Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 5


Todos los condenados se quedaron absortos ante la situación. Leves gemidos ahogados se apreciaban, como un clamor de un alma en pena. Algunos observaban boquiabierto y con sus ojos a punto de saltar de sus cuencas por el terror que les generaba obvserbar a Crashy en lo alto, iluminado por aquella tétrica luz roja. Otros, solo temblaban y apretaban sus puños, en un claro sentir de frustración y desesperanza.

Entre todos ellos, se encontraba un joven de diecisiete años, llamado Marcos. Destacaba al instante por su aspecto de niño inofensivo, con un corte estilo "taza" y de color marrón, algo que pocas veces se veía. La ropa de prisionero le quedaba holgada, otro detalle que dejaba notar que él no estaba hecho para estar aquí.

Marcos estaba paralizado. Veía con atención a Crashy, quien escudriñaba a todos los presentes, mostrando su deseo por reclamar sus almas, cual demonio. La pequeña mascota virtual había perdido todo su toque inocente, no estaba ahí para hacer amigos, era el mensajero de la muerte.

Por un instante, los ojos de Crashy se cruzaron con los de Marcos, lo que hizo que al joven se le congelara la sangre. Un fuerte dolor en su pecho lo sacudió, tal como si le clavaron un cuchillo. Nunca había experimentado un terror tan palpable. En un instintivo reflejo, Marcos intentó retroceder, pero su cuerpo se movía de manera dificultosa. Además, todos a su alrededor estaban inertes, formando un muro e impidiendo cualquier acción.

—¿¡Están listo para disfrutar del evento!? —preguntó con entusiasmo Crashy, volviendo a su habitual comportamiento amigable—. No lo parecen, eh... —agregó, alzando una ceja—. Bueno, no es como que importe. ¡Listos o no, la función debe continuar!

Unas pequeñas animaciones digitales se proyectaron a su lado, las cuales, de manera caricaturesca y coloridas, iban a mostrar todo lo que él hablaba.

—¡El primer evento consta de cuatro grandes pruebas! —anunció dando un pequeño giró, para después señalar a su lado, donde se mostraban cuatro cuadrados grises, cada uno adornado con un signo de interrogación dorado—. A medida que avancen, estas se irán revelando, por lo que espero que no les moleste que queramos mantener el misterio. Aun así, les diremos cual es el objetivo principal.

En ese mismo instante, la cintura de cada uno de los condenados se iluminó con un intenso destello, este adquirió la forma de una soga y se enrolló en ellos. Luego, sin perder el tiempo, se estiró a la persona que tenían al lado, dejándolos unidos, en parejas.

—Estarán atados a un compañero al azar y deberán cruzar todas las pruebas juntos —dijo Crashy, mientras los demás se adaptaban a lo que sucedía—. Su objetivo es llegar al final del evento. ¡Así de sencillo como suena! —gritó, riéndose con ironía—. Mientras crucen la meta con su compañero, o gran parte de él, lo demás no importa. ¡Todo está permitido! —anunció levantando sus brazos en alto—. Lúzcanse, sean creativos, diviértanse y, lo más importante, diviértanos. Por favor, no mueran... o no lo hagan sin sentido.

La luz roja que iluminaba a Crashy se apagó, dejando escuchar un fuerte ruido de interruptor. Sin embargo, la sonrisa digital de la mascota aún resplandecía de manera tétrica en la oscuridad.

—Creo que no hace falta decirlo, pero si cruzan la meta sin su compañero, serán descalificados —informó en un tono frio, sin bromas de por medio—. Créanme, nadie... quiere ser descalificado.

Un pequeño contador que marcaba sesenta segundos apareció al lado de Crashy.

—Solo los primeros ciento cincuenta equipos podrán ganar. Los que sobren, bueno, tendrán su... debida recompensa... —Levantó una de sus manos y empezó a sacudirla con fuerza para despedirse—. ¡Mucha suerte y disfruten del programa!

La mascota desapareció frente a los ojos de todos. El bullicio estalló al instante; gritos y llantos acapararon el escenario. Quejas y suplicas se imponían, en un desesperado intento de apelar a la compasión. Algo que era obvio que no sucedería, pero el miedo los hacía perder el sentido común.

Marcos agachó la cabeza y se distrajo en la soga que lo tenía atado, sus colores turquesa y esmeralda danzaban, como si estuviera viva. Siguió con la mirada el cable digital, hasta toparse con la cintura de su compañero. Poco a poco levanto la vista, cayendo frente a unos ojos de color azul, tan intensos como el de algunas estrellas de su planeta.

Por alguna extraña razón, logró sentirse aliviado. Una efímera calma lo recubrió.

—¿Estás bien, muchacho? —preguntó el hombre, esbozando una sonrisa amistosa—. Tienes que estar concentrado para lo que viene —agregó.

—Ah, sí... Lo siento —respondió lo primero que se le vino a la mente—. Lo intentaré —susurró con desconfianza.

—No te preocupes, mientras no dejes de intentarlo, todo es posible —comentó al instante, en un claro intento de motivarlo—. En el momento que dejes de hacerlo, será cuando realmente todo se acabe.

Aquella cálida actitud sorprendió a Marcos, no esperaba encontrarse con algo así en medio de todo el caos que había. Tal vez por esa razón, sus palabras entrarón con fuerza dentro de él, todo a su alrededor era como una tormenta, y su compañero parecía ser un pequeño refugio.

El joven con corte de taza liberó una leve sonrisa, levantando la mirada, en señal de compañerismo. Arriba de la cabeza de su compañero, había unas letras negras que llamaron su atención.

—¿Flicker? —preguntó confundido Marcos.

—Un gusto, muchacho —Estiró su mano para darle un apretón—. Vamos a salir juntos de esto —agregó con firmeza y una notable convicción en su rostro.

Flicker era un hombre que desprendía un aura de seguridad y confianza. Se mostraba amigable, al instante reconoció que Marcos estaba asustado y quería ayudarlo. No solo porque estaba conectado a él y su vida dependía del trabajo en equipo, sino que, sabía distinguir cuando alguien había sido víctima del gobierno. A diferencia de la sociedad que estigmatizaba a los criminales y los tachaban como seres impuros y sin derechos humanos, los rebeldes sabían que, en muchos casos, gente era condenada por razones de injusticia.

En el momento que ambos concretaron el saludo, las sospechas de Flicker se aclararon. El muchacho tenía las manos ásperas, duras y llenas de callos. Cualidades inherentes de un esclavo. Por su aspecto, descartaba de inmediato que fuera un guerrero o estuviera adiestrado en combate.

Sin embargo, no hubo tiempo para hablar, el contador llegó a cero. Una estruendosa trompeta fue escogida para simbolizar el inicio. La plataforma de color negro sobre la que todos los condenados estaban, se vistió de gala para guiar el recorrido, adoptando diferentes colores neón, que titilaban de manera llamativa. Un sendero decorado con flechas en el suelo se alzo entre medio del oscuro vació que los rodeaba, invitándolos de manera implícita a ir por ahí.

Cegados por el terror a la muerte y los colores brillantes, los condenados se abalanzaron en una desorganizada estampida. El caos no tardo en estallar y, con ello, la risa del público que los veía. Él actuar de los criminales era muy acorde a lo que esperaban de ellos "que se comportarán como animales salvajes, yendo al matadero".

Marcos hacía todo lo posible por no dejarse arrastrar. Soportaba cada codazo, empujón y golpe, de cada uno de los hombres y mujeres que pasaban por su lado. Era consciente de que, si era derribado, sería sepultado en una lluvia de pisotones.

Al cabo de unos segundos, el incesante ruido de la gente corriendo y luchando, se alejó de donde él estaba. No todos los condenados se dejaron llevar por el pánico, había otros que también observaban desconcertados la situación. Desde lo lejos, Marcos podía apreciar como poco a poco, el sendero que estaba iluminado con flechas, se iba haciendo más y más angosto. Al mismo tiempo de que, los demás se aglomeraban, dando lugar a peleas y empujones.

En medio de la batalla, una pareja fue lanzada fuera del camino, captando la atención no solo de los presentes, sino de toda la audiencia. El dúo gritaba con todas sus fuerzas, sentían como la garganta se les desgarraba, sabían que era el ultimo clamor de sus vidas. Mientras caían a su inevitable muerte, eran absorbidos por aquel profundo abismo sin fondo. Su voz se perdía en la distancia, hasta no ser nada más que un simple eco y un mero recuerdo en la mente de todos.

—¡Y allá van los primero! —comentó Fernando, uniéndose al festejo del público en el estadio—. Se suponía que debían ser los primeros en llegar a la meta, no al suelo —agregó entre risas, sin perder la mirada de la enorme pantalla encima suyo.

Los condenados dentro del evento no podían escucharlo, solo aquellos que se encontraban en el Edificio Conexión y los que sintonizaban el programa.

La pantalla principal enfocó el cuerpo físico de los perdedores que habían caído: se desplegaron varios cables de metal del respaldar de la Total-Tuning a la que estaban conectados, los cuales los sujetaron de cada una de sus extremidades. Los grilletes que los sostenían se abrieron y fueron levantados en lo alto por los cables. En el preciso momento en el que, se vio en la transmisión como los condenados se estamparon en el suelo, se recreó el mismo escenario en la vida real: con un fuerte movimiento los estrellaron contra el piso del escenario, produciendo un sonido similar a cuando se revienta una bolsa llena de aire. Sus cuerpos se destrozaron al instante, esparciendo sus órganos por todas partes, tiñendo la zona de rojo.

Las pocas partes del cadáver que aún se mantenían unidas, se encontraban en posiciones anatómicamente imposibles. Los fragmentos de huesos saltaban a la vista y la sangre brotaba como una espeluznante fuente.

La audiencia festejó con euforia la primera baja. Para ellos representaba la justicia en acción. Una basura más que había pagado el precio por sus pecados. Y, como no, un espectáculo digno de ver, sintiéndose partes del evento y de su macabra complicidad con el gobierno.

El espectáculo comenzaba, uno a uno, los demás condenados empezaron a sufrir las mismas consecuencias. Toda la atención fue captada por el desfile de muertes que sucedía. Mientras más se mataban dentro del evento, más deleitaban al público. El estadio se inundó de gritos al a unisonó de frases como "se lo merecen", "eso les pasa por oponerse a la ley", "ahora se lo pensaran dos veces" y más...

El mensaje era claro, todos los que cometieran delitos, serían meros objetos de entretenimiento para la sociedad, y una muestra de advertencia hacía los demás criminales.

—Supongo que aquí viene la famosa frase de nuestras madres: si tu amigo se tira de un puente, ¿tú también lo harías? —comentó Fernando mientras volaba en su plataforma por el estadio, viendo como más condenados caían al vacío y, por ende, a su inevitable muerte—. Bueno, eso explican porque son tan tontos para perder a penas comenzar el desafío, ¿no creen?

Marcos tragó saliva, en un esfuerzo por reaccionar ante lo que sucedía, era un espectador más del horrible escenario que se estaba librando a varios metros suyo. Los agobiantes gritos de gente cayendo y siendo consumidos por la oscuridad, no cesaban.

—Y... esto recién comienza —articuló a duras penas Marcos. Le resultaba difícil de creer el odio y la saña que presenciaba en la mirada de los demás condenados mientras se empujaban entre ellos.

—Están desesperados —respondió Flicker parándose a su lado—. Además, no son muy inteligentes que digamos. Hay que tener cuidado cuando avancemos —indicó, buscando los ojos de Marcos.

—¿Avanzar? —preguntó con incredulidad—. Nos ma...

—Solo hay que saber cuando actuar —interrumpió de inmediato, volviendo su mirada al frente para observar el sendero por el que debían ir.

Marcos prefirió quedarse en silencio, de lo contrario solo diría algo innecesario. Lamentarse, llorisquear o quejarse, no servían de nada. Desde el momento en que supo que fue seleccionado para Condena Virtual, se había mentalizado que daría de todo de si para intentar salir. No por él, por su familia. Quería verlos una vez más.

El joven cerró los ojos, apretó los puños y endureció su temeroso corazón. No debía dejarse llevar por sus emociones, de lo contrario solo estorbaría.

—Ahora, muchacho —indicó Flicker, al ver como el camino había quedado libre.

Ambos empezaron a correr, guiados por las brillantes flechas color neón en el suelo. A medida que avanzaban, el espacio se iba reduciendo y, al cabo de unos segundos, era del tamaño justo para que entrara un pie.

—Vamos a sentarnos, será más seguro así —dijo Flicker, mirando hacia atrás para ver la reacción de Marcos.

—Creo... que puedo hacerlo de pie —respondió, no quería que perdieran tiempo por su culpa.

Sus temerosos ojos se enfocaron en el delgado camino, era como si se tratase de un frágil puente. Una trampa sencilla pero eficaz, que jugaba con la impaciencia y el temor al caer. Aún, cada cierto tiempo, se podía escuchar la voz de alguien perdiéndose en el vacío. El breve silenció era interrumpido por ecos y susurros que escapaban de la oscuridad, creando una atmosfera tétrica a cada paso. 

—Podríamos... pero es mejor ir a lo seguro. —Sin esperar, Flicker se sentó en el lugar para prepararse—. Nos iremos arrastrando, de a poco. No tienes que preocuparte por los demás, no van a acercarse, de lo contrario saben que podemos empujarlo —agregó con seguridad, mostrando que sabía lo que hacía.

Marcos no insistió e imito a su compañero. Le parecía algo extraño la forma en que se movía, pero también le resultaba más cómoda. Sin darse cuenta, se distrajo, desviando la mirada hacía abajo y llevándose un susto que nunca antes había experimentado. Sintió como si la interminable oscuridad del vacío fuese a tragarlo. Su corazón dio un salto y su vista se nublo por un segundo, provocando que se inclinará para agarrarse del suelo.

—Niño, no pierdas de vista mi espalda —dijo para ayudar Flicker, al notar a su compañero exaltado—. ¿Me escuchas? —insistió, solo podía escuchar la fuerte y espasmodica respiración de Marcos.

—S-sí. Estoy bien —respondió volviendo en sí, siguiendo una vez más el consejo que acababan de darle—. Puedo hacerlo...

—Lo sé, solo no te distraigas.

Una vez más, con cuidado, ambos empezaron a avanzar. Algo que era tan sencillo como moverse por una plataforma, estaba poniendo los sentidos del muchacho al máximo. Él sabía que esto no era un juego. Aquí, cualquier error se pagaba con la muerte. El nerviosismo, el temor y la ansiedad, eran un arma peligrosa, que dificultaba hasta las tareas más simples.

—¿De donde eres? —preguntó Flicker, buscando aliviar la tensión y ocupar la mente de Marcos en algo más ameno.

—Del Sector Oeste —respondió a secas.

—¿Eras un esclavo?

—No. O no del todo —dijo apretando la mandíbula—. En teoría no, pero es como si lo fuéramos.

—Tienes que ser más específico —comentó para incentivarlo a hablar.

—Soy de un pueblo minero llamado Pico-alto. La corporación del gobierno llamada "MineralesParaTodos" compro todos los derechos del planeta, dejándonos dos opciones: trabajar para ellos y pagar los derechos de la tierra para poder quedarnos en nuestros hogares, o irnos a otro lugar... —El tono de Marcos acababa de cambiar, ya no se apreciaba el temor, pero si la frustración—. Esos desgraciados nos explotan con cuotas altísimas...

Justo en ese momento, a lo lejos se podía apreciar un cartel gigante, con la palabra "fin del primer desafío". De la misma forma, la plataforma volvía a su tamaño normal.

—Mira, muchacho, ya casi terminamos.

Marcos alzó la mirada y al ver que estaba a punto de lograrlo, una leve sonrisa apareció en su rostro. «¿Lo hice?», pensó con incredulidad. «De verdad logre sobrevivir».

—No era tan difícil, ¿verdad? —expresó Flicker de manera amigable.

Ambos se pusieron de pie y cruzaron aquella meta, con un pequeño entusiasmo cubriéndolos, tan frágil como el cristal. Era como si acabaran de dar un gran paso para salir de ese desagradable lugar.

Pero aún les faltaba mucho para terminar y lo sabían. Un pequeño haz de luz de color celeste los esperaba, y las flechas en el suelo los llevaban hacía ahí. Al lado había un pequeño cartel: "Felicidades por no convertirte en un fiambre. Estamos orgullosos de ti. Salta hacía la luz y prepárate para el siguiente desafío".

—¿Estas listo? —preguntó Flicker, expectante de cada gesto de su compañero.

—Eso creo...

—Bueno, eso también pensabas del primer desafío, ¿no? —comentó adoptando un tono más animado—. Eso significa que también podrás con el que sigue —dijo para animarlo una vez más—. Recuerda, en el momento que dejes de intentarlo, es cuando realmente se acabó.

Marcos no entendía como era que Flicker podía demostrar tanta confianza. Sus gestos, miradas y palabras, eran tan esperanzadoras. Sin duda, estaba agradecido de tenerlo a su lado. Y, esa era una buena razón para luchar, debía de darle una mano a su compañero, para agradecerle lo que estaba haciendo por él.

Una vez que ambos se prepararon, saltaron dentro de aquella luz celeste. Al instante sintieron como eran desarmados otra vez en varios fragmentos digitales. Sus cuerpos se adormecían y su mente era transportada a una alta velocidad, lo que les daba la sensación de estar en un extraño sueño.

Poco a poco, los fragmentos se volvieron a unir. Del mismo modo, volvían a recobrar los sentidos. El desagradable sabor metálico estaba de nuevo. El olor que los rodeaba era a sangre, tripas y heces, algo que de inmediato los hizo reaccionar y ponerse en guardia. Los gritos de pánico venían de todas direcciones, acompañados de un extraño retumbar metálico.

—¡Cuidado! —advirtió Flicker, provocando que ambos saltarán en direcciones opuestas y se recostarán en el suelo.

Una enorme bola de hierro pasó rebotando entre ellos. Era del tamaño del torso de un adulto, recubierta con varios pinchos afilados. En cada sitio donde brincaba, manchaba el suelo de un líquido, espeso y de color rojizo. Era una clara señal de que ya había tomado otras víctimas.

—¿¡Que diablos fue eso!? —preguntó Marcos, mientras se levantaban y observaban su alrededor.

El escenario consistía de una pendiente inclinada que se alzaba delante de ellos. A los lados, estaban rodeados por paredes de color flúor, que servían para brindarle una zona para que rebotaran aquellas esferas asesinas al descender.

Las bolas de hierro llovían desde la cima, aplastando y atravesando a cualquiera en su paso. El golpeteo que realizaban al caer generaba un sonido grave e inconfundible, similar al tintineo de una campana gigante. A medida que descendía por la pendiente, tomaban más velocidad, llevándose consigo la vida de cualquier condenado que no fuese lo suficientemente ágil para esquivarlas.

—¡Este escenario está como para morirse!, ¿no les parece? —bromeó Fernando al ver en la transmisión a varios de los condenados siendo embestidos y destrozados— ¡Vamos, tu puedes! —gritó alentando a un par que estaba logrando sortear el desafío—. Ustedes pueden, a su izquierda, a su izqu... —Cerró los ojos y apartó la mirada, mostrando una cara de desagrado al presenciar como acababan de ser aplastados—. Era su otra izquierda...



La sangre, extremidades y tripas de los cadáveres se escurrían por la pendiente, debido al nivel de destrozó de los cuerpos. Las expresiones de pánico de las victimas seguían plasmado en sus inertes rostros. Una atmosfera fúnebre y de muerte consumía el lugar. La desagradable escena era la carta de bienvenida perfecta para presentar el segundo desafío. Dejaba en claro sus intenciones: cualquiera que no fuese lo suficientemente ágil, se volvería otra macabra decoración.

Mientras Marcos y Flicker contemplaban el paisaje de pesadilla que se extendía ante ellos, el estadio vibraba con un clamor de júbilo. Los espectadores veían con gozo las escenas, una tras otras, con un placer morboso, disfrazado de un falso sentido de justicia. Sus ojos ardían al ver a aquellas criminales, que eran considerados peor que la basura, sufrir su inevitable castigo divino, a manos del amado Neil y el gobierno. Todos los presentes se dejaban llevar por una pasión que los unía y saciaba sus vacías almas.

Marcos apretó los puños, buscando coraje de donde fuese necesario. Su respiración agitada dejaba en evidencia su verdadero sentir. Él entendió a la perfección el mensaje que le enviaban, lo querían muerto. No solo eso, se deleitarían al ver el final de su vida.

No había donde huir. No había escapatoria.


Fin del capítulo 5

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro