo. Utilizo la soga digital por la que estaban entrelazados para jalarlo y ayudar a alejarse de los enemigos.

Marcos reaccionó acorde a su compañero, gateando entre el húmedo suelo cubierto de sangre y, una vez listo, se puso de pie. Sus piernas se tambaleaban, dejando ver una huida torpe y tosca, pero lo suficiente para volver al desafío.

La cima estaba delante de ellos, a tan solo unos pocos metros. Avanzaban con el anhelo de escapar de una vez por todas del macabro escenario en el que se encontraban.

Una vez que finalizaron el ascenso por la pendiente, ambos, al mismo tiempo, dejaron escapar un reconfortante suspiró. Intercambiaron miradas y sonrisas de triunfo. Llevaban juntos poco tiempo, pero el estar en peligro y cerca de la muerte los unía de una manera sincera. Eran recubiertos por una suave sensación de camaradería.

Sin siquiera decir una palabra, tan solo con unos simples gestos, continuaron caminando hasta la brillante luz celeste que se alzaba hasta el cielo.

Unos titilantes carteles coloridos rodeaban la entrada, escrito con diferentes palabras de "apoyó":

"¡Felicidades por completar el segundo desafío! "Si estas leyendo esto significa que no eres un colador" "Esperamos que estés disfrutando de los juegos, ¡sigue así!". "Si te gusta ser rebanado, te tenemos una sorpresa, el siguiente juego es para ti".

—¿¡Re-rebanado!? —leyó en voz alta Marcos, exaltándose.

—Solo están jugando contigo, no le des importancia —comentó Flicker, actuando con serenidad.

—Okey... —respondió con inseguridad, tratando de no reflejar en su rostro las dudas e incertidumbre que lo asediaban.

A medida que avanzará, no tenía dudas de que todo se iría complicando. La palabra "rebanar" solo empeoraba el miedo en su interior. Recreaba en su mente un sinfín de situaciones macabras que se vieran relacionadas con aquella advertencia.

—Hay un momento en la vida de toda persona que lo marca para siempre —dijo Flicker con suavidad, en un tono reflexivo—. Es cuando encuentras aquello por lo que vale la pena esforzarse y sacrificar todo, con tal de protegerlo —Su mirada se centro en los temerosos ojos del muchacho—. Dime, muchacho, ¿qué albergas en tu corazón? ¿Qué es lo que te motivó día y noche en tu pueblo, y te hizo no bajar los brazos ante la injusticia a la que eras sometido? —Poco a poco, su voz iba tomando fuerza y pasión.

Marcos buscaba en sus recuerdos todos los momentos que había compartido con su familia. Todas las luchas que tuvieron juntos. Cada día que soportaron el hambre, la sed y el duro trabajo, con tal de estar juntos. Las constantes promesas de un mañana mejor, un futuro que apenas se podía vislumbrar en sueños, pero que eran lo suficientemente fuerte para aferrarse a ello.

El muchacho apretó con fuerza los puños, invadido por la frustración y la injusticia. Quería volver a ver a su familia. No le importaba la odisea que estaba atravesando, aún seguía preocupado por ellos.

—Esa es la mirada y la convicción que necesitas tener —agregó Flicker, deteniéndose al frente de él—. Que el deseo que tienes ahora en mente, te impulse a enfrentar tus miedos. Mientras sigas luchando por él, tendrás una excusa para engañar a los sentidos.

Flicker sonrío de manera cálida antes de finalizar su ayuda. Por primera vez apartó la mirada y le dio la espalda a Marcos.

—Tienes que ir con todo, sin guardarte nada... —dijo en voz baja—. Esa es la forma de vivir sin arrepentimientos. Y más ahora, que no sabemos en que momento todo acabará... No tenemos nada que perder.

Marcos quedó atónito. Sabía con exactitud a lo que se refería. Sí alguien que desprendía confianza y seguridad, acompañado de una notable astucia y habilidad para casi cualquier cosa, dudaba de salir vivo de aquí, "¿qué quedaba para él?", se preguntaba.

«Sí Flicker está preocupado, entonces es normal que yo lo esté», reflexionó al instante Marcos. «Es cierto, ya no tengo nada que perder... si me doy por vencido, moriré de manera patética».

Los ojos de Marcos se centraron en la espalda de su compañero. Aquella que había estado siguiendo con total concentración durante los últimos minutos. Era su anclaje a tierra, su luz en medio de la oscuridad.

—Ya estoy listo. Sigamos —avisó Marcos, entendiendo de que, si quería actuar como un hombre, debía seguir los pasos de su compañero.

Flicker lo miró e hizo un pequeño gesto en señal de que estaba de acuerdo. Podía ver con claridad la determinación en la mirada de Marcos. Siendo ahora él, quien era contagiado por su actitud. La llama de la vida brillaba en ambos, estaban listos para afrontar cualquiera fuera el desafío que seguía.

O eso creían...

Sin perder tiempo, ambos entraron al portal, siendo teletransportados al siguiente escenario.


Fin del capítulo 6


Representación grafica de Rai llevando a su compañero 🤣


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