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Capítulo 4



Todo el estadio se iluminó con luces y pirotecnias estrafalarias. Los espectadores al ver el estallido de colores sintieron una descarga de adrenalina y placer recorrer por su cuerpo, rugiendo todos en un mismo sentir. El olor a humo de los fuegos artificiales y comida chatarra estaba por doquier.

Un haz de luz apareció, siguiendo al presentador: un pequeño hombre que tenía la misma estatura que un adolescente. Llevaba un arreglado y esponjoso afro. Vestía con una camisa naranja, corbata amarilla y una chaqueta de lentejuelas. Y, como no, sus característicos lentes de color negro, eran unas gafas redondas que se apoyaban en sus lagrimales, no servían para nada más que estética.

El pequeño y carismático presentador de tez morena, llamado Fernando, se movía alrededor del estadio en una plataforma voladora de color gris. Circulaba con gracia por encima de las tribunas, generando en el público un deseó inevitable de estirar sus manos para poder estar, aunque sea un poco más cerca de su ídolo.

Fernando se detuvo en el centro del estadio y tomó un momento para apreciar la imponente imagen que tenía delante: cientos de millones de personas clamando por diversión y justicia.

Todos se veían como pequeñas hormigas de colores fluorescentes, pues la moda actual era teñirse la cabellera con tonos de fantasía. Era tan común que, por más llamativo que pudiera ser, se mezclaba en armonía con los demás.

—¡¡Bienvenidos al evento más esperado del año!! —De inmediato, le respondieron gritando a todo pulmón y dando saltos en sus lugares—. ¡Más de cuatrocientos cincuenta condenados entran y solo uno saldrá con vida! —anunció con entusiasmo el presentador.

El público no paraba de aplaudir y hacer ruido. Esperaron todo un año para poder estar en este evento, no les importaba si se quedaban afónicos, no podían evitar ser arrastrados por la emoción de todos a su alrededor, sintiendo el éxtasis y júbilo del momento, como si se tratase de una pequeña ola que iba cobrando fuerza y tamaño.

—¡Te amamos, Fernando! —Se lograba distinguir entre medio de todo el bullicio.

—¡Sí! ¡Traigan a esas basuras!

—¡Ya es hora de que paguen!

Fernando dejó de saludar a todos y señaló hacia arriba, con una pose exagerada y llamativa: todas las luces se prendieron, el techo se abrió y bajó una pantalla gigante.

—Desde aquí transmitiremos las escenas más emocionantes, las cuales podrán ver, no solo ustedes, toda la gente que nos esté mirando desde su hogar —informó con fervor el presentador.

Un inconfundible y agudo chirrido desvió la mirada de todos los espectadores al suelo: se abrió una gran puerta, que se encontraba cerca de las gradas, y de la oscuridad empezaron a salir personas vestidas de ropa blanca con franjas negras. Caminaban en silencio, cabizbajos, con la mirada perdida y el alma rota. En su rostro se reflejaba el pavor que les generaba acercarse a su tan inevitable destino, eran simples marionetas sin voz, ni voto, obligadas a participar del macabro espectáculo.

—¿¡Qué pasa con esos animados muchachos!? ¡Son el primer grupo, deben de estar emocionados! ¡Además, son el centro de este espectáculo! —comentó Fernando sonriendo de manera burlona—. ¿¡Por qué mejor no le damos una cordial bienvenida!?

Los del público empezaron a arrojarle objetos que tenían preparados desde antes: latas, comida, botellas y todo lo que estaba al alcance de sus manos, al mismo tiempo que los abucheaban.

Los criminales condenados a muerte no eran considerados seres humanos, ni por la ley o por la sociedad. Se les quitaba todos sus derechos, siendo comparados con la maldad pura, algo que debía ser erradicado de raíz, sin piedad.

Sin embargo, incluso a estos despojos les habían encontrado una utilidad: convertirlos en un duro ejemplo de lo que pasaba por ir en contra de la gente de bien que seguía las leyes y al gobierno, ya que, Neil Arath consideraba que esta era la mejor forma de mantener el orden y la paz social. Gracias a esto, él era conocido como alguien con una inteligencia superior, sabía darle utilidad a lo que todos consideraban inservible.

Los condenados caminaban hacia el centro del lugar, acompañados por la ardiente ovación del público y una inconfundible sensación de frío recorriendo su cuerpo, provocando que se le erizase la piel y se les dilatara la pupila.

Una gran plataforma los esperaba, donde se encontraban uno de los últimos avances de la ciencia, la tan codiciada Total-Tuning, una silla con un nivel de inmersión y aumento de la realidad completo.

Cada uno de los prisioneros contaba con una de estas, para así poder someterlo a los más duros desafíos, donde serán víctimas en carne propia de todo lo que les sucediera en un mundo creado de manera virtual.

Cuando los condenados se sentaron en sus respectivos lugares, de los apoyabrazos salieron una especie de grilletes que los sujetaron, de igual forma en las piernas. El espaldar de la Total-Tuning se abrió por la parte de atrás y un cable cubierto de metal apareció, conectándose a un chip Espino-Encefálico que se encontraba en la nuca de todas las personas de la actualidad. Su función era tener un mayor acceso y conexión a la tecnología, permitiendo una interacción mucho más fluida, estable y sensorial. Además, en sus oídos se instalaron unos auriculares especiales, los cuales servían para evitar la contaminación auditiva por parte del publico y, a su vez, liberaban descargas eléctricas para estimular el cerebro, y de esta forma poder crear en su mente las imágenes que serían transmitidas.

No solo eso, un enorme campo de fuerza de color violáceo apareció, cubriendo toda la plataforma en la que estaban los condenados. Este enorme domo, poco a poco se volvió transparente, permitiendo que se siguiera viendo a través de el. La función que cumplía era impedir que los olores del estadio y las fuertes vibraciones, provocadas por el movimiento y grito de la gente, molestará en la inmersión.

Del suelo de la plataforma, donde estaba la Total-Tuning, se liberaban distintos olores, para contribuir a los sentidos de los condenados. De esta forma, ellos experimentarían de manera real todo lo que les sucedía. Al mismo tiempo de que, se potenciaba con sustancias inoloras, para afectar el sistema hormonal de ellos y potenciar el sistema circulatorio. Creando una conexión total con el entorno y con el medio en el que vivirían dentro del mundo virtual.

Mientras todo esto sucedía, se transmitía por la pantalla gigante, mostrando a detalle cada mueca y expresión de pánico de los condenados. La forma en que se retorcía e intentaban soportarlo, provocaba la risa y deleite de todo el mundo. Las lágrimas y quejas de los prisioneros eran la sazón del evento.

—Lo último en tecnología del momento. ¿A quién no le gustaría tener una de estas, verdad? Aunque... no en el modelo que les tocó a ellos —bromeó Fernando, disfrutando de la escena—. Ya estamos listos para empezar, pero antes de eso, no se olviden de hacer sus apuestas.

Delante del asiento de cada espectador apareció una pantalla holográfica.

—Todos los afortunados que están aquí tendrán todos estos beneficios: podrán enfocar en su pantalla a quien quieren ver e ir cambiando a gusto —le informó al público Fernando—. Contarán con un chat y votaciones en vivo para ir comentando y dando sus likes a aquellos que los estén entreteniendo. También pueden apostar en las diferentes categorías que aparecerán a un costado antes de cada evento.

La gente se tomó unos instantes para ir preparando todo y charlar entre ellos. La camaradería era alta, no necesitaban conocer a los que los rodeaban, todos estaban ahí con un mismo pensamiento, lo que los unía con un falso amor casi fraternal, impulsado por la euforia del momento.

—Así que el primer grupo, considerados la carne de cañón, consta de cuatrocientas cincuenta personas... Esto será emocionante, hay tantas categorías para elegir. —comentó un hombre mayor, mientras navegaba por las opciones.

—¿Quién crees que muera primero? —preguntó el anciano a su lado.

—No lo sé, hay muchos que se ven patéticos.

—Yo voy por este —dijo el hombre mayor mientras señalaba la imagen de un condenado en su pantalla—, miren la cara de bobo que tiene. Además, aquí dice que lo atraparon porque llamó a la policía para informar que le habían robado y era un criminal buscado.

—¡Vaya estúpido! —Comenzó a reír junto a su compañero—. Yo también apostaré en su contra.

—Creo que lo más difícil es apostar por los ganadores de cada desafío, este año hay mucha gente interesante.

—Eso es lo divertido. Mientras más específica la categoría, mayor es el premio: ¿Quién morirá primero?, ¿quiénes pasarán al siguiente evento?, ¿quién será el primero en lograrlo? ¿Cuántos morirán?, jugador más popular, jugador más odiado, forma más estu...

—¡Oye, viejo, tranquilo, no te emociones tanto! —interrumpió—. Todos sabemos como funciona esto.

—Lo siento, es que me gusta hablar sobre el evento.

Al mismo tiempo en otro lugar de las instalaciones del Edificio Conexión.

Un hombre de traje negro, con corbata del mismo color y camisa blanca, avanzaba por un elegante pasillo. Su pelo era de color marrón, con el flequillo levantado hacia arriba, formando un pequeño hopo. No era alguien expresivo, ni con su rostro o sus palabras, lo que solía venir bien para su trabajo de guardaespaldas.

Continuó caminando con un porte autoritario, hasta llegar a una puerta de seguridad. Sacó su tarjeta de uno de sus bolsillos y la apoyó en el escáner que había a un lado. Luego, marcó la clave de seguridad y al cabo de unos segundos, se prendió un círculo verde arriba del marco de la entrada, anunciando con un pequeño pitido que estaba por abrirse. Al entrar se dirigió directo hacia un hombre que estaba sentado solo, frente a una gran pantalla que abarcaba toda la pared.

Un inconfundible aroma dulce, similar al de las rosas, lo invadió. Todo a su alrededor estaba oscuro, salvó por la parte que iluminaba el enorme monitor, dejando ver un gran tablero de controlar y a la persona más importante de la actualidad, Neil Arath, conocido como "el Líder". Un hombre, de cuarenta y cinco años, con algunas visibles marcas de su edad en el rostro. Cabello de varios colores, azul por arriba, amarillo a los lados y algunas líneas rojas. Siendo su look característico, el cual, era imitado por varios que lo admiraban.

—Todo marcha como está previsto, señor —dijo el guardaespaldas al detenerse a un costado de él, manteniendo un semblante serio.

—Es normal, John, este evento tiene todo lo que la gente quiere —respondió Neil sin voltearse, sus ojos estaban clavados en los monitores—: sufrimiento, dinero y tecnología. —Miró hacia un costado y sonrió al ver el rating en un costado de la pantalla.

Había sido su idea crear este pequeño espacio, sin nada ni nadie que lo distrajera, necesitaba estar tranquilo a la hora de observar todo. Por eso, no había decoraciones, artefactos o cualquier cosa que no sea necesaria para esa tarea. Incluyéndose, sólo cuatro personas tenían permitido entrar: John, su mano derecha. Fernando, considerado su izquierda y Sett. Aunque este ultimo jamás había puesto un pie en el Edificio Conexión.

—Cada año logra superar a los anteriores, de seguro esta vez también lo hará, señor —comentó John, con un entusiasmo genuino por estar cerca de su ídolo y jefe.

Al instante, Neil empezó a reírse. Por primera vez en muchos años, su corazón latía de felicidad y esperaba con ansias que su evento empezará.

—Sí, este año será uno que nunca olvidaran —comentó sin perder su animada expresión. Las expectativas que tenía regaban esperanza en su agobiado y casi marchitado espíritu—. Es hora de pasarle el protagonismo a los personajes principales del programa —ordenó, ansioso de ver el espectáculo.

John acercó su pulsera hacia su boca.

—Pongan la publicidad de "Crashy" —ordenó él.

Al instante, en cada transmisión apareció un personaje animado, redondo, de color amarillo, con cuatro círculos de color marrón puesto en diferentes posiciones, como si se trataran de los puntos cardinales. De su cabeza salía una antena, la cual, se doblaba a la mitad, dando el aspecto de un "rayo dibujado". Su rostro era una pantalla digital, donde aparecían sus exageradas expresiones. Brincaba de lado a lado, como un niño apunto de recibir un gran regalo. 

Un suave y adictiva música de comercial se escuchaba de fondo, tenía una melodía pegajosa y muy característica, la misma que utilizaban en cada anuncio de Condena Virtual. Un clásico que despertaba la nostalgia en todo los espectadores que llevaban años siguiendo el evento.

—650 condenados a muerte son traídos para su entretenimiento —anunció con su voz humanizada y juvenil, en un tono animado—. Incluso verán a los hombres que son considerados los más peligrosos del universo luchando por sobrevivir, ¿piensas perdértelo?

Una imagen caricaturizada de la silla Total-Tuning apareció en frente, junto con un condenado sentado en ella. El hombre se encontraba asustado, forcejeando para tratar de liberarse. Su rostro era retratado como el de un tonto, con los ojos bizcos y rasgos asimétricos en su rostro.

—Con lo último en tecnología de realidad aumentada, todo lo que les suceda durante los desafíos será transmitido a sus cuerpos, tal como lo oyes y tal como lo verán.

Del espaldar del asiento salieron unos cables, los cuales empezaron a despedazar de manera violenta al personaje que estaba sobre ella.

—¡Vaya! Parece que voy a necesitar otro asistente, ¿no creen? —bromeó la mascota, mostrando una sonrisa burlona en su pantalla. Sacó una escoba y barrió todos los miembros, órganos y sangre fuera de la pantalla, dejando una línea roja a su paso. Luego, flotó por encima de esta, moviéndose como si pasara por una alfombra, y de manera animada siguió hablando con el público—. Seguro se están preguntando, ¿qué es lo que motiva a los criminales a participar en los eventos? Primero que nada, porque los obligamos. Y segundo, el ganador será premiado con su libertad.

Otro personaje vestido con una remera blanca y rayas negras apareció, y, de inmediato, Crashy sacó un trofeo con la palabra "libertad" grabada sobre el.

—¿De verdad puedo irme? —preguntó el condenado, con una voz gruesa y lenta, confundido al recibir el premio.

—¡Por supuesto! —respondió al instante Crashy, dejando ver en su pantalla una enorme sonrisa.

—¿Y qué sucede con todo lo que hice antes?

—¡Borrón y cuenta nueva, amigo! —Por medio de empujones lo saco afuera de la pantalla—. Que tengas suerte en tu nueva vida, espero no volver a verte por aquí. —La mascota se acercó a la cámara, como si fuese a contarle un secreto al espectador—. Pero saben... nadie nunca logró salir vivo, por lo que no se preocupen por estas escorias. —Empezó a reírse al mismo tiempo que la música del comercial se acababa—. Espero que no se pierdan ninguno de los eventos que se estarán realizando durante esta semana, y, por supuesto, no olviden de agradecerles a nuestro gran y querido Líder, es quien nos trae toda esta diversión y justicia. ¡Disfruten de lo que se viene! —Movió su mano de lado a lado para despedirse, mientras la pantalla se alejaba.

—¡Se cierran las apuestas! ¡El evento comienza ahora! —anunció a todo pulmón y con gran emoción Fernando.

Los condenados al ser conectados les apareció un cartel antes de empezar: "insert your username". Una vez realizado, sintieron como si fuesen arrojados a un tobogán de tubo. Mientras caían, eran rodeados por psicodélicas luces de colores fucsia, celestes, blancas y negras, que parecían tener vida y seguirlos durante su descenso. 

Al llegar al final del túnel, fueron encandilados por una blanquecina e intensa iluminación, y sintieron como su cuerpo se desarmaba en pequeños fragmentos de datos digitales, para ser teletransportados al mundo virtual.

Poco a poco, mientras estos "fragmentos" se juntaban, iban dando forma a los condenados. Sus sentidos iban volviendo progresivamente, empezando por el tacto, la vista, el olfato, el oído y el gusto. Les parecía como si acabaran de despertar de un largo sueño.


Estaban sobre una gran plataforma negra, en un mundo con muchas luces de color neón alrededor. Había un extraño olor metálico en el lugar, y su boca estaba seca por los nervios y el miedo que los consumía.

—¿Dónde carajos estamos? —preguntó uno de los condenados.

—¿Qué clase de locura nos harán hacer? —preguntó otro hombre temblando sin control, casi llorando.

Varios de los presentes se acercaban hasta el borde del terreno, encontrando un infinito abismo, el cual les provocaba vértigo y un pánico tan fuerte que, sus piernas trastabillaban al intentar retroceder.

Cada segundo en aquel oscuro lugar los atormentaba, sabían que habían caído en el mismísimo infierno, donde sus pecados serían purgados. De maneras violentas y dolorosas. Aquellos desafortunados que conocían el programa eran los que peor se encontraban, sus mentes los agobiaba con los diferentes recuerdos de lo que una ves vieron con gozo y placer. Ahora, solo servía como un terrorífico presagio de su posible final.

El ambiente se cargaba de incertidumbre y malestar, el aire se volvía pesado, llenó de lamentos y sollozos. Nadie era capaz de imaginar que es lo que harían con ellos, algunos ni siquiera se esforzaban por tratar de pensarlo, pero en lo que todos concordaban era en que: lo que sea que les hicieran enfrentar, sería mucho peor que sus más horripilantes pesadillas.

Varios de los condenados que estaban en el centro de la plataforma se encontraban confundido, aún estaban algo entumecidos por la "conexión". Sus ojos buscaban en todas direcciones alguna pista o indicación que los ayudará a entender lo que pasaba.

—Parece que no tiene fondo. Estamos en una plataforma en medio de la nada —gritó uno de los condenados.

En ese instante, Crashy descendió de arriba, junto a una gran luz, posando y luciéndose, cual ángel trayendo un importante mensaje. Se detuvo a varios metros del suelo, para que todos pudieran verlo.

—¡Bienvenidos al primer evento de Condena Virtual! —dijo con emoción para llamar la atención de todos, sonriendo de manera macabra. Se quedo en silencio por unos instantes para crear una atmosfera más pesada y lúgubre.

El haz de luz que iluminaba a Crashy se tornó rojo, haciéndolo ver más como un demonio, listo para reclamar el alma de los presentes. Sus ojos escudriñaban a todos los prisioneros, deleitándose en sus expresiones de pánico e incertidumbre.

Todos los condenados se quedaron congelados por el miedo, incluso tragar saliva era todo un desafío. Su instinto de supervivencia les gritaba que huyeran de ahí, ya que no había una sola persona que no supiera la masacre que estaba por venir.

Aun así, no había escapatoria, estaban literalmente condenados...


Fin del capítulo 4


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